Comenzó el Festival de otoño en primavera de Madrid. Sí, otoño en primavera. Me acerqué a las Naves del Español en Matadero a ver una del reconocidísimo Romeo Castellucci: On the concept…, un evidente homenaje no declarado a Xubileo 2008 de Antonio de la Rosa, pero en caro y algo más largo. El artista homenajeado asistió a la representación desde la más absoluta discreción.
Esta fue la máquina de escribir de Henry Miller (según dicen).
A mí me pasa lo contrario de eso que dicen por ahí que les pasa a algunos que publican en sus blogs “a la antigua”: hoy tengo que escribir este post en un Word y me siento raro porque no puedo escribir desde mi propio blog. Escribo en un avión después de un sueñecito reparador y en el avión no dispongo de conexión a Internet. Cuando me despierto, por la mañana o después de una siesta, como hoy, me suele pasar que tengo unos minutos de subidón que si aprovecho para escribir suelen dar mucho de sí para lo que es mi nivel habitual. Si no aprovecho ese estado y me subo a la ola, lo más normal es que lo que quería escribir no lo acabe escribiendo jamás. Es como si estuviese un poco borracho, también dicen por ahí que los borrachos dicen la verdad. Bueno, la verdad… dirán lo que les pasa por la cabeza en ese momento, un momento en el que van bastante sueltos y se atreven a decir inconveniencias de las que luego se arrepienten a menudo cuando están sobrios y les recuerdas las “verdades” que dijeron. Si tuviera Internet ahora buscaría en google cómo se llama exactamente ese discursito de disculpa que pronunciaban antiguamente en el teatro al inicio de la función,“captatio benevolae”, creo que se llama, en el que el autor de la pieza se disculpaba por si acaso lo que los espectadores iban a contemplar no era de su completo agrado. Me parece que yo estoy haciendo algo parecido con toda esta larguísima introducción, más acorde con el tamaño de lo que es apropiado escribir en el medio impreso, según creen algunos, y no apta para el medio digital, según la misma gente (¿o no son los mismos?). A mí me da igual, vuelvo de Budapest a Madrid y aunque me he pegado una siesta de tres cuartos de hora y he tardado un rato en decidirme a escribir, aún me quedan dos horas de viaje y la batería del mac que le he pillado a mi novia dura que te cagas. Tengo mucho tiempo y nada más que hacer.
No es cierto, podría hacer otras cosas. Podría leer una novela de Henry Miller de los años 30, si no me equivoco, como no tengo Internet no puedo comprobarlo, aunque quizás lo ponga en la tapa del libro, pero para llegar hasta el libro tendría que buscarlo en la bolsa del ordenador y me da mucha pereza porque en los aviones cualquier movimiento es muy costoso y hay que molestar a mucha gente, entendedme, comprobad vosotros de qué año es “Trópico de Cáncer”, vosotros sí que debéis tener Internet si estáis leyendo esto porque al final me he decido a publicarlo cuando se me haya pasado el subidón.
Nos vamos acercando al tema del que quería hablaros. No es cierto, nos vamos acercando a la experiencia que ha dado pie a que escriba desde hace un rato en círculos concéntricos alrededor de lo que ha provocado en mí asistir a la representación de “Mikrokosmos” de Anne Teresa de Keersmaeker, ayer por la noche en Trafó, Budapest. Como no tengo Internet ni ningún programa de mano, no puedo ni contrastar el nombre de su autora, ni ningún dato sobre la pieza, pero recuerdo que una de las programadoras de Trafó dijo que era de los 80, de hace 24 años, recuerdo haber hecho ese cálculo mientras me acomodaba como podía en una de las escaleras laterales desde donde nos permitieron asistir a la representación. “Mikrokosmos” es una obra para piano de Béla Bartók, para quien no lo conozca, compositor húngaro y uno de los compositores más destacados de la primera mitad del siglo XX. Bartók fue un renovador, con un lenguaje propio que parte de múltiples referencias, de los creadores musicales que le rodeaban en su tiempo, un tiempo de profundos cambios en el lenguaje musical, Schoenberg, Satie, Debussy, Stravinsky, por citar unos ejemplos, pero también de un profundo conocimiento del pasado musical europeo, con Bach a la cabeza, y de una investigación de campo muy personal sobre el folklore húngaro y de otros pueblos vecinos y no tan vecinos. Bartók, antes de los años 30, salió a grabar a la gente de los pueblos para registrar esa creación popular y colectiva, casi infinita, anónima y sin derechos de autor, que es el folklore. Encontró de todo, encontró formas que no se encontraban ya en la llamada música culta (si es que en algún momento se llegaron a encontrar ahí, algunas sí y otras no: ¿quién decidirá eso? ¿los señores con barba y mallas?), ritmos complejos, armonías extrañas, contrapuntos muy locos… Y todo ese material que recopiló lo estudió, lo procesó, perdió unas cuantas maletas repletas de él cuando los nazis entraron en Hungría y él tuvo que escapar a los Estados Unidos por haber pertenecido en algún momento al partido comunista, creo (no tengo Internet para comprobarlo pero me leí un par de biografías sobre su vida hace más de 10 años, no recuerdo de quién) y, lo más valioso, para mí y para muchos otros, es que partiendo de ese material creó su propia música, una música moderna que, para los que no conozcan a Bartók y estén comenzando a poner cara de escepticismo, en muchos casos no recuerda para nada a las danzas y coros húngaros, sino que se sitúa en la vanguardia de comienzos del siglo XX de un modo absolutamente personal.
Por cierto que no fue el único folklorista que se dedicó a investigar lo que pasaba por los pueblos húngaros. Nuestra traductora de español en Budapest, Imola, nos explicó que su madre fue una de ellas. No quiero apartarme mucho del tema pero, por lo visto, encontró a una mujer en Transilvania que escribió la tercera parte de la Biblia. Si la primera parte, el Antiguo Testamento, es la del Padre, Yahvé, y la segunda, el Nuevo Testamento, la del hijo, Jesús, ella escribió la parte que falta, la del Espíritu Santo y eso dio pie a una comunidad de simpáticos herejes que la siguió en esos pueblos recónditos y que se dedicaron a hacer el bien solidario en una zona donde hasta hace poco aún trabajaban la tierra con arados. Ay, el Imperio Austrohúngaro. Pero volvamos a Bartók.
El Mikrokosmos de Béla Bartók es una obra de seis volúmenes concebida como un método pedagógico para enseñar a uno de sus hijos a tocar el piano moderno desde el nivel cero hasta un nivel de virtuosismo bastante elevado. Por lo visto, según explica su propio hijo, Bartók escribía en un momento las primeras piezas sencillas incluídas en ese libro, delante del alumno, su propio hijo, y a continuación se las enseñaba a tocar. Mikrokosmos te enseña a tocar el piano, pero te enseña a la manera de Bartók, es decir, mientras aprendes a tocar también aprendes un sistema musical propio de Bartók con un lenguaje moderno en su momento que es un compendio del ecosistema creativo de Bartók en los años 30-40. Yo aprendí a tocar con el Mikrokosmos en los años 80 y me eduqué con él hasta los años 90, por en medio Anne Teresa de Keersmaeker creó para Rosas la pieza que ayer vi, que toma su nombre, aunque sólo en un principio dos pianistas interpretan algunas piezas del Mikrokosmos a dos pianos, luego también hay música de Bartók para dos pianos y uno de sus cuartetos de cuerda, pero lo que se interpreta en medio, con dos pianos también, es de Ligeti, otro tremendo compositor húngaro, que murió hace cinco años. Amo a Bartók, me he educado con él, me abrió la puerta a la música contemporánea y, de paso, al arte contemporáneo (es lo mismo) y es mi mayor conexión con Hungría, un país que abandono hoy después de vivir en él la última semana.
Anne Teresa de Keersmaeker también debe amar a Bartók, o al menos lo debió amar en su día, cuando creó esta pieza. No sé si los excelentes intérpretes de su compañía, con los que he compartido hotel y desayuno estos días, lo aman también, pero estoy seguro que quienes sí que lo aman son los músicos que actuaban ayer. Es una música de una interpretación en algunos casos muy compleja, no apta para todos los paladares. Ellos la interpretaron muy bien y creo que hay que amar esa música para interpretarla de esa manera, no creo que se metan en estos berenjenales pudiendo escoger. Aunque no tengo ni idea de nada de lo que escribo, por supuesto.
Pero estoy muy sorprendido. Bartók, después de 80 años, es muy curioso pero aguanta muy bien como creador de un lenguaje propio y contemporáneo (contemporáneo de los años 30-40 originariamente) pero la pieza de Anne Teresa de Kersmaker… me huele a cursi, por decirlo suavemente y sin faltarle el respeto a esta reconocida coreógrafa. Los intérpretes están obligados a dar giros y más giros, constantemente, no les está permitido caminar recto más de dos o tres pasos. A mí, siendo bruto, en relación a la música que utilizan, me recuerda más al ballet clásico que a un lenguaje innovador del siglo XX como lo es el de Bartók, teniendo en cuenta, además, que la creación de Bartók es 40 años anterior a la de Rosas, la compañía de Keersmaeker, no así lo que escuchamos de Ligeti, que juraría que es de los 70. Es como si no le hubiese pillado el punto a la música de Bartók. Lo hace parecer ridículo o pretencioso, cuando no toca. No me parece que capte su humor o sus juegos abstractos, conceptuales o, incluso, metafísicos, como en el movimiento lento del cuarteto número 4, que los magníficos músicos interpretan en la pieza. Es una especie de parodia sobre su música. Me parece una traición y me enervo. Luego me calmo y me digo, Rubén, relájate, es su propuesta, nada más que su propuesta. Está todo super trabajado, tampoco es la gran horterada, no le quites valor, no te comportes como los nazis que tanto criticas, simplemente «no te gusta», es sólo eso, «gusto», «estética». Pero luego me vuelvo a cabrear, porque pienso que Luis Cobos también nos presenta su propuesta sobre Beethoven y, aunque le guardemos algún respeto, al menos, no lo consideramos como un gran creador contemporáneo de prestigio. Pero eso no es culpa de Keersmaeker, ¿no? Eso es culpa de los que parten el bacalao, joder. ¿O algo tendrá que ver ella? ¿Es cómplice? ¿Está de parte de las fuerzas del mal? ¿Ahora va a resultar que me molesta por temas políticos? Pero hombre, Rubén, te vas muy pero que muy lejos. Anne Teresa de Keersmaeker no es ni mucho menos Luis Cobos, por Dios. Anne Teresa se lo curra y sus pupilos no digamos, eso merece un respeto muy gordo, pero en mi opinión es una lástima que no dejen en paz al pobre Bartók y lo utilicen de esta manera, ahora que está muerto y no puede dar su opinión sobre este tipo de coreografías. Si al menos se pitorrease de él, pero es peor, es un homenaje. Me da mucha pena. Pero ¿por qué? Aplicando la misma regla de tres, Sergi Fäustino no debería utilizar a Schubert en su f.r.a.n.z.p.e.t.e.r. ¿Habrá gente a quien le pase lo mismo en ese caso? Seguramente, aunque quiero pensar que, al menos en la última versión de f.r.an.z.p.e.t.e.r. hay que ser muy retorcido para no ver el respeto que se muestra por la persona y la obra de Schubert. Pero esto seguramente es una opinión más. ¿O no? Anne Teresa seguro que le tiene mucho respeto y amor a Bartók, ¿cómo dudarlo?. Es un horror, me toca los cojones que Rosas utilice a Bartók de esta manera, con sus cien mil giros tirabuzones para avanzar en línea recta, pero tampoco me creo en el derecho de criticarlo mucho porque me parece que en este mundo tiene que haber de todo, aunque me moleste tanto reconocimiento y honores a lo que no concuerda con mi particular sentido estético y ético, como a todo hijo de vecino. Se me queda cara de tonto una vez más, me enfado, me tomo una cerveza, me pego una siesta, escribo un mega rollaco y lo publico un mi blog porque tanta represión no puede ser buena (aunque publicar lo que a uno le viene a la cabeza a menudo sólo trae que problemas, con los amigos y con los enemigos).
Pero no seamos malos y dejemos la última palabra a Anne Teresa (ver vídeo), si ella no hubiese creado esta pieza en los 80 yo me hubiese dedicado a leer a Henry Miller en el avión y no hubiese dedicado todo este tiempo a darle vueltas a la estética de Bartók y a todos estos temas tan cruciales para el devenir del planeta y la Humanidad entera. En el fondo te lo agradezco, Anne Teresa. A ti, a Rosas, a los músicos y a los señores con barba y mallas que te han programado en Budapest. Muchas gracias a todos y no me hagáis mucho caso, que iba borracho.
Nota: todos los enlaces y demás elementos multimedia han sido añadidos con posterioridad a la escritura original de esta entrada, escrita rigurosamente y a pelo en Word, salvo algunas trampas (no fui capaz de escribir correctamente el apellido de Anne Teresa, lo reconozco).
Cristina Blanco lleva su Ciencia-ficción a Tesalónica (Grecia) donde vive Pandelis Perakakis, un científico amigo suyo que ha colaborado en varias fases de este proyecto. Tuve el placer de asistir a este nuevo encuentro de los dos amigos en el espacio-tiempo, en el cual Blanco y Perakakis discutieron algunos detalles sobre la última versión de Ci-fi. Fue todo un gustazo escucharles y de paso inmortalizar ese momento.
El festivalEspacio 3 – imaginaria de Tesalónica es un festival muy curioso que lleva ya 4 ediciones. La gente que organiza el festival son griegos y españoles: músicos, antropólogos, artistas plásticos… La gente a la que programan también son de lo más ecléctico. Una serie de collages como este, por ejemplo, es lo que uno se encuentra nada más entrar en el destartalado edificio, antigua caserna militar, al final de una de las bahías de Tesalónica, donde se celebra el festival.
Esto es lo que se ve desde la ventana del último piso.
En cada piso hay varias salas con instalaciones de lo más diverso, donde también se realizan talleres y actuaciones. Este fin de semana Xavi Bobés daba uno. La semana pasada actuó con uno de sus primeros espectáculos. Mucho español por aquí. Ya digo que la relación de Tesalónica con España es muy antigua. Tesalónica fue la ciudad del mundo donde se reunió la mayor colonia de judíos sefarditas, los judíos expulsados por los reyes católicos. Según algunas fuentes llegaron a haber hasta 70.000, en Tesalónica se editaban libros en castellano hasta bien entrado el siglo XX. Después del paso de los nazis por aquí sólo quedaron unos 10.000 sefarditas en Tesalónica. Pero parece que con los Erasmus la relación Tesalónica-España renació hace más de 10 años. Muchos de los españoles que vinieron a Tesalónica se quedaron. Los griegos también fueron a España, aprendieron español y volvieron. Ahora algunos organizan este festival.
Para que os hagáis una idea de lo que se puede ver en él.
Pero lo más interesante para mí es cómo se mezcla todo sin pudor. En la misma sala donde hoy actuará Cristina Blanco, un par de horas después de un pase técnico, ayer por la noche actuaba un grupo de música cretense. Y después de un descanso, unos señores del público se arrancaron a bailar como podéis ver en este vídeo.
Eso no lo he visto yo en ningún festival de la península ibérica. Y no sé si es queriendo o a posta.
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Ayer domingo fui uno de los invitados a la comida que organizó de nuevo Sergi Fäustino en el local de La Porta. Es la segunda vez que voy a una de estas comidas «temáticas» del LP’11. La primera fue el domingo pasado, acompañando a Cristina Blanco, con la que colaboro en Ciencia-ficción, recién estrenada en Barcelona la noche antes en el CCCB. Pablo Caruana hizo una crónica sobre esa comida en su Blog sin hueso, para quien le interese. Ese día, aunque no era el tema propuesto por Sergi, la conversación acabó yéndose por los cerros de Úbeda, o sea, se fue hacia Internet y más concretamente hacia TEATRON, un proyecto en el que trabajo desde sus inicios. Aunque no era la intención de nadie, ese tema vampiro acabó acaparando el protagonismo de la comida convirtiéndose en el aperitivo de la comida de ayer, a la que me invitaron para hablar de (cito textualmente) el uso de internet en lo «nuestro» junto a Roger Adam, Sonia Gómez, Txalo Toloza, Aimar Pérez Galí (que llegó al café), El conde de Torrefiel (Pablo y Tanya), Cristina Blanco, Quim Pujol, además de los colaboradores del LP’11 que están en todas las comidas (con algunas variantes): Sergi Fäustino (cocinero), Pablo Caruana (gacetillero), Cecilia Vallejos (¿documentalista?) y Carmelo Salazar (codirector de La Porta). Esta vez no hubo paella ni receta de la madre de Sergi. Éramos muchos y comimos spaghettis y ensalada. No había segundo plato, que es el momento en el que se supone que aparece la conversación temática, porque la otra era muy animada, es decir, cada uno habló con sus vecinos de mesa de lo que le dio la real gana sin preocuparse aparentemente por el tema que nos había traído allí. Sinceramente, cada vez dudo más de la utilidad de estos encuentros para hablar, discutir y reflexionar sobre el tema que sea. Me parecen muy forzados. Me siento como si tuviese la obligación de ir, como si fuese a una comida de compromiso, de trabajo, o a un bautizo, lo que me apetece en realidad es irme con mi chica a nuestro rollo, a comernos una paella delante del mar, a hablar de algo que no tenga que ver con «lo nuestro» sino que sea «nuestro» de verdad. Me cansa tanta relación social y tanta presunta reflexión constante, cuando lo que detecto es que algunos de nosotros lo que tenemos es ganas de «vivir», ya nos pasamos el día trabajando en algo que nos apasiona (si tenemos suerte) y estamos cansados de que algunos workalcoholics que nos rodean y que, por otra parte, a menudo son nuestros amigos, a los que queremos, no tengan nunca suficiente y nos arrastren a su terreno, el de no vivir más que para «lo nuestro». Pero esto es un pequeño desarreglo que padezco yo y que sólo viene al caso para deciros que no tenía ningunas ganas de hablar de nada que tuviese relación con el tema propuesto y, sinceramente, creo que no era el único, porque nadie dijo ni mu sobre el tema en cuestión hasta el café. Pero no porque llegase el café sino porque, cuando llegó, Quim Pujol tomó la palabra y nos metió en cintura. Hemos venido aquí a hablar de un tema y no os vais a escapar tan fácilmente. Bueno, lógico. El caso es que Quim sí que tenía ganas de decirnos algo, vamos, que soltó ahí un speech de 10 minutos lleno de sustancia que imagino llevaba estancada en su interior el suficiente tiempo como para que la violencia de su liberación nos causase a todos cierta impresión. Bueno, hablo por mí. Habló de temas bien interesantes que le preocupan como, por ejemplo, el tema de la necesidad, utilidad y conveniencia de la documentación, el registro, el streaming, o la complacencia que detecta en lo que se publica en TEATRON cuando unos hablan de otros, de la exigencia que él defiende que deberíamos aplicarnos todos a la hora de publicar lo que sea, de cómo aprovechar mejor el medio, de cómo discutir sobre lo que sea sin que nadie se ofenda, sin llevarlo a un terreno personal. Espero no traicionar mucho sus palabras pero me da igual si lo hago porque hoy escribo esto porque he pensado en pedirle partido a Quim. Casi no hablé cuando comenzaron a sucederse las reacciones a lo que Quim dijo. La muestra de vídeo de Sobrenatural 4 tenía que comenzar a las 6 de la tarde y justo entonces nuestra conversación comenzaba a animarse. Yo ya he dicho que no tenía ganas de hablar, además creo que precisamente porque formo parte del equipo de TEATRON, prefiero escuchar primero, me parece que es mejor así, para no influir demasiado en el camino que pueda tomar la conversación, para que salga todo, que es algo que me parece más enriquecedor. Pero al final hablé porque si no lo hacía me parecía que estaba escurriendo el bulto. Hablé dos minutos y nos echaron de la sala porque debía comenzar el Sobrenatural. Hoy he pensado que estoy de acuerdo con Quim en una cosa: hay cierta complacencia en lo que publican los usuarios de TEATRON cuando hablan de otra gente. El propio Quim ha padecido lo que sucede cuando se es crítico con alguien (por poco que se sea) y ese alguien se lo lleva a lo personal. Yo soy partidario de que salga todo pero reconozco que prefiero hablar en positivo de lo que me interesa que no de lo que detesto, por decirlo a lo bruto. Pero creo que esto pasa porque no somos capaces aún de discutir sobre las ideas sin ofendernos y convertirlo en una batalla personal. Como yo sé que Quim sí es capaz y como creo que yo también soy capaz, como sé que a Quim le interesa mucho este tema y como a mí me pasa lo mismo, como Quim y yo somos lo suficientemente amigos y tenemos la suficiente confianza como para no temer por un conflicto personal entre nosotros, y como además creo que estamos en desacuerdo o al menos tenemos puntos de vista muy diferentes en este momento sobre algunas cuestiones que Quim puso sobre la mesa en la comida de ayer, por todo eso, quiero pedirle a Quim que publique en TEATRON lo que nos dijo ayer y me propongo contestarle desde aquí, para debatir sobre todo ese caldo de ideas que ayer nos trajo, de una manera constructiva pero sin eludir el conflicto, que lo hay. Espero que te apetezca hacerlo, Quim. Igual sirve para algo.
Con este temazo de Scissor Sisters el sábado por la noche, al final de su actuación en el LP’11 y después de que se fundieran los plomos en el edificio, Javier Álvarez y Orma consiguieron algo que a mí me pareció impresionante en semejante contexto: poner a bailar a medio CCCB, mientras el otro medio echaba pestes en el bar o maldecía tanta «autocomplacencia» y «mal gusto» bajo la lluvia. Se pudo ver en directo en TV-TRON.
Hoy me acabo de dar cuenta de que este es el videoclip de Scissor Sisters realizado por Canada del que me habló el señor don Enrique Baró Ubach aunque se olvidó de decirme que ¡lo protagoniza él!
Hace exactamente dos años, en el LP’09, en el mismo Hall del CCCB donde Orma nos puso a bailar, curiosamente al final de otro sábado noche, Teo Baró sacaba a bailar una lenta a su hermano Enrique Baró, como podéis ver en este vídeo de «Otro Sábado Noche».
La filosofía es muy parecida. Si en TEATRON se trata de «una lista de 6 vídeos, publicados en internet, seleccionada por uno de nuestros invitados» en la que se intenta que la selección «esté relacionada con una temática, un género concreto, una visión personal, alguna obsesión, que nos descubra alguna investigación personal… «, en la propuesta de La Casa Encendida «se pretende ofrecer la experiencia, generalmente doméstica, de compartir y recomendar vídeos de Internet, lejos de la diminuta pantalla del ordenador». Los vídeos se proyectarán en pantalla de cine, «con el emisor y el receptor cara a cara».
La primera invitada es Jimina Sabadú, madrileña colaboradora habitual de Mondo Brutto, entre otros. Aquí podéis escuchar la entrevista que le ha hecho La Casa Encendida.
A ver qué tal, aunque por horario prácticamente coincide con el concierto de Hidrogenesse en Rock Kitchen. Lástima que las videoplaylist de La Casa Encendida no se publiquen en Internet, que es algo que sería muy coherente con el origen del material del que parten, aunque aún están a tiempo de hacerlo más adelante. Las 35 videoplaylistas publicadas en TEATRON hasta el momento, en cambio, podéis disfrutarlas siempre que queráis desde el archivo de las videoplaylist de TEATRON, en la diminuta pantalla de vuestro móvil, en vuestro Ipad, en la magnífica pantalla de plasma de vuestro ordenador, en vuestro home cinema particular o proyectadas en una mega pantalla que te cagas con vuestro proyector favorito, solos o en la mejor de las compañías.
El viernes leí el post de Jaime Conde-Salazar sobre Ciencia-ficción, de Cristina Blanco, publicado en Continuum, una nueva revista digital sobre artes vivas. El post, muy amable con el trabajo de Cristina (en el que he colaborado, lo confieso), me volvió a despertar ciertas reflexiones que periódicamente me vienen a la cabeza, siempre a cuento de ciertas reacciones ante creaciones que se salen de los parámetros de cierta «ortodoxia» escénica que a mí, en mi inocencia, o más bien ignorancia, aún me sorprende que siga siendo tan importante para cierta gente. Total, que no me he podido resistir a comentar este punto en el post de Jaime Conde-Salazar y al final me ha salido un comentario tan largo que he decidido publicarlo aquí también, como recuerdo y terapia, con la malsana intención de ver si lo vamos superando, sí, lo confieso.
El comentario en cuestión:
Muy interesante este post, Jaime, yo creo que das en el clavo. Hay algo que no deja de sorprenderme y es que a estas alturas de la película, “armados con todo nuestro aparato crítico especializado”, como tú muy bien dices, aún vayamos “a por lo que esperamos” y nos indignemos porque nos sorprendan con algo impropio del “teatro tradicional”. ¿Pero no hemos ido a ver a una “performer” (hablando a lo bruto, como tú dices)? En La Casa Encendida, ¿no?, un sitio bien moderno y en un ciclo bien moderno. Entonces, ¿cómo podemos sorprendernos e indignarnos por cosas como las que comentas? La realidad es que hubo alguna indignación entre el público, sí. Y lo curioso es que esa indignación me dio la impresión que tuvo lugar más entre los “entendidos” que entre el público general, curiosamente más abierto a que se rompan las reglas sin ningún tipo de escándalo. Que el performer abandone su virtuosismo, que se sitúe fuera del contexto del “teatro”, que se sitúe en una posición vulnerable, que se ponga a hacer música y a cantar sin que enseñe su diploma de canto en el currículum… ¡Pues claro! De eso se trata, ¿no? Investigación, experimentación, ¿son palabras vacías? Desde cuando Joe Crepúsculo o Hidrogenesse tienen que cantar bien y demostrar su virtuosismo para atreverse a sacar un disco y dar conciertos. Madre mía, este tema hace mucho que está superado en el mundo de la música, ¿cómo puede ser que en el ámbito de las “artes escénicas” supuestamente más vanguardistas aún estemos así? A mí eso sí que me parece sumamente sorprendente y fascinante. ¡Qué rápido crean nuevas reglas y nuevos estándares inamovibles los mismos defensores de romper las reglas tradicionales! Eso en ajedrez se llama enrocarse. ¿Cuál es el problema? ¿Que ningún guru local ha publicado todavía ningún texto teórico que refrende este nuevo paradigma? Pues ya están tardando. Cuando lo publiquen, los creadores que no se dedican a dar más de lo mismo ya estarán en otro lado. Está bien, quizá sea ley de vida. Tenéis razón. Perdón, ya me callo.
El 19 de octubre de 2010 di una chapa sobre TEATRON en las jornadas Scanner II.
Scanner II fueron unas jornadas de reflexión sobre la investigación en las artes escénicas, que se celebraron entre los días 19 y 21 de octubre en el Institut del Teatre de Barcelona, coincidiendo con el inicio del Máster de Artes Escénicas del Institut del Teatre. Esta edición estaba dedicada a la Creación Escénica de Autor como fenómeno específico dentro del sector de las Artes Escénicas que se ha convertido en una cantera constante de investigación motivando y estimulando una constante renovación de las gramáticas y sintaxis escénicas.
Entre los numerosos vídeos que documentan las jornadas Scanner II he encontrado este de Sergi Fäustino hablando sobre el artista y la autoría, que me parece muy gracioso. Es un vídeo que le pidió Óscar Cornago para la sesión que dio Óscar sobre la creación escénica de autor en el estado español desde el 2000 al 2010. No sólo se lo pidió a él, también a Sonia Gómez, Fernando Renjifo, Juan Domínguez, Oskar Gómez Mata y Roger Bernat. Cada uno de ellos contestó con un vídeo, un audio o un texto que la gente de Scanner ha documentado en la página de esa sesión, junto al vídeo completo de la sesión (poneos cómodos, dura 4 horas) y un ensayo en vídeo que el propio Óscar Cornago realizó sobre el tema, donde no sólo se centra en estos creadores sino que amplía el foco para mostrar trabajos de otras gentes de esta misma época.