Presenciar el final

La M-203 y 683,3 kilómetros y 32 millas náuticas, son las dos sesiones finales de Presenciar el final, conducidas por Pili Álvarez, Carlos Granados, Vito Gil-Delgado y artistas invitados en un programa “de viajes a lugares extraordinarios dentro y fuera del CA2M (desde los almacenes del museo al fin del mundo) para vivir experiencias estéticas en las que confluyan el romanticismo más decimonónico y el absurdo más contemporáneo”.

La M-203

Caminito

lengua de arena

alumbrado

por cadáveres.

Muy cerca del CA2M nos espera un asombroso autobús privado que nos conduce desde Móstoles hasta un solar junto a una parcela que, a la entrada, anuncia un tanatorio. “Tanatorio” se titula también el primero de los textos que ha escrito María Bastarós para la ocasión, al que le siguen “el jardín”, “la carretera” y “el coche” y que son los sitios que vamos a recorrer durante el paseo, en donde nos paramos y en voz alta, entre todos, leemos. Unos días antes, me había llegado al email otro cuento de la misma autora llamado “Ritual Iniciático” y el prólogo de Camila Cañeque a su libro póstumo “La última frase”, lecturas que interpreté como una preparación espiritual para la sesión.

Camila Cañeque es una conocida performer barcelonesa de pelo negro y piel nevada que murió el pasado 14 de febrero, de muerte súbita, mientras dormía. En su prólogo, escribió: “No recuerdo cuándo empezó mi atracción por las últimas frases. Es un ejercicio de fetichización inconsciente, abrir un libro significaba ir directamente al final, buscar su cierre”. Y así fue coleccionando los finales de su última obra.

En “Ritual Iniciático”, María Bastarós cuenta el cuento de una niña que huye de su casa, a pie por la carretera del desierto, a la ciudad donde viven su abuela paterna y su amiga Laura. Se le cae la noche encima y la niña, muerta de sed y de frío, distingue dos luces y la silueta de un coche solitario en la arena, corre hacia él y encuentra el camino de vuelta a casa. 

La ficción que la autora ha escrito para recorrer la M-203 cuenta también la historia de unas adolescentes en una carretera perdida que, para ir de Alcàsser a una discoteca en Picassent, se suben en un coche desconocido. Y se cierra con la llegada definitiva de Miri, Toñi y Dessi a la discoteca Colors que “entran de la mano (en la fiesta), riendo de anticipación, seguras de estar en el mejor lugar posible”.

La M-203 es una carretera fantasma que tiene un final, nunca acabó de construirse y, por eso, termina. El paseo dura varias horas, empieza en el tanatorio, luego atravesamos un campo de flores, contra el cielo zumban aviones de lata y chisporrotean las torres de alta tensión, hasta que salimos a la carretera. La última parada es en una cuneta donde, entre las matas blancas, hay un coche calcinado. Nos sentamos de frente, como en un cine y leemos el final del relato de María Bastarós, cuando cambia la suerte de las chicas de Alcàsser y el de las niñas que desde los ‘90 se enfrentan al miedo de subir solas a un coche desconocido. Su final alumbra en el grupo de participantes a la sesión el pensamiento de que Camila Cañeque sigue viva.

683,3 kilómetros y 32 millas náuticas

Who lives more lives than one

more deaths than one must die.

En el autobús de vuelta de La M-203 nos prometieron que para la última sesión de Presenciar el final iríamos al fin del mundo, en busca del milagro, a 683,3 kilómetros y 32 millas náuticas de Móstoles. Y eso fue exactamente lo que ocurrió, el viaje duró 29 horas.

En 1975, con motivo de su última performance “In search of the miraculous”, Bas Jan Ader se propuso cruzar el Atlántico a bordo del Ocean Wave. En 1976, el pesquero gallego Eduardo Pondal encontró el Ocean Wave varado en las “Aguas del Gran Sol” y, sin rastro de Bas Jan Ader, desde el océano fue remolcado hasta la costa. Tras pasar unos días custodiado en el muelle de Vilagarcía de Arousa, el velero volvió a desaparecer y nunca más ha sido encontrado. La fotografía de arriba es la última imagen que se conserva del artista, partiendo de Massachusetts hacia el horizonte.

La desaparición de Bas Jan Ader y todo el asunto de Camila Cañeque me hizo pensar en Arthur Cravan, poeta y boxeador, del que no se sabe si se ahogó en el mar, los hay que dicen que toda la vida Cravan es un mito: sobrino de Oscar Wilde, presumía de ser su hijo, usaba mil seudónimos, vivía de la venta de cuadros falsos, hacía muchas trampas. Con el dinero del combate de boxeo contra el campeón del mundo Jack Johnson, desde Barcelona se exilió a Nueva York, donde le habían invitado Picabia y Duchamp a dar una conferencia y, allí, conoció a la poeta Mina Loy que le siguió en su huída de la guerra, primero a México y luego a Argentina. Cravan tomó un barco velero desde Veracruz pero nunca llegó a Buenos Aires, tampoco encontraron su cuerpo y como sus amigos no aceptaban que el Coloso estuviera muerto, no dejaron de buscarlo. Dicen que volvió a aparecer en otras partes, también puedes encontrar su nombre escrito en algunos barrios de Madrid.

Pues, así, en la última propuesta de Presenciar el final un grupo de personas nos entregamos a la promesa de ir al fin del mundo, a 32 millas náuticas de Finisterre, en busca de Bas Jan Ader. Lo que allí pasó, querido lector, se lo dejo a tu imaginación.

Ramona

Las impulsoras de esta última edición de la Universidad Popular del CA2M, intuían que presenciar el final en colectivo daba menos miedo y así se embarcaron en este ciclo de performances que despide a Vito Gil-Delgado después de 16 años currando en el museo. Menudo final más bello.





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