AzkonaToloza acaban de estrenar Canto mineral en el Espai Lliure. Estarán allí hasta el 22 de mayo. Laida Azkona y Txalo Toloza-Fernández, junto a su equipo, han desarrollado esta pieza como compañía residente en el Teatre Lliure gracias a las Ayudas a la creación Carlota Soldevila, que están especialmente dirigidas a artistas escénicos que pretenden dar un giro a su carrera artística. AzkonaToloza llevan unos años dedicados a la Trilogía Pacífico (Tierras del Sud, Teatro Amazonas y Extraños mares arden), un tríptico sobre “la realidad neocolonial en la América del Sur de hoy día” que les ha traído un gran reconocimiento a su trabajo (su último espectáculo abrió el Festival de Otoño de París y la trilogía al completo se ha podido ver recientemente en el Teatre Lliure, por poner dos ejemplos) en el terreno de lo que podríamos llamar, reduciéndolo un poco, teatro documental. Pero, veamos entonces, ¿en qué se está traduciendo este giro en el trabajo de AzkonaToloza?
Para empezar, la cosa ya no va sobre América del Sur, si es que alguna vez fue sólo de eso, claro. Esta vez el tema sociopolítico central (llamémoslo así) sería lo que está sucediendo en el mundo como reacción a la carestía actual de minerales necesarios para el incesante desarrollo de la industria tecnológica. Hablamos de litio y de todo eso que necesitan las baterías, los chips, los ordenadores, los móviles y el resto de cacharros por el estilo que inundan el planeta (¿hay ya más teléfonos móviles que personas?). Los gobiernos y las multinacionales están volviendo a la minería que ellos mismos intentaron cerrar para siempre para conseguir ahora esos materiales que necesita la industria tecnológica para seguir a todo fuelle. Hay verdaderas luchas geoestratégicas por culpa de eso. Pero lo peor es que empresarios como Elon Musk (que acaba de comprar Twitter) están preparando viajes a Marte para colonizar ese planeta y, hablen de eso o no en la publicidad sobre el tema, hacerse con esos minerales que en la Tierra comienzan a escasear. Y quieren colonizar Marte con las mismas estrategias extractivistas que están llevando al abismo a la vida en nuestro propio planeta. Es todo demencial y así se denuncia en esta pieza. Así que AzkonaToloza han cambiado de ámbito geográfico pero el tema que denuncian, con sus infinitas variaciones, sigue siendo el de siempre, que por otra parte no sabría cómo describir para hacerle justicia. Ah, eso: ¿hablan de la infinita variedad de formas que adopta la injusticia que ciertas personas ejercen contra otros seres (humanos incluidos)?
Canto mineral, comparada con la trilogía anterior, apenas tiene texto proyectado pero, de todas maneras, sigue sosteniéndose sobre un texto densísimo y documentado que enlaza un tema con otro, por muy alejados que estén, con inteligencia y mucha chispa. Pero, en vez de hablar de nuestras desgracias planetarias situándose en el presente o en el pasado, esta vez se colocan en el futuro. Esa es una diferencia destacable porque así, como quien no quiere la cosa, entran en el territorio de la ciencia ficción. Y, al entrar en la ciencia ficción, aprovechan para permitirse unos destellos de humor, que quizá sea otra de las novedades (como cuando se hace referencia al Instituto Aeroespacial Ramon Llull, que en la actualidad, sin lo de Aeroespacial, es el que da dinero a los artistas catalanes para sufragar parte de los gastos de desplazamiento al extranjero). Laida Azkona y Txalo Toloza-Fernández siguen diciendo esos textos en escena, como hasta ahora, con sus pinganillos, al estilo verbatim, pero hay otra novedad: ahora João Lima también está en escena para ayudarles en eso. En eso y en lo demás, porque João Lima también canta (y Txalo Toloza-Fernández rapea, no se lo pierdan), pero también colabora en la construcción que durante toda la pieza, poco a poco, desarrollan ante nuestros ojos, a base de cuerdas y rocas, básicamente, además de adentrarse en territorios que insisten en incluir, cada vez más, algo de movimiento en escena. Lo que no cambia es que la ilustre Ana Rovira está al mando de las luces pero esta vez esas luces quizá cobren más importancia que en el resto de la trilogía. En cualquier caso la iluminación se ha sofisticado en sintonía con lo que se pretende iluminar. Canto mineral, se llama. Por eso uno de los objetivos parece ser que oigamos a las piedras. Y para eso utilizan unos micrófonos piezoeléctricos que captan el sonido que emiten las rocas al ser manipuladas por los performers para que Rodrigo Rammsy, en escena, lo convierta en música.
La pieza está dedicada a Ángela Fernández, la madre de Txalo Toloza-Fernández, que falleció en Chile durante el proceso de creación. Es inevitable que la tristeza impregne toda la obra, por muchos esfuerzos para contrarrestarla con algo de humor. Pero esa tristeza, esta vez, se convierte en poesía: “no todos los días nace una montaña”. ¿Va a ser que al final será la poesía la que consiga salvarnos?