Pero, ¿quién es Strindberg?

acreedores
*Artículo publicado en la revista FOP Magazine, revista del Festival de otoño a primavera de la CAM.

Un día caminando con Óscar Cornago, uno de los pocos investigadores de la escena contemporánea que hay en España, me espetó con cara seria y convencida: «Pero, ¿qué sentido tiene hoy ponerse a montar un texto escrito hace 50, 100, 200 o 500 años?». Pregunta de confrontación más que mera provocación hueca. Cornago es un pensador de confronte, capaz de ponerse el objeto de estudio, en este caso el teatro y la danza, lejos de sí mismo y mirarlo con extrañeza, darle golpes a ver cómo suena; e, incluso, si es necesario, mirarlo a oscuras. Y me quedé pensando. Pensaba en los innumerables montajes de clásicos y de repertorio de los siglos XIX y XX que he visto en los que se apostaba por «contemporaneizar». La palabra ni existe en nuestro diccionario. Montajes en que se vestían épocas vetustas de oficinas prefabricadas del XXI, personajes de Shakespeare con corbata e, incluso, unos reyes finales deFuenteovejuna con caretas de Bill y Hilary Clinton saludando a un pueblo con banderitas americanas. Tan solo eso cambiaba. El texto, el sacrosanto texto, seguía con los mismos ritmos y maneras de decir. Y la escena, la menos sacrosanta escena, seguía trabajándose desde la tradición, ya fuera esta del teatro burgués, del teatro aristotélico, del isabelino o del Siglo de Oro.

Pero no hagamos todo risible y fácil. También me acordaba de montajes bellos que partían del texto y apostaban por un verdadero teatro de creación. Aquí está la palabra clave, creo, a la que Cornago apelaba: qué sentido tiene hoy para un grupo de personas juntarse en torno al arte teatral si no es basándose en la voluntad creadora. Un ejemplo claro que pudimos ver en Madrid hace cuatro años: Un hombre que se ahoga, de Veronese, basado en Las tres hermanas, de Chéjov, y en el que, curiosamente, además, actuaba Pablo Messiez. Teatro basado en el actor, capaz de llegar a momentos que recordaban la fuerza del Vania de Louis Malle.

Y seguía pensando, intentando responder a Óscar en la distancia, en esa tercera vía en la que incluiría este inclasificable montaje de Claudia Faci: A-creedores. Una línea que no trabaja desde y para el texto, sino a partir de él, hacia sitios ignotos. En España, los ejemplos de esto son pocos. En estos últimos 15 años, recuerdo cuatro montajes que ejemplifican esta corriente: Aftersun (2000), de Rodrigo García, verdadera recreación del mito de Faetón, que se pone de pie sobre la tradición homérica y de Eurípides para dar con uno de los montajes fundacionales del siglo XXI. Otro ejemplo es una de las piezas que giraba en torno a la figura de Hamlet dentro del ciclo Bona Gent (2002), creado por Juan Navarro y Roger Bernat, ciclo hermoso y extremo donde se experimentaba un teatro convencido de que ya no tiene nada que contar, que el teatro no puede representar nada, sino tan solo presentar una realidad. Otra pieza, proveniente de la danza y que pudimos ver hace dos años en Madrid, es la de la coreógrafa Olga Mesa sobre el dramolette de Robert Walser Blancanieves. Y, por último, la soberbia obra que montó Angélica Liddell también sobre Las tres hermanas de Chéjov: La casa de la fuerza (2009).

Es en esta línea donde creo que se encuadra el trabajo de Faci. No importan Chéjov, ni Shakespeare, ni Homero, ni Walser, ni Strindberg. Importan la escena y el ciudadano, el ser humano y su identidad construida a base de amor, deseo y frustración, la sociedad y su realidad política. Aunque pongan a la Nora de Ibsen dando vueltas en un tiovivo o a la pobre Julia de Strindberg proyectada en vivo en un seis por seis, los conflictos del teatro burgués tradicionalmente representados tienen más de arqueología melancólica que de verdadero reto intelectual y escénico para un espectador crecido en esta sociedad postopulenta. La pregunta de Cornago no solo compete a quién hace, sino a quién mira. Y este es el reto que Faci ha afrontado con determinación: quién está a cada lado de la mirilla. La escena se transforma en un espacio performático y Faci acepta ese juego de superposición donde se diluyen el que acciona y el que observa hasta llevarlo a la ataxia, algo a lo que la propia estructura de la obra de Strindberg invita. El juego escénico presente en el texto del autor se convierte en juego metafórico, político e identitario en la puesta de Faci. El punto de vista se desliza, se disloca. La verdad se tambalea.

Pero en el centro sigue estando Tecla, que es Orazi, que es Faci; que es, en cierto modo, poética de cuerpo animalizado, usado. Faci ha puesto primero el cuerpo como no podía ser de otro modo. Y con él ha conversado con la escena, espetándonosla con multiplicidad libertadora: danza, baile, canto, sonido, textos y superposiciones de géneros y lenguajes con voluntad compositiva. La apuesta es en el buen sentido de la palabra alta. Llegan a Madrid con tan solo dos plazas por detrás, con la obra en germen. Pero no se equivoquen. Sí, se canta a Talking Heads o a Nina Simone, incluso se dice un texto de Kane de su obra Ansia o un extracto, desde lo incómodo, de la Sonata de otoño de Bergman. Pero la escena se reduce a unas mesas, una silla y una alfombra. Ninguna modernidad más. El eco de un texto y la libertad escénica. Esa es la apuesta.

Faci cuenta con uno de los equipos más selectos de nuestra capital: el maestro Marquerie a las luces; el señor del ruido, verdadero investigador sónico de nuestra escena, Óscar Villegas; y los actores argentinos capitalizados Fernanda Orazi y Pablo Messiez, capaces y ávidos por el salto al vacío. Faci, con toda su tradición personal a cuestas (bailarina de 10&10 o Teresa Nieto, actriz con directores tan disímiles como Mario Gas o Paco Suárez) y con una carrera desde 2006 como creadora escénica, aborda con fuerza este intento de seguir tejiendo. Llevaba ya varios trabajos donde su intimidad quedaba expuesta en escena, donde trabajaba desde su cuerpo y su vida. Me decía el otro día que esa etapa ya estaba finalizada, agotada… Por lo menos por ahora. Este A-creedores es un siguiente paso, paso donde uno intuye y huele una creadora con carácter y sin miedo. Y a través de ese eco lejano, de ese texto misógino, burgués, inteligente y lleno de cargas de profundidad de Strindberg, Faci espeta: «quién eres, qué quieres, qué es esto».

Del 26 al 29 de marzo en Teatro Pradillo

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