El coro. ¿Para qué sirve la tragedia?, de Juan Navarro, estrenada la semana pasada en el Antic Teatre, comienza con unas breves y titubeantes palabras introductorias que el propio Juan Navarro dirige al público desde el camerino mientras contemplamos unas hipnóticas proyecciones que recuerdan a un videojuego antiguo del tipo comecocos flotando por el escenario gracias a una especie de telones de plástico en forma de red que dejan ver lo que hay detrás al mismo tiempo que sirven de pantalla. Juan Navarro, veterano y reconocido performer, actor y creador escénico de cincuenta y tres años, es conocido por su larga colaboración con Rodrigo García pero también con Roger Bernat (con quien estrenó De la impossibilitat de conjugar el verb estimar hace justo veinte años, en la inauguración del Antic Teatre) y muchos otros (Marta Galán, Jan Lauwers o La Fura dels Baus en sus inicios, por poner sólo algunos ejemplos). Pero Juan Navarro también tiene una larga trayectoria como creador escénico con una buena lista de obras que guardamos en nuestra memoria, como Fiestas Populares (estrenada en el Mercat de les Flors en 2005 junto a Ignasi Duarte), Agrio Beso (estrenada en 2007 en la Sala Apolo con Agnès Mateus y Corcobado), El bosque (estrenada en 2018 en el festival TNT junto a Pablo Gisbert) o Se alquila, archivo vivo del actor (en colaboración con Óscar Cornago en 2020). Sólo son algunos ejemplos. La lista es mucho más larga. Pero, como él mismo dice en la introducción de su última obra, para tener éxito hay que ganar mucho dinero. Él no ha ganado lo suficiente.
Hay algo completamente nuevo en este nuevo trabajo y es que Juan Navarro se caracteriza como Beethoven para encarnar a Beethoven. Es decir, Beethoven es su personaje. No habíamos visto todavía al magnífico performer que es Juan Navarro, en una creación propia, interpretando a un personaje. Es verdad que este Beethoven tiene mucho de Juan Navarro pero es Beethoven. Un Beethoven performer que se enguarra y se tira cosas por encima pero un Beethoven que nos habla de las cuestiones esenciales de su vida mientras disecciona los cuatro movimientos de su Novena sinfonía. Y al mismo tiempo intenta contestar a una pregunta: ¿para qué sirve la tragedia? Le ayudan un coro (la coral Ègara dirigida por Jordi Lalanza) y un sereno e inquietante personaje femenino, que parece extraído de una tragedia griega, que dialoga y se enguarra con él.
El coro griego, según Nietzsche, es el origen de la tragedia. Seguramente, también del teatro tal y como lo entendemos. Para qué sirve la tragedia, ahora que no vivimos en la Grecia clásica, es una pregunta interesantísima que El coro no pretende responder, más allá de la obviedad de que sirve para saber cómo acaba una obra antes de empezar (hay mucha ironía e incluso humor en esta pieza, la ironía es un territorio en el que Juan Navarro se mueve admirablemente bien). Pero, suponiendo que Beethoven se enfrentase a la composición de su Novena sinfonía oponiéndose a ese final trágico que él mismo no tardó en experimentar, la pregunta es un buen punto de partida para reflexionar sobre nuestra propia mortalidad, la de Beethoven, la de Juan Navarro, la del coro y la del propio público. Y cuando uno reflexiona sobre la propia muerte la mirada suele volcarse sobre la propia vida: ¿para qué sirve la vida si vamos a morir? Es decir, ¿qué hacemos con nuestra vida antes de que desaparezcamos de un día para otro? Esta pregunta tampoco tiene una única respuesta pero El coro va de eso.
Parece que hay gente en este mundo que no se conforma con vivir la vida fuera de un escenario sino que además insiste, como parte fundamental de esa vida, en construir artefactos que hemos dado en llamar artísticos para compartirlos con otros seres desde un escenario. De esto también va El coro porque nos trae a un artista, Beethoven, triunfador en el arte pero desgraciado en la vida, y a su obra, la Novena sinfonía, pero también lo acompaña de una composición de nueva creación, firmada por Jordi Lalanza con la colaboración del propio Juan Navarro, que interpreta el coro de Ègara en esta ocasión, dirigido por el propio Lalanza, una composición que comenta musicalmente la obra de Beethoven a medida que el propio Beethoven nos va contando qué hay detrás de cada uno de los movimientos de su famosa sinfonía.
Hay otra cosa más: la vida, como el teatro, es imposible vivirla en soledad. Solos no duraríamos ni dos telediarios. Cada una de las personas que forman el coro se enfrentan al público una a una al inicio y al final de esta obra y deja su huella sonora flotando en forma de vibraciones en el aire. Beethoven, no estás solo. Nunca lo estuviste y nunca lo estarás.