S 62º 58′, W 60º 39′: Peeping Tom cambia de rumbo

Peeping Tom presenta S 62º 58′, W 60º 39′ en el TNC del 5 al 16 de junio.

S 62º 58′, W 60º 39′ son las coordenadas de la isla ártica Deception, nombrada así por el cazador de focas Nathaniel Palmer en 1820. El nombre es un falso amigo, no se trata de la decepción sino del engaño, del carácter engañoso de la isla. Donde creemos ver una isla, no hay sino un enorme anillo de tierra que oculta un volcán subacuático que, de cuando en cuando, entra en erupción. La última vez fue entre 1967 y 1970.

Esta descripción podría también en alguna medida caracterizar lo que vamos a ver: un espectáculo que no es tal, que es mucho más que eso. Una función que se revela como un ensayo atrapado en el deseo de ser otra cosa, y que se despliega en formas imprevisibles, desde un aria de ópera hasta un discurso feminista, y donde por cierto no falta el movimiento alucinado de los cuerpos, como viene siendo habitual en el trabajo de la compañía, destacando esta vez el extraordinario solo del bailarín Chey Jurado.

La pieza podría haber surgido de una virtual desintegración, la de una de las compañías de danza y teatro físico más reputadas del mundo, con 20 años de trayectoria y sostenida por los directores Franck Chartier y Gabriela Carrizo. En esta ocasión es Chartier quien dirige la pieza en solitario, y eso podría leerse como una señal de un posible final. ¿Es esta la última pieza de Peeping Tom?

Un velero encallado, un decorado consciente de serlo y un puñado de intérpretes capaces de revelar constantemente lo inesperado nos dan cuenta del carácter engañoso del espectáculo. Peeping Tom nos engaña al presentarnos una pieza de Peeping Tom. Aquí se va a dar la vuelta a lo propio de la compañía. Tal como pedía Yvonne Rainer en su mítico “No Manifesto”, del que podemos citar las primeras palabras:

“No al espectáculo. / No al virtuosismo. / No a las transformaciones, a la magia y al hacer creer.”

Se acabó la teatralidad como engaño, como “deception” y en su lugar asistimos a una teatralidad del desvelamiento y la confesión, en la que los propios intérpretes nos hacen confidencias sobre su genuina relación con la escena.

De fondo está también la pregunta agotada por el agotamiento de las ficciones, esta vez mostrada de un modo sorprendente e irónico. Un paisaje azotado por el cambio climático y del que la única esperanza de escapatoria para los protagonistas es el deshielo. Acaso sea ese el verdadero punto de fuga de los artistas. Volver eternamente a la sala de ensayos para sorprenderse a sí mismos. O acaso girar el timón violentamente para hacer algo totalmente inesperado y asombroso, como Peeping Tom en esta pieza.

Eduardo B.

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