Notas que patinan #143: Cae la tempestad fatal

El domingo pasado AzkonaToloza presentaron Kae Tempest Mal en un abarrotado bar La Cañada de Poble Sec a la hora del vermut. Txalo Toloza, en tacones (un guiño a sus antiguas colaboraciones con Sonia Gómez), comenzó la performance desde un rincón de la barra tomando la palabra con la ayuda de un micrófono. Desde la mesa de sonido, Laida Azkona y Martí Sales, que vestía una especie de chándal Lonesdale con reminiscencias pijamísticas (lo que me recordó que El xandalisme també és un humanisme), pincharon unas bases compuestas por Rodrigo Rammsy sobre las cuales Txalo comenzó a leer algunos textos escogidos de sus piezas anteriores y algunos otros descartados que nunca vieron la luz. El propósito era imitar (mal) a Kae Tempest, a la que Txalo dijo que había visto en un concierto haciendo eso muy bien, tan bien que le dieron ganas a él de hacerlo mal.

Pero había otro propósito declarado, que Txalo comunicó al público desde la barra de ese acogedor bar (y productor de esta pieza). Se trataba de pasar a la historia, de conseguir que la performance que iba a desarrollarse durante los siguientes minutos se hiciese famosa trabajando lo mínimo posible. Para eso lo importante no era lo que iba a suceder sino lo que se contase de ella. Ana Rovira hizo un diseño de luces espectacular, diseñado para La Cañada, pero no se implementó, aunque pudimos ver el plano de luces colgado en una de las paredes del bar. Xesca Salvà diseñó una escenografía, Roger Bernat aparecía en los créditos como regidor, Sònia Gómez como responsable de movimiento… Pero lo importante era la fotografía que hizo al público Mila Ercoli, esa que se publicó luego en Instagram.

Después de una breve pausa para cambiarse de vestuario y disfrazarse de hombre musgo de Béjar, Txalo pasó a la segunda parte de la performance: la ficción. Inspirándose en las crónicas a lo Hermann Tersch, periodista y escritor español, actualmente eurodiputado de Vox, conocido por escribir crónicas de huelgas generales, o manifestaciones por el día internacional de la mujer, el día anterior (no el día después, como sería lo lógico si quisiese contar de verdad lo que realmente sucedió), encargó a periodistas, académicos y dramaturgos como Pablo Caruana, Marta García Miranda, Óscar Cornago o Pablo Gisbert que escribiesen una crónica de la performance que estaba teniendo lugar pero sin haberla visto aún. Durante la segunda parte de la performance Txalo leyó esas crónicas fantásticas y delirantes que hicieron las delicias de los allí presentes, seguramente por no estar demasiado lejanas de la realidad (la que últimamente nos cuentan los medios o incluso el teatro). Sea lo que sea eso que llamamos realidad.

La carga conceptual de la performance allí se quedó. No sé si alguien la recogió pero todos, encantados, dimos like en nuestras redes sociales cibernéticas, consiguiendo de esta manera acercarnos al propósito de una performance perfectamente diseñada para pasar a la posteridad sin necesidad de que nadie la hubiera visto. Cosa que últimamente acostumbra a pasar casi todas las semanas.

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