Son los microorganismos los que tendrán la última palabra. Esta frase de Louis Pasteur, lanzada a mitad del siglo XIX, es el lema que ha inspirado las intervenciones organizadas por el Espai Nyamnyam, en Barcelona, unas intervenciones que comenzaron en otoño en La Capella, como proyecto deslocalizado de BcnProducció, y que acabaron el pasado uno de mayo, fecha del sexto aniversario de este hiperactivo, renovador y esencial espacio de Barcelona que, en un momento crucial, de crisis económica y cultural, ha recogido el testigo de otros proyectos que disponían de muchísimos más medios para convertirse en un lugar de refugio, de encuentro y de agitación artística, social y gastronómica. Fijándose en los procesos de fermentación biológica, Ariadna Rodríguez e Iñaki Álvarez, los Nyamnyam, han intentado trasladar esa fermentación al ámbito de lo social y cultural en el contexto de la ciudad de Barcelona. Gracias a los microorganismos, la corrupción de los alimentos, mediante la fermentación, puede dar pie a una nueva vida. El pan, el queso o el miso son algunos ejemplos de ese maravilloso proceso. A partir del derrumbe de las viejas estructuras culturales, en la ciudad de Barcelona también estamos asistiendo al nacimiento de nuevos espacios, de nuevas iniciativas autogestionadas, descentralizadas, más horizontales, que actúan de la misma manera que los microorganismos que activan los procesos de fermentación. El mismo Nyamnyam es un buen ejemplo. ¿Cómo será esa nueva vida que está naciendo a partir de la herencia de muerte y corrupción recibida? ¿Nos alimentará tanto como una hogaza de pan? ¿Estará tan rico como un buen queso? ¿O acabará podrido antes de que podamos disfrutarlo? Quizá sea pronto aún para saberlo. Pero el Nyamnyam nos recordó que esto está pasando invocando el mágico poder de los microorganismos. En otoño llenaron un recipiente con miso y lo guardaron en La Capella, donde ha estado expuesto durante más de medio año con la esperanza de que acabase fermentando.
Con la primavera llegó el momento de comprobar si los microorganismos habían culminado con éxito su misión. Durante este tiempo el proyecto ha ido desarrollándose en diversos espacios. El primero fue el huerto de La Vanguardia, un huerto autogestionado ubicado en el solar que dejó la antigua imprenta del diario que lleva el mismo nombre. A continuación, el festival Sâlmon< propició un encuentro con la Tribu Sugurú, un grupo de crianza que permite que los niños se eduquen en libertad, más que en cautividad, en la playa de la Barceloneta, al aire libre. Cuando llegaba la primavera se fijaron en Cruïlles, la tertulia de vecinos avecindados, como ellos mismos se describen, un grupo de vecinos que durante más de una década bajaban las sillas a la calle una vez a la semana, en la placeta de Sant Francesc, para charlar y no hacer nada, algo verdaderamente subversivo tal y como están las cosas. Y, finalmente, la mañana del uno de mayo nos congregamos en La Capella para transportar el bote de miso juntos, en romería, hasta el Espai Nyamnyam, en Poblenou, y abrirlo por fin para cocinar juntos una gran bouffe con los ingredientes que cada uno quiso traer.
Los microorganismos estuvieron a la altura de las expectativas y, como por arte de magia, en nuestro destino final nos esperaban Los Ganglios, que interpretaron para todos nosotros un nuevo tema creado para la ocasión y acompañado con las imágenes de lo que será su videoclip. Y nosotros coreamos su letra a grito pelado: “¡Cómo se pica! / ¡Cómo cuajaba! / ¡Cómo macera! / ¡Cómo fermentaba! / Los microbios tendrán / la última palabra”.
Los últimos organismos vivos que abandonamos el lugar a las diez de la noche lo hicimos con el miso bien depositado en nuestros estómagos satisfechos, con la alegría que da el haber compartido alimentos y bebidas con otros organismos de nuestra especie durante toda una jornada y con cierta esperanza renovada en el poder de los microorganismos que, esperemos de verdad, tendrán la última palabra. Sí, por favor.
Fotografías: Mr. Cuculain.