Conversación con Ernesto Collado en el programa de TV Teló de fons

El programa de televisión Teló de fons grabó la conversación que mantuvimos Ernesto Collado y yo en el Pub Reina Victoria de Terrassa, horas después de presentar el primer episodio de Amateur en el Festival TNT. Hablamos de nuestras piezas y también de todo un poco, aunque lo que nos propusieron era hablar de la performance como género. El clip, de 10 minutos, muestra también algunas imágenes de nuestras actuaciones en el TNT. El programa es en catalán, aunque Ernesto se cambia de idioma en cuanto te descuidas. Yo, en cambio, me mantengo idiomáticamente firme.

El reproductor de vídeo me da problemas con Chrome en Mac, pero con Firefox se ve bien.

El programa completo aquí: http://canalterrassavalles.xiptv.cat/telo-de-fons/capitol/performances-al-tnt

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Amateur en el Festival TNT (29 y 30 de septiembre)

Vuelve Amateur.

El 29 y 30 de septiembre en el Festival TNT de Terrassa.

Los dos episodios: Gibbons (el viernes 29 a las 17:00) y Goldberg (el sábado 30 a las 18:45), en versión bilingüe (castellano-english).

En el Pub Reina Victoria (carrer de la Rasa 48 de Terrassa) por 7€.

Más info y entradas en la web del TNT.

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Notas que patinan #83 | No lo digo yo, lo dice Jonas Mekas

Jonas Mekas viendo un ensayo de la Orquestina de Pigmeos en las Naves de Matadero Madrid

Hace unos días una amiga me preguntaba que cuál creía que era el lugar de Europa, o del mundo, donde había que ir para encontrarse con eso que se conoce como artes en vivo o, como ella me recordaba, eso que tú llamas las raras artes. Si tuvieras que recomendar actualmente una ciudad o un país, ¿dónde sería? Lo pensé unos segundos y le contesté: aquí. ¿Aquí? ¿Dónde? Por aquí: por Barcelona, Catalunya, Madrid, Valencia, Andalucía, Euzkadi, Castilla, la Península ibérica, Canarias… Por aquí. Mi amiga no se lo creía. Eso será porque no viajas mucho. Tengo un amigo que va mucho a Austria últimamente, me dijo. Ya, conozco un poco ese rollo y la fascinación por Europa de los afectados por el complejo de inferioridad ibérico, de similares proporciones al complejo de superioridad del norte de Europa y su indiferencia hacia todo lo que pasa por debajo de los Pirineos pero, en general, cuanto más viajo, cuanta más información tengo de lo que pasa por ahí, cuanto más hablo con gente que viaja mucho más que yo (que no es que me dedique precisamente a peinar el planeta), cuantas más propuestas importadas de los circuitos artísticos donde se parte el bacalao me intentan colar como lo más de lo más (y más indiferente me dejan, sin apenas rozarme) más convencido estoy de que lo que está pasando por estas latitudes no es solo que no tiene nada que envidiar a los supuestos centros artísticos europeos, anglosajones o latinoamericanos sino más bien al contrario. Lo que está pasando por aquí desde hace rato me parece excepcional. Y no es una opinión solo mía, fruto de algún repentino nacionalismo exacerbado o de puro catetismo, lo hablo con gentes de diferentes pelajes, gentes que no paran de viajar, que no paran de trabajar fuera, y me dicen que piensan lo mismo. Pues yo no veo nada de eso, me decía mi amiga. Ya, porque está oculto, enterrado, despreciado, perseguido por quien debería y podría defenderlo. No se sabe muy bien por qué milagro, en unas condiciones tan duras como las actuales, hay tanta gente por aquí haciendo tantas cosas interesantes, apenas sin medios, sin espacios, sin lugares donde mostrar su trabajo, apartados de las programaciones de los principales escenarios, sin lugares donde formarse, sobreviviendo contra viento y marea. Pero lo hacen. A veces me pregunto si son mucho más interesantes precisamente por la situación en la que viven, si el apoyo a su trabajo les acabaría convirtiendo en esos creadores del norte bien alimentados, seguidores de las modas y de los gurus del momento, esos que me dejan indiferente. A este paso es más que probable que nunca lleguemos a descubrir qué pasaría si toda esta gente que nos rodea dejasen de ser invisibles. Quizá se convirtiesen en zombis, como suele pasar. Pero eso me parece que es darles argumentos a los que podrían revertir fácilmente esta perversa situación. Así que dejad que os cuente lo que opina Jonas Mekas de todo esto.

Jonas Mekas con la Orquestina de Pigmeos

Jonas Mekas es un prestigioso cineasta lituano afincado en Nueva York, a quien muchos no solo respetamos sino que admiramos. Tiene 94 años pero a pesar de su edad goza de una enorme vitalidad. Ha visto muchas cosas en su larga vida. Ha conocido a muchos artistas. Goza de un enorme reconocimiento. Este año le han invitado a la Documenta de Kassel, ha viajado por toda Europa, ha estado en las grandes ciudades, en los grandes eventos, ha viajado más que yo y ha visto muchas más cosas que yo. Eso seguro. Todas las opiniones deberían ser respetadas pero creo sinceramente que mi opinión debería tenerse en mucha menos consideración que la suya. Pues bien, al día siguiente de la conversación con mi amiga me levanté por la mañana y desayuné con la entrada que publicó Jonas Mekas en su videodiario, un videoblog que actualiza de uvas a peras. En ese breve vídeo, Jonas Mekas habla de su reciente viaje a Europa. Dice que ha estado en ciudades grandes, en eventos grandes y que ha visto cosas muy grandes. Y que está cansado de que todo sea tan grande, excesivamente grande. Pero cuenta que, afortunadamente, casi por casualidad, en Madrid, tuvo la oportunidad de asistir a un ensayo de lo que Nilo Gallego y Chus Domínguez, la Orquestina de Pigmeos, están preparando en las Naves de Matadero, junto a unas actrices rumanas no profesionales, para estrenarlo en septiembre (del 21 al 24). Y, muy emocionado, cuenta al mundo que ese ensayo es lo mejor de todo lo que ha visto, por lo menos, en el último año, que eso sí que es arte. Y a continuación explica lo que para él es el arte, el arte que le interesa, y es una definición que me pone la piel de gallina: simple, pequeño, personal, no pretencioso, que toca a tierra, conectado con la vida. Algo así, dice. Y eso Jonas Mekas lo encontró en un ensayo de Nilo Gallego y Chus Domínguez (y a continuación nos muestra un extracto de ese ensayo grabado por él mismo), la Orquestina de Pigmeos, perfectos representantes de todas estas gentes que llevan años haciendo cosas increíbles en el territorio de las raras artes con una milésima parte de los recursos y la publicidad que gasta el mediocre aparato artístico oficial. Mi amiga no los conoce, como muchos otros, y es una lástima, porque viven aquí, entre nosotros. Ahora Jonas Mekas ya lo sabe. El tema es ¿cuánto tardarán en darse cuenta los que parten el bacalao?

Es posible que no se den cuenta jamás. Pero es posible que hace tiempo que alguien se haya dado cuenta y se trate de una persecución sistemática. Es posible que, al igual que la persecución sistemática de los intelectuales que inició el franquismo a partir del famoso grito de “muera la inteligencia” (con el que Millán Astray interrumpió el discurso de Unamuno en la Universidad de Salamanca en 1936) puede que sea la responsable, ochenta años después, de la situación actual de las universidades o de la investigación en el Estado español (como defiende este artículo de Miguel de Lucas publicado en CTXT), la persecución e intento de eliminación de cualquier forma de creación artística que no responda a las directrices neoliberales imperantes sea algo perfectamente calculado.

El escritor Stefan Zweig cuenta en El mundo de ayer cómo una sociedad que tiene como bien más preciado el arte, la filosofía, alguna forma de espiritualidad, una aspiración de acercamiento a lo elevado en cualquiera de sus manifestaciones, proporciona a sus miembros una vida muy diferente de una sociedad que tiene como aspiración, y única meta, algo tan mezquino como el dinero, por ejemplo. Y pone de ejemplo a su Viena natal, antes de las guerras mundiales. Y también, por extensión, a la Europa que él conoció y vio desaparecer ante sus ojos. Una sociedad volcada en el arte, según él, da como resultado una sociedad que se vuelca en la vida, en vivir bien, en comer bien, en pasarlo bien, en disfrutar de la vida, en el amor. La persecución y exterminio que los nazis hicieron de quienes se dedicaban a alimentar una forma de vida cuyo valor máximo era el arte cambió para siempre la sociedad y la vida vienesa. Lo hicieron poco a poco. Cuando la mayoría quiso darse cuenta ya era demasiado tarde.

Vivo en la ciudad de Barcelona, esa persecución la veo aquí cada día, como la veo en la mayoría de lugares del Estado cuando viajo. No me parece casual. Me duele más en el caso de lo que algunos llaman las ciudades del cambio. Me parece una gran hipocresía cuando muchos de esos promotores políticos del cambio hablan del arte y la cultura como el motor del cambio. Sus actos, y los de sus aliados, delatan, en cambio, la gran oportunidad que estamos perdiendo, la gran traición que están cometiendo. Es una verdadera lástima que no sea Jonas Mekas quien dirija nuestras políticas culturales.

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Entrevista sobre Amateur (final)

Presento Gibbons amateur en el Antic Teatre los días 29 y 30 de junio y 1 y 2 de julio. La semana pasada publiqué la tercera parte de esta entrevista que Master me ha hecho para hablar en profundidad de Amateur con motivo de estas actuaciones. Aquí va el final de esta larga conversación, acompañada de ilustraciones de Olga Alvarez. Si queréis saber más os espero en el Antic.

Ilustración de Olga Alvarez

En el Nyamnyam la gente comía y bebía en tus intervenciones. ¿Habrá comida y bebida en el Antic?

Comida no creo. Bebida, si el Antic deja entrar bebidas a la sala, sí y si no, no. He decidido que Amateur debe ser lo más ecológico posible, es decir, debería intervenir lo mínimo posible en el espacio donde tenga lugar cada vez. Comenzó en una casa donde se comía y se bebía, al mediodía, con luz natural. En Pradillo pasó en el interior de un teatro con las paredes pintadas de negro, de noche. En ese caso había una barra en el interior y las gradas para el público estaban recogidas para que el público se pudiese mover por toda la sala y montar fácilmente el resto de propuestas de la noche, que era una sesión compartida con otra gente. El público podía verlo de pie, en la barra o sentados en el suelo sobre cojines. Tanto Gibbons amateur como Goldberg amateur podrían presentarse en diferentes tipos de espacios y condiciones. He decidido que trabajaré con lo que haya en cada lugar. Solo pongo una condición: un piano clásico decente. Porque Amateur también va de eso, de reivindicar viejos sabores ancestrales que estamos perdiendo. Yo amo la música electrónica pero no quiero perder la sensación del impacto sonoro en mi piel de unas cuerdas golpeadas por unos martillos.

Pero, los que estuvieron allí, dicen que en el Nyamnyam el día que probabas Gibbons amateur el ambiente fue muy diferente que cuando llegó el turno de Goldberg amateur.

Sí. Gibbons fue primero. La gente estaba sentada a la mesa. Se servía la comida: primer plato, segundo plato y postre. La gente había entrado montando el follón habitual pero Ariadna Rodríguez, del Nyamnyam, pidió silencio al entrar. Eso no estaba previsto y lo cambió todo. Yo estaba escondido en una habitación y cuando entré y me puse al piano se creó un silencio respetuoso, denso, sin llegar al silencio sepulcral habitual en una sala de conciertos de música clásica porque mientras tanta gente come, con sus platos, cubiertos y copas, es imposible. Estuvimos así una hora y, cuando me giré, al acabar, para sentarme a la mesa con los demás y comer lo que me habían dejado, como estaba previsto, me di un susto al ver la cara de la gente. Caras de gente un poco ida. Llevaban una hora en silencio, comiendo comida rica haciendo esfuerzos por no hacer ruido, mientras leían en la pared unos subtítulos que no paraban de contar cosas y escuchaban esa música maravillosa de Gibbons interpretada al piano a un metro de su cara. La mayoría no estaban acostumbrados a escuchar un piano en directo a un palmo de su cara ni a la música de Gibbons (que a mí ya he contado que me impactó mucho la primera vez que la escuché) y muchos volaron a otro plano de la realidad. Algunos vinieron a darme las gracias por haber creado las condiciones para disfrutar de ese rato de calma, paz y trascendencia que habían tenido. A pesar de que los textos tienen cierto humor, me alegro de que alguna gente del público me hablasen de trascendencia. Lo cortés no quita lo valiente.

Ilustración de Olga Alvarez

¿Y por qué no repetiste el formato en las siguientes sesiones del Nyamnyam, con Goldberg amateur?

Porque hablamos con la gente del Nyamnyam y pensamos que nos habíamos pasado, que queríamos huir de la trascendencia de un concierto de música clásica y habíamos reproducido el mismo contexto. Por supuesto, no era exactamente así, pero por un momento pensamos que había que romper eso aún más. Y entonces pensamos en quitar las mesas, poner dos barras (una con comida y otra con bebida) para que la gente se tuviese que mover… un poco como sería un concierto de rock, como modelo contrapuesto al clásico. Además, había música sonando alto cuando yo entré y paré la música para decirles que iba a interpretar las Goldberg pero que no se preocupasen por mí, que estaría bien (se lo dije un poco irónicamente, como quien se va a meter en un performance un poco chunga) y que no me importaba que hablasen mientras tocaba porque me daba la tranquilidad de que había vida a mi alrededor, o algo así.

Y la gente se desmadró.

Normal. La gente interpretó que esto era una performance en la que hay alguien ahí haciendo algo difícil y largo como interpretar las Variaciones Goldberg al piano y que les invitábamos a que se comportasen como si estuviesen tomándose el aperitivo en un bar. Y era cierto, huyendo de las convenciones del concierto de música clásica, les estábamos induciendo a eso. Pero, claro, había unos textos proyectados bombardeando constantemente que si no les prestas atención te pierdes la historia. Y yo estaba tocando las Goldberg, que son maravillosas, pero la experiencia, como puedes suponer, no fue la misma que cuando tocaba Gibbons. Hubo gente que me felicitó por el ambiente que se había creado pero hubo otra gente, bastantes más, que se me quejaron un poco. Me dijeron que lo que molaba era encontrar ese momento contemplativo en unas vidas que normalmente ya tienen de lo otro, lo del follón y el bar, todo el rato. Lo curioso es que yo toqué muy relajado, sin ninguna presión, aunque era la primera vez que tocaba las Variaciones Goldberg enteras delante de alguien. Pero lo que dice Maria Dolors Aldea, una gran cantante a la que he tenido el placer de tratar: lo importante no es lo que sientas tú sino lo que sienta el público. A veces hay que pasarlo mal para que la gente lo pase bien, supongo que es lo que quiere decir. Yo no sé si estoy de acuerdo con eso pero entiendo lo que quiere decir. La siguiente sesión insistimos en el formato pero intentamos que no se descontrolase tanto. No estuvo mal pero, con el tiempo, me hizo reflexionar, sobre todo después de presentar Gibbons amateur en Pradillo. Allí la gente tenía más o menos las mismas condiciones iniciales que en las últimas sesiones del Nyamnyam, aunque era de noche y la sala estaba oscura (aunque con las puertas abiertas por decisión mía, siguiendo con este rollo de huir de los formalismos clásicos). Pero en Pradillo, donde había unas 80 personas, muchas más que en el Nyamnyam, capaces de montar mucho más follón, pues la gente optó por el silencio, un silencio similar al que había experimentado en la primera sesión de Gibbons. Y volvió a crearse esa sensación de contemplación y escucha. Y entonces me di cuenta de que, sin forzarlo ni pedirlo ni sacralizarlo, eso está muy bien y hay mucha gente esperándolo.

¿Pero esperando el qué, exactamente?

Hay mucha gente deseando abandonar esta vida para encontrarse con otra realidad. Por eso beben, toman drogas, escuchan música y follan como locos todo lo que pueden. A mí también me pasa. Pero hay otras maneras de llegar al mismo sitio. La música es una droga muy poderosa. Te permite salirte de ti, elevarte, fundirte con el cosmos, entrar en otra realidad y desaparecer. A mí me gusta esa sensación, perder de vista esta realidad miserable (en muchas ocasiones) en la que vivimos y transportarme a otra en la que me encuentro con Bach o con Gibbons, y por eso estoy totalmente enganchado y no puedo dejar de tocar el piano por mucho que lo intente (y lo he intentado varias veces). Para eso debería meterme en el Proyecto Hombre o algo así. Y, aunque conozco a mucha gente que lo ha dejado, yo paso. Porque la música es una droga dura, engancha como la heroína pero, a pesar de que si no la controlas te puede llegar a volver loco, en general no parece que sea algo perjudicial para la salud y hasta está bien vista socialmente (y más si hablamos de música clásica, que tiene hasta un halo de respetabilidad). Pero sobre todo no dejo la música (y en mi caso la práctica del piano), como diría Pablo Gisbert, porque mola. Es una razón poderosa para hacer cualquier cosa: porque mola.

Ilustración de Olga Alvarez

Comparas la música con la droga y hablas de los yonkis como gente respetable.

No sé si hablo de los yonkis como gente respetable pero lo que digo es que estoy de acuerdo con William Burroughs cuando dice que no es verdad que la vida de un yonki no tenga ningún sentido. Dice que el yonki tiene más claro que nadie el sentido de su vida: conseguir la próxima dosis. ¿Y si cambiamos heroína por música? Entonces el sentido de mi vida es conseguir la próxima dosis de música, sentarme al piano y flipar durante un par de horas al día inmerso en la música de Bach, de Gibbons o de quien sea que me dé material para flipar. O construir ese material yo mismo. De hecho, no creo que la cosa sea muy diferente de la literatura, por ejemplo. Leer o escribir es algo que necesito tanto como respirar. Si en mi vida falta música o literatura comienzo a ahogarme, me asfixio, me pongo enfermo. Por extensión podríamos ampliarlo al arte en general. También a la cocina, al cuerpo (el sexo, el deporte, la actividad física) o la naturaleza. Al final llegas a la conclusión de que esa desconexión alucinógena a través de todo lo que proporciona ese tipo de placer no es más que una conexión con la Vida (en mayúsculas), más que una desconexión de la realidad. Y eso es lo que busco, conectarme con la Vida. Lo que pasa es que esa Vida muchas veces no coincide con esta otra vida (en minúsculas) que se supone que tenemos que vivir. Por eso me escapo. La música para mí es una de las llaves que abre esas puertas de la percepción sobre las que escribió Aldous Huxley.

The Doors of Perception, joder, ese libro es la hostia.

Sí, pero no sé si alguien se lo ha leído bien. Huxley dice en ese libro que es triste ver cómo la gente utiliza las drogas para escaparse de sus vidas. Él dice que si nos metiéramos a fondo en la realidad no habría ninguna necesidad de huir de ella porque la realidad lo tiene todo, absolutamente todo lo que necesitamos para que nuestra vida sea maravillosa. Pero supongo que tendríamos que hacerlo todos a la vez para que funcionase…

Ilustración de Olga Alvarez

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Entrevista sobre Amateur (tercera parte)

Presento Gibbons amateur en el Antic Teatre los días 29 y 30 de junio y 1 y 2 de julioGibbons amateur es el primer episodio de Amateur, un proyecto que comenzó en el nyamnyam hace más de un año, se vio en el Teatro Pradillo durante Jaleo y tiene una continuación, Goldberg amateur, que presentaré después del verano.

La semana pasada publiqué la segunda parte de esta entrevista que Master me ha hecho para hablar en profundidad de Amateur con motivo de estas actuaciones. Aquí va la tercera parte, junto con el vídeo donde lo cuento todo en 4 minutos. Para los que quieran saber más, os invito a seguir leyendo y a acompañarme esos días, a mí y a mi piano, en el Antic.

¿Dices que hablas mucho de la adolescencia en Amateur?

Esto lo he discutido con algunos amigos y muchos de ellos creen que cuando eran adolescentes eran poco menos que subnormales y que ahora, que ya son gente cercanos o entrados en la edad madura, ahora han conseguido saber lo que quieren… A mí me pasa al revés. Cuando estoy un poco perdido pienso en lo que yo creía o lo que a mí me gustaba en la adolescencia y casi siempre es un acierto acercarme al recuerdo de mi yo adolescente. Puede ser que en la adolescencia mucha gente sea alguien influenciable que solo sigue la corriente pero creo que hay muchos otros casos en los que, en la adolescencia, son ellos de verdad y luego, a medida que se van haciendo mayores, van adaptándose a lo que el sistema espera de ellos hasta el punto de que en pocos años no los reconocería ni la madre que los parió. Yo vuelvo la vista atrás y no veo que haya cambiado mucho en lo esencial desde que era un adolescente. Por eso me interesa bastante la adolescencia, porque en muchos casos es una mirada fresca y limpia, no condicionada por toda la mierda que te vas a tener que tragar en los siguientes años hasta, en el peor de los casos, doblegarte e hincar la rodilla. Y luego vienen las justificaciones.

Aspecto del estudio de Olga Alvarez mientras trabaja en las ilustraciones de Amateur

Hablas de interpretaciones musicales humanas en contraposición a interpretaciones excesivamente virtuosas como las de Glenn Gould. ¿Eso es lo que puede aportar un amateur?

No quiero pontificar sobre el tema pero, tanto en el caso de Gibbons amateur como en el de Goldberg amateur, intento superar la barrera infranqueable que parece que existe para que alguien que no es un intérprete profesional pueda disfrutar del enorme placer de tocar esta música antigua, que actualmente es coto privado de especialistas. Y si hablamos de tocar estas piezas en público sin ser un profesional parece que estamos ante un tabú. ¿Cómo hemos llegado hasta ahí? Beethoven publicaba sus Sonatas para que cualquiera las pudiese tocar en su casa, muchas veces ante los amigos reunidos para la ocasión. Nos han arrebatado una gran cantidad de música antigua y ahora es algo con un tufillo ciertamente elitista y alejado del común de los mortales, a menos que aceptes un papel pasivo, de puro receptor. Yo intento mantenerme en contacto con la interpretación musical de esa música de una manera activa y, de la misma manera que sería absurdo que el sexo estuviese solo en manos de profesionales, intento seguir con mi práctica musical cotidiana de una manera amateur. Como el sexo, es algo que me da un inmenso placer.

Y al interpretar música antigua en público, en un escenario, se convierte en algo parecido a la pornografía amateur. ¿Es eso?

Eso viene de un viejo amigo, Llorenç Chiner, que me decía, hace casi 20 años, que ver a Glenn Gould interpretar las Variaciones Goldberg en vídeo era prácticamente pornográfico. Vean el vídeo que grabó Bruno Moinsageon y juzguen por ustedes mismos. Entonces, si eso es pornografía, vamos a hacerlo nosotros, que no somos profesionales, y estaremos haciendo pornografía amateur.

¿Pero por qué pornografía?

Aunque la música, normalmente, está hecha para ser escuchada por otros, hay algo de pornográfico en ponerse delante de la gente a tocar una música que muchas veces está compuesta para la intimidad, como es el caso del ejemplo que ponía antes de las Sonatas de Beethoven, o de las mismas Variaciones Goldberg, que se supone que fueron compuestas para que un músico sirviente las tocase para un noble que padecía insomnio. Era algo íntimo que ahora se expone a las miradas de un público. Realmente pienso que hay algo pornográfico ahí. Sviatoslav Richter, en su última época, tocaba casi a oscuras porque decía que ver las muecas y la cara de sufrimiento del pianista no era algo en lo que mereciese la pena recrearse.

¿Y la pornografía amateur es mejor?

No necesariamente, pero puestos a ver pornografía, yo prefiero la amateur. Me parece más real, más humana, se supone que no hay dinero de por medio. Muchas veces los profesionales han deformado tanto el tema que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Claro que hay profesionales y profesionales. De hecho, alguna gente me dice que no debería preocuparme por prepararme en exceso las interpretaciones, sobre todo en el caso de las Goldberg, que ciertamente son muy complicadas técnicamente. Creen que los errores ayudan en este caso. Pero, aunque no me preocupan excesivamente los errores, que son perfectamente humanos, yo creo que se trata de todo lo contrario, sobre todo en el caso de las Goldberg. Intento prepararme todo lo que puedo sabiendo que nunca llegaré a rozar la perfección que puedes escuchar en una interpretación de un virtuoso profesional, no hablemos ya de cualquier grabación discográfica (totalmente maquillada). Pero lo que mola es poner toda tu energía en eso, intentar hacerlo lo mejor posible, como en el caso de una relación sexual, y ahí voy, porque cuanto más te pones a ello mayor es el placer. Para mí y espero que también para el público. En el caso de las Goldberg ya se verá, aún sigo en ello, pero soy capaz de tocarlas ya medio decentemente de arriba a abajo. Y sigo trabajando en ello todo lo que puedo, que no es todo lo que yo querría porque sigo siendo un amateur y no un profesional del tema. Y siempre buscando una cierta humanidad en la interpretación. Hay quien piensa que cuando se compusieron todas estas músicas se tocaban mucho más lentamente que ahora, que estas interpretaciones tan extremadamente virtuosas (que muchas veces son en gran medida sinónimo de rapidez, como en el caso de Gould) son fruto de la aceleración de los tiempos en los que vivimos. Por supuesto, en esa rapidez también hay algo de fíjate que rápido puedo ir yo y tú no. Me pregunto por qué eso mola tanto.

¿Y en el caso de Gibbons?

En el caso de Gibbons es diferente. La partitura es aún más antigua. Nadie sabe exactamente cómo se debía de interpretar en su tiempo (como en el caso de Bach pero con aún menos información, me temo). No pretendo hacer una versión académica, de investigador. Toco con piano, no con un clavecín de la época (como tampoco lo hago en el caso de las Goldberg). Pero es que es mi piano, eso es importante para mí: es el piano que me acompaña desde hace más de 25 años y que voy a trasladar al Antic para la ocasión. Mi selección se centra en algunas Pavanas, unas composiciones lentas y que a mí me parecen de carácter sumamente contemplativo. Lo que he hecho es permitirme ciertas licencias al respecto. Las toco seguramente muy lentas, demasiado para lo que cualquier profesional podría llegar a admitir.

Mi piano

¿Por qué tan lentas?

Todo tiene una explicación. Al principio del proyecto pensé que sería una buena idea compartir con el público lo que sería la experiencia de un ensayo musical, que es la experiencia más cotidiana que tiene uno que se aproxime a este tipo de música desde el punto de vista de la interpretación. Cuando uno ensaya repite varias veces lo mismo y, al principio, lo toca mucho más lentamente hasta llegar a dominarlo. En el caso de estas piezas de Gibbons, si unes la lentitud con la repetición y añades algo de improvisación quizás estemos acercándonos a algo muy semejante a lo que debía ser la interpretación en su época. En cualquier caso, estaremos muy cerca de lo que es la visión que más me interesa de su música. Ningún profesional seguramente se permitiría algo así. Pero yo soy amateur, no voy a hacer un concierto al uso, lo presento en un contexto performático y me permito unas cuantas licencias muy poco estándar. Todo eso, el hecho de que doy la espalda al público, la proyección simultánea de mis textos, la poca iluminación, creo que contribuyen a crear un ambiente propicio para que el público pueda aproximarse a la experiencia que yo vivo cuando estoy en mi casa tocando el piano y todo lo que se me pasa por la cabeza en esos momentos. Es una experiencia contemplativa y envolvente.

Gibbons amateur en el Nyamnyam

Hay textos. El público los lee proyectados mientras estás tocando.

De eso se trata, sí. Hay mucho texto, casi constantemente. El público está sobre estimulado y puede escoger en todo momento en qué centrar su atención. No busco la escucha atenta de un concierto clásico, que me parece excesiva y poco acorde con lo que debían de ser las condiciones de escucha de la época en la que se compuso la música que toco. Amateur va de escuchar música antigua en vivo, con un piano clásico, sin micros ni amplificación, mientras cuento una historia que tiene que ver con lo que toco pero también con mi vida, con todas las veces que he abandonado el piano, con la música vista como una droga dura desde el punto de vista de un yonki, con lo amateur, con la lucha de clases, con el placer, con rescatar ciertos sabores antiguos y con la venganza colectiva que supondría, a pesar de todo lo que está pasando a nuestro alrededor, conseguir ser felices gracias a pequeñas cosas tan potentes y mágicas como la música, más potentes que cualquier clase de droga y al alcance de todos. Y, como estoy tocando y no puedo tocar y hablar a la vez, esa historia la cuento a través de unos textos que hay que leer como si fuesen los subtítulos de una película. Son dos de las cosas que más placer me dan en la vida: la música y leer.

Lee la continuación de la entrevista aquí

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Gibbons amateur contado en 4 minutos

Gibbons amateur en el Antic Teatre los días 29 y 30 de junio y 1 y 2 de julio.

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Entrevista sobre Amateur (segunda parte)

Presento Gibbons amateur en el Antic Teatre los días 29 y 30 de junio y 1 y 2 de julioGibbons amateur es el primer episodio de Amateur, un proyecto que comenzó en el nyamnyam hace más de un año, se vio en el Teatro Pradillo durante Jaleo y tiene una continuación, Goldberg amateur, que presentaré después del verano.

La semana pasada publiqué la primera parte de esta entrevista que Master me ha hecho para hablar en profundidad de Amateur con motivo de estas actuaciones. Aquí va la segunda parte, aderezada con vídeos, temas musicales e ilustraciones en las que está trabajando Olga Alvarez. Para los que quieran saber más, os invito a seguir leyendo y a acompañarme esos días, a mí y a mi piano, en el Antic.

Cartel de Olga Alvarez con un toque zazou (la chaquetilla a cuadros), la tribu urbana de la que hablo en Gibbons amateur.

A parte de escribir, tú eres músico. Aunque no os prodigáis mucho, hay gente que conoce esa faceta tuya por Novios, un dúo de música electrónica, en el que también pones tu voz, junto a Pablo Gisbert.

Es una lástima que no actuemos más. Es uno de los proyectos más divertidos que he hecho en mi vida. Pero Pablo no para de viajar y es difícil encontrarse. Quizá volvamos un día de estos. Es que no tenemos ni un Bandcamp ni unos tristes mp3 colgados en la red…

Pero también has colaborado con Cris Blanco en algún tema de Ciencia ficción con un grupo creado para la ocasión que se llamaba The Elements.

Sí, con La canción del caos, que es una interpretación sobre la Teoría del Caos. La hicimos a medias. Ahí tocaba el casiotone.

Y, tirando de la memoria, recuerdo que tuviste hace unos años un grupo de pretendido electropop, que se llamó Pompeia, con Teo Baró y David Espinosa, con el que incluso montasteis un espectáculo que se vio en el festival Sismo de Matadero Madrid. Aquí un videoclip montado por Teo Baró con el tema instrumental Kentucky, compuesto e interpretado por ti:

Y luego disolvimos el grupo y todo el mundo se avergonzó mucho y lo borró de su currículum. El que más, David, que al principio era el promotor de la idea y estaba encantado de tener un grupo. Luego, con la reacción de parte del público, vio que si lo relacionaban con esto la profesión le iba a dar de comer aparte. Fue una buena decisión profesionalmente hablando. Ahora le van bien las cosas. Teo fue más digno. Él estaba en un proceso consciente de abandono de la profesión de artista. Se esforzó mucho en dejar de ser artista y lo consiguió. La lástima es que perdimos a un artistazo de los guapos. Vean si no su última actuación en el CCCB, en un LP. Pero, a pesar de que tuvimos problemas técnicos, a mí me gustó la actuación de Sismo, pusimos una mesa de ping-pong y jugamos ante el público. Lo que David y yo hubiésemos querido era meter una cancha de tenis en Matadero y pinchar electropop pero Teo no nos dejó: dijo que eso era escaquearse. Al final eso quien lo acabó haciendo de alguna manera fue El conde de Torrefiel, más tarde, en el mismo espacio pero con una cancha de básket (y fue maravilloso, Teo). Me dijeron que hay gente que aún recuerda Pompeia como lo mejor que vio en todo el festival. Seguramente eso es una exageración porque había cosas muy interesantes en Sismo, pero suele pasar: hagas lo que hagas, casi siempre encuentras a alguien que conecta, aunque solo sea uno y cien lo odien. Recuerdo a la profesión madrileña esperando a que llegásemos los catalanes con las uñas afiladas y, claro, lo nuestro era el anti estilo madrileño de la época: no casaba ni con los oscuros ni con los de corte moderno europeo. Éramos más herederos del F.E.A. Para los que conocieron el F.E.A. sobran las palabras. Al resto os diré que era un festival de electrónica pasada de vueltas que merecería un lugar en la historia reciente de este país, si tuviésemos algo más de memoria que un pez y no estuviésemos cegados por los focos del mainstream, los guardianes de la excelencia y la política cultural provinciana y corta de miras. Pero, vamos, Pompeia, musicalmente podríamos considerarlo un proyecto fallido, sí. Nos faltó tiempo y energía. A todo el mundo le gusta tener un grupo. Otra cosa es cuando te das cuenta de que para eso hay que componer temas y defenderlos en el escenario.

También te recuerdo tocando un piano de cola, a veces un piano preparado al estilo Cage, en el que metías dentro tu móvil y las llaves de tu casa, vestido sólo con unas bermudas (era julio y hacía un calor que te cagas), siete días seguidos en los Espaciales que dirigía Carmelo Salazar, en la Sala Metrònom, con más de media docena de bailarines invitados, dentro de una programación de La Porta. O contando historias medio autobiográficas (encarnando a aquel camello de hachís del Barrio Chino que también era pianista) y cantando algunos temas acompañado de tu piano en La Poderosa, en algunos Plastidecor del colectivo Farda (un colectivo en el que también estaba Carme Torrent). Allí te vimos haciendo dúo musical con Quim Pujol, y bailando.

Hace más de 10 años de todo eso. Ya no existe la Sala Metrònom. El primer lunes de cada mes montábamos un Plastidecor en La Poderosa (la antigua). Nos reuníamos a la hora de comer y a las 8 de la tarde presentábamos lo que hubiésemos preparado en ese tiempo. No cobrábamos entrada. Era muy kamikaze pero también fue muy curioso todo lo que allí pasó. El dúo con Quim, las perfomances que liábamos con Carme y Carmelo… Hugo Barbosa era la primera vez que iba a La Poderosa, como público, y dice que la pieza que montamos a partir de aquel camello, totalmente improvisada, era lo mejor que había visto en su vida. Otro que seguro que exagera, pero fue realmente curioso. Cuando acabó me tuve que recluir un par de días. La reacción del público me asustó un poco.

Hay quien se acordará también de Santiago Maravilla y el Maestro Ramos. Actuabais en el Ribborn, cuando el Born era un barrio donde se podía vivir y pasarlo bien. Acabó en una película que rodasteis en Kazajistán que se proyectó en el festival Docúpolis, en el CCCB, y en el Boing Boing Buddha de BTV de Andrés Hispano y Félix Pérez Hita.

El Antic se inauguró con un espectáculo de Roger Bernat en el que vampirizaba al personaje de Santiago Maravilla y la música que sonaba la grabaste tú para la ocasión. Poco después participaste en una instalación sonora colectiva creada para la fachada del CCCB. Y ya paro. Pero lo que quería decirte es que, si alguien conoce tu faceta como músico, lo que pocos conocen es tu relación con la música clásica.

Gracias por leerme el currículum, Master. Tú siempre has estado ahí, excepto cuando te pierdes y no das señales de vida en años.

Esa es otra historia. Háblame de tu relación con la música clásica.

La música siempre ha estado presente en mi vida, desde muy pequeño. Estudié piano en el conservatorio y seguramente podría haberme dedicado profesionalmente a la música clásica pero abandoné en los últimos cursos por razones que cuento un poco en el primer episodio de Amateur, que es el que presento en el Antic, y también en el segundo episodio, Goldberg amateur, en el que comencé a trabajar en el Nyamnyam y que tengo intención de estrenar pronto, después del verano. Lo que se ha dado en llamar, desafortunadamente, música clásica es algo que me acompaña, me da un enorme placer y me nutre desde hace más de 30 años. Aunque con muchos altibajos, no me he desprendido de ella y parece ya un matrimonio para toda la vida. Desde que mis padres, al ver que lo mío con la música iba en serio, y haciendo un enorme esfuerzo, me compraron mi primer piano, cuando yo era un chaval, el piano ha tenido un lugar central en todas las casas en las que he vivido, excepto periodos muy cortos de mi vida y por causas de fuerza mayor, como cuando viví en París. Hace un año, la gente del Nyamnyam me pidió un libro para una exposición en La Panera de Lleida. Tenía que escoger el libro que quisiese rescatar si un día hubiese un incendio y tuviese que salvar uno solo de los libros que tuviese en casa. Les di el primer volumen de El clave bien temperado de Bach. Fue una decisión muy meditada. Puedo vivir sin cualquiera de los libros que ya he leído. Pero no soy capaz de imaginar mi vida sin la música de Bach.

Orlando Gibbons

No solo de Bach vive el hombre. En el segundo episodio de Amateur te propones tocar en directo las Variaciones Goldberg pero en este primer episodio, en el Antic, tocas al piano música de Orlando Gibbons, un músico renacentista inglés bastante desconocido para el público no especializado. ¿Por qué Gibbons?

Orlando Ramos, fusión de Orlando Gibbons y Rubén Ramos. Ilustración de Olga Alvarez.

Lo cuento en escena. Mi encuentro con la música de Gibbons es bastante reciente, de hace tres años o así, pero el impacto fue brutal. Me parece increíble encontrarme a estas alturas con música que pueda sorprenderme y emocionarme de la manera como lo hizo la música de Gibbons la primera vez que la escuché. Recuerdo comerles la olla en los bares a colegas míos cuando descubrí a Gibbons, como si hubiese descubierto a un grupo que acaba de publicar su primer disco. Sólo que Orlando Gibbons es un tipo que vivió hace 400 años, aunque cuando publicó su música tendría la edad de la gente que monta un grupo por primera vez. Es curioso todo esto porque me doy cuenta de que muchas de las cosas que utilizo o de las que hablo en Amateur tienen que ver con la adolescencia o los veinteañeros: desde Gibbons a los zazous, una de las primeras tribus urbanas de la historia, o Glenn Gould, que cuando grabó las Variaciones Goldberg era un jovenzuelo. Glenn Gould decía que su compositor preferido era Orlando Gibbons. Yo leí eso en una entrevista en un libro cuando yo era un adolescente. No tenía ni idea de quién era Gibbons, no había oído hablar de él en mi vida, y pensé que Gould estaba vacilando. Pero muchos años después me he dado cuenta de que seguramente hablaba totalmente en serio. Es curioso porque creo que a Gibbons no se le descubrió hasta los años 50, así que para Gould, cuando lo descubrió por aquella época, debía de ser como si realmente asistiese al nacimiento de un nuevo grupo.

 

Es increíble la cantidad de veces que se repite esta misma historia, la cantidad de creadores ocultos que solo por accidente hemos llegado a conocer, comenzando por el propio Bach, a quien si no rescata Mendelssohn en el siglo XIX nunca jamás conoceríamos.

La historia no es como nos la han contado. Ahora supongo que pasa lo mismo. Como en todo lo demás, como decía Jon Savage hace poco en una entrevista que le hizo Lucia Litjmaer, un 1% de los creadores tiene el 99% de la visibilidad. Y no necesariamente son los más interesantes. Para encontrarte con el resto, a pesar de que gracias a Dios existe algo como internet, hay que rebuscar muy profundamente. Alguien se encarga de que no aparezca jamás en portada lo que muchos andamos buscando. Con Gould y las Variaciones Goldberg pasa lo mismo. Si te interesa un poco la música llamada clásica, Variaciones Goldberg y Glenn Gould van juntas. Pero ¿alguien conoce a Rosalyn Tureck? Glenn Gould reconoce que la única influencia que tuvo en su interpretación de las Goldberg es la versión de Tureck. Le honra haberlo reconocido públicamente pero ¿quién se acuerda de Tureck? Y, la verdad, su interpretación al piano de las Goldberg me parece mucho más humana que la tan excesivamente mitificada de Gould. Por no hablar de las versiones al clavecín de músicos de la corriente historicista como Gustav Leondhardt, o Benjamin Alard, por poner un ejemplo de alguien actual.

Lee la continuación de la entrevista aquí

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Entrevista sobre Amateur (primera parte)

Presento Gibbons amateur en el Antic Teatre los días 29 y 30 de junio y 1 y 2 de julioGibbons amateur es el primer episodio de Amateur, un proyecto que comenzó en el Espai nyamnyam hace más de un año, se vio en el Teatro Pradillo durante Jaleo y tiene una continuación, Goldberg amateur, que presentaré después del verano. Mi viejo y largo tiempo desaparecido amigo Master, al que he vuelto a reencontrar recientemente, me pidió realizar esta entrevista que publico aquí para hablar en profundidad de Amateur con motivo de estas actuaciones. A Master y a mí, pocas cosas nos gustan más que charlar de lo divino y de lo humano (bueno, sí: la música). Como la conversación fue larga y a nosotros nos gustan las series, hemos decidido publicarla en cuatro entregas, que irán apareciendo en los próximos días. Para los que quieran saber más, os invito a leerla y a acompañarme esos días, a mí y a mi piano, en el Antic.

Te conozco desde hace mucho tiempo, a mí no me sorprende, pero a algunos que te conocen desde hace menos les ha sorprendido bastante verte en la programación del Antic Teatre con una pieza en solitario, como también les sorprendió tu intervención en Jaleo, en el Teatro Pradillo, el año pasado, y, antes, quizá con menos sorpresa (hasta que te vieron ponerte delante de tu propio piano, que trasladaste allí en tu primera intervención), en el Espai Nyamnyam, donde empezaste el proyecto Amateur. No sé si esa gente son los mismos que se sorprendieron cuando comenzaste a publicar Master o cuando los primeros conciertos de Novios. ¿Te sorprende que se sorprendan?

Sí y no. Por una parte este proyecto no se llama Amateur porque sí. Es verdad que, a pesar de llevar cierto tiempo relacionado con el circuito de las artes en vivo (aunque, puestos a poner etiquetas, ya sabes que a mí me molaría más lllamarles raras artes, con el sentido con el que utiliza ese término Andrés Duque en el título de su película Oleg y las raras artes), hasta el momento no me he dedicado a labrarme un nombre y construirme una marca como artista profesional o llámale como quieras. No me he dedicado a trabajarme ningún circuito ni a crear piezas que se adapten a los estándares y buscar bolos, buscar residencias artísticas, becas y ese tipo de cosas que hacen los que, en el circuito, han convertido de esto su profesión, con un enorme esfuerzo, todo sea dicho (porque si no hablamos de ricos herederos es casi una misión imposible).

¿Pero entonces hay estándares en el circuito de las artes en vivo?

Los estándares dentro del circuito de las artes en vivo son laxos pero existen. Y si las artes en vivo podríamos decir que, en esta provincia del Imperio en la que vivimos, están en los márgenes del sistema, seguramente gente como yo nos hemos movido en los márgenes de los márgenes. Que quede claro que ni mucho menos me siento alguien demasiado especial en ese sentido. Hay muchos otros ahí fuera. Podría darte nombres.

¿Quieres decir otros amateurs?

Hace años que le doy vueltas a lo de ser un amateur. Ser amateur mola. Pero ir de amateur, aquí y ahora, en plena decadencia del Capitalismo, se contrapone con ser lo que llaman un profesional. Es decir, para ganar dinero y vivir de esto (o de lo que sea) parece que hay que ser profesional. Y yo, hasta el momento, no he convertido esto en mi profesión.

Bueno, ahora cobrarás por estas actuaciones, ¿no?

Sí, es cierto. En Pradillo lo hice gratis porque entonces se iniciaba una nueva época, con una nueva dirección colectiva y joven, que nos pidió a unos cuantos ayudarles a celebrar ese cambio aunque Pradillo tenía graves problemas económicos heredados de la anterior gestión y por eso no podían pagar más que los gastos de desplazamiento y tal. Y acepté, claro, porque eran amigos a los que quería apoyar en una nueva y difícil etapa, a cambio de que me pagasen el viaje y se encargasen de alquilar un piano. En aquel caso recuerdo que algunos me llamaron esquirol porque Pradillo debía dinero a mucha gente que había actuado allí. Pero fui por amistad a una gente que no tenían nada que ver con esas deudas, por apoyar a los que se iban a tragar el marrón de reflotar la sala, encargarse de conseguir el dinero para pagar las deudas, gente que ahora, un año después, después de darlo todo y quemarse en un tiempo récord, ya no están ni ahí.

Pero ahora, al actuar en el Antic Teatre, ¿podríamos decir que el sistema ya te está absorbiendo?

Claro, claro. En breve mi discurso quedará hecho pedazos. Si quieres seguir escandalizándote como un hipócrita, tipo los que se escandalizan porque Echenique no se había asegurado de que su cuidador pagase la cuota de autónomos y lo comparan con cualquiera de los casos de corrupción de la mafia que nos gobierna, pues te diré que también cobré hace un año, al inicio de todo esto, en el Nyamnyam, lo cual les honra (al Nyamnyam, digo) porque eso sí que es amor al arte, un espacio montado en tu propia casa que, en los últimos años, ha dado más alimento para el alma (y para el cuerpo) que muchos de los espacios institucionales que dilapidan el dinero de los contribuyentes y mantienen en una reserva india rodeada de muros inexpugnables a la gente que realmente está haciendo algo conectado con el presente, algo vivo.

Vale, eres amateur.

Soy amateur, hago esto por placer. Es verdad que un profesional de las artes en vivo es alguien a quien actualmente, en el Estado español (no así en otros lugares), nadie hace mucho caso. Pero, volviendo a lo que me preguntabas al principio, si vas de amateur despreocupado por insertarte en un circuito y encima despistando, porque un día escribes algo, otro publicas unos vídeos y otro te montas un grupo de música con un colega… pues es normal que no salgas en la portada de cultura de La Vanguardia. Bueno, es que no sales ni en eldiario.es (se ríe).

Pero los que se sorprenden es porque te conocen, porque conocen tu faceta profesional dentro del circuito de las artes en vivo, una faceta distinta, la de tu trabajo en Teatron, tu trabajo más periodístico o, como algunos dicen refiriéndose a ti, de agitador cultural.

Ya, bueno, últimamente me han llamado de todo. Las etiquetas dan un poco de alergia. Me cuesta identificarme con ellas. La de agitador cultural, por ejemplo, me da bastante risa. Llevo diez años trabajando en Teatron e incluso algo más publicando artículos en la red. No es lo único que he hecho en estos diez años y, antes de dedicar gran parte de mi tiempo a eso, he hecho otras cosas en mi vida, pero es normal que los que se hayan incorporado en los últimos episodios, la gente que me ha ido leyendo de vez en cuando en Teatron o toda la gente que he conocido trabajando en ese maravilloso proyecto digital, me conozcan más por esa faceta, porque además es una faceta pública. Teatron no tiene tanto público como la CNN pero en el circuito de las artes en vivo no hay muchos más medios para informarse sobre lo que está pasando. Por eso te digo que no me sorprende que esa gente se sorprendan de verme haciendo otras cosas. Sobre todo porque vuelve a ser una faceta pública. En la intimidad cada uno es muchas cosas pero no lo ve nadie.

También es verdad que todo cambia muy rápido y en diez años la gente que continúa en esto y que, por tanto, guarda memoria de lo que aquí pasaba hace más de diez años, son pocos.

Sí, a mí también me lo parece. Y como tampoco hay un archivo donde buscar o una revisión del pasado más inmediato ni nadie publicaba apenas nada sobre esto ni en los medios tradicionales ni en lo que era internet hace más de diez años (que es como hablar de otra era) pues da igual lo que hayas hecho hace más de diez años porque nadie lo recuerda. Todo va muy rápido y la gente vive el presente. Muchos si siquiera se acuerdan de lo que pasó hace cinco años. Pero es que muchos ni siquiera estaban allí, ¿cómo se van a acordar? Por otra parte, y de eso hablo en Amateur, sí que, en cierta medida, me sorprende que la gente se ponga nerviosa cuando haces más de una cosa al mismo tiempo y ya no sepan dónde colocarte.

Supongo que es una herencia de la especialización promovida en los últimos tiempos.

Pero conozco a mucha gente que hace cosas muy diferentes. Me sorprende que sorprenda a estas alturas que alguien no esté especializado y que no haya una única etiqueta para asignarle. Por eso, en Gibbons amateur, reivindico a referentes ilustres que fueron gente polifacética. Como Boris Vian, por ejemplo, que fue escritor, músico de jazz, ingeniero, dramaturgo, periodista, traductor, miembro del Colegio de la Patafísica y zazou, que era una tribu urbana de la época de la Segunda Guerra Mundial. Y seguro que fue más cosas, seguramente. Se le conoce sobre todo como escritor pero no se entendería la figura de Boris Vian sin tener en cuenta todas estas cosas a las que dedicó su tiempo y sus energías. A mí me parece normal, pero hay gente que si haces varias cosas a la vez no saben dónde meterte y se empiezan a poner nerviosos. Bueno, pues que se relajen.

Lee la continuación de la entrevista aquí

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Beethoven para amateurs

Es curioso recordar que Beethoven publicó sus Sonatas para piano, por entregas, en forma de partitura musical, para que la gente las tocase en sus casas. En una época (finales del siglo XVIII, principios del XIX) en la que aún no existían las modernas técnicas de grabación sonora, los aficionados esperaban la siguiente publicación de su compositor favorito de la misma manera que en el último tercio del siglo XX esperábamos el lanzamiento del último disco de nuestro grupo favorito o como en la actualidad estamos pendientes de cuándo saldrá el próximo videoclip en internet. Pero, en aquellos lejanos tiempos, el mecanismo era más parecido a lo que sería actualmente la industria editorial. Los aficionados esperaban las últimas sonatas de Beethoven (solían publicarse de tres en tres) como ahora esperamos la publicación de la última novela de nuestro escritor preferido. Compraban papel. Cuando Beethoven era un creador contemporáneo (porque su música entonces era una creación actual, no pocas veces experimental e incluso tan avanzada que, hacia el final de su carrera, el propio compositor era consciente de que escribía para un público del futuro), para poder disfrutar en la intimidad de la música de Beethoven había que saber leer partituras y estar muy entrenado en el arte de la interpretación musical. Beethoven escribía sus Sonatas para un gran público de músicos amateurs, pero amateurs muy preparados porque, como todo aquel que lo haya intentado alguna vez habrá podido comprobar, tocar una sonata de Beethoven entera, hasta las más sencillas técnicamente, no es cosa fácil y requiere de años de estudio y práctica. En pleno siglo XXI la aproximación a la música de Beethoven ha cambiado mucho, claro. A pesar de que, seguramente, nunca ha habido en la historia tanta gente tocando a Beethoven en sus casas, ahora podemos escuchar cientos de grabaciones de sus 32 Sonatas cuando nos dé la gana y en cualquier momento. Lo curioso es que algunos seguimos yendo a conciertos para que músicos profesionales las interpreten ante nosotros (los mismos que también graban sus interpretaciones para que las escuchemos cuando queramos), rodeados de un numeroso público que se congrega en un respetuoso silencio durante una hora y media en auditorios construidos a tal efecto. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué tipo de experiencias buscamos ahí?

Kristian Bezuidenhout en el Petit Palau en mayo de 2014. Foto: Antoni Bofill.

El martes pasado fui a la sala pequeña del Palau de la Música de Barcelona para escuchar a Kristian Bezuidenhout interpretando un par de sonatas de Beethoven, la número 7 en Re mayor y la número 8 en Do menor, la Patética, una de sus más famosas sonatas, junto con un par de Rondós, y las Variaciones en Fa menor Hob. XVII:6 de Franz Joseph Haydn, todas obras compuestas más o menos en la misma época, en los años que van de 1793 a 1801, hace más de 200 años. Kristian Bezuidenhout, nacido en Sudáfrica en 1979, es uno de los intérpretes de fortepiano (también toca el clavicémbalo y el piano) más destacados del momento. La trayectoria de Kristian Bezuidenhout es impresionante: ha tocado con todos los grandes intérpretes especialistas de música antigua de los últimos tiempos (John Eliot Gardiner, Philippe Herreweghe, Frans Brüggen, Trevor Pinnock…). Un vistazo a su agenda de este año hace que me pregunte que si lo que yo siento de vez en cuando es estrés lo suyo debería merecer otro nombre. Por si no fuera poco, este año piensa dirigir la Pasión según San Mateo de Bach y, a partir del año que viene, será el próximo director de la Freiburger Barockorchester. Está claro que Kristian Bezuidenhout no es precisamente un amateur, como aquellos que antaño formaban el público a quien Beethoven dirigía sus composiciones, sino un verdadero profesional de élite.

El martes, en el Palau, Kristian Bezuidenhout tocó el fortepiano. Reconozco que ese fue el principal aliciente para decidirme a ir al concierto. Durante muchos años un concierto con sonatas de Beethoven era un concierto donde ibas a escuchar a un pianista que tocaba un piano moderno. Un piano moderno que Beethoven no llegó a tocar jamás porque se murió antes de que comenzasen a fabricarse. Han tenido que pasar algunos años para que el movimiento historicista surgido alrededor de la interpretación de la música antigua normalizase el uso de instrumentos originales (o réplicas modernas de esos instrumentos) en conciertos y grabaciones. Durante algún tiempo, ese movimiento cuyos pioneros comienzan a abandonarnos (Gustav Leonhardt murió en 2012, Frans Brüggen en 2014) fue lo más emocionante que pasó en el, en muchas ocasiones, rancio mundo de lo que se conoce actualmente como música clásica. Y no solo fue interesante por la utilización de instrumentos antiguos, semi desaparecidos de la escena durante décadas, sino por su investigación y revisión de la manera como se interpretaba hasta entonces, en la mayoría de los casos, una considerable parte de la mal llamada música clásica, a parte de, también, por sacar a la luz compositores y obras condenados al ostracismo durante muchos años. También me gusta recordar viejas historias oídas, imágenes sesenteras, de los pioneros de lo que en algún momento se llamó, quizá con cierta soberbia, corriente auténtica, en aquel tiempo jovencitos que tocaban con camisas de cuadros y fumaban sustancias prohibidas en viejas iglesias holandesas, aunque eso parece que es más difícil que vuelva.

Pero a lo que iba, la Historia quizá no era como nos la habían contado. Recuerdo la primera vez que escuché, en compact disc, las sinfonías de Beethoven en la versión de Frans Brüggen al frente de la Orchestra of the Age of Enlightenment. Era como si un día, después de que la restauren, descubres que la catedral de tu ciudad era blanca y no gris, como siempre la habías visto desde pequeño. Eso les ha pasado a los habitantes de Burgos, por ejemplo, y mientras unos alucinaban al descubrir la nueva vieja imagen de su antigua catedral otros eran incapaces de aceptar el cambio y decían preferir la antigua versión gris, en realidad una versión moderna modificada con las impurezas producto del inevitable paso del tiempo, pero también por la moderna contaminación, de la misma manera que los criterios de interpretación musical que heredamos del Romanticismo contaminaron la interpretación de la música de las épocas anteriores. Una música, por cierto, la de épocas anteriores, que no se interpretaba en concierto hasta que a un músico romántico, Félix Mendelssohn, le dio por montar un concierto con la Pasión según San Mateo de Bach, cosa rarísima en su época, tanto que Mendelssohn pensó que era necesario adaptar un poco la partitura para acercarla al gusto del público de su época. Y ahí empieza todo. Pero siguiendo con Frans Brüggen, recuerdo también cuando hace ya años estos mismos intérpretes vinieron al Festival de Música Antiga de Barcelona para interpretar la integral de los conciertos para piano de Beethoven, durante tres días, en la sala gótica del Saló del Tinell de la Plaça del Rei, con varios fortepianos, cada uno utilizado según la época en la que fueron compuestos cada uno de esos conciertos. Fue una de las experiencias musicales en vivo más impactantes que recuerdo. Pero, sigo preguntándome, ¿por qué?

En el maravilloso documental de Andrés Duque Oleg y las raras artes, su protagonista, el recientemente desaparecido pianista Oleg Karavaichuk diserta largamente sobre la importancia del impacto físico del sonido, de las diversas calidades de las ondas sonoras al contacto, no solo con nuestro oído, sino con nuestro cuerpo entero. Hay pianos modernos que Oleg se niega a tocar. En cambio, Oleg practicaba a diario (era el único a quien le dejaban hacerlo) con un antiquísimo piano, el piano imperial del museo Hermitage de Moscú, un piano que a muchos pianistas sospecho que les hubiese dado poco menos que urticaria tocar. Oleg habla de la importancia incluso de vestir una ropa adecuada para recibir esos impactos sonoros. Prefiere ir vestido con algo de lino, por ejemplo. No se fía de los modernos materiales con los que tejen la ropa que venden la mayoría de modernos fabricantes. Dice que vestidos así no vamos a sentir lo mismo. De la misma manera, con las modernas afinaciones de nuestros instrumentos (y de los instrumentos electrónicos), al mismo tiempo que hemos conseguido que todo suene afinado (algo que en época de Bach se comenzaba a vislumbrar y de ahí su Clave bien temperado, una composición en la que por primera vez consideraba la posibilidad de tocar en cualquiera de las doce tonalidades mayores y menores con el mismo instrumento), parece que hemos perdido (¿para siempre?) la experiencia sonora resultante de las antiguas afinaciones, no tan prácticas, pero que, en determinados casos, permitían una riqueza armónica, un empaste multifónico, que cuando la volvemos a experimentar, en pleno siglo XXI, nos trae, como también pasa en la cocina cuando recuperamos viejas técnicas de la agricultura de toda la vida (que ahora llamamos ecológica), sabores que parecen nuevos de lo antiguos que son.

Kristian Bezuidenhout en el Petit Palau en 2014. Foto: Antoni Bofill

Volvamos a Kristian Bezuidenhout en el Petit Palau el martes pasado. En el escenario, un magnífico fortepiano fabricado por el estadounidense Paul McNulty en el año 2008, réplica de un instrumento originalmente construido por C. Graf, más o menos por la época en la que Beethoven (y Haydn) compuso las obras que vamos a oír. Bezuidenhout toca con partitura, nada de tocar de memoria. De los pianistas convencionales de toda la vida, el único caso que conozco que tocaba siempre con partitura (algo muy mal visto), en su última época, era Sviatoslav Richter. En sus últimos años se trasladaba de ciudad en ciudad transportando su propio piano y montaba conciertos sorpresa de un día para otro. Un día, en los 90, apareció en Barcelona y quiso dar un concierto en el Conservatori del Bruc, con una condición: solo podían entrar alumnos, los profesores tenían prohibida la entrada. Yo no estudiaba allí pero me enteré porque una amiga me llamó por teléfono la misma mañana del concierto. Richter, a pesar de su prodigiosa memoria, tocaba con partitura, casi en penumbra, con un foquito para poder leerla y un acompañante que le pasaba las hojas. Richter pensaba que lo importante era el compositor, no el intérprete, que las caras de esfuerzo de los intérpretes no tenían ningún interés. Y ponía la partitura ahí para señalar que eso lo había compuesto alguien. Tocarlo de memoria, para él, era como intentar hacer creer al público que la música salía del interior del propio intérprete y no del autor.

No sé qué opinaría Oleg Karavaichuk pero es comenzar a escuchar a Kristian Bezuidenhout ante el fortepiano y perdonarle inmediatamente a Beethoven lo cursi que suena a mis oídos modernos el primer Rondó con el que comienza el concierto. Un Rondó de calentamiento, de toma de contacto. He venido hasta aquí para que escuchéis esta maravilla que os traigo de la noche de los tiempos, cuando la gente se alumbraba con velas, acordaos. Beethoven, en esa época, está escribiendo para un nuevo instrumento, evolución de los antiguos clavicémbalos, que percuten las cuerdas en vez de pinzarlas, permiten controlar las dinámicas (de ahí lo de forte-piano: con la intensidad con la que pulsas la tecla das un mayor o menor volumen al sonido) y comienzan a incorporar pedales con los que Beethoven experimenta. En el programa de mano del concierto, Xavier Paset Gelmà nos recuerda que Carl Czerny (a quien muchos estudiantes de piano recuerdan por sus estudios para principiantes), alumno de Salieri y de Beethoven, dejó escrito que Beethoven fue el primero en obtener efectos hasta entonces desconocidos refiriéndose al legato y al cantabile. Beethoven, el experimentador, el improvisador (cuando él era el solista de sus propios conciertos para fortepiano y orquesta, a veces la parte de piano tenía tres o cuatro páginas en blanco que él llenaba de música en vivo practicando la composición en tiempo real), usa esos pedales de una manera que un intérprete de piano moderno no puede permitirse, porque se le iría de las manos mezclando armonías que, según los cánones, no deberían ser mezcladas. Pero Kristian Bezuidenhout sí se lo puede permitir, porque toca un fortepiano, y usa profusamente los dos pedales sin que nos dé la impresión de que se está pasando sino todo lo contrario, hasta que nos preguntamos: ¿por qué antes (mucho después de Beethoven pero antes de que los hippies holandeses que he descrito antes pusiesen de moda la música antigua) nadie lo tocaba así?

Por otra parte, si Beethoven inventó el cantabile Kristian Bezuidenhout parece que se ha propuesto que se entere el mundo entero porque, de pronto, en la primera sonata que interpreta, comenzamos a oír muchas voces diferentes, cada una con su propia personalidad, en una partitura que años atrás nos habría parecido mucho más uniforme, más homogénea, en manos de los intérpretes de pianos modernos. Y la sensación se acrecienta por el dramatismo que, entre el contraste entre el maravilloso registro grave del fortepiano y el cristalino registro agudo, y la dramaturgia que añade la mirada de Bezuidenhout, se apodera de nuestros cerebelos. De pronto, al final del primer movimiento de la sonata, es tal el requiebro final, teatral e inesperado, de Bezuidenhout, entre brusco y extasiado, que una parte del público no puede reprimir unos tímidos aplausos. Mientras otra parte del público recrimina ese arrebato y pide silencio, alguien dice a media voz que se va a desconcentrar, los aplausos crecen por momentos y el intérprete ríe, entre divertido y satisfecho. Y no se desconcentra, claro, porque Bezuidenhout, ha quedado claro, es un intérprete profesional, de élite, que hoy está aquí y mañana dará un concierto a cientos de kilómetros, y es capaz de convivir con objetos que caen al suelo con lo que parece un estruendo en mitad del sepulcral silencio, toses primaverales, puertas que se cierran no sabemos dónde y gente que grita en la calle (en el casco antiguo de Barcelona siempre hay alguien gritando) y su grito se cuela increíblemente en esta sala de conciertos amurallada (seguramente porque posee pulmones descendientes de pulmones vikingos). Por tanto, Bezuidenhout puede convivir perfectamente con la rotura de viejos tabús, de normas de los modernos conciertos de música clásica, como no aplaudir en las pausas entre movimientos de una sonata, que habría que ver si provienen de antiguas tradiciones o, más bien, son inventos modernos.

Cuando acaba la primera parte, que finaliza con una gran ovación, durante el descanso, aparece en seguida un afinador que da un repaso al fortepiano (se desafina con mucha más facilidad que un piano convencional) mientras numeroso público, entre los cuales muchos extranjeros (destacan los japoneses), se acerca curioso y rodea el instrumento. La gente se inclina sobre el teclado, mira el mecanismo de cuerdas y martillos e incluso se agacha para mirar debajo como si fuese un coche que se ha estropeado en medio de la carretera o fuesen a colocarle una bomba lapa. Todo esto sin dejar de hacer fotos con sus móviles. Una señora a mi lado comenta que le hacen más fotos al piano que al pianista. Y tiene razón, entre otras cosas, porque durante el concierto está prohibido hacer fotos. Pero, sobre todo, porque el fortepiano es tan protagonista como el músico, esta es la verdad.

El fortepiano del concierto rodeado de curiosos. Foto tomada con mi móvil.

Pero vuelve Bezuidenhout y se restablece el orden. Después de un Haydn de aperitivo, que permite hacerse una idea, a través del contraste, de lo que uno y otro compositor, maestro y alumno, de la misma época podían conseguir con un mismo instrumento, llega el momento que todos estábamos esperando y Bezuidenhout ataca la Patética. Cuando inicia la interpretación del primer movimiento de esa archiconocida sonata, una señora a mi lado le dice a su acompañante: Es tan bonita. Pero quizá lo ha dicho antes de tiempo porque con la interpretación de Bezuidenhout parece que los cimientos de la Patética se remueven. No suena como lo esperaría alguien educado en las interpretaciones canónicas de antaño. Si Czerny dice que Beethoven es el inventor del cantabile este tipo que está sentado ante el fortepiano consigue que todo cante, cada motivo tiene su atención personalizada, tanto que, a veces, las respiraciones previas a la alternancia de los motivos que se desarrollan en el registro agudo y tienen su eco en el grave (o al revés) se convierten en pausas que difícilmente un metrónomo podría admitir. ¿La Historia no es como nos la habían contado o el intérprete buscando diferenciarse de la competencia? Y qué más da. Nadie estaba allí cuando Beethoven tocaba esta sonata. Y lo que nadie puede negarle a Bezuidenhout es la coherencia. Esa atención tan personalizada a cada motivo no es aleatoria, es sistemática. De nuevo, la intensidad dramática es tal que se repite el gesto final que ya habíamos presenciado al final de la sonata que interpretó en la primera parte y la gente vuelve a caer: se repite el aplauso de parte del público y las protestas del resto. Y el mismo gesto de Bezuidenhout, divertido por la situación.

Cuando, al final de la interpretación, Bezuidenhout se levanta y saluda al público, su sonrisa tiene algo de maléfico, al mismo tiempo que hace gala de una especie de la acostumbrada humildad del músico que se inclina ante el público. Mientras la repleta sala le ovaciona, Bezuidenhout recorre la distancia larguísima que separa el escenario de la puerta de acceso al camerino. La gente continúa aplaudiendo, cada vez más. Él vuelve a aparecer y se acerca tranquilamente, de nuevo, al escenario. Los aplausos crecen, la gente espera el bis, pero él se va de nuevo. El camino es muy largo. Se la juega a que dejemos de aplaudir. Es un valiente. El público aplaude aún con más fervor. Por fin sale de nuevo por la puerta del fondo y se acerca poco a poco al escenario. Cuando llega ante el fortepiano y saluda de nuevo al público con su risa humildemente maligna, la gente apreta el aplauso satisfecha por haber conseguido hacerle volver ante el fortepiano. Pero Bezuidenhout se va y el concierto se acaba así, sin bis y con la gente rodeando al otro gran protagonista de la noche. Me llevo la reverberación de sus vibraciones sonoras sabiamente extraídas por Bezuidenhout. Seguramente eso regenere las células de mi cuerpo, al estilo de como dicen que pasa después de una sesión de meditación. Me parece que en mp3 no hubiese sentido lo mismo. Por eso supongo que vuelvo.

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Notas que patinan #82 | El Sâlmon visto por P

El jueves 24 de noviembre, y hasta el 4 de diciembre, comienza en Barcelona una nueva edición del festival Sâlmon<, que organiza el Graner y el Mercat de les Flors y en el que colaboran este año otros espacios de la ciudad: Antic Teatre, CaixaForum, Hiroshima, La Poderosa, La Visiva, el MACBA, el MNAC y el Nyamnyam. La programación del Sâlmon< es extensa y variada y rehúye las etiquetas. En el programa de mano solo he encontrado una definición a pie de página, festival de creación, a parte de una alusión al movimiento: Moviment i més. El festival se presenta eludiendo los grandes discursos y «las palabras de moda de la temporada para demostrarte que estamos a la última y que estamos comprometidas radicalmente con la actualidad» y se define, en cambio, como «una serie de acontecimientos sucesivos concentrados en un periodo de tiempo corto». Para hablar de lo que podemos encontrar en este Sâlmon< pensé que sería buena idea entrevistar a alguien del público. Me da la impresión de que se habla mucho en nombre del público y se toman decisiones que se justifican porque se hacen por o para el público pero no estoy muy seguro de que alguien escuche su voz. No ha sido fácil hacer esta entrevista porque varias personas han rehusado la propuesta por múltiples y variadas razones pero una de esas razones se ha repetido en cada una de las respuestas: el público a quien he consultado no quiere salir de su anonimato. Finalmente P decidió concederme esta entrevista a condición de que no apareciese su verdadero nombre (la inicial del nombre es ficticia) y de que en el artículo no apareciese su rostro.

publico

¿Por qué vas al Sâlmon<?

Porque actúa gente a la que sigo desde hace tiempo y que estrenan cosas nuevas, en general, aunque también hay cosas que ya he visto, y gente que no conozco pero que me apetece descubrir, porque me gustan las escénicas…

¿Y porque es el último festival de artes en vivo que queda en Barcelona, como me han dicho hoy?

Hombre, yo no soy mucho de festivales. Yo preferiría que este atracón estuviese más repartido durante el año, en el propio Mercat de les flors, y en otros espacios de la ciudad. Es verdad que en Barcelona tenemos el Antic Teatre o la Hiroshima. Y también el Nyamnyam o La Poderosa. Me refiero para ver este tipo de propuestas. Pero fíjate los problemas que tiene el Antic, que cualquier día lo tienen que cerrar por el problema que tienen con el propietario con la excusa de arreglar la fachada, y la Hiroshima, a pesar de las apariencias, tampoco parece tener la supervivencia asegurada, ni mucho apoyo. La Poderosa se tuvieron que mudar hace poco porque el propietario las echaba y el Nyamnyam es una casa particular. En general, es bastante milagroso que aguanten estos espacios, que es de donde nace todo. Y mientras tanto el ICUB reparte millones a dedo a los espacios que más críticas y denuncias despiertan entre los artistas escénicos. A los artistas se les exige que vayan a taquilla en espacios subvencionados con ese dinero público repartido a dedo donde todo el mundo cobra menos ellos. Estoy hablando de la Seca y la Beckett, por ejemplo. Es vergonzoso.

Dices que preferirías que esta programación estuviese más repartida durante el año. ¿Cómo te la imaginas?

Pues dentro de la programación regular del Mercat y de otros espacios institucionales, cada semana. No es tan difícil pero la realidad es que la mayoría de esos espacios se dedican exclusivamente a lo más convencional. Y eso es dar la espalda a la realidad. Es como esa diferencia tan grande que hay entre cómo van vestidos los políticos y la gente de la calle, ¿sabes? Tú te das una vuelta por cualquier ciudad y luego miras en el Congreso de los Diputados y te das cuenta de que algo está fallando. Y eso es más penoso en Barcelona, ahora, porque se supone que la alcaldía está en manos de los que antes estaban en las plazas protestando con nosotros.

¿Crees que la creación artística no está entre las prioridades de Ada Colau?

Creo que es la última de sus prioridades y por eso Barcelona en Comú regala Cultura a los socialistas, a la versión de los socialistas más neoliberal y mafiosa que nunca. Es una lástima porque se les ve el plumero a todos y es una lástima porque unos no se acaban de dar cuenta de la herramienta de transformación social que es la creación artística y los otros, en cambio, se dan perfecta cuenta de que amenaza el orden establecido y por eso intentan acabar con cualquier tipo de creación que no se deje domesticar. Pero no te he contestado a lo de que vamos al Sâlmon porque es el último festival que queda. Es verdad que antes podías ir al Radicals Lliure o al Neo o al LP, y ahora el Sâlmon es el único festival que queda en Barcelona para la creación escénica contemporánea. Tampoco es que antes hubiese muchos más pero ahora solo hay uno y no sabemos por cuánto tiempo, porque hay que elegir nueva dirección del Mercat y tal y como han planteado el concurso están promoviendo que venga una nueva dirección a plantear una contrarreforma a lo Donald Trump que eche por tierra lo poco de modernidad que disfrutamos ahora y que desaparezca el Sâlmon y cualquier otro atisbo de modernez durante el año. Y del Lliure, el TNC, la Beckett, la Seca, etc. no podemos esperar nada. Es triste.

¿Qué vas a ver al Sâlmon<?

Pues muchas cosas. Quiero ir a ver Anarchy. Los que la han visto me han hablado muy bien. Societat Doctor Alonso son gente a la que sigo desde hace tiempo. También me han hablado muy bien de El desenterrador, que también traen al Sâlmon, que va de desenterrar palabras entre la gente del público. Lo último que vi, Y los huesos hablaron, me pareció super necesaria. España es el segundo país del mundo con más gente desaparecida en fosas comunes y no se habla lo suficiente de eso. Pero tratar ese tema y no caer en lo peor del arte de denuncia, en cierta obscenidad, es algo bastante poco común. Y Anarchy sé que va sobre la revolución anarquista del 36 en Barcelona, Orwell, el punk y que cada uno del público tiene una guitarra eléctrica para tocar… A Semolina Tomic no la he visto nunca en acción pero los que la han visto dicen que es una bestia escénica.

¿Y qué más verás?

Me gustaría ver a Los Corderos con Za!: Afasians. A Los Corderos nunca los he visto pero soy muy fan de los Za! Para quien no los conozca, Za! es un grupo de música muy poco convencional. Esta es otra de las cosas que me gusta ver en escena: gente que trabaja con música y otras disciplinas. En este caso, además, me han dicho que la cosa va sobre física cuántica. Genial. Yo soy de ciencias.

¿Y si te digo algunos nombres que están en el Sâlmon y tú me dices lo que te venga a la cabeza? Mariona Naudín, Kopfkino.

Tengo ganas de verla. Me la perdí en Escena Poblenou. Me gustó mucho VIP, la primera pieza que vi de Mariona Naudín en el Antic Teatre, que partía de la historia de su abuelo. En el TNT, Mos Maiorum, en la que ella participaba, fue de lo más interesante que vi. Como en lo de Societat Doctor Alonso, tratar el tema de los inmigrantes que saltan la valla de Melilla y no caer en el buenismo o cosas peores es todo un éxito. Kopfkino no tengo ni idea de qué va pero voy a ir por Mariona Naudín y por la gente con quien trabaja a quienes también sigo: Mar Medina, María Vera (la vi el otro día en Festa de balls per salvar el món, en el Antic, y me encantó) y Marina Colomina.

Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol, Grand Applause

Voy a ver todo lo que hacen desde Y por qué John Cage, que es una de las piezas más interesantes de los últimos tiempos. Esta parece que va a ser algo muy diferente, habrá que verlo, porque ellos suelen trabajar sin apenas nada más que sus propios cuerpos y esta vez parece que va a haber objetos porque dicen estar trabajando con cartones y maderas. No sé si tendrá que ver que parten de la ópera Carmen, que ya me parece que puede ser un objeto bastante bizarro. También me interesa la gente con quien colaboran, que esa también es otra novedad. Sobre todo Norberto Llopis, que es un coreógrafo valenciano a quien he visto varias veces en algún LP y que me ha dejado siempre muy impresionada. Por cierto, Norberto estará en La Poderosa con otra coreógrafa muy interesante que hace tiempo que no vemos en Barcelona, Paz Rojo, madrileña, el mismo día que Grand Applause, que es el último día del festival, por la tarde, en una muestra abierta del proceso de creación de una cosa que se llama El capitalista.

Txalo Toloza, Extraños mares arden.

Lo vi en el estreno en el TNT. No iré a ver la pieza escénica porque ya la he visto pero igual voy a la versión asado en el Graner. La historia que cuenta Txalo es increíble: es la historia de su familia en el desierto de Atacama, en Chile, en paralelo al nacimiento del imperio del arte de los Guggenheim. Resulta que una cosa está relacionada con la otra. Da muchas claves de cómo funciona el capitalismo y el negocio del arte. Pero lo guay es, como siempre, descubrir las pequeñas historias humanas que hay detrás, que al final es lo que te emociona.

El Pollo Campero, Las actrices siempre mienten.

La primera, Sekvantaro, me gustó mucho. La vi en el Arco de la Virgen, que mola mucho y es otro espacio que siempre está amenazado de cierre. Una de las Pollo es Cris Celada, que también sale en la última de Cris Blanco que, por cierto, también hace una especie de conferencia sobre su trabajo, en el Caixaforum, que si alguien no la conoce aún debería conocerla. Cris Celada, vuelvo al Pollo, ha trabajado también con El conde de Torrefiel. Creo que este fin de semana están actuando en Valencia. He visto que han cambiado a la otra actriz del Pollo Campero. Me muero de curiosidad. Iré al Antic a verlas.

Iñaki Álvarez y Martí Sales, Air Condition, Respirar es arder.

Esto parece que va a ser como lo más líquido y difuso del festival. En varios sitios, en el MNAC, en el MACBA, en el hall del Mercat… No sé si me dejo alguno. Iñaki Álvarez es un artista que me interesa mucho desde que era un jovencito un poco punki (yo también lo era) y se cortaba y hacía cosas con su sangre. Vi sus videos una vez en una sesión del Flux Club, en el Antic, y aluciné. Ya vi cosas de Air Condition hace meses, cuando trabajaba con Carme Torrent, que es otra artista muy especial, que viene más de la coreografía. Siempre trabajando sobre el aire. Por ejemplo aquello que hicieron que había que coger un taxi con otra gente y te llevaban a sitios. Con Martí Sales seguro que hacen un buen dúo. De Martí me gusta su último libro, Principi d’incertesa, lo que hace con Roger Peláez y Núria Martínez, Anarquia és independència, o cuando cantaba con los Surfin Sirles.

Nyamnyam

Bueno, claro, Iñaki es uno de los que llevan el Nyamnyam. El Nyamnyam hace unos Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda especiales para el Sâlmon. En uno está Quim Bigas y Raquel Tomàs. A Quim le sigo desde que vi Molar en la calle, en Hospitalet. También hay otro día con Okay confiance, unas artistas francesas que vienen de Marsella, creo. Es al mediodía, no sé si podré ir, pero lo intentaré porque el formato es muy chulo. Se trata de comer con una propuesta artística sobre la mesa. He ido otras veces y la experiencia creo que vale mucho la pena.

Aimar Pérez Galí, The Touching Community

Sé que ha trabajado sobre cómo ha afectado el SIDA a la danza en España y lo ha mezclado con el Contact, que es este tipo de danza contemporánea en el que los bailarines están siempre en contacto con una parte de sus cuerpos. Sudando el discurso, si te puedo ser sincera, me pareció un pelín pretenciosa, como un poco del PEI, que ya cansa, pero Delta, con Clara Tena y Carme Torrent y la música que le compuso Sara Fontán, creo, me pareció maravilloso. Es un estreno, ¿no? Pues habrá que verlo.

Albert Quesada, UnDosTresUnDos

Pues no sé si iré a verlo pero vi hace poco en Hiroshima lo que hizo con Goldberg y Gould, solos y me pareció genial. Estaba Mireia de Querol en escena, que forma parte del colectivo que trabajan con él. Allí anunciaron que el acercamiento que habían hecho a la música de Bach en ese espectáculo ahora lo iban a hacer al flamenco. A mí lo que me gustó era que se habían acercado a Glenn Gould y las Variaciones Goldberg con total irreverencia y frescura, que ponían al mismo nivel el disco y las grabaciones tomadas de la sesión de grabación en las que Gould se equivocaba o contaba chistes y que la partitura de la coreografía la habían montado en un día y cada intérprete la interpreta como le parece. He visto algunas imágenes de esto nuevo y no sé qué decirte pero podría darle el beneficio de la duda solo por lo que vi el otro día en Hiroshima. Hay que arriesgarse. Tampoco pasa nada si un día nos aburrimos un poco viendo algo. Te tomas luego unas cañas con tus amigos y te echas unas risas.

Robbie Singe

Ni idea pero a eso voy al Sâlmon también, a descubrir gente de fuera a quien no conozco, a gente de quien no he oído hablar en mi vida, como Volmir Cordeiro o Jan Martens, y a otros de los que he oído hablar pero a los que aún no he tenido oportunidad de ver, como Marcela Levi, Cristian Duarte, Luis Garay, Amalia Fernández o Anto Rodríguez, por ejemplo.

¿ Y de dónde vas a sacar el dinero para ver tantas cosas?

Del palo que le voy a dar al Xavier Marcé. Lo esperaré un día de estos a la salida del ICUB y le robo la cartera. Seguro que lleva algo suelto. No, es broma. Hay un pack Sâlmon que si compras 5 entradas te sale a 6€ la entrada, que no está mal. Y de lo que ahorre en calefacción, que parece que llevamos un otoño muy cálido en esta parte del Mediterráneo. Aunque cuando comience el Sâlmon ya habrán encendido las luces de Navidad. Luego dicen que no hay dinero.

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