El martes por la tarde, el auditorio del MACBA se llenó para ver lo que se anunciaba como una conferencia-performance de Yvonne Rainer, octogenaria coreógrafa y cineasta estadounidense, fundadora del Judson Dance Theater de Nueva York, a la que muchos admiramos por su Trio A. Trio A es una breve coreografía del año 62, que conocemos por el registro en vídeo de 1978, de 10 minutos de duración, en el que la propia Yvonne Rainer interpreta esta mítica e inspiradora pieza que ha influenciado a generaciones de artistas. Hace unas semanas, sin ir más lejos, dentro del ciclo Hacer Historia(s) que organiza La Poderosa, vimos a la valenciana Sandra Gómez en el Antic Teatre utilizando el material de Trio A hasta convertirlo en otra cosa, fusionado junto a otras coreografías de Simone Forti, Lucinda Childs y Trisha Brown, en su emocionante pieza No soy yo. Muchos accedimos a ese registro del Trio A de Yvonne Rainer hace unos años gracias a YouTube. Es una lástima que en este momento sea muy difícil encontrar ya ese vídeo, que para muchos de nosotros ha sido tremendamente importante, y nos tengamos que conformar sólo con algunos rastros de gente que lo grabó desde su pantalla o que ha manipulado la imagen original, supongo que para evitar denuncias por copyright.
Para ver ese vídeo ahora hay que ir al MoMA o al Reina Sofía, comprarlo en Video Data Bank o esperar a que lo exhiban algún día en algún evento en tu ciudad. No sé si en esto tendrá algo que ver el hecho de que Yvonne Rainer esté harta de que Trio A y su No Manifesto hayan eclipsado toda su producción posterior, como ha declarado en alguna ocasión. Porque Yvonne Rainer dejó la danza en los años 70 para dedicarse al cine. Hasta el año 2000 no retomó su trabajo coreográfico, a partir de un encargo de la Fundación Baryshnikov Dance. Su último trabajo coreográfico, The Concept of Dust, se presenta hoy miércoles en el Mercat de les Flors, en colaboración con el MACBA. Las entradas se agotaron hace días porque se muestra en la sala pequeña del Mercat, la Pina Bausch. Pero a juzgar por las imágenes del vídeo promocional, da la impresión de que su trabajo se ha alejado mucho de aquella inspiradora coreografía por la que muchos la conocemos y la idolatramos. En fin, mal que nos pese, está en todo su derecho.
¿Qué esperábamos cuando fuimos a ver a nuestro viejo y querido mito al auditorio del MACBA? Os puedo decir lo que esperaba yo: nada. Pagué mi entrada de 10€ pensando que era algo cara para una conferencia pero bastante barata para una performance de una artista a la que amé en su día por una breve pero revolucionaria pieza y un mini-manifiesto. Pero también lo hice desde la desconfianza ante cualquier tipo de mitificación (algo a lo que no soy muy dado) y de nostalgia (una inclinación a la que soy proclive pero contra la que lucho). Y también siendo consciente de que yo tampoco conozco a penas el trabajo de Yvonne Rainer, más allá de las dos cosas (muy importantes para mí) de las que la propia Rainer está hasta la coronilla.
Yvonne Rainer tomó la palabra después de una breve presentación de Pablo Martínez, jefe de programas del MACBA, que recogió la emoción de muchos de los asistentes por estar allí ante el gran mito. Y de pie, ante los micros que amplificaban su voz, comenzó a leer el texto en inglés de su conferencia con absoluta sencillez. En su texto, y ahora lo veo como algo tremendamente irónico desde este punto de vista del mito que viene de visita a Barcelona, Yvonne Rainer se ponía en la piel de un mito griego, Apolo, para denunciar, desde la mirada de un dios griego que baja a la Tierra en nuestros días, las miserias de la política actual. Con mucho humor, recreándose cada vez que hacía referencia a algún comentario sexual (momentos que utilizaba Rainer para apartarse un poco del texto y preguntar al público si entendía el significado de términos ingleses como blowjob, por ejemplo), lo cual destensaba un poco el ambiente de respetuoso y atento silencio y hacía reír al público, y siempre desde un punto de vista que me pareció muy estadounidense, que es donde nació y vive, Yvonne Rainer criticó al presidente de los EEUU, Donald Trump, al de Corea del Norte, Kim Jong-un, al de Siria, Bashar al-Asad, habló de refugiados sirios, de los abusos sexuales en la industria del cine y de cambio climático. Y cuando acabó, nos dejó con la imagen de Apolo, a quien ella encarnaba, abandonando nuestro mundo para que nos apañemos buscando la solución a nuestros problemas. No nos dijo nada nuevo. Ni siquiera lo hizo de una manera formalmente novedosa ni especialmente original ni especialmente emocionante. El mito vino a decirnos lo que ya sabíamos, sin ahorrarse sarcamos e incluso insultos pero sin alardes, con sencillez y bastante sentido del humor. Y luego se fue, no sin antes recordarnos, en las respuestas que dio en el diálogo posterior que se abrió con el público, que si queríamos saber más que fuésemos a ver su pieza al Mercat al día siguiente, una pieza conectada con su conferencia, en la que nos dijo que ella leería algunos textos. Ya no quedaban entradas para su única actuación del día siguiente pero, bueno, ya habíamos visto al mito, algo cansada, como ella misma nos dijo que se encontraba al llegar el final del día. Aún así, atendió pacientemente las preguntas del público, se justificó ante críticas recibidas por su conferencia (no en el MACBA, allí nadie tomó la palabra para criticar nada sino para preguntar con un respeto reverencial y en un correcto inglés) diciéndonos que, aunque se le ha acusado de predicar ante un público previamente convencido, ella cree que es importante que nos sintamos acompañados en la lucha y que esa es la intención de su conferencia. ¿Y qué esperábamos? ¿Que a estas alturas el mito viniese a entregarnos el fuego de los dioses? No, Yvonne Rainer vino a patalear, a soltar su rollo, a descargar su rabia y supongo que a decirnos que nuestros problemas los tendremos que resolver nosotros mismos. Como Yvonne Rainer hizo en su día. Como seguirá haciéndolo aún hoy, aunque ya no le sigamos mucho el rollo, a su modo, supongo, como todos. Como siempre. Como ha pasado toda la vida.