El ritmo del 3,2,1 es frenético. Y más si te propones escribir sobre lo que ves casi a tiempo real. Se me va el santo al cielo escribiendo la apresurada crónica sobre The Quiet Volume y casi llego tarde a mi segunda cita: What if everything we know is wrong? con Rosa Casado y Mike Brookes.
Rosa Casado y Mike Brookes nos reciben en la antesala del Centro de actividades complementarias 1 en la Planta 1 de la Alhondiga Bilbao. El nombre de la sala es en sí mismo un homenaje a la literatura de ciencia ficción. O eso me parece ahora, rememorando la experiencia. Es una sala enorme, con ventanales desde los que se puede contemplar a gente haciendo ejercicio encima de máquinas en el gimnasio que hay en este enorme edificio que recibe su nombre de su antiguo uso: almacenar vino (al menos eso es lo que he oído por ahí hoy mismo). Rosa Casado nos da instrucciones sobre cómo movernos por el inmenso espacio: libremente. No puedo evitar recordar las instrucciones que he recibido esta misma mañana en The Quiet Volume. Pienso en lo curioso que es que en una performance sea necesario que te recuerden que eres libre para moverte. Mientras quien supongo que es Mike Brookes dibuja con tiza sillas en el suelo y en las paredes, el público hace uso de su recordada libertad. En algún momento, Rosa (creo) dibuja también una línea que divide en dos el espacio. Cuelgan unos reproductores de audio por las paredes de los que salen sonidos de pajarillos. De vez en cuando Rosa nos habla. Nos cuenta que los sonidos fueron grabados en el País de Gales. Nos han traído el sonido del lugar de Gales donde idearon la performance. Nota mental: la edición de este año de 3, 2, 1 presta especial atención a lo sonoro. Rosa nos dice que hay mantas para servirse de ellas y acomodarse en el suelo. Un suelo que dice que está limpio (y lo está) y del que podemos hacer uso como mejor nos parezca (una vez más se nos recuerda que somos libres). Me encuentro con gente conocida que hacía mucho tiempo que no veía pero, a pesar de mi libertad, me cuesta hablar con ellos con normalidad (¿por respeto a la performance?). Susurramos y eso nos incomoda como si estuviésemos en el colegio o en misa o en tantos otros sitios donde sabemos que no podemos comportarnos con la libertad de la que creemos gozar en otro tipo de espacios. Después de un buen rato, Rosa nos cuenta que recientemente ha descubierto una conversación publicada en Playboy en el año 1963 en la que escritores de ciencia ficción como Isaac Asimov, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke y otros hablan sobre lo que prevén que pasará en el futuro, a raíz del libro de George Orwell 1984 (que os recomiendo). Estamos ya en el futuro. Mucho más allá de lo que quizá estos ilustres escritores y pensadores pudieron imaginar entonces. Rosa dice que cree que muchos de ellos imaginaban el futuro proyectando lo que ellos anhelaban que pasaría, teniendo en cuenta el presente que vivían. Como imaginar los ayuntamientos de Barcelona y Madrid gobernados por Ada Colau y Manuela Carmena: ciencia ficción (no puedo evitar pensar). A continuación reparte casi un reproductor de audio por persona, poco a poco, a cuenta gotas, con una grabación en la que se reproduce esa conversación (publicada en Playboy en formato texto). Cada vez que nos da uno de esos reproductores la grabación parte del inicio. La sala se va inundando poco a poco de los sonidos de esa conversación. El volumen impide escuchar la conversación desde una distancia lejana. Hay que acercarse para oírla. Incluso algunos de nosotros nos llevamos el reproductor al oído para escucharla bien. Increíble conversación en la que todos parecen tener claro que en 1984 muchos de nosotros viviremos en la Luna y, más adelante, en Marte. Se discute sobre quiénes abandonarán la Tierra y quiénes seguirán aquí y por qué. Cómo los estados terrestres dividirán el suelo de los planetas que colonicen, con diversas analogías con el proceso de colonización de América por parte de los antiguos pobladores de Europa. Sobre el fracaso de los que se queden (eso me recuerda a Blade Runner) pero también el fracaso de los que emigren: los más inteligentes, sanos y activos pero también los que no encuentran su lugar en la Tierra, los marginados, los raros. Sobre el precio que tendrán esos viajes (más baratos que tomar un avión a Australia, dicen). Me quedo absorto escuchando esa conversación que no parece tener fin mientras la performance ya ha acabado y, para llegar a la próxima actuación, hay que abandonar el reproductor, que estoy tentado de robar para seguir escuchando hasta el final. ¿Sería eso una interpretación demasiado radical de mi libertad? ¿Aunque devuelva el reproductor al día siguiente? Perdí mi oportunidad. Pero creo que he encontrado ese número de Playboy en Flickr.