La oscuridad en la luz.
Viernes 15 de marzo de 2025.
Réplika Teatro – Festival Domingo.
“Esto no es un sueño. El más allá está ahora en la casa.
Es un hipersueño y no hay nada más violentamente real.» (Hélène Cixous)
El pasado viernes 15 de marzo la creadora y bailarina Paz Rojo, junto a Arantxa Martínez y Luz Prado, presentaron Hípersueño en el teatro Réplikla, dentro del Festival Domingo 2025.
Coincidiendo con el desarrollo del eclipse total de luna que aconteció el mismo día y a la misma hora (cuestión que no pasa desapercibida si recordamos que ECLIPSE : MUNDO es el título de una de las últimas piezas de la creadora española), Hípersueño nos recibe en un espacio diáfano, de paredes claras, únicamente delimitado por una tarima baja color marfil. La luz de la escena no resalta nada en particular e incluso alcanza a la audiencia donde me encuentro tomando estas notas.
Paz y Arantxa entran directamente a situarse sobre la tarima. No hay introducción ni tampoco ninguna atmósfera especial. La escena está en crudo tal y como es cuando no pasa nada en ella. Tampoco llevan un vestuario que a priori pudiésemos identificar con una teatralidad específica. Al contrario, visten con la ropa de cualquiera. Me animo a comentar este aspecto del vestuario solo para reforzar una decisión estética que, en mi opinión, dialoga éticamente con la creciente espectacularización de la vida y su renovado affaire con la moda y el disfraz como metáfora de nuevas formas de banalidad, entre otras.
Paz y Arantxa no bailan. El espacio no oculta nada. Y sin embargo algo extraño se instala entre nosotras. Lo extraño suele ser aquello que no está en su sitio y suele percibirse como un corrimiento (B. Brecht). Arantxa se queda quieta en un lugar determinado de la tarima y cierra sus ojos. Paz comienza a realizar una serie de movimientos, digamos, movimientos cualquiera -¿porque no corresponden a la codificación dancística? ¿porque cualquiera los podría hacer?-.
Por momentos, Paz se aproxima al cuerpo de Arantxa que toca, agita o caricia sin que esos gestos revelen su propósito completamente. Sin embargo, en esa ausencia de significado aparece una potencia que parece articularse en el ligarse a lo otro, en la que el movimiento se va extendiendo y tendiendo la mano. «Puro ligando» el perpetuo legado de la transformación (Ito García) entrelazando percepciones a cuerpos y cuerpo a materias, difuminando los límites epidérmicos mientras se desvela un lenguaje que no se basa en la traducción del signo -en su control- sino en su transmisión -su emancipación-.
Esos movimientos -ese ligando- se acompañan de vez en cuando por alguna palabra que Paz pronuncia, a veces con intensidad, a veces como un susurro. Esas palabras aunque son simples y significan cuestiones que todas conocemos, poseen un eco interior desconocido, un doble misterioso que consigue poner en marcha nuestra imaginación en su capacidad de crear y dislocar las lógicas con las que organizamos la realidad.
-Hoolaaa…
Pasado un tiempo Paz intercambia rol con Arantxa que es quien comienza a moverse mientras Paz permanece quieta con los ojos cerrados. Entremedio, unas pocas palabras más y la entrada de un plano sonoro creado en directo por Luz Prado, que graba los sonidos de la escena, los mezcla y reproduce nuevamente favoreciendo la aparición de un paisaje sonoro inquietante y fantasmagórico. Paisaje, que aunque adquiere su forma de la realidad que estamos presenciando, se manifiesta con una sonoridad espectral que nos atrapa, e incluso, agitará literalmente nuestra piel.
Bien, hasta aquí la descripción de lo visible.
Casi sin darnos cuenta noto que la audiencia ha entrado en un estado difícil de traducir. En la literatura de ficción el hípersueño es un estado de suspensión que permite a seres vivos y cosas realizar viajes a través de dimensiones espaciales y temporalidades desconocidas sin llegar a la muerte o deterioro definitivos. Se entiende también como un estado mental profundo que se materializa de forma vívida creando su propia realidad espacio-temporal (campos de estasis). La escritora francesa Hélène Cixous utiliza esta misma noción en su novela Hípersueño (2006) para referirse a la conciencia de muerte que llega durante la última etapa de vida; ese estado psicoemocional y sobre todo físico que marca el paso definitivo hacia lo desconocido por antonomasia. Se me vienen a la cabeza algunas de las palabras que utiliza Cixous para ir atando su propia extrañeza a partir de las que resuenan en la profundidad de esta sala diáfana. Resonancias que inevitablemente evocan en mí el flujo perpetuo de la luz en la oscuridad y de la vida hacia la muerte en su bucle de transformación.
Un cuerpo que baila lo desconocido carece de una codificación clara que podamos reconocer. Desactivado así el mecanismo de la bailarina que danza para producir algo, emerge un cuerpo médium. Un intervalo que enlaza el acá con su misterio, el espíritu y la carne. En una reciente entrevista, Paz decía que ver un cuerpo bailar es observar un misterio. Los ojos cerrados llevan a la figura del profeta, no como un sujeto, sino como una posición definida por el umbral entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo que sabemos y desconocemos. Una mirada doblada hacia atrás donde confluyen pasado, presente y futuro. Una mirada que en su caída hacia lo oscuro se vuelve abisal devolviendo su sombra hacia afuera como una luz que ciega y manda a callar.
Esa mirada hacia atrás y abisal también se traduce en una tensión sensorial específica que estira la piel. Un tipo de atención conscientemente táctil que ocupa al oído y la epidermis como un solo órgano. Es como si al no ver, todo el cuerpo se transformara en un receptor altamente sensible. Se podía apreciar con claridad que tanto Paz como Arantxa utilizaban la piel como otro oído, atendiendo a las más mínimas alteraciones de su atmósfera próxima.
Cuando un escalofrío recorre el cuerpo sin que seas consciente de qué lo ha provocado es porque la piel ha escuchado algo que el razonamiento ha sido incapaz de traducir. Lejos de ignorar esa escucha, Hípersueño se deja guiar por eso que parece desorientarnos para caer al interior de esta «zona» difusa entre el sueño, la pesadilla y la realidad.
La experiencia de moverse es siempre un recorrido entre lo desconocido y lo que está aconteciendo en el momento. Ocurre a la vez en el cuerpo, en la palabra, en el espacio y el tiempo, imbricándose, confundiéndose y trayendo hasta acá la experiencia de lo inaccesible, no como algo que se puede extraer y explotar, sino como un enigma que se revelará si se contempla el tiempo suficiente.
Así, en los márgenes del cannon coreográfico, Hípersueño es un salto hacia el misterio, una puerta entreabierta hacia lo desconocido que proporciona al espectador una emoción estética subterránea que se manifiesta más allá de las habituales formas de percepción y racionalidad.
*La imagen que hemos utilizado para ilustrar esta entrada pertenece a HÍPERSUEÑO.