LA MEMORIA ES UNA RUINA

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Fotografía: Javier Marquerie

Ir a Novés era crearme un aislamiento para escapar del aislamiento enervante que me rodeaba a diario. Teóricamente me había resignado a ser un buen burgués, soportar la mujer y la casa en apariencia, disfrutar unos ratos agradables con María y costearme los caprichos que quisiera. Pero en realidad las dos mujeres me tenían harto y me forzaban a una comedia constante; y el dinero no era ni había sido nunca de gran importancia para mí. En cambio, mis deseos de haber sido un ingeniero, mis deseos de escribir, tenía que darlos ya por imposibles. Me había asomado a la política y aun había tenido ilusiones en 1921, cuando trataba de formar el Sindicato de Empleados de Madrid. Pero indudablemente yo carecía de la flexibilidad que es necesaria para someterse a un partido y hacer carrera política. Pretender que la buena voluntad es bastante para hacer una labor provechosa era ingenuidad. Sin embargo, no podía renunciar a ninguna de estas cosas y resignarme a ser un burgués satisfecho.

                                                                        La forja de un rebelde, de Arturo Barea
(Capítulo I, “El pueblo perdido”, del tercer tomo de la triología, “La Llama”).

 

 

Noves 23 de noviembre del 2014.   Acabamos de estar en Novés, Javier, mi amigo, Manuela, mi hija, y yo. El pueblo al que Arturo Barea venía a descansar los días previos a que comenzase la Guerra Civil. Pequeño pueblo donde desdobló su vida de burgués con mala conciencia. Barea había conseguido sobrevivir a la guerra de África, de donde salió espantado y ya enfermo para toda la vida.

Llegó a este pueblo casado y con hijos, en un matrimonio en declive, trabajando en una casa de patentes alemana, yendo a tomar chatos a Lavapiés para ver a antiguos amigos y a su madre, lavandera del barrio, a quien por fin podía ayudar pecuniariamente. Pero inquieto por una vida que le parecía mentirosa, la suya, una vida acomodada, con mujer y amante, al mismo tiempo que veía un país que se estaba jugando identidad, futuro y vida.

Novés es hoy un pueblo pequeño, de horrorífica estampa urbana, como toda la comarca. Nos paramos en su plaza principal, Plaza España: el Ayuntamiento, cuatro bares y dos pequeñas casas solariegas. Intentamos mirarla con ojos de hace 80 años y todo se desdibuja, no conseguimos imaginar cómo sería este pequeño pueblo a comienzos de la República, aunque tengamos la impresión de que todo, en cierto modo, sigue igual. Tampoco debió tener mucha casa solariega y señorial este pueblo castellano manchego, toledano, a 70 kilómetros de Madrid. Barea describe un pueblo pobre, más bien conformado por una muchedumbre harapienta y llena de hambre y cuatro potentados brutos y auspiciados por el cura y la Guardia Civil.

En este pueblo Barea comienza sus pequeños ensayos de rebelde. Probatinas en microcosmos controlado. Abandona el casino, espacio que es el que le corresponde como empleado capitalino, y opta por ir a una tasca donde el campesinado se ahoga y refresca a base de chatos. Trasgresión idiota, vista hoy en día, pero que en la España de comienzos de los años treinta podía tener muchas consecuencias. Barea elige su sitio y allí organiza y ayuda a organizar una lucha opositora al caciquismo que viene desde hace lustros cegando vidas y posibilidades de cualquier mejora.

Y cuando se acercan las últimas elecciones organiza actos pro republicanos y pro frente popular, actos de información al campesinado y que sean demostración de fuerza suficiente para convencer al votante que está vez es posible. Novés, una vez comenzada la guerra, se declara nacional y sanguinaria, muchos serían fusilados, muchos reprimidos o simplemente borrados de la faz de la tierra. Pero esa es otra historia, o no tanto, este pueblo sigue oliendo a 40 años de franquismo y 36 de pseudo democracia hortera y urbanística.

Pasamos por la Iglesia donde sigue quedando una cruz de granito donde se intuye el omnipresente “Caídos por Dios y por España” en un puzzle donde faltan más de la mitad de las letras. Todavía se notan los huecos de los clavos herrumbrosos que debían sujetar la placa con los nombres de los muertos.

Nos informan dónde sigue estando el casino, ¿será el mismo? Hablamos con otro lugareño con gorra militar con estrella de cinco puntas y bandera cubana, en la conversación dejo caer el nombre de Barea pero no se da por enterado. Entramos en el casino, casona pobre de unos 50 metros cuadrados que ahora regenta una familia marroquí, que nos recibe con un buen vino de Méntrida y unas sabrosas migas. La parte de atrás guarda algo de lo que fue, un lugareño nos informa que esa zona es la única que se ha conservado, que allí es donde los potentados se jugaban los cuartos y las tierras. En la parte de adelante, en la barra, tres grupos de campesinos del lugar hablan con lenguaje de reales y arrobas aunque digan euros y sueñen en metros cuadrados.

interior casino noves Fotografía: Javier Marquerie

Javier se queja de que en la serie de Mario Camus sobre “La forja de un rebelde” el casino de Novés tenía sillones y columnas. Pero nos da igual, uno puede ver de qué iba esto y de qué sigue yendo. A Manuela, a la que le hemos contado la historia de Barea para introducirla en la jornada, ya le da todo igual y canturrea una canción pop. Aun así, nos pregunta con desgana qué es “comunismo”. Le damos la versión cristiana, por algo hay que empezar, y decidimos irnos a Torrijos a comer.

Javier se retrasa y me quedo a solas con Manuela en dirección al coche. Le cuento el día que acabé la novela de tres libros de Barea en mi casa de la calle Monserrat. Cómo me emocioné como nunca antes por lo que había leído, por el empeño de aquel hombre en revolverse por lo que creía justo, por lo que en aquellas páginas había aprendido y cómo había ampliado mi idea de lo que era y es España y por ende de mi mismo que, en definitiva, soy español. Le intentaba explicar ese momento en el que se me amontonaban en el pecho todo el peso de la pesadilla de este puto país, la pena por la triste historia de Barea, y la mía propia, pos burguesito bien pensante. Y le conté cómo fue acabar el libro y ponerme a llorar como un niño chico.

Dejamos Novés sin añoranza, sin sensación de haber cumplido, ni siquiera de haber cumplimentado, sin esperanza ni conclusiones, con impresiones vagas y el cielo encapotado, cubierto.

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One Response to LA MEMORIA ES UNA RUINA

  1. Fernando says:

    Sigue escribiendo por aquí. Leerte es una mala costumbre que no quiero perder. Un placer.

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