PENDIENTE DE VOTO DE BERNAT EN EL PAÍS

Esta semana pasada Roger Bernat estrenó en el CDN, en la sala pequeña del antiguo Olimpia de Lavapiés, hoy llamado Teatro Valle Inclán, “Pendiente de voto”, otro trabajo escénico donde Bernat pone el público en primer término. Vallejo, crítico de El País, sacó crítica, tiene gracia que habla de Losquequedan… Os paso enlace:

Critica de Javier Vallejo

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Encuentro con Antonio Fernández Lera
8 de febrero, Garaje Lumière, Madrid
Ediciíon: Eva Versus

Tercera y útima parte de la charla mantenida con el creador y autor madrileño.

Reflexiones sobre Magrinyana: ¿una compañía? ¿un espacio en el campo?

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ENCUENTRO CON ANTONIO FERNÁNDEZ LERA

En esta última edición de Escena Contemporánea ha habido un apartado de la programación dedicado al trabajo de Antonio Fernández Lera. A mí, personalmente se me encargó organizar un encuentro con él. Encargo bonito que pensando con el festival intentamos dar el mayor sentido. Así, llamé a un estimado colega, mejor amigo y excelso conversador Monsieur Óscar Cornago y fuimos durante un tiempo quedando y conversando con Antonio. Con ese recorrido llegamos al encuentro que ahora, de las sabias manos de Eva Versu,s salen ahora editadas en video con un poco del inmenso material que teníamos entre manos (gracias Antonio).
La charla fue larga y extensa y está dividida en tres partes. Las vamos colgando en el blog de Escena Contemporánea (que por cierto ha funcionado de puta madre esta edición y que recomiendo encarecidamente) pero quería compartirlas aquí también. Ahí van las dos primeras entregas:

1. Desde la palabra / Pradillo: Cruce de caminos

2. Esteve Graset y Pliegos de teatro y danza

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REACCIÓN Y POSIBILIDAD

Reflexión a partir de “3 Conversaciones en torno a la comunidad”. Encuentros realizados en el espacio Off Limits dentro de las actividades de Escena Contemporánea.

Ayer asistí a la última charla de los encuentros del Festival Escena Contemporánea en torno a la idea de comunidad. Después de Chantal Maillard y Amador Fernández-Savater le tocaba el turno al pensador Óscar Cornago. Cornago, que sin exponer e intentando romper la didáctica y la figura del conferenciante, fue deambulando y jugando. Deambulando por asociaciones y relaciones en torno a la idea de la comunidad desde un punto de vista más cercano a las “prácticas escénicas”, jugando con la idea de representación de él mismo allí hablando, evitando corpus y síntesis… Hablaba Cornago con Savater y Maillard sobrevolando. Qué es comunidad política, qué comunidad social… qué idea de comunidad es posible desde las escénicas o en las escénicas… Se habló de la importancia del espacio, de encontrarse en un lugar, de aventurarse a un viaje en comunidad donde uno tenía que aflojar la identidad previa con la que llegaba para poder en ese espacio, con el cuerpo presente, poder compartir. Luego llegaron las interpelaciones del público, las diferencias de visión de gente más politizada, las adhesiones de gente que veía una posibilidad de realización y de campo de trabajo en esa posible comunidad sensible o comunidad de sensibles a la que Cornago apuntó…
Mi reacción fue extraña, vectorialmente disímil. Es decir, me salí quizá de lo que allí se estaba tratando. De la dirección y el sentido que aquella charla perseguía. Medio entendía lo que allí se trató y al mismo tiempo reaccionaba no sabía bien a qué. Me salían, aunque callaba, soflamas futuristas, pseudo-fascistas, “…un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla…”. Pensaba manifiestos mentales. Reacción. Reacción de alguien que va al teatro solo, del que va contradictoriamente a un espacio público y compartido que es la platea, pero va zarandeado y expulsado de la vida, negando la vida que quizá es la más esencial manera de afirmarla, que va al teatro esperando encontrar, ni comunidades ni modelos sociales, sino iluminaciones, maneras de ver y concebir que me hagan cambiar la manera de mirar, es decir, que me hagan ver porque estoy ciego. El teatro como creación sanadora, bueno, eso es más a la Artaud, pero algo de eso también. El teatro como espacio donde un creador o creadores son capaces de entrever lo inasible, lo invisible, un espacio donde el deseo de trascendencia del hombre está en el centro. Unas veces con la realidad contingente, otras con la muerte acuestas, ootras a través de la palabra queda o la actuación precisa, otras con el cuerpo en dislocación poética y geométrica… Hay tantas maneras. Pero siempre con ese deseo de trascendencia que es también choque con lo contingente que nos limita y también nos conforma. Y ahí seguía, mascando, y sólo me venían a la cabeza personajes tildados de reaccionarios y personajes religiosos o ateos, pero tan cercanos unos de los otros.

Pensaba en el “museo imaginario” de Malraux, en ese museo mental pero real que este francés de pantheon expuso durante casi veinte años en sucesivas ediciones de Gallimard y de Galerie de la Pléiade. En ese museo personal donde todo conversa y se metamorfosea (cambia de naturaleza) al encontrarse. Pensaba, en síntesis, en qué pinta la comunidad en las artes escénicas. Y casi diría que nada, o diría que nada si no se parte o se tiene en cuenta esa relación primera y esencial que es la artística. En qué nos une una obra como el “El jugador” de Dostoievski, una obra donde uno en absoluta soledad encuentra un cuarto iluminado, algunas veces casi entrevisto pero allí lleno de claridad donde ves que el hombre es lo que lo destruye y que el deseo es aniquilación. A mí, en mucho. Transitar esa soledad compartida a través de las páginas con el escritor me hizo conocerme y reconocerme y poder ver tanto dentro como fuera de mí. Es ese el mismo proceso que como espectador sigo, llego a un espacio oscuro e íntimo donde cierro los ojos y los abro, para allá encontrarme con un espacio fuera del tiempo, que al mismo tiempo que niega la vida la alumbra. Busco artistas que cambien mi manera de vivir, que cambien mi manera de vivir, que la mejoren. Eso busco, ese es el principio motor, eso es lo que me hace desplazarme e ir.
De un buscador de perlas hablaba Bergman metafóricamente intentando explicar su oficio. En cierta manera, el espectador es lo mismo, un buscador de perlas que se sumerge, recoge una concha y muchas veces esta vacía. Pero otras no. Yo no voy al teatro a encontrarme con gente, ni a crear comunidad. Es más si por eso fuera, no iría. La encontraría en mi barrio, si lo tuviese, o me la inventaría en un barrio que hiciese mío. O volvería a los 16 años, cuando había barrio y parque y colegas y juegos e iniciaciones y paso del tiempo juntos.
Y sigo diciendo que todo esto es reacción desmedida. Pero reacción a no entender cómo se puede hablar de comunidad en las artes escénicas sin hablar de nada de esto. Cierto es que al final, al enfermo de ir al teatro, que es un enfermo vicioso, como soy enfermo de leer, su barrio por subsistencia se crea alrededor de estos espacios de búsqueda que son los teatros. Allí, en la barra de un bar, en los paseos en compañía posteriores a haber visto, paseos llenos de silencio donde se comparten momentos de efervescencia callada… Allí, digo, uno, como puede, intenta vivir en compañía y hace lo que buenamente cree que debe hacer. Es más, allí y gracias a lo que habíamos compartido en platea o en escena, he encontrado a dos o tres buenos amigos. Es más, allí, en los alrededores, creo que es posible crear espacios de comprensión compartida pero efímeros.
Así, con este sabor de estar pensando las cosas desde un lugar equivocado o por lo menos no procedente, seguí mascando. Cogí el metro, me paré en la cafetería Iowa, puto callejón del gato que estaba casi vacía en estos siberianamente incomprensibles días madrileños. Comí algo, eché una moneda a la tragaperras, me tocaron 24 euros, me acordé de Dostoievski, seguí mascando lo contradictorio que era haber ganado, que la cena me saliera no solo gratis sino con plusvalía. Me dirigí a mi casa de la calle Valverde, me acordé por infinita vez del libro de Aub, llegué a casa y me puse a leer compulsivamente a Adorno. Y me dormí negando la vida y me adentre en los sueños con frases como estas dándome vueltas a la cabeza:

El movimiento inmanente del arte contra la sociedad es uno de sus elementos sociales, pero su actitud manifiesta respecto de ella. Su gesto histórico rechaza la realidad empírica aunque la obra de arte, en cuanto cosa, sea una parte de ella. De poder atribuirse a las obras de arte una función social, sería la de su falta de semejante función. Al diferenciarse de esa realidad que está como embrujada sirven para encarnar, negativamente, un estado en que la realidad llegaría a buen puerto, que es el suyo. Su encantamiento es el desencantamiento.

La denostada incomprensibilidad del arte hermético es el reconocimiento del carácter enigmático de todo arte. La indignación ante sus obras procede en parte de que sacuden la comprensibilidad de cualesquiera otras. Es universalmente válido el hecho de que las obras aceptadas como comprensibles por la tradición y la opinión pública quedan como galvanizadas en sí mismas y se hacen incomprensibles; las que en cambio lo son de forma manifiesta, las que acentúan su carácter enigmático, son potencialmente las más comprensibles. El arte en sentido estricto carece de conceptos aun en los casos en los que los usa y adopta una fachada de comprensión.

La experiencia estética lo es de algo que el espíritu no podría extraer ni del mundo ni de sí mismo, es la posibilidad prometida por la imposibilidad. El arte es promesa de felicidad, pero promesa quebrada

El hecho de que las obras de arte estén ahí nos indica que lo no existente puede ser.

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CONVERSACIÓN FDZ LERA/RODRIGO GARCÍA

“Aventuras de un sexshopista”
Artículo sobre Festival La Alternativa 2000 debido a los estrenos de “Haberos quedado en casa, capullos” de Rodrigo García y “Monos locos” de Antonio Fernández Lera.
Publicaco en La Razón, suplemento Pasaporte.
Fecha: 25 de febrero del 2000

miguel angel altet, haberos quedado en casa capullos
Foto: Luis Sevillano
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ANTONIO FDZ LERA: RESEÑA DEL LIBRO “LAS ISLAS DEL TIEMPO”

“Las lslas del tiempo”, de Antonio Fernández Lera
Edición Contextos, Pliegos de Teatro y Danza.
Edición digital: www.caoseditorial.com

Publicado en la Revista Gatos en Escena, 2003

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Fernández Lera está esta semana con varios trabajos en el Festival Escena Contemporánea. Rescato la reseña de la publicación en Pliegos de featro y danza de “Las islas del tiempo”. Esta editorial, creada a principios del XXI por Lera es hoy, para muchos, fundamental y además está de enhorabuena ya que Lera acaba de publicar un número doble 43/44, un número muy especial sobre Esteve Graset: “Velocidades y quietudes”.

Hablar sobre este libro es difícil. Te entra miedo teclear sin ton ni son, de dejar que tus manos sigan a tu cabeza. Quizá sea por la precisión. Cómo escribir sin precisión de esta obra donde cada dialogo está Ileno de detrases, donde cada personaje cuando habla deja de decir, contiene o respeta; donde la emoción esta cogida con silencios, amarrada con tiempo, marcada por un olvido imposible. Fernández Lera, dramaturgo y poeta, o poeta y dramaturgo, o todo a la vez, utiliza un campo de juego distinto a sus obras precedentes -“Proyecto Van Gogh”, “Plomo caliente”, “Monos locos”, “Mátame, abrázame” entre otras-. De una manera de estructurar obras desde el fragmento no narrativo, Lera pasa en “Las islas del tiempo” a narrar una historia. También, como en sus trabajos anteriores, de manera fragmentaria, donde prima la palabra iluminaria de lo no dicho, es decir, la palabra poética, dando fotografías de diálogos separados como islotes en el tiempo, pero hilando una historia que el lector sigue sin ninguna dificultad. La historia: el rencuentro entre una hija de dos personas desaparecidas en un régimen de terror y sus abuelos. Una hija que vive con otra familia sin saber su origen genealógico y unos abuelos que encuentran tras años de búsqueda. Lera deja el contexto fuera de la obra y va a por los problemas de ese rencuentro: cómo evitar que la emoción paralice el diálogo, indagar cómo es posible ese diálogo entre personas rotas, separadas y ajadas por la historia con mayúscula sangrienta, qué significa el respeto y la generosidad, la comprensión del otro, la identidad. Ese despojo de sentimentalismo, de monólogo enfático en una situación tan adversa, debería dirigir, orientar, a quien se atreva a montar esta obra que bordea la tragedia contemporánea tantas veces mal hecha, mal sentida.

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LAS ISLAS DEL TIEMPO

De Antonio Fernández Lera
Estrenada en 2003 en la Cuarta Pared
Publicado en la revista “Gatos en Escena”

antonio fdz lera islas foto

Fernández Lera está esta semana con varios trabajos en el Festival Escena Contemporánea. Rescato la crónica publicada de “Las islas del tiempo”.
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SOBRE EL DESEO

Performance-pieza
Michela Depetris
17 de nov de 2011 (Espacio Taller, Matadero, Madrid)


Tú sola quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
sino el deseo de todos,
malvados, inocentes,
enamorados o canallas.

Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida

(Luis Cernuda).

Dentro del festival Accion Mad se coló el trabajo de esta pequeña italiana, un trabajo puramente escénico y experimental que no dejó de reflexionar en acto sobre lo que era el espacio y en él, la imagen y la consecución. Trabajo íntimo y crepuscular sobre la composición en escena, donde todo era construido con el público ante la necesidad solitaria de poder componer. Estoy sola, no tengo a nadie, necesito cuerpos, tiro de los que tengo.

Lo interesante de este trabajo era la capacidad de composición y de relfexión, al mismo tiempo, sobre lo que es componer en escena. Michela iba construyendo y dudando. Un espectador daba su corazón para, a través de un micrófono, hacer de metrónomo. Otro espectador era invitado a enmascarse en hipopótamo, otro en ciervo, otro en tigre… Otros leían consecutivamente el mismo texto.

Michela, se movía por la escena que parecía transformarse en espacio mental donde podíamos verla pensar e imaginar. Y en el fondo de ese pensamiento imaginativo Michela inscribía su deseo, un deseo en el que se unía la capacidad de no estar muerto del menor de ocho años, la capacidad de ser niño, la tensión llevada en calma y la curiosidad. Deseo cosido de curiosidad, mundo íntimo y propio construido sin luces, con un pequeño tocadiscos, cuatro caretas, tres muñecos, un micrófono, una polaroid y tres pequeños patos tricolores.

Miedo da un trabajo tan frágil. Frágil por el contenido escénico y frágil por la soledad desde donde está hecho. Soledad creativa y de infraestructuras. Aunque la fuerza y resolución esgrimida en el espacio Taller de Matadero habla de que esto aquí no se acaba.

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ESCENA POBLENOU: UNA PREVIA

escrito entre las 18:30 y las 19:10 del 20 de octubre.

He llegado a bcn, lo primero la luz, aunque estés en medio de una de estas urbes de mierda y cemento la luz se sigue imponiendo, no sé si mediterránea o no, pero luz ancha.

Llegué al hotel, discutí en recepción para no perder la costumbre, me encontré a Ajo sonriente en un pasillo, sorprendida de verme, y me dijo algo entre alambres. Desempaqué y me duché con luz roja. No sé para que son estas luces rojas de hotel… Al final, el ojo se acostumbra y más que excitado ves todo amarillo.

Estoy en Poblenou. Siempre me gustó este sitio, esta barriada comida por Barcelona, me gustó y me gusta por lo que tiene de contradictorio, de barrio charnego y ultra al mismo tiempo, de barrio “tirao” y de intentos de que esto pete “parriba”. Puto barrio envejecido lleno de pequeños bares donde suenan las tragaperras. He pasado por la plaza del Can Felipa, centro sede del festival con techos que quieren ser parisinos. En tres horas hay una actuación de circo aquí en la plaza, “Instants” de la compañía Tangram, espectáculo producido por el festival y por la Central del Circ. Lo primero que he visto es una furgoneta del puto FOCUS, qué repelús, qué rechazo… Y me interrogo porqué tanta animadversión, porqué lo primero que me viene a la cabeza es qué mal empezamos. No vamos a contar ahora quien es FOCUS y su albacea y mecenas de la cultural “Daniel”. No es eso, además tan solo son eso, una empresa avida y a la que le va bien por estas tierras. Mi rechazo no es a la industria, estoy harto de marginalidades autoimpuestas que llevan a la endogamia. De dónde viene mi rechazo, eso es lo que me pregunto. Y al final me digo que hay un poco de: ¿también aquí? ¿en Gaudi y en Poblenou? Y otro poco de: ¿no hay gente que pueda hacer este trabajo con más mimo, cuidado y comprensión…? Un poco de autogestión, o no, pero esa puto furgo toda negra y amarilla me solivianta. Me lo haré mirar.

Así que he decidido deambular por estas calle y estos bares, por estos Can Tere, Can Javi, etc. Bares pequeños, tragaperras, televisores y pequeñas barras metálicas. Y al final he dado con el Bar Lanteira, en la calle Bilbao nº85. Lo regenta Ramón, granaino de la localidad de mismo nombre que lleva 45 años trabajando en Barcelona. Todos los años dice que se baja un mes a su pueblo. Su acento está como preso en una doble cheesburger, irreconocible. Y me he encontrado con una reunión a once en mesa cuadrada. Parecía una reunión de cualquier comunidad de vecinos. Ha llegado el apostol nº 12 con maletín negro y casco de moto: el gestor, me he dicho. Será que no hay Judas. Pero algo no cuadraba. Le he preguntado a Ramón si eran vecinos, me dice que sí, pero de una empresa que ha cerrado, que han quedado a ver cómo van hacer con los despidos. Le pregunto de qué ramo, de la ferretería, me constesta.

Y ahí están, entre posters del Barça, de Mesis y Guardiolas. Bajo un gran cartel de la Champions 08-09. Valencia-Roma reza el cartel. Y entre fotos desvaidas de equipos de barrio. Pienso en un amigo, o lo que fue un amigo que hoy no es nada, del Ferrol, que me enseñó una foto similar que sacó de su cartera. Entre los jugadores estaba él. Me dijo: de estos 18 solo quedamos dos, los otros murieron por la heroina.

Y me sorprende que llevan más de media hora hablando y nadie alza la voz. Bueno, el nº 12 habla más y es el único que apunta cosas en una hoja. Son diez hombres y dos mujeres. Ahora, creo, están llegando al meollo, la cejas se aprietan y su mesa se junta de ojos fijos y arrugas atentas.

A causa de ellos he cogido el boli ¿qué coño hago en Poblenou? En la décima edición de este festival que desconozco pero del que algo intuyo… Vengo como programador de qué. Vengo a intentar comprender y para eso tengo que escribir, qué sino.

pd:  parece que se acabó, egunón y eskerrik asko.

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LA CIA. LA COCINA EN MADRID

Calla y Come
Cia. La Cocina
Teatro Triángulo. 23/9/2011

Aquí ando, comiendo en la cocina, bien calladito. Acabo de ver “Come y calla” de la compañía bilbaina La Cocina en la Triángulo. Están hasta el domingo. Compañía de nuevo cuño pero de gente larga. Compañía formada por tres actores Enriqueta Vega, Na Gomes y Pako Revueltas y un acompañante, Sergi Fäustino. Y compañía recién formada que nace de una de esas buenas ideas de la Fundición de Bilbao el año pasado. La Fundición da la posibilidad de una residencia de 15 días en su sala a un colectivo cercano a la sala y se busca un “ojo externo” para que acompañe.

Este fue el primer experimento. Ya han sido cuatro, los podeís consultar en la programación del 2010 y el 2011 de la Fundición, está dentro del epígrafe “tinto de verano”.

La compañía en “Come y calla” decide sacar el proceso a escena, un teatro dentro del teatro, por decirlo de alguna manera. Esa es la situación planteada. Tienen que hacer un “algo” en 15 días. Y vemos a estos tres actores enfrentándose al proyecto, sus dudas, su cansancio y también sus ganas de hacer, de seguir trabajando. Vemos cómo nacen las propuestas y cómo se discuten. Siempre con chufla, o más que chufla, con mala leche. La obra está llena de humor autocrítico.

En el escenario se van haciendo unas lentejas. El escenario es eso, un taller que nosotros acentuados espectadores de cuarta pared vemos cuando nos dejan, cuando se corre el telón, literalmente.

Bueno, aparte de circusntancias, metámosnos un poco en la obra. Se abre el telón y aparece una mujer gata, con careta de gata, encima de una mesa. Se cierra el telón. Se abre el telón, aparecen los tres actores, inmóviles, Revueltas da con la cuchara de madera en la olla y empiezan a hablar, a vivir la ficción de la escena.

Ahí está toda la propuesta. Por un lado, la acción poética, estática o no, de cuerpo o objetual, pero en un código teatral de signo e imagen. Por otro, la representación llevada a la simulación extrema de verisimilitud. Se habla del trabajo que se está haciendo, se habla desde la persona que no es personaje, pero se circunscribe a un teatro representado aunque sea llevado a su máxima simplicidad en la actuación y el decir del texto. Y ahí, la compañía, siempre salvaguardando no encorsetar el dispositivo, lo van cruzando con una dramaturgia quieta, no obvia. La obra va relacionando, se va hablando de lo que no queremos ver, de lo que ignoramos aún a sabiendas, se enfrenta la compañía al vértigo que es asomarse a lo escondido en nosotros mismos, primero lo social, luego lo íntimo.

Revueltas es un tipo como que va de frente, que se ha metido en todas las del teatro vasco cuando había que defender o apoyar… Hace poco, después de llevar toda la vida en un teatro independiente (pero no en plan teatro independiente de los 70), de pasar de chupar pasillos o conformar empresas, Revuelta lo hizo, conformó empresa, se puso con distribuidora, apalabró bolos y pidió subvención… No se la dieron. A los personajes que se significan siempre le nacen enanos en los cojones. Y éste le nació en la comision de valoración de la subvención. Y el enano echó para atrás el proyecto. Y nadie dijo nada. Toda aquella profesión con la que Revueltas había estado arrimando el hombro, defendiendo, miró para otro lado. Para salvaguardar el plato de lentejas, dicen mientras estas mismas se van cocinando en escena. Pero ahí, y eso es lo inteligente y arriesgado, por sincero, por íntimo, Revuelta cuenta a sus compañeros, al público, Pako dice que lo pasó fatal, que estaba jodido llorando por las esquinas porque no le habían dado la subvención y que al verse así, viendo cómo él, fuerte y arraigado que creía ser, también era un mierda que quería lo que muchas veces había desdeñado y criticado pues se sintió, sobretodo, frágil. Ahí entra la fragilidad, la identidad como careta, la verdadera que es políedrica y juega al escondite, ahí entra una bola que gravita alrededor de un vaso de leche, que está claro que va a acabar golpeando y rompiendo. Ahí entra la pareja, el chiringuito que no queremos perder aunque el amor se haya ido. Ahí entra lo punkis o agerridos que somos para fuera y quienes somos hacia dentro.

Y en ese tono calmo, la compañía empieza a hacer, transita del dialogo a la acción. Se permite cantar, bailar y encontrar el bonito sitio desde donde hacerlo. Van ahondando, Enriqueta saca el animal escénico que tiene dentro al mismo tiempo que trabaja la fragilidad. Nacho se atreve a hacer un texto, a decir un poema… Encuentra la compañía un espacio flexible y libre donde poder permitirse, donde además, con cabeza y sin querer formalizar ni intectualizar, ir desgranando pequeños destellos de tres seres humanos solos…

No sé, están hasta el domingo en La Triángulo. La obra, si bien no es el obrón a donde uno llega, sí es un puerto desde donde zarpar. Ellos lo saben, me imagino que Fäustino ahí ayudó metiendo manos de simplicidad inteligente. Ellos saben que tienen un pequeño juguete, donde la investigación no va hasta la muelas pero puede hacerlo en el futuro. El público presencia una levedad construida con levedad, pero al mismo tiempo una levedad llena, llena de sinceridad, de hallazgos, de capacidades. Caray, eso, como se suele decir, es oro. Y más en estos tiempos de encorsetada simulación mediocre.

Id a verla, si alguien lee esto, que vaya a verla. Para qué coño sirve escribir sino, ¿para hacer arqueología blogera? ¿historia del olvido? Bueno, larga vida a la Cia. La Cocina.

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