Escribo al mismo tiempo que la compañía de Messiez estrena en la Cuarta dentro de este desnaturalizado Festival de Otoño de estructura intermitente y fantasmal que tan bien encaja en los tiempos que estamos viviendo.
No voy a ver la obra estos días, no puedo. Pero hace más de una semana fui a ver un ensayo en un gesto generoso de la compañía que estaba pasando y pasando la obra antes de su estreno en Avilés. No había luces, no había espacio y los tiempos eran marcados por un chasquido de los dedos de Messiez. Es decir, no asistí a la obra y no puedo hablar de ella pero llevo unos cuantos días pensando en ella. En ella y sus alrededores. Y quería compartir algunas ideas que llevan acompañandome estos días… Con ese ánimo escribo.
LA PESTE
Hay una idea subvertida en esta puesta que funciona y agita la mente. La sociedad está enferma, esta sociedad científica, positivista, “pos-descartiana” (si eso existe), que ha intentado desnudar la verdad creyendo que se hayaba en aquello despojado de adornos, está enferma, apestada. Cerca incluso de la extinción. En pos de una coherencia de tratactus hemos ido velando y apagando la esencia de las palabras que no es otra que su rica e inabarcable semántica. Semántica que depende de su uso, de su combinación con otras palabras. Esa enfermedad en la obra de Messiez se vuelve física, de bubón y lepra.
Y el retruécano en la obra es que, poco a poco, en esa sociedad que ya ha perdido la esperanza se extiende una cura que va de boca en boca: hay que rimar, hay que hablar en verso. Hay que hacer lo que esta sociedad ha denostado, literaria y cotidianamente, para sanar. El artificio, demonio del apostol contemporáneo, sana.
La lectura de la obra, tanto a nivel de los hombres (donde amor y amistad sobrevuelan), como de los ciudadanos (donde la política se arrastra en la cifra), como del arte (de la escritura misma, del arte escénico en última instancia) es ciertamente agitadora. Y Messiez trabaja esas lecturas de manera meta-teatral dando a la obra así aún más vericuetos y segundos significados.
LA FUERZA DE UN COMIENZO
Buen ejemplo de esto que estaba intentando explicar es el principio de la obra. Alicia Câlot sale a escena, y con el verbo duro y seco y bonito del castellano dice, pregona como si se nos convocara a la plaza a ver. Suena a comediante de la legua, el texto es poético, lo justo, Alicia lo clava y resuena al mismo tiempo el comediante de la legua y el teatro de Artaud, ese teatro con la peste rondando que ninguno hemos visto. Todos esos elementos unidos, a los que se unía la voluntad de arraigo en Madrid de esta compañía de origen argentino, sonaban en el ensayo. Fue bonito ver eso en un ensayo, e imaginar la proyección de lo visto en un escenario. Y saber (aunque uno se puede equivocar) como iba a pegar en el pecho de la platea.
Otro ejemplo de esta meta-teatralidad, de este juego donde se piensa con la forma, el código y el formato, son las tres mujeres de pueblo llano de la pieza. Y no por el andaluz extremo de Estefanía de los Santos uno se acuerda de la lectura del “Marimeneo” de la Zaranda, de esas mujeres de plaza sin tiempo. Parece dialogar la obra (al ponerla y confrontarla con otras maneras de decir y componer) con la teatralidad argentina de la que surgen Messiez, Orazzi y Marianela. Parece dialogar esta obra con los textos rápidos y extrañados, de vuelo intelectual e ingenio conversacional tan presente en lo que se dio en llamar el nuevo teatro argentino (y metan ahí, con toda libertad y todas sus diferencias desde a Daulte, pasando por Spregelburd, hasta Zorzoli). Parece como si las palabras de esas mujeres, en subtexto, dialogaran con ese teatro argentino de densidad léxica y simbólica y un barroco efervescente atrayente. Lenguaje muy presente para los españoles en montajes de Messiez anteriores como “Muda” o “Los ojos”. El director y la compañía (Orazi y Pensado llegaron a España de la mano de un montaje de Zorzoli allá por el 2005-2006, creo, “Ars higiénica”) se replantean cual es su lenguaje ahora, qué surge de estos más de cinco años trabajando, viviendo y viendo en la Península. Es importante esto, ya que la compañía Messiez es un claro ejemplo de un proyecto artístico realmente asentado en Madrid, que trabaja desde aquí, sus actrices argentinas también desarrollan sus proyectos aquí, los elencos son de los dos países, su desarrollo se está dando acá. En definitiva, no es extraño que estas preguntas y relfexiones sobre la identidad artística afloren en el montaje.
LA RECEPCIÓN (Aclaración: no quiero ni insinuar que lo que uno dice lo piensa quien hizo. Simplemente lo pienso, la obra me aviva el seso y reflexiono).
No es baladí este segundo final de la obra que menta a Moscú (ya presente en un anterior montaje de Messiez), acordándose de otro de los creadores que más tienen que ver con el lenguaje teatral: Chéjov. Pero acordándose también del montaje con el que Messiez desembarcó en España: “Un hombre se ahoga” de Veronesse, basada en la obra “Tres hermanas” de Chéjov.
Programa del Festival de Otoño: “Uno de los directores más aclamados de la escena española de los últimos años, el dramaturgo, director e intérprete argentino Pablo Messiez regresa a los escenarios madrileños en el mes de octubre para presentar en la Sala Cuarta Pared su última creación…”. A parte de que no entiendo porque el lenguaje de un festival público y de arte tiene que ser el de la publicidad, el texto denota algo que lleva pasando largo tiempo en nuestra ciudad y en varias partes del Estado. El convertir el trabajo de los argentinos que vienen a este país en “fenómeno”. Lo hicieron con Daulte, más en Barcelona, lo hicieron con Veronese (de lo que bien se aprovechó) y lo hicieron con el propio Messiez en Madrid.
Esta manera tan españolita y paleta de ir al teatro para quedarse embobado, para decir “qué orgánico” y demas zarandajas hacen (o eso creo yo) que la buena recepción de los trabajos (que siempre ha de ir unida a la calma) sea complicada. Y de esto es bastante culpable el Festival de Otoño. Todo un festival, con la crítica fervorosa y la canallesca más ponderante apoyando y poniendo por las nubes a Daulte, Veronese, Messiez o Tolcachir, muchas veces lo que hace es no ayudar ni a los propios implicados ni mucho menos al espectador. Sobre estas operaciones de pura mercadotécnia cultural hueca (otro es el valor de las obras) se han hecho idioteces varias, como fue por ejemplo la idiotez de montar una preciosa pieza, “Mujeres soñaron caballos” de Veronese, con actores a la española en el CDN y con gran presupuesto. Además alegando que así se unían culturas teatrales, que se acercaban las orillas (puta frase). Veronese, por lo menos, lo vio claro y acabó haciendo un “El tunel” de Sábato con Pentación y el pobre Alterio que debío salirle a cuenta. Ahora, Tolcachir acaba de estrenar dos montajes al unísono de la misma obra, “Emilia”, uno en Buenos Aires y otro en Avilés (¿qué está pasando en Avilés?). Cada uno con elenco oriundo. Operación montada tras el revuelo de la buena obra que se pudo ver en España de Tolcachir: “La omisión de la familia Coleman”. Bueno, veremos.
Porqué toda esta perorata. Primero, las modas, o los fenómenos pueden ayudar a las carreras de los creadores, como es el caso de Messiez que ha ido pudiendo trabajar y estrenar; y pueden también ayudar a conocer a mucha gente un teatro del que yo he bebido como ninguno que es el argentino. No estoy diciendo que en estos fenómenos prime lo negativo, quería señalar ese ombligo nuestro tan sucio y pacato, simplemente. Además, debemos de ser de conscientes que lo que vemos no es el teatro argentino, vemos a unos cuantos grupos, los que pueden llegar, los que se decide que lleguen. Este juego de nacionalidades artísticas es ya de por sí un tanto expureo.
Y también quería apuntar otra cosa. Creo que Messiez en esta obra esta reaccionando a eso. A verse coletazo o parte de toda esa estupidez española y capitalina de la que a él también le han hecho formar parte, lógicamente lo hace inteligentemente. Muchos quedarán encantados y verán el asunto como un reconocimiento de las raíces teatrales, además españolas, europeas, y no irán más allá. Si no esperen y verán. No creo que sea así, Messiez se revuelve.
La obra, no se trata de ser reduccionista, parece reaccionar a muchas cosas, a no ser utilizado, de acuerdo, pero también a querer saber quién es como artista, cuál es su lenguaje, cómo se relaciona con este desplazamiento Buenos Aires / Madrid como creador, como persona… Desde donde poder contar, desde donde poder trabajar, desde donde poder amar, desear, plasmar.
EL NÚCLEO
En el ensayo se podían ver dos espacios temporales, térmicos y proposicionales distintos. Uno esa plaza sin tiempo, ese espacio público de mujeres que arrastran; y otro más centrado en Javivi y Orazi, está última en sendos papeles de mujer, una en proceso de desenamoramiento y otra entrando en el. Yo creo que los temas más relevantes en la obras que he visto de Messiez, aquello que resuena con insistencia, son: el deseo, el amor y la soledad. De esto va el núcleo de la obra. Aquí el retruécano del que antes hablaba no acababa de encajar. Messiez habla del no cuidado de las palabras en nuestra época y de que, sin embargo, en la intimidad amorosa esas palabras siguen siendo elegidas con mimo (programa). Pero la frontera entre la historia de amor más grande jamás contada y el folletín es siempre resbaladiza. En eso les vi trabajar en el ensayo, con esos mimbres. Pareciera que el lenguaje escénico, dramático y literario de “Los ojos”, capaz de adentrarse con profundidad en esos tres temas tan poderosos, en “Las palabras” todavía no había cogido sitio. Una duda me asaltaba en el ensayo: si ese no adentrarse era una decisión consciente del propio Messiez, si había decidido simplemente esbozar, no meterse más en cómo tratar el amor entre estos seres abandonados, en cómo tratar con las palabras justas, con el registro adecuado, con el tempo requerido, con el lenguaje preciso, el amor en esta obra donde la esencia reside precisamente en el cuestionamiento del propio lenguaje. Quizá no sea así, quizá con las funciones ese nucleo empieze a coger sitio. El teatro con las funciones puede hacer eso, ir naciendo escenas. Me imagino que después de estos días en la Cuarta volveran a reponer en Madrid y iré con calma a seguir viendo a Messiez y su grupo trabajar. Trabajo valiente, con voluntad de auto cuestionamiento, con talento y que iré siguiendo.
Estas son las notas. Puras notas reflexivas de un ensayo.
Siempre criticando, si hablan porque no hablan, si lo hacen porque son tontos, etc. El festival de otoño de Madrid es de lo poco que nos queda en Madrid. Yo he visto hay a Castellucci de quien tan bien hablas y a muchos más… Paso de hacer una lista. Deberíamos apoyarlo más que intentar siempre destruir.
ahí me has dado. Siempre criticando. El tema del festival de otoño es largo, larguísimo. Si alguien quiere entramos en ello. Simplemente decir que estoy hasta los huevos de “es lo único que nos queda”. Ay, quédate ese trabajo aunque te paguen 800 euros por 10 horas, que si no… Ay, votemos al PSOE que sino viene UPyD y ya verás… Ay, santa rita rita rita que me quede como estoy. A esto se le llama extrapolar, pero si quieres no extrapolo tanto. Ay, no critiquemos a Escena Contemporánea que son de los nuestros y es lo único que nos queda… ¿Dónde está Escena Contemporánea? Si quieres sigo…
Me meto donde no me llaman. Pero 800 euros por 10 horas ya los quisiera yo para mí. Es un sueldazo. 80 euros la hora. De acuerdo con lo demás que dices.
contrato, 50 horas semanales 800 brutos… Así estamos…
bueno, bueno…
he de decir Borja, que tu comentario hizo que me diera un vuelco el corazón…(a mí también me dio de lleno). Un amigo me dijo que porqué me afectaba tanto…y no sé…supongo que me entristeció que tras este post, un primer comentario fuera tan hostil (o al menos yo lo recibí como tal).
pensamientos:
– Precisamente el ‘asegurarnos de lo poco que hay y dar las gracias por ello’ es lo que ha conseguido este sistema infame en el vivimos. Por mí que desaparezca todo, todito…así podemos empezar a repartir el bacalao de otro modo…más solidario y sostenible.
– lo que comentas Pablo del lenguaje publicitario en su versión ‘fenómeno único, singular y exótico’ no sólo es sintomático de este país. Se da en cualquier lugar (al menos en Europa)…es el lenguaje del espectáculo, ya sabes ‘aquello que te hace ser especial y diferente a los demás’ ‘lo glamuroso’ es lo que vende (lo nuevo-en su versión más cliché- es siempre más chachi que lo se cocina en casa)….recuerdo como en la parte de cultura de un periódico Belga, al pie de una foto con mi persona se leía ‘spanish fury’…:)
– La obsolescencia de los festivales y demás contextos relacionados es un echo. Tras el visionado de esta obra de la que nos hablas, estuvimos comentando entre varios amig*s como ya no sirven ni los marcos ni sus interlocutores. Como hay que mirar hacia otro lado, cambiar el punto de vista, dejando que el punto (te) transforme también…