Pablo Gisbert y Tanya Beyeler combinan performance, danza y artes plásticas en Una imagen interior
La nueva creación de El Conde de Torrefiel es un viaje circular hacia un mundo interior que empieza en un museo de historia natural, sigue en un supermercado y acaba en el cerebro: una caverna donde sus protagonistas encuentran el sueño para imaginar, inventar un futuro u otro tiempo. El espectáculo, titulado Una imagen interior está programado los próximos 2 y 3 de diciembre en el TEM y llega cargado de preguntas e imágenes plásticamente sugerentes y poderosas.
A través del texto escrito en primera persona, la audiencia es interpelada por la lógica de las imágenes interiores en oposición a las imágenes de este mundo digitalizado. Un soliloquio que reflexiona y evoca el poder de la imaginación, el devenir de una realidad que no es inmutable, sino cambiante, fruto de nuestros sueños, deseos y decisiones.
Una imagen interior fue estrenada en mayo de 2022 en el Wiener Festwochen de Viena y ha sido presentada, entre otros festivales, en el Kustenfestivaldesarts de Bruselas y en los festivales de Aviñón, GREC de Barcelona y Otoño de París.
La formación liderada por Tanya Beyeler y Pablo Gisbert se ha servido de las herramientas de la performance, la coreografía, la literatura y las artes visuales para crear una pieza dentro de las convenciones teatrales. La propuesta consta de una dramaturgia singular, donde texto, movimiento, sonidos y materiales convergen y se oponen para generar significados e imágenes poéticas que precipitan al espectador a una explosión de pensamientos y sensaciones. El objetivo final es desplegar un erotismo de la imaginación e invitar y sugerir otra realidad y otro tiempo.
“La pieza invita a mirar primero, a leer después, a sentir desde el principio, a sentirse uno más al final. Y en ese ejercicio de sumar para una pluralidad tiene mucho que ver un texto en primera persona que ha sido trabajado para ser un yo y un nosotros que no renuncia a lo íntimo, pero destierra lo narcisista”, explican sus directores y dramaturgos, que realizaron una residencia técnica de la obra en 2022 en el escenario del Teatre El Musical.
Gloria March Chulvi, Julian Hackenberg, Mauro Molina, David Mallols, Anaïs Doménech y Carmen Collado habitan una escenografía maleable y en constante cambio. Es una suerte de caverna de plástico, material paradigmático y problemático del siglo XXI, que evoca a la de Platón, y plantea que la realidad no es tan sólida, estable e inalterable como esperamos. Por el contrario, es susceptible de transformarse o desmoronarse en cualquier momento, ante una guerra, una pandemia o una catástrofe natural.
“Ni las imágenes ni las palabras han conseguido plasmar la impresión de realidad que acompaña la vida. Ante la evidencia de este fracaso, de este deseo constante de alcanzar algo más, El Conde de Torrefiel propone la imaginación como combustible inextinguible para la alternativa a aquellas imágenes y ficciones que se han instalado como realidad”, exponen desde la compañía.
A veces, incómodos
El Conde de Torrefiel se ha dado a conocer por sus trabajos, a veces incómodos, sobre la tensión entre lo individual y lo colectivo y la frágil configuración de la sociedad occidental, Estas disyuntivas observan las formas en las que se manifiestan los sentimientos que provoca nuestro tiempo.
El dúo formado por Tanya Beyeler y Pablo Gisbert hace uso de textos proyectados que se articulan tanto como juegos narrativos de simulación futurista hasta consideraciones y juicios intimistas parecidos a soliloquios en un diario. Los textos revelan estados propios de una generación resiliente en un sistema de pretendida libertad, textos que se oponen a la puesta en escena de coreografías minimalistas y sonidos evocadores.