antología apológica de la acción: texto dos

En el budismo zen nada es bueno o malo. U horrible o hermoso. El arte no debería ser distinto de la vida, sino una acción dentro de la vida. Como todas las cosas de la vida, con sus accidentes y oportunidades y variedad y desorden y sólo hermosuras momentáneas.

JOHN CAGE

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antología apológica de la acción: texto uno

La apariencia y la interpretación chocan con la conciencia del arte. El arte quiere cesar de ser una apariencia y una interpretación, quiere convertirse en un fenómeno lúcido.

THOMAS MANN (Doctor Faustus, 1947)

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Sentido lúdico y performativo de la Internacional Situacionista

Texto de la I.S. donde la «teoría de la deriva» se materializa en una serie de brillantes propuestas provocativas y propagandísticas que se ubican en el límite de lo instalacional y lo performativo. El uso lúdico de estos dispositivos políticos se convierte en el paradigma de lo que la vida humana debería ser según los situacionistas.

PROYECTOS DE EMBELLECIMIENTOS RACIONALES DE LA CIUDAD DE PARÍS

 Los letristas presentes el 26 de septiembre propusieron de común acuerdo las soluciones que aquí se exponen a diversos problemas de urbanismo surgidos en el azar de la discusión.  Señalan el hecho de que no se haya completado ningún aspecto constructivo, y que nivelar el terreno parecía a todos el asunto más urgente.

Abrir el metro, de noche, cuando ya no pasan trenes. Con los pasillos y las vías mal iluminados por débiles luces intermitentes.

Mediante cierta distribución de las escaleras de incendios, y la creación de pasarelas allí donde haga falta, abrir los tejados de París para pasear.

Dejar las plazoletas y jardines abiertos por la noche. Sin iluminar. (En algunos casos, una leve iluminación constante puede justificarse por consideraciones psicogeogáficas ).

Poner interruptores en todas las farolas de la calle; la iluminación a disposición del público.

Para las iglesias se han avanzado cuatro soluciones distintas y reconocidas, defendibles hasta el juicio por experimentación, que hará triunfar a la mejor:

G.-E Debord se declara partidario de la destrucción total de los edificios religiosos de todas las confesiones (que no quede ni un solo vestigio, y que seutilice el espacio).

Gil J. Wolman propone conservar las iglesias, vaciándolas de todo concepto religioso. Tratarlas como edificios ordinarios. Dejar jugar a los niños en ellas.

Michèle Bernstein pide que se destruyan parcialmente las iglesias, de modo que las ruinas subsistentes no descubran su función original (la Tour [Saint] Jacques, del bulevar de Sébastopol sería un ejemplo accidental). La solución perfecta sería arrasar completamente la iglesia y reconstruir unas ruinas en su lugar. La solución propuesta en primer lugar sólo se eligió por razones de economía.

Jacques Fillon, por último, quiere transformar las iglesias en en castillos del miedo (utilizar su ambiente actual, acentuando sus efectos aterradores).

Todos coinciden en rechazar la objeción estética, en hacer callar a los admiradores de la portada principal de Chartres. La belleza, cuando no es una promesa de felicidad, debe ser destruida. ¿Y qué puede representar mejor la desdicha que esa especie de monumento erigido a todo lo que aún no está dominado en el mundo, al gran margen inhumano de la vida?

Conservar las estaciones tal cual son. Su conmovedora fealdad añade mucho al ambiente de paso, que constituye el leve atractivo de esas construcciones. Gil J. Wolman reclama que se supriman o falseen arbitrariamente todas las indicaciones sobre las salidas (destinos, horarios, etc.), para favorecer la deriva. Tras un vivo debate, la oposición que se había expresado renuncia a su tesis, y el proyecto se admite sin reservas. Acentuar el ambiente sonoro de las estaciones mediante la difusión de grabaciones procedentes de un gran número de otras estaciones  y de ciertos puertos.

Supresión de los cementerios. Destrucción total de los cadáveres y de esa clase de recuerdos: ni cenizas, ni vestigios. (Debe atraerse la atención hacia la propaganda reaccionaria que representa, por la más automática asociación de ideas, esa hedionda supervivencia de un pasado de alienación. ¿Puede verse un cementerio sin pensar en Mauriac, en Gide, en Edgar Faure?)

Abolición de los museos y reparto de las obras maestras artísticas en los bares (la obra de Philippe de Champaigne en los cafés árabes de la calle Xavier-Privas; Le Sacre de David, en el Tonneau de la Montagne-Geneviève).

Libre acceso ilimitado de todos a las cárceles. Posibilidad de alojamiento turístico. Ninguna discriminación entre visitantes y condenados (a fin de incrementar el humor de la vida, doce veces al año se echará a suertes y los visitantes podrían verse condenados a una pena efectiva, para hacer sitio a los imbéciles que necesitan imperiosamente correr un riesgo nada interesante: los espeleólogos actuales, por ejemplo, y todos aquellos cuyo necesidad de juego se adapta a tan pobres imitaciones.)

Los monumentos cuya fealdad no admite aprovechamiento alguno (tipo Petit o Grand Palais) tendrán que dejar paso a otras construcciones.

Eliminación de las estatuas que queden cuya significación haya quedado obsoleta, y cuya posible renovación estética haya sido condenada por la historia haya sido condenada por la historia antes de colocarlas. Se podría ampliar de modo útil la presencia de las estatuas –durante sus últimos años- por el cambio de títulos e incripciones en la base, ya sea en sentido político (el Tigre llamado Clemenceau, sobre los Campos Elíseos), o en un sentido desconcertante (homenaje dialéctico a la fiebre y a la quinina, en la intersección de [Saint] Michel y la calle Compte; las grande profundidades, en la Place du Parvis de L’îlle de Cité).

Acabar con la cretinización del público mediante los nombres actuales de las calles. Borrar los consejeros municipales, los resistentes, los Émile y los Édouard  (55 calles en París), los Bugeaud , los Gallifet y, en general, todos los nombres sucios (rue de l’Évangeile).

Para ello, resulta más valiosa que nunca la reivindicación hecha en el número 9 de Potlacht de no reconocer el vocablo “santo” en la denominación de los lugares.

 

“Internacional Situacionista”, Potlancht, nº 23 (13 de octubre de 1955).

Extracto del catálogo de la exposición Un teatro sin teatro (Museu d’Art Contemporani de Barcelona, 2007)

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