Sábado por la tarde en Barcelona. Un cuarto de hora antes de las seis y media, enfrente de la Sala Ricson de Hangar esperamos ya parte del público que vamos a ver Res és meu, que se presenta como una obra de teatro de Enric Farrés Duran. Caben unas veinte personas. Hay lista de espera. Hemos recibido un correo electrónico recordándonoslo, avisando de que el espectáculo comenzará con puntualidad y que si no podemos asistir avisemos para que nuestra entrada pueda ser aprovechada por alguien de la lista. Pero la puerta está cerrada. Nos esperamos afuera. Ya es de noche y hace frío. Al cabo de unos minutos la puerta se abre y aparece una persona con un papel en la mano. Es la lista. Nos pregunta nuestros nombres y verifica que estamos apuntados. Aún quedan unos minutos pero nos invita a entrar. Dice que estaremos más calentitos. Vamos entrando a la antesala, que está casi a oscuras. Otra persona, detrás de una mesita, nos da un papel con el texto de introducción de la obra y la ficha artística. Para leerlo tenemos que acercarnos a una lamparita que hay sobre la mesita. El texto es este:
Só me interessa o que não é meu.
Lei do homem. Lei do antropofago.
Manifesto Antropofágico. Oswald de Andrade
Podem situar-nos al Sambódromo de Rio, al Teatro Oficina de São Paulo o a la Sala Ricson d’Hangar. L’estructura és la mateixa. Estem uns davant dels altres. L’espectacle es a punt de començar i del que es tracta és de seure i mirar. Mirar, empatitzar i experienciar una sèrie de conflictes a través d’una història que no és la nostra. Creure’ns la mentida construïda a través d’unes convencions que ens permeten escapar momentàniament del nostre dia a dia. Emocionar-nos. Però què passa quan la mentida és mentida? És a dir, quan l’obra és real i el temps és de veritat i els actors no han assajat? Doncs que potser podem aprofitar per pensar en les nostres coses, fer una bacaina o enviar un parell de whatsups amb el mòbil. Ai no, que el mòbil, aquí, està prohibit. Aquí no volem distraccions. Aquí el respecte mana i, des de la invisibilitat de les fosques mirem què passa. Mirem sense ser mirats –Espiem?–. Algú treballa. Algú cobra. Algú vol marxar del teatre perquè no pot més. Algú monta un display històric dissenyat per Lina Bo Bardi. En Joe, en Jack, en William i l’Averell són els germans Dalton: Tots fan la mateixa pinta, diferenciant-se unicament en l’alçada, que resulta inversament proporcional a la seva edat, maldat i inteligència. Algú pensa en la vessant més social de l’arquitectura, en que un edifici és una màquina de generar situacions. Potser algú apareix en escena i t’ofereix prendre alguna cosa. Algú monta una estructura que permet a l’objecte esdevenir polisèmic. Què és? Al final de la funció ho sabrem. No fem spoilers.
Yo sí voy a hacer spoilers mínimos. Después del texto están los créditos y agradecimientos. Los intérpretes son Luis Jo, Pau Segura y Vito Segura. La producción es de IFBarcelona, el festival de teatro de objetos. Y en las últimas líneas dice que el espectáculo es en “català/castellà (¿?)” y que la duración aproximada será de hora y media.
Con esta información entramos y tomamos asientos en dos filas de sillas enfrentadas entre sí, con un espacio alargado en medio. Al poco rato aparecen los intérpretes. Parecen tres técnicos de teatro. Comienzan el montaje. Hablan entre ellos, toman medidas, hacen sus cálculos, discuten y ejecutan las decisiones que van montando. Montan la escenografía. La escenografía es el display de una exposición. Durante casi dos horas se dedicarán a eso por completo. Excepto una pausa que se tomarán para fumarse un cigarrillo afuera.
Entre el público hay gente que conoce perfectamente ese display histórico de Lina Bo Bardi. También saben que Enric Farrés Duran lo utilizó en La Panera de Lleida en su propia exposición. Dicen que a Enric Farrés Duran le gusta robar. Só me interessa o que não é meu. Yo no conozco a Lina Bo Bardi ni tengo apenas idea de con qué trabaja Enric Farrés Duran. Pero, cuando entiendo que esto va a ser así hasta el final, me acuerdo de The Set Up de Cris Blanco, que solo he visto en vídeo. Mi compañera de asiento me pregunta si creo que esos intérpretes son actores. Ella cree que son actores. Pero yo le digo que llevo años viendo a técnicos montando en teatros y centros de arte y que esos son técnicos profesionales, no me cabe la menor duda. Ella sí lo duda. En todo caso, cree que se esfuerzan más que la media de los técnicos que ella conoce. Cree que es porque les estamos mirando. Eso lo dice antes de que nos dejen tirados cinco minutos mientras se van a fumar un cigarro. En ese momento llevamos más de una hora ahí, contemplando el montaje, y ya hemos llegado a una cierta relajación de costumbres pero hemos estado mucho tiempo en silencio casi absoluto, observando cada detalle. Yo estoy relajadísimo porque, en otras ocasiones, es a mí a quien le toca estar ahí dando el callo. Esta vez solo me tengo que limitar a contemplar. Esta tarde, la trama, con sus conflictos, sus éxitos, sus accidentes, hasta su sangre, me parece más interesante que muchas pelis de Hollywood. Al final la cosa dura dos horas, algo más de la hora y media esperada. Los técnicos acaban colocando un cuadro en la primera de las estructuras que han montado. El cuadro está vuelto de espaldas al público, lo que nos obliga a levantarnos. Es el final. Hay aplausos y de un cubo salen cervezas. Nos quedamos un rato dentro bebiendo y conociendo a gente. Al propio Enric Farrés Duran, por ejemplo. Mientras tanto, los técnicos recogen toda la escenografía. En un momento dado, Enric Farrés Duran se disculpa por cortar la conversación. Tiene que ir a ayudar a recoger. Salimos y nos vamos.