El 1 de mayo a la hora del vermut, las 13:30, Novios tocamos en la fiesta del tercer aniversario del Nyamnyam (Carrer Pallars 94-96, 6º 1ª, Poblenou). Si queréis venir podéis reservar en espai@nyamnyam.net.
Novios somos un grupo de música electrónica formado por Pablo Gisbert y un servidor. No nos prodigamos mucho, no tenemos Bandcamp, hasta ahora sólo se nos ha podido escuchar en las fiestas de Teatron.Tinta. Pero esto puede que cambie pronto. No es nuestro estilo hablar en esos términos pero, para los que ya nos habéis escuchado otras veces, sí, habrá nuevos temas (y viejos también: Alguien nos sigue por la calle, Jesucristo se ha tatuado un Jesucristo, Guiris: estáis podridos de alcohol…). Aquí nos podéis ver en acción: Pablo Gisbert a los platos y yo al fondo en actitud digna del Fary.
En la fiesta se presentará la serie de pósters de la primera temporada de Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda, en la que intervinieron Anne Lise le Gac, Aimar Pérez Galí, Job Ramos, Cris Blanco, El Conde de Torrefiel y Marc Vives. En el interior de los pósters encontraréis textos míos y de Joana Hurtado y Isaac Sanjuan. En el proyecto han trabajado Vanessa Tedejo Farré, Adicciones Porquesí e Impremta Daví y está coordinado y editado por nyamnyam (Iñaki Alvarez y Ariadna Rodríguez).
Cuando acabe el concierto, a las 14:30, habrá Kitchen Party. Podéis traer vuestros ingredientes y cocinaremos non-stop hasta que se haga de noche. Podéis pasaros cuando queráis.
El precio de la entrada es de 10€. Incluye la publicación, el concierto, la bebida (vermut, vino del Montsant, limonada casera…), la kitchen party y todo lo que vaya pasando. Yo creo que es un buen plan. Os esperamos.
Viajo en coche recorriendo toda la Península ibérica de costa a costa. Mientras flipo una vez más con la diversidad de paisajes, lugares, lenguas y gentes tan diferentes que uno puede encontrar en una línea más o menos recta entre el Mediterráneo y el Atlántico, escucho en la radio a un conocido escritor que echa en falta en España más adversarios y menos enemigos. El escritor dice que nos iría mucho mejor si pudiésemos encontrar espacios para todos y discutir civilizadamente nuestras diferencias en vez de pensar en asesinar a nuestro rival, violar a su pareja y secuestrar a toda su familia a las primeras de cambio en cuanto alguien no piensa como nosotros. Adentrándome en estos pensamientos me dirijo al ALT de Vigo, un festival de artes escénicas que lleva 14 años de actividad ininterrumpida, algo que a estas alturas es toda una hazaña, en Galicia y en cualquier otro punto de la Península. Roberto Taboada, miembro del equipo del ALT, me contará unos días después que, de los (si no recuerdo mal) 15 festivales con los que se asoció el ALT en su día, sólo quedan en activo el ALT y otro más.
Llego el jueves de madrugada. Me he perdido cuatro días de programación pero aún tengo tiempo para ver algo de lo que se cuece en el festival, para conocer a gente a la que noto con muchas ganas de hablar y para darme una vuelta por Vigo y ver qué ambiente se respira. Geni Iglesias (intérprete y creadora gallega) me cuenta que, ahora mismo, Vigo le parece la ciudad gallega en la que están pasando las cosas más interesantes, desplazando cada vez más, según ella, a Compostela (y pone como ejemplo cierta escena musical). A mí me sorprende la cantidad de locales cerrados, en alquiler, en venta o a punto de cerrar que encuentro paseando por la ciudad.
La programación del ALT es un misterio hasta pocos días antes del inicio del festival, algo que me resulta muy intrigante. Me pregunto si los del ALT se han vuelto locos, si la comunicación no es lo suyo (la página web no es para echar cohetes y el perfil de Twitter lo abandonaron al segundo tuit) o si da igual lo que programen porque la gente va a ir a verlo de todas maneras, cosa que desconozco porque es mi primera vez en el festival. Pero no, no es culpa del equipo del festival, es mucho peor: no se puede desvelar el contenido del festival hasta que el político de turno salga en la foto de la inevitable rueda de prensa. No me lo puedo creer. Es la tercera vez en un mes que me encuentro con algo así en nuestra querida Península ibérica. Perdonad que no dé más detalles sobre los otros casos: no puedo hablar de ellos hasta que el político de turno no cuadre su agenda con la inevitable rueda de prensa. Aunque esa rueda de prensa se celebre tan cerca de lo que pretende anunciar que no sirva ya para nada. Aunque este hecho lo único que provoque es el efecto contrario al que se supone que es el objetivo de la rueda de prensa: comunicar al mundo que algo va a suceder e invitarle a que participe en él. Aunque esto no haga más que poner palos en las ruedas de algo que se hace con dinero público y que necesita más que nunca conectar con la gente potencialmente interesada. Lamentable.
En fin, en el programa de mano Lola Correa, directora artística del ALT, destaca tres cosas. Las dos primeras me las perdí: la Marathon Voadora (un repaso al trabajo de esta compañía gallega) y ALT.procrea en Feminino (con trabajos conjuntos de las veteranas Ana Vallés y Sara Molina, por una parte, y las jóvenes Cristina Balboa y Lúa Gandara, además de una acción especial de seis bailarinas sobre la obra del pintor Laxeiro). La tercera es un especial dedicado a la relación entre cine y escena. Las piezas de este último apartado las vi todas: 2062, un trabajo en proceso de Karla Kracht y Andrés Beladíez, NOT never on time de los bilbaínos Khea Ziater, Strpts / Episodio 1: Mirlo & Rula de los gallegos Colectivo Cinema Sticado y El agitador Vórtex de Cris Blanco. Es verdad que el tema es recurrente en bastantes trabajos escénicos que he tenido oportunidad de ver últimamente. También es verdad que mi sensación es que los trabajos seleccionados poco o nada tenían que ver los unos con los otros, más allá de la utilización de proyección de vídeo en directo en escena. Con su anterior trabajo, Karla Kracht y Andrés Beladíez no paran de girar por el mundo y, en especial, parece que han encontrado un filón en Corea del Sur, donde han gozado de residencia por varios meses. Este trabajo, con tintes de videojuego futurista apocalíptico, aún se está cociendo, a lo que ha contribuido el espacio y los días que el ALT les ha ofrecido para trabajar. Quizá en el caso de Khea Ziater sea más importante el trabajo de cuerpo que la proyección en directo, que sólo se utiliza puntualmente, aunque la proyección siempre esté presente con imágenes fijas en diálogo con lo que ocurre en escena, donde una única intérprete, Arrate Etxeberría, lleva el peso de la actuación. Cinema Sticado son quienes llevan más lejos el uso de la tecnología con cámaras, micrófonos y controladores wi-fi de lo más sofisticado que contrastan con decorados artesanos y delicados dibujos. Un trabajo absolutamente virtuosístico que sus autores enfatizan dejando claro que todo lo realizan en directo (el sonido también), con increíbles planos cinematográficos en los que no dejan ni un cabo suelto y que consiguen que lo que vemos en la pantalla parezca una auténtica película de animación. Lo que algunos les reprochan es que todo este magnífico dispositivo esté al servicio de un guión demasiado convencional. Lo que otros se preguntan es qué podría conseguirse con tamaño virtuosismo. Para otros es una demostración de que en el virtuosismo no está la gracia. ¿Pero qué es el virtuosismo? Cris Blanco, con El agitador Vórtex, practica un virtuosismo que no lo parece, que quizá es la forma de virtuosismo más virtuosa, la que hace que algo difícil parezca sencillo. En este caso, el truco está a la vista y se hace evidente para el espectador. Es curioso cómo desvelando el truco los espectadores aplauden a rabiar en algunos momentos, al contrario de lo que pasa con los prestidigitadores.
Además, por el ALT también pasaron La máquina de la soledad de Oligor & Microscopía (un delicado trabajo de pequeño formato que pude ver el mes pasado en La Pedrera y que el ALT acogió en residencia), Alejandro Rojas Marcos y Guilermo Weickert (improvisación de piano preparado y danza en el Conservatorio Superior de Música), Hombres bisagra (éste sí que lo vi) de los veteranos Matarile Teatro (anunciado como reestreno en versión ampliada y mejorada, danza y música en directo, llenó el Auditorio do Concello y consiguió poner en pie a la platea en un último bis en el que Baltasar Patiño dirigía los focos al público mientras los bailarines invitaban a la gente a bailar), y Postskriptum (una coreografía de Francisco Córdova para Physical Momentum Project interpretada por Kiko López Juan y Héctor Plaza Hernando). Esta última pieza congregó a un numeroso grupo de jóvenes en las escaleras del MARCO. Jóvenes que interrumpieron con aplausos la actuación en varias ocasiones a pesar de que un reducido grupo de ejemplares macho-adolescentes parecía hacer burla al inicio de la actuación. Estos mismos jóvenes acabaron aplaudiendo con entusiasmo las acrobacias de los intérpretes, ganados por su entregada energía. Observé curioso todo ese proceso desde la calle por la que no dejaba de pasar gente que se acercaba a mirar. Me hice preguntas. Pensé en la importancia de romper las barreras que separan a toda esa chavalada de todo esto. Pensé en que no sirve de nada ponerse exquisitos entre los muros de salas, teatros o museos (curiosamente el MARCO es un antiguo centro penitenciario) mientras haya gente ahí fuera a quien nadie le da la oportunidad de conocer otros mundos. Me dejo cosas, en la web del ALT encontraréis el programa completo.
Si muchos jóvenes no tienen ni siquiera la oportunidad de conocer lo que se cuece en la escena del Estado español me encuentro últimamente a algunos jóvenes que sí que están conectados con todo esto pero que no saben nada de lo que ocurrió hace tan solo diez años. Baltasar Patiño, de Matarile Teatro, del desaparecido Teatro Galán de Santiago de Compostela, emblemático e histórico espacio de esa ciudad, junto con la también desaparecida Sala Nasa, me comentó a mi llegada a Vigo que a veces se siente como un abuelito cuando charla con los más jóvenes sobre los problemas que se encuentran en el presente y las maneras de superarlos. Los jóvenes de ahora tienen la tarea de reconstruir mucho de lo que los veteranos consiguieron en su momento. Opino que los veteranos deberían compartir sus historietas con los más jóvenes para evitar repetir cien veces la misma historia. Quizá es por eso que es importante preservar la memoria y quizá es por eso que algunos se empeñan en borrar la historia. Repitiendo los modos antiguos que nos condujeron a donde estamos no cambiamos nada. Algo así se deduce del comunicado del Instituto Galego de Praxe Actual (IGAPA) sobre las formas de hacer del Festival Escenas do Cambio publicado por Perro Paco en Teatron. Este misterioso, para algunos, Instituto Galego denuncia que si de lo que se trata es de cambiar algo en Galicia hay que empezar por ser consecuente con lo que se dice que se quiere hacer. Ya no vale lo de todo para el pueblo pero sin el pueblo. Ya no vale vendernos un discurso de aparente cambio y esperar a que nadie rechiste. El Instituto Galego de Praxe Actual es una organización que algunos creen ficticia, un seudónimo, pero me parece que se equivocan. Al final del ALT conocí a una persona que se identificó como uno de sus miembros fundadores. Joven, enfadada y cargada de argumentos. Los detalles que dio sobre el funcionamiento de la Cidade da Cultura (a juzgar por los unánimes comentarios, un absoluto despropósito y despilfarro monumental), así como de ese festival (del que no nos enteramos nadie fuera de Galicia hasta la publicación del comunicado de IGAPA), detalles corroborados por otros interlocutores con los que tuve la oportunidad de conversar (todos con muchas ganas de sacar el tema a las primeras de cambio) producen, como mínimo, cierta estupefacción. Me quedo con el detalle de que las mesas redondas de esas Escenas do Cambio estaban cerradas al público, cuando el texto de presentación habla precisamente de que la transformación del mundo debe ser asemblea, encontro, catarse.
De las numerosas anécdotas que me contó Baltasar Patiño me quedo con una. Me contó Baltasar que él estuvo en la creación de la Red de salas alternativas. Todos sabemos en qué se ha convertido esa red. Cuando la cosa ya había degenerado lo suficiente como para que un numeroso grupo de gente joven estuviese tan enfadada como ahora lo está el Instituto Galego de Praxe Actual, Pablo Caruana, que por entonces estaba en Casa América, en Madrid, organizó un encuentro entre representantes de la Red y jóvenes enfadados cargados de argumentos. El trato fue que los de la Red irían únicamente a escuchar lo que los jóvenes tuvieran que decirles. Sólo a escuchar. Por lo visto el chorreo que les dieron fue fantástico y Baltasar me contaba cómo a más de uno de la Red tuvieron que agarrarlo para que cumpliese el pacto de escuchar, sólo escuchar, y aguantase impertérrito el chaparrón. Más de uno, ahora, debería tomar nota de un encuentro de este estilo. La Cidade da Cultura y muchos otros más. Quizá Perro Paco, el Anonymous de la escena, haya cumplido en este caso algo de esa función.
El ALT de Vigo aparece citado como referencia de esa escena gallega al final de ese comunicado que ha levantado ampollas. Quizá no gane el premio a la programación más exquisita pero me descubro dudando de si aspirar a ganarlo sería lo más oportuno para esa escena y ese público al que se dirige. ¿Para qué se hace un festival? ¿Para quién? ¿Por qué? ¿Quién lo hace? ¿Con qué objetivo? Son preguntas que parece que el equipo del ALT, al menos, se hacen a ellos mismos desde hace ya algún tiempo y se las intentan responder de una manera poco pretenciosa y con la mirada puesta en cierta utilidad social conectada con el entorno gallego. Juicios a parte, lo consigan o no, es de agradecer que sigan intentándolo. Y más con los tiempos que corren.
El otro día, mientras hacía cola para entrar en La Pedrera a ver el Constructivo de Ernesto Collado y Piero Steiner, una persona comentaba conmigo la jugada sobre el post que escribí la semana pasada a partir de mi visita al CDN de Montpellier. Entre otras cosas, me decía que el público francés no es como el público español, que aquí hay que trabajar mucho todavía para crear público para este tipo de propuestas más arriesgadas y todo eso que llevo años oyendo en ciertos ambientes sin que ni uno solo de los argumentos que se utilizan en este tipo de conversaciones consiga convencerme lo más mínimo. Es más, no puedo evitar pensar: ¿dónde está la bolita? Como si estuviese ante los trileros de Las Ramblas. La pieza que los dos íbamos a ver estaba programada en un ciclo, Noves Escenes Noves Mirades, que ha cerrado con una ocupación prácticamente total (y quizá me quedo corto y le sobra el adjetivo prácticamente, no lo sé). Para la última sesión del ciclo, la que íbamos a ver, las entradas estaban agotadas desde unos cuantos días antes. Uno de los argumentos para que los centros públicos catalanes y españoles no asuman el riesgo que, según los defensores de esta corriente de opinión, supone programar este tipo de propuestas es la presión que estas instituciones tienen que soportar para que salgan los números sobre afluencia de público. Unos días después, otra persona me comentaba que en el Teatre Nacional de Catalunya están muy preocupados porque la afluencia de público ha bajado un 30% más (digo más porque, por lo que dicen, ya hace tiempo que el público no les acompaña). Pero, en cambio, llega a mis oídos que, ante la razonable propuesta de programar allí a creadores nacionales que suelen llenar en cierto circuito, que es el que acostumbro a visitar, la respuesta del TNC es que ese tipo de espectáculos no tiene público. Y me pregunto: ¿no será al revés? Las instituciones que pueden permitirse un desorbitado gasto en comunicación y publicidad no llenan las salas. En cambio, llevo unos meses yendo a ver cosas muy diversas de un circuito que dicen que no tiene público y que, en algunos casos, no puede permitirse ni un mínimo de presupuesto en comunicación ni en publicidad, y lo petan de gente. Y me puse a hacer un repaso de esto, que era una impresión, para ver si realmente estoy fuera de la realidad o qué pasa. Así que os presento a continuación un repaso rápido, por orden cronológico, realizado a partir de mi propia experiencia, de cosas que he ido a ver en los últimos meses en las que el público llenaba la sala. Comienzo en octubre, aprovechando que desde esa fecha no he escrito sobre nada de lo que he ido a ver, y así, de paso, me pongo al día. Lo de que el público llenaba los sitios que enumero a continuación no me lo ha contado nadie. Lo he visto yo con mis propios ojos. No creo que la cantidad de público que va a ver algo sea el único factor a tener en cuenta a la hora de medir la bondad de lo que sea. Pero creo que, le pese a quien le pese, cierta gente que gobierna ciertas instituciones está empecinada en ocultar cierta realidad que está aquí, entre nosotros. A mí que no me engañen. Seguro que me dejo cosas de las que no me acuerdo. Si queréis completar la lista con vuestra propia experiencia os invito a utilizar los comentarios.
La última pieza de Cris Blanco llenó la pequeña sala en la que se presentó en el TNT de Terrassa un único día. Unos días después el patio de La Casa Encendida se quedó pequeño durante dos días. Hubo gente que se quedó con las ganas de verla porque no quedaban entradas. Más tarde, en la Secció Irregular, el segundo día también hubo gente que no pudo entrar porque las entradas se agotaron horas antes. Pero, aunque oigo a gente que dice que esta pieza podría hacer temporada en una sala grande para todos los públicos, nadie sabe cuándo se podrá volver a ver ni en Madrid ni en Barcelona. Las próximas citas son el próximo mes en el Alt de Vigo y en Sevilla. Hace unos días, su ya clásica Ciencia ficción, llenó el Ateneo de Madrid.
Una pieza muy delicada y sensible de una creadora que da la impresión de haber entrado en una especie de madurez creativa. Se presentó dentro del ciclo Barcelona pensa, dedicado a la filosofía. La Poderosa estaba llena de gente, mucha de ella atraída por la filosofía. Creo que no me equivoco al decir que muchos de ellos no son el público acostumbrado a ver una pieza coreográfica. Pero, por los comentarios que hicieron en la charla después de la actuación, a pesar de que Masu presentaba esta pieza como algo inacabado, parece que eso no fue ningún obstáculo para que el público se mostrase sorprendido y vibrase con la pieza.
Los Torreznos llenaron hasta la bandera el Antic Teatre con una pieza de hace casi 10 años que no sé cuántas veces se habrá visto en Barcelona. ¿Ninguna? Pero sólo se programó un día. Quizá haya que esperar 10 años más para volver a verla, ya no en Barcelona sino quizá en todo el Estado español.
En Pamplona, El conde de Torrefiel colaboró con el grupo de música Pana y compartió la tarde-noche, en el abarrotado Bar Subsuelo, con Cris Blanco (Ciencia Ficción) y un concierto de Los Plastones (Japan Garaje Jamboree). Marc Caellas lo contó en una estupenda crónica. La noche acabó con la gente bailando en la pista, demostrando una vez más que la obsesión por la división entre disciplinas es algo que a la gente sin grandes problemas mentales se la trae sin cuidado. Unos días después, en Girona, llenaron la Sala La Planeta a las 11 de la noche con La chica, que se estrenó hace más de un año. Sólo estaban programados un día. ¿Qué más os puedo decir? Ah, sí, que parece que a El conde sí lo vamos a ver programado en un CDN, en Madrid, para el estreno de su nueva pieza. Dentro de pocos meses. Ojalá sea una rendija por la que comience el cambio.
Los PLAY llenaron Pradillo cuatro días con su esperada primera pieza. Unos debutantes. Muy activos como colectivo, generadores de propuestas que habían levantado cierta expectación, como su proyecto Escenarios del streaming. Pero sin ninguna obra a sus espaldas. Jóvenes. Su pieza habla, entre otras cosas, de ser joven, aquí y ahora, y tener que soportar a todos estos viejos de la Cultura de la Transición empeñados en no dejar pasar a nadie que no sean sus más íntimos colegas, con este tristemente famoso tapón generacional, que seguramente esté relacionado con los trileros que pretenden justificar sus perversas acciones mientras nos preguntan: ¿dónde está la bolita?
Segunda temporada de este maravilloso ciclo en el que es ya uno de los espacios sin los que no puedo vivir en la ciudad de Barcelona. Muchos agradecemos que existan lugares así, espacios donde todo es posible y donde uno va a disfrutar, además de a encontrarse con la gente, a aprender y a comer y beber. Volviendo al origen del post, me dijeron que el antiguo director del CDN de Montpellier criticó el rumbo actual del centro diciendo que Rodrigo García había convertido el CDN en un bar de tapas. No veo el problema. Se pueden mezclar géneros, disciplinas artísticas y no artísticas. Suponiendo que la gastronomía no sea arte, también debería estar permitido mezclarla en estos saraos. Ojalá más centros públicos siguiesen ese ejemplo. O el del Nyamnyam. Esta nueva temporada comenzó con Matteo Guidi haciéndonos comer como si estuviésemos en la vecina cárcel de mujeres de Wad Ras, siguió con Marc Caellas entregado al cerdo dándonos de comer bull sobre el cuerpo desnudo de Paola Milovic Fabregat, experta en Shibari, y este mes Txalo Toloza-Fernández lleva ya dos maravillosas sesiones: una dedicada a su desierto de Atacama natal (Lo mejor de la comida chilena es la peruana, según Javiera Mena. En compañía de Fernanda Leighton) y otra a la región africana de Casamance (Arroz, blanco, con pasaporte belga. En compañía de Pierre Djata). Este martes Txalo se lo dedica a Winona Rider. A lo que íbamos, el Nymanyam siempre está lleno.
Un programa triple. Fine Cherry Conference, en la que Victoria Macarte (danza), Jimmy Gimferrer (música) y Alicia Cayuela (voz) homenajean a Fina Cirera, pionera de la danza libre en Catalunya. Un vídeo, So Much Flex, de Claudia Pagés rodado en el mismo espacio en el que se proyectó. Y Fran Blanes abriendo la sesión. La sala, una vez más, llena.
El Pollo Campero, Comidas para llevar – Sekvantaro: piezas codependientes de duración relativa en las que las actrices intentarán no hacer teatro (El Arco de la Virgen, febrero)
Para ver a Tatiana Sánchez Garland y Cristina Celada había tal aglomeración de público en la puerta que la cosa comenzó con tres cuartos de hora de retraso. Lo bueno fue que, una vez dentro, las actrices nos pidieron que las acompañásemos a fuera, a la galería de arte que hay enfrente. El periplo nos llevó hasta dos pisos diferentes del edificio donde se encuentra el perseguido Arco de la Virgen. ¿Por qué será que quien gobierna Barcelona permite que se persiga a gente pacífica que sólo quiere pasarlo bien por amor al arte? Ah, será porque no utilizan convenientemente la palabra dinero.
La cuarta edición de este ciclo ha sido un éxito total de público. Fui a ver a Microscopía y Oligor con La máquina de la soledad (una pieza delicada y sugerente que me perdí en el TNT y aún no se había podido ver en Barcelona), a María Jerez con El caso del espectador (una pieza de hace más de 10 años que, precisamente, esta semana se podrá ver en el CDN de Montpellier) y a Ernesto Collado y Piero Steiner con Constructivo (pieza política, siempre con humor, y una necesaria mala leche, objetos e imágenes construidas en vivo, en la que el público se mueve libremente por el espacio, que me recordó cierto espíritu de lo que yo iba a ver en Barcelona hace más de 10 años, como me pasa también con el Hostiando a M de Agnés Mateus). Todos los días que fui se acabaron las entradas. Me parece que el ciclo se podría llenar cada semana durante todo el año. Pero, de momento, sólo dura un mes.
Iñaki Álvarez y Nuria Canal se conocen desde hace muchos años. Sus trabajos tienen muchos puntos en común. Para esta sesión, organizada por Flux Club, prepararon un vídeo en forma de díptico en el que sus trabajos se mezclaban poniendo de relieve esos puntos en común que se extienden en el tiempo. El Antic se llenó hasta la bandera.
Llevan ya unas cuantas producciones. Se dieron a conocer con Vamos a por Guti, estuvieron con Shell en el Festival Grec pero hasta esta última reconozco que no había conseguido conectar con ellos. A veces se necesita tiempo para las cosas. Estrenaron en el Tantarantana dentro del proyecto Cicló, que pretende renovar el mortecino espacio en el que se ha convertido esta sala del Raval. La propuesta era estar en cartel un mes, de miércoles a domingo. Al principio, por lo visto, a parte del día del estreno, no se acercó mucha gente. Pero se corrió la voz y el miércoles de la última semana, cuando fui a verlos, la sala estaba prácticamente llena. Y, por lo visto, esa fue la tónica de los días siguientes. Quizá si se hubiesen quedado un mes más… No estamos acostumbrados a ver a la gente a la que seguimos actuando más de cuatro días. A veces ni eso. Y cuando te enteras de que hay algo interesante o te das prisa o, a la que te descuidas, ya no puedes verlo. ¿Qué pasaría si eso también cambiara? Deberían cambiar muchas cosas. Por ejemplo, nadie se espera a estas alturas que en el Tantarantana vaya a pasar algo interesante. Es como si me dices que vaya al TNC a ver algo interesante. Son espacios estigmatizados que deberían renovarse por dentro y por fuera y demostrarnos con la fuerza de los hechos que merecen nuestra atención. Aunque algún día haya una intención real de cambio va a costar que nos convenzan. Pero ojalá se produzca algún día ese cambio. Hay mucha gente interesante que programar y muy pocos espacios dispuestos a hacerlo. Y, mientras eso siga así, no me extraña que el público les dé la espalda.
Recuerdo que hace nueve o diez años fui a ver a Hidrogenesse a la misma sala de Apolo donde presentaron hace un par de semanas su nuevo disco. Aquella vez éramos cuatro gatos. Esta vez la sala se quedó pequeña y se agotaron las entradas horas antes. Si alguien piensa que qué hace un concierto de un grupo de música entre los otros artefactos artísticos de esta lista es que aún no ha entendido nada de lo que pretendo expresar. Es posible que no sea culpa suya. También es posible que la etiqueta grupo de música aplicada a Hidrogenesse se quede corta.
El día del estreno no cabía nadie y ya casi no quedaban entradas para el resto de los días (se presentó de jueves a domingo). Pero, claro, volviendo al principio, ¿se imaginan ver en el Teatre Nacional o en el CDN una pieza que ataca al modelo de ciudad impuesto por el Ayuntamiento contra el que se manifiestan miles de vecinos desde hace meses? Pues sería lo que hasta hace poco se llamaba un síntoma de salud democrática, ¿no? Que nos parezca raro, eso es lo raro.
Montpellier (en francés, Montpelhièr en occitano) es una ciudad del sur de Francia de menos de 300.000 habitantes, capital de la región Languedoc-Roussillon. Hasta hace unos meses a nadie que yo conozca se le había perdido nada por allí pero, desde que Rodrigo García dirige su Centro Dramático Nacional, últimamente Montpellier se cuela en muchas de nuestras conversaciones. Lo primero que hizo el nuevo director es cambiarle el nombre al CDN. Ahora se llama Humain Trop Humain (en referencia a un libro de Nietzsche). A parte de los chascarrillos que circulan sobre el nombre en cuestión, un vistazo a su programación levanta el apetito y provoca ciertas preguntas incómodas como, por ejemplo, ¿cómo puede ser que el Centro Dramático Nacional de una ciudad de 300.000 habitantes tenga semejante programación (escénica, musical y demás) y no haya ni un solo Centro Dramático Nacional o Teatre Nacional en todo el Estado español con algo remotamente comparable, teniendo en cuenta que en ciudades como Barcelona o Madrid, la población se cuenta por millones? ¿Cómo puede ser que muchos de los nombres incluidos en esa programación sean de gente que vive en el Estado español y que jamás veamos esos mismos nombres en las programaciones de nuestros Centros Dramáticos Nacionales o Teatres Nacionals?
Montpellier está a tres horas y pico de Barcelona en coche (o en tren). Si llenas un coche con 5 personas el viaje de ida y vuelta te sale por menos de 20€ por persona, contando gasolina y peajes. Una noche en una estupenda casa del centro histórico de Montpellier te puede salir por otros 20€ por persona (precios de Airbnb). Súmale el precio de la entrada y por unos 60€ puedes emular a tus viejos en la época en la que se iban a ver El último tango en París a Perpignan porque vivían en una dictadura fascista en la que existía la censura. Es decir, más o menos como ahora. Si lo preferís, podemos fijarnos en modelos más recientes y convertir el trayecto Barcelona-Montpellier en la nueva ruta del bakalao, solo que en vez de buscar música electrónica y drogas esta vez tendremos que ir en busca de algo aparentemente más peligroso como debe de ser este tipo de movidas que programa el CDN de Montpellier. Una programación que quien gobierna Catalunya y el Estado español (en esto se parecen asombrosamente) seguramente considera como algo subversivo que hay que esconder debajo de la alfombra. Y seguramente no les falte razón. Se empieza por dejar que la gente vaya a ver cosas raras y luego pasa lo que pasa.
Hace un mes estaba en cartel en Montpellier La mélancolie des dragons de Philippe Quesne, una pieza del 2008, a estas alturas con cierto aroma a clásico, que pudimos ver en Barcelona en el 2009 programada en el desaparecido Radicals Lliure. El Radicals era un ciclo de un mes que servía como reducto para programar ciertas piezas modernas que la rancia línea de programación del Teatre Lliure (en aquel momento una especie de contrapeso al aún más rancio, si cabe, Teatre Nacional de Catalunya) no admitía en su programación regular. Era un reducto, pero era algo. El Radicals Lliure desapareció con la marcha del director del Lliure de entonces, Àlex Rigola. Rigola, desgraciadamente, no era Rodrigo García pero en aquellos tiempos recuerdo oír a más de uno avisando de que, cuando se fuese, lo echaríamos en falta. Efectivamente, en el gobierno de las instituciones de todo el Estado español, podemos decir sin riesgo de equivocarnos que nunca ha estado muy bien la cosa pero, salvo contadas excepciones, últimamente todo ha ido a peor.
Otro día hablamos de Philippe Quesne. Era la segunda vez que veía La mélancolie des dragons, una pieza que me parece muy interesante por muchas razones. Ya le dediqué una pequeña nota hace seis años. Pero Quesne era la excusa. Lo que yo quería ver en Montpellier era el ambiente de ese Humain Trop Humain. Lo que vi fue una sala de 500 personas repleta de gente de todas las edades, desde adolescentes a señoras de 90 años. Gente que me pareció que disfrutaba de lo lindo de la función.
Un bar muy acogedor, en la entrada, donde se sirve buena comida y bebida a precios asequibles, antes y después de la función. Unas mesas donde puedes sentarte a comer junto a otra gente a la que quizá no conozcas, con un dibujo de David Shrigley en la pared que dice que Every thing is good.
Un jardín donde salir a fumar o tomar el fresco. Un par de conciertos de electrónica y hardcore después de la función (gratis), que puedes escuchar mientras te tomas algo o cenas y que, cuando la señora de 90 años ya se haya retirado, quizá acaben con el público bailando como locos y recogiendo cojines del suelo para hacerlos volar por los aires (como fue el caso).
Unos lavabos donde se invita a la gente a que pintarrajee las paredes y donde puedes leer tanto declaraciones de amor a Rodrigo García como deseos de que se torture a sí mismo.
En todas partes cuecen habas. En Montpellier también vimos una plaza llena de jóvenes que se quejaban de cierto acoso.
Y de este inaccesible y faraónico monumento que el Estado francés encargó a Ricardo Bofill para situarlo en la entrada a Francia desde Catalunya, al lado de la autopista, ¿qué me decís? Tanto a la ida como a la vuelta, a nosotros nos dio mucha impresión. No es por mezclar todas las mierdas pero Bofill también es el arquitecto del Teatre Nacional de Catalunya. Todo encaja.
A continuación, en La Jonquera, un pueblo catalán que, cuando la frontera servía para algo, tuvo su importancia, intentamos ir a ver el puticlub más grande de Europa (dicen) pero no lo encontramos a la primera y perdimos el interés. Pero en el primer bar donde paramos nos topamos de bruces con estas imágenes que, junto a la música de los Chunguitos, nos devolvieron instantáneamente al inicio de nuestra aventura.
Arte catalán o mestizo, charnego o español, no sé muy bien. Pero no me negaréis que hablamos de arte. Arte restaurador, porque esto lo encontramos encima de la barra de ese mismo bar.
Pero no fue hasta llegar al Barrio Chino de Barcelona cuando encontré, al final del viaje, delante de la puerta de mi casa, como si el cosmos, dándome la bienvenida, hubiese querido lanzarme un mensaje, la imagen con la que me gustaría acabar esto, amigos. Ya sabéis, una imagen vale más que mil palabras.
El dilluns 15 de desembre vaig intervenir al fòrum organitzat per Indigestió a l’Ateneu Popular 9Barris. La meva missió era presentar una micro-proposta político-cultural que un petit grup de gent havia debatut durant les últimes tres setmanes. No era la meva proposta personal, a mi només em tocava fer de transmissor de la proposta. No va ser fàcil. En tot cas, les idees i el debat creuat entre els assistents em van semblar força interessants. Aquí us deixo el vídeo complert.
Publicado enTodo lo demás|Comentarios desactivados en Fòrum Indigestió: Micro-polítiques culturals
Dilluns 15 de desembre, a les 19h Ateneu Popular 9Barris.
Entrada lliure. Aforament limitat.
Dilluns en trobareu en aquest sarau presentant una micro-proposta político-cultural que ha debatut un petit grup de gent durant les últimes tres setmanes. No és la meva proposta personal però en tot cas intentaré fer de transmissor de la proposta de la millor manera possible. No és fàcil fer-ho en cinc minuts.
En aquest fòrum ens proposem buscar un lloc per debatre sobre política cultural diferent als més habituals. Fugint, ni que sigui per un dia, de les grans conceptualitzacions, buscarem una mida per la conversa més assequible a allò que podem percebre i desitjar en la nostra quotidianitat. Ho farem no només per modèstia sinó també des d’una certa desconfiança envers el pensament centrat en grans models. Ho farem, també, amb la voluntat d’ampliar la base de gent que ens podem atrevir a parlar de polítiques culturals.
Per la realització del fòrum, i en la línia d’experimentació habitual en aquesta convocatòria, partirem de cinc propostes de ficció política plantejades a partir del treball realitzat per la gent que ha volgut col·laborar en l’etapa prèvia de la trobada. Jugant amb aquests relats esperem tenir un debat breu però ric sobre aquestes qüestions.
Amb data d’avui, us podem avançar que, per exemple, sortiran idees per assaltar grans institucions culturals barcelonines o iniciatives amb afany de remoure les estancades relacions entre artistes i moviments socials.
El #Sucret2014 comença el divendres 14 i acaba el diumenge. Hi intervindran també Blai Mesa, Lúa Coderch, Joan Tomàs i Rosa Lleó.
Les jornades estan íntimament relacionades amb Starter de projectes, un procés de treball col·lectiu impulsat per /UNZIP i conduït per Julieta Dentone en el que al llarg del 2014 un grup de creadores i creadors emergents del Prat desenvolupen projectes que es presentaran al 2015 en dues exposicions a la Sala d’Art Josep Bages a Torre Muntadas.
Als convidats ens han proposat fer una xerrada a partir dels temes que tracten els projectes en procés d’aquests creadors del Prat. En el meu cas, els creadors que m’acompanyaran seran Inma Quesada, David Faure López i Blai Goga. El programa de la jornada de diumenge proposa el títol d’Íntim o personal i ho explica així: un dels motors que impulsen molts projectes artístics és la necessitat de treballar, reflexionar i compartir mirades, experiències, identitats o mons molt personals. Partint d’aquest enunciat i del que conec dels projectes en curs d’aquests tres creadors, m’agradaria parlar de l’opció de subratllar el procés creatiu pel damunt del resultat i també de creació, participació i identitats col·lectives. Intentaré que no només el contingut sinó també el format de la intervenció sigui mínimament coherent amb els temes a tractar.
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A veces parece que Cris Blanco nació ayer pero, aunque Cris no sea de las que van por ahí dándose mucha importancia, algunos se sorprenden al descubrir que esta creadora madrileña afincada en Barcelona no nació con Ciencia ficción (estrenada en La Casa Encendida a finales de 2010) sino que lleva más de diez años creando sus propias piezas desde que en el 2004 apareció en escena con su primera pieza firmada en solitario. En cUADRADO_fLECHA_pERSONA qUE cORRE, estrenada en el Festival In-presentable en La Casa Encendida, con la que ganó el tercer premio Jardin d’Europe en Impulstanz (premio que le entregó la señora Teresa de Keersmaeker), con la que giró por el circuito europeo hasta la saciedad (y más allá: la llevó hasta sitios tan insospechados como Corea del Sur), me da la impresión que se encuentran ya muchas de las claves de sus trabajos posteriores.
Luego vino Caixa Preta/Caja Negra junto a la brasileña Claudia Müller, en la que el público llegaba cuando la performance ya había acabado, y, a continuación, una fructífera y extensa colaboración con Cuqui Jerez, Amaia Urra y María Jerez en el ambicioso proyecto de creación colectiva The Neverstarting Story, en el que Cris dirigió The Set Up (estrenada en La Villete de París y, seguramente, una de sus obras más controvertidas: se ve que hubo quien abandonó la sala indignado pero también he encontrado gente que dice que la vio en La Casa Encendida y la amó a muerte) y participó en The Rehearsal (dirigida por Cuqui Jerez) y la película The Movie (dirigida por María Jerez). Hicieron muchos bolos con este proyecto, por Europa, por América, y podían haber hecho muchos más. Cris se metió en el colectivo madrileño El club (a quienes vimos en una de las últimas ediciones de In-presentable) y, después de que Cuqui Jerez la exprimiera como un limón en The Croquis, una obra creada en colaboración con Cris donde, sola en escena, hace un despliegue descomunal de dotes interpretativas, Cris, cansada de tanto viaje, del circuito europeo de residencias, producciones y bolos en ciudades y ambientes a veces fríos y desalmados, continuó su carrera en solitario volviendo la vista a la Península Ibérica con Ciencia ficción, una pieza que da un giro tan bestia a su trayectoria, y que es una patada conceptual tan heavy por lo que tiene de crítica de lo que un creador escénico debe o no debe hacer en escena, de lo que el circuito espera de tu próximo trabajo, de lo que son los límites de la disciplina en la que inevitablemente te van a encasillar en cuanto lleves un rato en esto, que algunos la daban ya por muerta y le recomendaban que fuese a actuar en los bares cuando, sorpresa, para otros, en concreto en su presentación en el LP’11 de La Porta en el CCCB, la convirtió en paradigma de cómo trabajar de otra manera, presentar de otra manera que permita llegar a espacios nuevos.
Muy fina Cris, aparentemente inofensiva, con abundantes dosis de humor y una presencia encantadora (es una bestia escénica) que acostumbra a ganarse al público desde el primer minuto, pero con una determinación, una inteligencia (camuflada de intuición e incluso de anti-intelectualidad) e, incluso, una mala leche (parapetadas muchas veces detrás de un humor a veces aparentemente blanco), en mi humilde opinión, tan necesarias como higiénicas. Pienso en el humor de Cris y pienso en John Cage en su famosa intervención en la televisión yankie, con esa pinta de sí, sí, vosotros reíros, que yo aún me río más.
El trabajo de Cris suele ser una invitación a mirar lo que nos rodea, la vida en definitiva, de otra manera, desde otro punto de vista que nos permita contemplar la maravilla que es y preguntarnos por los misterios que esconde. Vamos, esta es mi opinión. En ese sentido, aunque sus trabajos suelen ser muy accesibles y muy agradecidos para todo tipo de públicos, a mí me llevan, la mayoría de las veces, a reflexiones algo metafísicas, si se me permite la expresión. Que ella no se dé ninguna importancia despista a algunos que sólo ven la capa más superficial de las cosas. Que sea fácil para el público le quita méritos para ciertos intelectuales que piensan que hay que ser complejo para salir bien parado en los artículos académicos escritos por teóricos que sólo leen el resto de teóricos y algunos artistas preocupados por quedar bien en los artículos de teóricos. Para que me entendáis. El otro día alguien me preguntó cuál era mi grupo preferido de música pop. Le contesté que Hidrogenesse y mi amigo me dijo: ya, pero más grande. ¿Más grande que Hidrogenesse? (Si no te gusta Hidrogenesse cambia a Hidrogenesse por el nombre de tu grupo preferido, ese al que has ido a ver en salas de concierto donde, a veces, no había más de 30 personas.) A eso me refiero. Después de Ciencia ficción, Cris ha hecho cine (el corto Ahora no puedo dirigido por Roser Aguilar con el que ha obtenido numerosos premios por su interpretación), ha creado piezas site-specific en el bosque, como Teletransportation en el añorado Festival Mapa o Parc Parallèle en el castillo de Chamarande en Francia, estrenó Marisol en el Festival Zemos98 del año pasado junto a Silvia Nanclares, Jaron Rowan y Marisol López Rubio, e incluso ha encontrado tiempo para montar un grupo musical, Calor, con Tanya Beyeler y Victoria Macarte, grupo de un solo concierto pero suficiente para que algunos fans se sepan sus canciones y las canten a kilómetros de distancia. Y ahora, después de más de un año de trabajar en el proyecto de El Agitador Vórtex (con presentaciones relacionadas con este proyecto en el Teatro Pradillo, en el CA2M y en el Nyamnyam), por fin vimos el estreno en el TNT hace una semana. Y de eso quería hablaros pero me ha parecido que, antes, era necesario contextualizar esto un poco. ¿Por qué? Porque, como os digo, Cris Blanco no se da ninguna importancia pero, para mí, y para muchos otros, la tiene. Y mucha. Y me parece que, de alguna manera, su actitud simboliza cierta manera de enfrentarse a la creación que comparto y que agradezco. Y por eso rompo una lanza por esta justa causa. Y ahora os hablaré de su pieza: El agitador Vórtex.
Esta vez, y sin que sirva de precedente, esta pieza tiene argumento (aunque creo que el argumento es lo de menos). El punto de partida lo resume muy bien el teaser que he puesto al principio de este post. Un ser que diríamos que es el Agitador Vórtex ha sido liberado y está produciendo algunos fenómenos extraños en el planeta. En concreto, parece que a su paso los géneros se mezclan alocadamente. Géneros cinematográficos, literarios, artísticos, en general: zarzuela, western, ninjas, musicales, ciencia ficción… Cris está sola en escena, con un porrón de objetos. Ha decidido hacer una película pero no se imaginaba los peligros a los que deberá enfrentarse por culpa de este bicho maligno, del Agitador Vórtex me refiero. Si habéis seguido las diferentes etapas en las que Cris ha ido mostrando el trabajo que iba realizando (La Hipótesis del Agitador Vórtex en Pradillo y CA2M y las cuatro sesiones en el Nyamnyam) sólo os diré (para no desvelar nada) que mucho de lo que allí habéis visto son los ingredientes con los que cocina El Agitador Vórtex. La cosa es que no se parece en nada a lo que Cris nos había dejado ver hasta un día antes del estreno en el TNT. Está todo pero remezclado de una nueva manera que lo convierte en otra cosa, lo que me hace pensar en que, si se pusiese a ello, podría hacer una versión completamente diferente cada cierto tiempo. En este caso, Cris opta por realizar una película en directo al mismo tiempo que nos enseña su making of. Ella lo hace todo, en un nuevo despliegue de recursos (caseros todos, eso sí, nada grandilocuentes) que deja un poco sin aliento: actúa dando vida a los diferentes personajes, lleva la cámara, manipula la iluminación con mandos a distancia, realiza a la vista los efectos especiales (algo que Cris ama y que tiene que ver con lo que os decía de ver la vida a través de otro punto de vista, a través de la ilusión), canta, baila, manipula los objetos caseros que también ha fabricado ella. Hay que decir, para ser justos, que todo todo no lo hace ella sola. Esta vez la han ayudado Óscar Bueno y Anto Rodríguez, que no aparecen en escena pero con quien ha formado un equipo en sintonía que parece haberle dado muy buen resultado. Cris sale y entra de la película varias veces y, con ella, ya lo veréis, también el público. No es sólo remezcla de géneros de lo que va esto. Va de eso y de las convenciones (una vez más) y de cómo se genera una ilusión y de qué pasó en los 80 para que hayan llegado hasta nuestros días tantos y tantos referentes musicales y cinematográficos que aún nos acompañan… Podría seguir hablando de esta pieza pero mejor le paso el relevo a otro, que esta entrada se está volviendo interminable. El 9 y 10 de octubre El agitador Vórtex estará en La Casa Encendida y en diciembre, si no me equivoco, inaugura la Secció Irregular. Ya me contaréis.
Tenía ganas de ver a Sonia Gómez de nuevo. No sé si lo pensé entonces, cuando fui a verla el sábado al TNT, o lo pienso ahora mientras escribo, pero en en algún momento me acordé de lo que decía Jaime Conde Salazar en la intervención que hizo en el Nyamnyam por invitación de El conde de Torrefiel, hace unos meses. Hablaba de la actitud con la que vamos a ver lo que sea. Bueno, lo que sea no porque comparaba la actitud que tenemos cuando nos ponemos a ver porno con la actitud con la que nos sentamos a ver una pieza, un espectáculo, una película, lo que sea. Lo que sea menos porno, porque la actitud que tenemos cuando nos ponemos a ver porno está clara: vamos a corrernos. En cambio, cuando vamos a ver lo que sea no siempre. Pero Jaime venía a decir que mejor nos iría, a todos, si fuésemos con esa actitud. Lo que quiero decir es que a Sonia Gómez fui a verla con ganas. Presentaba por primera vez Bailarina. Unos días antes vi el vídeo que he puesto al principio, un vídeo sin apenas sonido, muy austero, realizado en colaboración con Txalo Toloza-Fernández, con quien lleva años trabajando. Esta vez Txalo no está en escena ni tampoco sus vídeos, como otras veces. En lo último que vi de Sonia ni siquiera Sonia estaba en escena. Ahora Sonia está sola, en un espacio rectangular, en una habitación antigua, en la sede de Els amics de les arts de Terrassa, rodeada del público. Poco público, veinte o treinta personas como máximo, no deja pasar a más. La mayoría del tiempo ni siquiera suena música. Sólo ella, algunos objetos mínimos, algunos prácticamente invisibles, su voz y un equipo de música que ella misma manipula. Algo íntimo, de cámara. No hay luces. Algo muy desnudo. Iba a decir frágil pero, además de que me parece que esa palabra es un viejo cliché que no he pensado yo por mí mismo, es que me viene a la cabeza otra palabra muy diferente. Fuerte. Sonia está fuerte. Andas como un pingüino. Te mueves de manera interesante. Encuentras algunas posiciones cómodas. Mientras Sonia va soltando frases como éstas, espaciadas en el tiempo, se mueve muy cerca del público y realiza acciones muy mínimas la mayor parte del tiempo. Muy contenida. Después de una secuencia relativamente corta, las frases se repiten y, poco a poco, algunas se enriquecen, pero siempre vuelven a su formulación esencial. Como la música electrónica de club que siempre ha acompañado el trabajo de Sonia. Llevas un banco de madera de pino de la tienda AOO SL. Mueves las piernas poco a poco y tendría que sonar el tema Omega de la cantante sueca Molly Nilsson. Es un placer seguir la composición coreográfica. Bailarina es un espectáculo pequeño, dedicado al público, comparto con ellos lo que he aprendido o no después de tantos años actuando. Y al mismo tiempo abandonarse a la contemplación y perder el hilo. Sonia nos sitúa de tal manera que vemos al resto del público. Las caras de estupefacción de una adolescente y la que parece su madre (quizá atraídas equívocamente por el título de la pieza y la figura de una bailarina de clásico que aparece en el programa) contrastan con el aspecto adusto de un señor que debe superar los 90 años y que no tengo claro si es el William Burroughs de Terrassa o lo está pasando mal (pero no, al final descubro que no lo pasó mal, que seguramente está más cerca de Burroughs que de la niña adolescente aterrada, lo que me lleva a otras reflexiones sobre -ya está bien, dejemos ese tipo de temas a un lado, que ya cansa). Hace ya mucho tiempo que voy a ver a Sonia Gómez cada vez que estrena algo nuevo. Cuando hace tanto tiempo que sigues el trabajo de alguien con placer e interés, puede que un día te entusiasme y otro te decepcione pero no es lo mismo que si acabas de aterrizar. Es como si cada vez fuese un nuevo movimiento de una obra muy larga. O un episodio de una serie interminable. Sólo que lo vives en tiempo real. Vamos creciendo juntos. No puedo evitar ver esta pieza dentro de esa perspectiva. Cuando vi la trilogía Egomotion (Yo estoy en este mundo porque tiene que haber de todo, Yo no soy nadie, pero me cago en tu puta madre y Yo no hablo inglés, pero a veces me lo paso bien) nunca imaginé que vería a Sonia haciendo algo así. Me alegro de que, después de tanto tiempo, sigamos vivos. Me alegro de que Bailarina sea tan emocionante, tan Sonia Gómez sin, aparentemente ya, pretenderlo y, a la vez, tan inesperado. Me alegro de que aún me siga sorprendiendo. No sé qué más decir para que entendáis todo lo que me gustaría decir. Sólo espero que os hagáis una idea.
En esta edición del TNT he descubierto a Atresbandes. Sólo por eso ya ha valido la pena. Atresbandes son Mònica Almirall, Miquel Segovia y Albert Pérez Hidalgo, creadores e intérpretes los tres. Yo no los conocía pero llevan ya un tiempo en esto. En el TNT presentaban su cuarta pieza, coproducida por el festival: Locus Amoenus. En el 2012, la anterior, Solfatara, ganó el premio del jurado y del público del Be Festival de Birminghan y no para de girar por el Reino Unido. En las próximas dos semanas actúan en Birmingham, Leeds, Salford Quays y Cardiff. En el TNT actuaron en la Nova Jazz Cava. El público en el escenario y ellos tres donde normalmente se sitúa el público, sentados en unas sillas que ocupaban la escena, con un pasillo en medio. Al fondo se proyectaba un texto. Ese texto nos ponía en situación e intervenía de vez en cuando para comentar la acción. Hay una ficción. Los tres actúan. La ficción, según leo en su web, está inspirada en el relato El túnel, de Friedrich Dürrenmatt. Ese relato es del año 1952. Ese detalle es lo de menos. Los tres personajes van en un tren que va a descarrilar. Lo sabemos desde el principio. Sabemos que descarrilará en menos de una hora y todos morirán. Ellos no lo saben, por supuesto. Vamos a contemplar el final de sus vidas.
Hace tiempo que he desarrollado una alergia a ese tipo de teatro en el que los actores actúan imbuidos de personajes que se ven envueltos en una ficción. Gente que habla raro, con una cantarella impostada, con unos tics teatrales que me alejan por completo de lo que pasa en escena. Me cuesta analizar y enumerar una por una todas las características de ese teatro, que es el que predomina en las salas catalanas y españolas, pero que uno reconoce al instante y que a mí, como a muchos otros, nos tira para atrás. Por eso, si me preguntan, a lo bruto, sin contextualizar, digo que a mí no me va el teatro. A veces pienso que merecería la pena ver cómo hemos llegado hasta aquí y qué parte de culpa tiene en todo esto el llamado teatro y qué parte es culpa de cómo se lleva a cabo este llamado teatro. Cuando sale el tema hay intérpretes y creadores nada casposos, a los que aprecio, que señalan, entre otras cosas, que el nivel de los autores y los intérpretes de teatro catalanes y españoles es, en general, pésimo. Hay otros que piensan que es falta de información, ignorancia por lo que ha sucedido en el mundo del arte escénico (y en el mundo del arte en general) en el último medio siglo. Otros piensan que lo que servía hace cien años ya no tiene sentido en la actualidad porque está desconectado de nuestra vida, porque está muerto. Todo muy discutible. No sé, ya os digo que da para una interminable discusión. El caso es que, en cuanto comenzó Locus Amoenus, pensé uy, uy, uy, ¿qué hace esto programado en el TNT? Pero a los cinco minutos ya no me acordaba de estos prejuiciosos pensamientos míos. Cinco minutos tardaron en barrer de un plumazo mis barreras mentales. Me olvidé de todo y durante lo que duró la pieza me entregué absolutamente a lo que contemplaba. Me emocioné, me reí, les acompañé. Cuando acabé, fascinado y entregado, pensé: ¿qué he visto? Al principio parecía teatro del otro, del que no hay manera de soportar, pero no puede ser, el algodón no engaña, mi alergia no me falla nunca, y me protege. ¿Seguro? Creo que es la segunda vez que me pasa en poco más de dos meses (aquí la primera). ¿Estarán bajando mis defensas con la edad? No creo, al contrario. De hecho lo que creo que me pasa es que nunca he sido más sensible a la impostación y a la pretenciosidad como en estos momentos. Aunque una pieza se disfrace de moderno y utilice todos los recursos de las nuevas tendencias, a mi sistema immunológico no se la dan con queso. Mi cuerpo se rebela, diga lo que diga el programa de mano y la propaganda institucional. Para tranquilizarme comencé a buscar analogías (no intelectualices, sólo analogías, me recomienda desde hace tiempo un colega): ¿puede que me recuerde en algo a El conde de Torrefiel? ¿Por lo del texto proyectado? Hombre, una analogía bastante pobre, Rubén. En realidad no se parece en nada. Pues no sé, no caigo. Yo creo que estos de Atresbandes son del teatro, pero hace infinidad de años que no veo a nadie del teatro que no me parezca para nada del teatro. No le des más vueltas. Si no fuese por toda esta chorrada de las etiquetas, si lo que importase de verdad no es si la gente hace piezas transdisciplinares, performance, teatro de objetos, teatro post-dramático, trabajos coreográficos, con el cuerpo, pornoterrorismo, movimiento, literatura, música, arte sonoro, visuales o danza acrobática, sino lo realmente importante, eso que no se puede definir y que no hay manera de hablar de ello sin traicionarlo, ensuciarlo y corromperlo con palabras y conceptos académicos o de márketing (me da igual, a veces valen casi lo mismo), otro gallo cantaría. ¿No os parece?