Segunda parte del artículo de José Henríquez publicado en Primer Acto de diciembre 2008.
Diálogos Escénicos reunió cinco espectáculos españoles de diverso género y procedencia, que alternaron sus funciones y debates con los trabajos brasileños: franzpeter, de Sergi Faustino y Delirios de grandeza, de David Espinosa (ambos de Cataluña); las piezas cortas Menudo Tremendo y Re9n, del grupo Txo Títeres; y Ego Tik, de Asier Zabaleta (ambos de Euskadi).
Sergi Fäustino comentó que desde su estreno en 2004 y su presencia en varios festivales y circuitos, ha hecho al menos tres versiones de franzpeter, intentando cada vez “más quitar que poner”, hasta llegar a esta “charla y concierto”, que para él tiene su mejor expresión en espacios pequeños, íntimos, cerca del público, que en algunas ocasiones lo puede disfrutar degustando también una copa de vino. Aunque en el CCSP se presentó “a la italiana”, en una sala amplia, para trescientos espectadores, el público recibió el trabajo con sorpresa, atención y emoción, según testimonios del coloquio posterior. El espectáculo ha encontrado un notable ensamblaje de la música, la sutil y escueta conversación teatral y las imágenes videográficas, y crea un singular clima de encuentro de amistad y afición musical. Una buena selección de lieder de Schubert, cantados con pulcritud y gracia por María Dolores Aldea, con sus letras proyectadas en castellano, se entreteje con un relato y reflexiones amenas sobre la creación, la amistad y las encrucijadas vitales de Franz Schubert y su amigo Peter Mayrhofer, y sobre la música que se escucha, que hacen en diálogo Fäustino y su doble en maniquí, al que se suman las sabrosas apostillas musicales del pianista que acompaña los lieder, David Casanova, sobre las diferentes versiones y formas de interpretar las piezas.
Ilusiones de teclas y látex
Quizá por las escasas ocasiones reales que ofrecen los festivales al uso de compartir y ver los trabajos de los compañeros, los primeros sorprendidos por las piezas de Txo Títeres fueron los propios artistas españoles (también los brasileños), además del público que se acercaba a su tinglado, instalado en el patio del CCSP, al aire libre. Re9n (Renueven) es un breve espectáculo que reúne tres escenas hechas con “títeres de teclado”, inventados por el músico y titiritero Nartxi Azcargorta: muñecos articulados de látex, de diferentes tamaños, conectados por hilo de nailon a un teclado que se acciona a la vista, que crea movimientos finísimos. Tres pequeños escenarios o planos del tinglado presentan: a) un breve concierto de un trío de rock, con las cadencias y solos de rigor de bajo, guitarra y batería, luces y humo para la ocasión (hecho in situ con un cigarrillo y un tubo); b) el concierto de jazz de un muñeco saxofonista, al que se suma en contrapunto en vivo el saxofón del músico Iñaki Arnal (su dúo de un tema de la película Blade Runner es una delicia); c) el rock Cambia de canal, interpretado por un teleadicto que enloquece y cortocircuita al ritmo de su mando a distancia. Menudo Tremendo es un cantautor de látex, manipulado a la vista, en una mezcla de mesa y “bunraku”, por Azcargorta, quien también pone voz a irónicas canciones rebeldes y pacifistas (“A mí me manipula un insolvente, y a vosotros vuestra cuenta corriente”, dice un estribillo roquero de Menudo), a una hermosa versión de As time goes by, o a improvisaciones muy celebradas sobre su estancia en Sâo Paulo.
“Yo siempre parto de un guión, de una idea; luego construyo el muñeco y sus mecanismos, y lo dejo vivir un tiempo. A partir de aquí se crea el espectáculo, buscando lo que pide el muñeco. Mi trabajo es crear ilusiones”, comentó Nartxi Azcargorta en su coloquio, y contaba que el proceso de creación de un muñeco es a veces muy largo: nueve meses invirtió en la construcción de un trapecista, inspirado en un autómata del siglo XVIII. Él es uno de los fundadores del interesante grupo vasco Taun Taun y cumple veintitrés años en el teatro de títeres. Se describe a sí mismo como un artista de taller, concentrado en los mecanismos de sus muñecos, autodidacta, que ha aprovechado la herencia de un padre pintor y estudios de Delineación y Mecánica. “Por tradición de nuestro grupo, siempre trabajamos con un director o con una dirección compartida, utilizando el espejo o el vídeo, para ver el trabajo desde fuera, como lo ve el espectador”, dijo Nartxi.
Autorretratos
El bailarín David Espinosa presentó un espectáculo que combinaba su interacción como intérprete con escenas de cine, vídeojuego, diálogo por Internet y fotomontajes. En Delirios de grandeza, Espinosa juega en una línea de humor simple, con una pequeña dosis de ironía, a hacer “realidad” en la ficción escénica algunas fantasías de protagonismo, como ser Gary Cooper en el duelo final de la película Veracruz, marcar los goles de un partido España-Brasil, ser un súperheroe, seducir por “messenger” y hacer un striptease con webcam, o suplantar a ilustres personajes históricos en un juego de fotomontaje para demostrar que “yo estuve allí”. Su canción “Soy un cerdo”, la ironía de sus atributos masculinos abultados con un micrófono y el juego con un actor y gimnasta que le dobla proporcionaban momentos interesantes de ironía de sí mismo y de su trabajo. Espinosa ha trabajado con compañías como Malpelo y con Sergi Fäustino; este espectáculo nació en el espacio El Vivero, de la asociación catalana La Porta. “Es un trabajo que todavía está en proceso; nació de la idea de hacer un espectáculo a través del “messenger”, entre lo sublime y lo patético, algo muy abierto y cercano a la gente, en lo que yo estoy dentro y fuera al mismo tiempo”, comentaba en su coloquio. Entre los comentarios de los presentes, para Favio Mazzoni era un buen ejemplo de que en los tiempos que corren un artista puede crear un espectáculo solo, por sí mismo; Sebastiâo Milaré apuntó que era otra muestra de un tema frecuente en la escena actual, “la precariedad del yo”.
En esta misma línea de una cierta ironía del artista y sus caras se puede situar EGO-tik (2004), primer solo en la trayectoria del coreógrafo y bailarín vasco Asier Zabaleta. Zabaleta integra en su pieza dos acciones asimétricas, el desmontaje y montaje, pieza a pieza, de una torre de ladrillos de madera, en la que finalmente se encierra, alternadas con pasajes de movimiento y palabras, y proyecciones en tres monitores de imágenes suyas recortadas y distorsionadas, para componer un irónico autorretrato de las grandezas, miserias y agobios de un artista enfrentado a su trabajo y a los demás. “Estaba cansado de esa fachada impecable que uno suele mostrar; quería hablar de mí, pero de lo que cuesta mostrar y se esconde”, comentó el bailarín en su coloquio.