El miércoles contemplé el estreno en Barcelona de Delta – a Post Believe Manifesto de Aimar Pérez Galí. En el Mercat de les Flors, en la penúltima Secció Irregular del año (para conocer alguna de las claves del estreno recomiendo el programa de mano que el blog de la Secció Irregular publicó en Teatron). Contemplar es el verbo que mejor se ajusta a lo que estuve haciendo desde las últimas filas mientras Aimar, Clara Tena y Carme Torrent se movían por el escenario sincronizados perfectamente con el ritmo invariable de la música que Sara Fontán ha creado para Delta. Luego me enteré de que la cosa duró 25 minutos pero, si me hubiesen preguntado, yo hubiese dicho que ese estado contemplativo en el que entré duró el doble. Está bien entrar ahí, lo echaba de menos.
Es curioso cómo, antes de la presentación de Delta, oí voces informadas de lo que iba a suceder que creían que esta pieza quizá no iba a entrar muy bien en el contexto en el que se presentaba, en la Secció Irregular. Como que el público no la iba a aceptar. A mí me parece que la Secció Irregular, que por supuesto mantiene una cierta línea donde no cabe todo, es un lugar que se caracteriza porque puede pasar cualquier cosa. Quiero pensar que el público de la Secció Irregular va con la mente más abierta a que sucedan cosas diferentes que en otros espacios de la ciudad y me parece que no se escandaliza por nada. Pero me pareció curioso ese temor después de contemplar este curioso estreno en Barcelona (el estreno de verdad fue en el Kunstcentrum de BUDA, en Kortrijk, Bélgica -del que últimamente oigo hablar mucho-, coproductores de esta pieza junto al Mercat de les Flors). Entendí que las prevenciones venían porque Delta se fija en cosas antiguas, como el minimalismo de los 70 o el obligar a los intérpretes a ejecutar una partitura precisa, en la que si te equivocas supuestamente se va a notar (me imagino que unos errores más que otros, pero entiendo que algunos podrían ser fatales). También suena a antiguo trabajar con un músico para crear una música sincronizada perfectamente con la coreografía. Y si encima la música está interpretada con violín y cello y suena a minimalismo emotivo (por llamarlo de la manera más burda que se me ocurre), aunque te la componga alguien como Sara Fontán, que toca con Manos de topo, entiendo que pueda parecer que te la estás jugando. Pero al final es curioso cómo, a veces, fijándote en algo viejo, algo totalmente pasado de moda, siendo valiente con eso, al final te sale algo tan poco acostumbrado que se vuelve nuevo y te devuelve algo así como aire fresco. En el fondo eso no es tan raro. Es algo habitual partir de referentes antiguos para conseguir crear algo que nos devuelva la frescura. Nos alejamos de las modas o los modelos imperantes para adentrarnos en otra cosa que nos sacude y nos renueva. Sobre todo si está lo suficientemente lejos y lo amamos, como ama Aimar Pérez Galí a Lucinda Childs y Sol LeWitt. No pasó nada de lo que se temía. Creo que eran temores temerosos de desviarse de la ortodoxia que marca a veces el PCUS. ¿Pero existe el PCUS? Y si existe ¿a quién le importa la línea ortodoxa hegemónica?
En Delta me llama la atención el delicado trabajo que hay ahí, las capas que contiene, la construcción geométrica, la música, construída al mismo tiempo que la coreografía y pensada para relacionarse directamente con ella, la peluquería, el maquillaje, el vestuario y las luces. Hacía tiempo que no me fijaba en cosas así. El virtuosismo me cansa pero, a veces, cuando te autoimpones tantas reglas y lo diriges todo hacia un único objetivo en el que el virtuosismo ya no es un capricho sino que es necesario para conseguir lo que estás buscando, entonces hay que tirar de virtuosismo. Esto me recuerda la intervención de Aimar en el Macba, The Ping Pong Dialogues, en la que Aimar habló en algún momento sobre su relación con la disciplina, que veía como algo que, al final, acaba siendo necesario para tu trabajo. También me vino a la mente Cage y la autodisciplina que paradójicamente decía que le ayudaba a crear con mayor libertad. (Esto de citar tanto a Cage me lo tengo que hacer mirar. Si citase tanto a Deleuze a mí mismo me parecería insoportable. Perdonad pero este comentario entre paréntesis tiene todo el sentido en este contexto, después de lo expuesto en el párrafo anterior. Me refiero a lo de fijarse en algo antiguo, lo del aire fresco y todo eso.)
Parece que Aimar ha sorprendido a mucha gente con esta creación. Por su trayectoria anterior, parece que nadie se esperaba algo así. Quizás porque yo sabía de esta sorpresa, mientras contemplaba en mi butaca me descubrí pensando en detalles de Delta que me parecían muy Aimar Pérez Galí, como las coreografías rituales populares que conducen al orgasmo de las masas. A veces, cuando restringes tanto tu libertad, por fin consigues que salga, a presión y condensado, tu verdadero yo. Y si eso conduce a algunos a cierta experiencia contemplativa y extática, yo diría que el esfuerzo ha valido la pena.