LA DUREZA VERTICAL DE TANIA ARIAS

Artículo publicado en El País

La bailarina madrileña presenta hasta el domingo en el Teatro Pradillo ‘Infinito – besos =’, pieza en construcción con otros compañeros.

La “otra” danza madrileña resiste. Esa es una de las buenas noticias de este estreno. La otra buena nueva: el paso firme y la voluntad de no extinción de una de las bailarinas con más fuerza escénica de la capital: Tania Arias Winogradow. Hoy, Arias presenta Infinito – besos =, pieza en construcción para la que esta madrileña se hace acompañar, habitar, para luego exorcizar, por compañeros de ruta cercanos: el bailarín canario Mauricio González, el actor Juan Loriente, la bailarina y coreógrafa Mónica Valenciano (Premio Nacional de Danza 2012) y un invitado que prefiere mantenerse en la sombra y se hace llamar Manuel D’Emmergence.

La pieza tuvo su primera confrontación escénica en noviembre pasado en la Sala DT. “Esa es la idea, continuarla. En DT estaba de manera primigenia, muy cruda, y ha ido desarrollándose, hemos seguido colaborando, se ha unido Mónica Valenciano que se enganchó y comprendió desde donde podíamos hacer viéndolo en DT… Esa es la intención, seguir trabajando y poder abrirlo al público cada cierto tiempo como ahora en Pradillo”, explica Arias sobre esta pieza que ha contado con apoyo de La Casa Encendida y que estará dentro de la programación de Madrid en Danza a finales de este año. Pero no fue siempre así. Esta pieza es el resultado de un periplo largo donde una bailarina formada con Ullate, que abjuró del clásico y fue transformándose con creadores como La Ribot, Mónica Valenciano o Mathilde Monnier, decidió seguir bailando fuese como fuese.

A Tania Arias ha sido difícil verla trabajar en estos últimos años. Alguno puede haberla visto bailar con Estela Lloves en el festival hecho en pisos particulares Living Room de Madrid, en la Sala Nasa de Galicia justo antes de desaparecer  o en la inauguración del Teatro Pradillo con una pequeña pieza, El último salto de Nijinsky… Y quien lo ha conseguido ha tenido la oportunidad de ir viendo conformarse una mirada en escena. Porque Arias cuando baila mira el mundo. Lo escruta con ojos fijos, con mirada dura. Mirada conformada por mismas cantidades de determinación que de fragilidad, de exposición que de técnica, de libertad que de duda. La suya es una técnica vertical, que rechaza la floritura pero que acaba dejando entrar en tensión lo poético. Danza como ejecución, pero ejecución con grietas, donde el espectador intuye una lucha no explícita del intérprete por poder encontrar un movimiento justo que pueda retener y defender como propio. Es difícil explicar cuál es la fuerza de un bailarín en palabras pero al mismo tiempo es evidente como espectador cuando la ves hoy que te encuentras ante un “bicho escénico”. Pero el camino no ha sido fácil.

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