Joaquín Bravo, uno de los desarrolladores del equipo de TEATRON, me envía este interesante artículo de Amalio A. Rey sobre lo difícil que es mantener un proyecto gratuito en Internet.
«Hoy resumo en forma de post un artículo que escribí recientemente en la web de emotools.
Es un asunto que martilla mis entendederas desde hace tiempo, una incongruencia de las que duelen
Queremos cosas gratis, mientras más gratis mejor. Qué cómodo eso de usar sin pagar. Mola, es una gozada. Hablo del reino de Internet, del paraíso de lo gratuito.
Pero las cosas cuestan, incluso en el mejor de los casos en que no tengas que pagar por ellas.
No acabo de entender por qué nos parece tan normal que haya que soltar una pasta por un iPhone o un pantalón de marca, y nos quejemos de tener que hacerlo por un complemento de software que nos ahorra tiempo o por un curso de e-learning donde vamos a aprender un montón.
Lo que yo digo es que si queremos seguir disfrutando de cosas (buenas) que sean “gratuitas”, o a un precio tan bajo que implique cierta gratuidad, tendremos que ser mas agradecidos.
Así que me he inventado este raro palabro, “Gratuitud”, que significa “gratuidad con gratitud”, y que viene a decir que la gratuidad será viable solo si somos capaces de honrarla de algún modo, reconociendo a la fuente como merece y/o retribuyendo de algún modo a quien nos ha entregado algo de valor, en principio, a cambio de nada.
Como ves, lo que yo llamo “gratuidad” no es algo gratuito-de-por-vida porque ya he dicho que las cosas cuestan. Entiendo como tal a algo que puedes usar, probar, disfrutar, compartir… sin que te exijan pagarlo a priori, siendo tú quien decide después cómo gratificar y a qué precio. De este modo, “lo gratis” puede dejar de serlo por voluntad del usuario agradecido.
Lo que no podemos seguir haciendo es abusar de la generosidad. Muchos ni siquiera dan las gracias, como si regalar viniera de cajón en cualquier cosa que se sirva por Internet. Por ejemplo, ¿cuántos de nosotros hacemos donaciones o retribuimos de algún modo a los autores de complementos o aplicaciones de software que usamos todos los días?
Son gratuitas, pero nos avisan: “el desarrollador de este complemento te pide que le ayudes en su desarrollo, haciendo una pequeña colaboración”. Imposible, nada que hacer, eso no va con nosotros, que pague otro. El programa está genial, nos viene de perlas, pero si me lo “regalan”, hasta luego, Luca, no me ves ni el pelo.
Nos llenamos la boca celebrando estas iniciativas que ayudan a democratizar el conocimiento, pero una cosa es hablar, y otra muy distinta es ayudar a financiarlas.
Pero cambiar el mundo cuesta dinero, no se hace solo con ingenio. Y ese dinero lo tenemos que poner nosotros. No son cantidades grandes, ni mucho menos. Este modelo se basa precisamente en los micro-pagos, en que pagamos-entre-todos, con invitaciones tan nobles como éstas: “Please donate to support the theme development. Any amount is appreciated. Don’t be shy of donating small amounts. $X is better than $0”.
Voy a poner algunos ejemplos de incongruencias en la llamada “economía del afecto” por si nos sirven para adoptar una perspectiva más comprometida: (…)»
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