De Antonio Fernández Lera
Estrenada en 2003 en la Cuarta Pared
Publicado en la revista “Gatos en Escena”
Fernández Lera está esta semana con varios trabajos en el Festival Escena Contemporánea. Rescato la crónica publicada de “Las islas del tiempo”.
Dos semanas en cartel. Ocho funciones. Demasiado poco para esta obra, verdadero punto de inflexión de uno de los teatros más activos por determinación experimental y más interesantes por el cuidado entre forma-fondo, entre espacio-palabra. Lera, con esta obra, cambia el terreno en el que venia trabajando últimamente: el de un teatro sin personajes, sin hilo narrativo.
La obra, que muestra el encuentro entre una hija de desaparecidos y sus abuelos, suponía un reto ante la inverisimilitud” que supone el teatro de situación. Lera, con todas sus armas, entre ellas la palabra precisa y poética, estructura una obra basada en el diálogo. Una acción, que aunque se enmarcaba bajo la tensión del dolor de unos personajes marcados por la crueldad y zarandeados por la peor de las historias del ser humano en el siglo XX, se centraba en un espacio para el diálogo, un espacio donde la reconstrucción de unas vidas destrozadas fuera posible, sin megalomanías enfatizadas, sin puñetazos cristianos en el propio pecho; tan solo unas personas que quieren comprender, que quieren confrontar y solucionar, asimilar y ser justos. Algo quizá idílico pero lIeno de un heroísmo callado que surge del universo del que realmente sufre.
Los dialogos se intercalaban de acciones de movimiento creadas por Elena Córdoba. Acciones precisas, nunca ilustrativas, sí lIenas de meandros, como si fueran las corrientes internas en pugna en el interior de los personajes unas veces. Y otras rompiendo la continuidad del actor-personaje, las acciones se convertían en verdaderas miradas panópticas del asqueroso devenir del ser humano en el siglo pasado. EI trabajo continua la línea que Córdoba Ileva trabajando en estos últimos años, es un trabajo de madurez, integrado a la perfección en la obra. Un trabajo en el que los actores, todos, desde los mas veteranos como Miguel Ángel Altet, Marisa Amor o Raquel Sánchez, hasta las más jóvenes como Sara Martin y Ana López, tienen interiorizada y dominan. Pero la batalla estaba en otro lado. EI otro día leía a Mavorga decir que lo contemporáneo es aquello “capaz de desestabilizar el sistema teatral actual; el que ofrece una propuesta redundante, trabaja sobre lo ya sabido, no aporta nada”. Aunque el silogismo sea demasiado deudor de la lógica tiene su parte de verdad. Y en “Las islas del tiempo” la batalla más contemporánea estaba en ver a estos actores decir, comerse y tragar esos diálogos. Creo que Lera como director tenía claro como jugarla. La manera de ocupar el espacio y su despojamiento guiaba la labor actoral. Hablando con él, Lera mencionaba a Ingmar Bergman. Creo que la referencia es acertada, ese despojo hacia el énfasis gestual, ese primer plano donde todo pasa entre ceja y ceja del actor que dice… Algo difícil en teatro, por proximidad, y más cuando Lera -en un tour de force innecesario- hacia jugar ciertas escenas, entre ellas la primera, tan lejos de platea. Pero el experimento, no conseguido hasta el fondo en la interpretación, fue revelador. Un teatro para escuchar, que no desdeña ni el texto poético en ciertos pasajes, ni la plasticidad y rotura del espacio de la danza, pero que centra su fuerza en la convención teatral del actor que transmuta en otro, que trae su historia y la hace real en escena. Como ultimo, y ya que en esto de la crónica-critica se trata de opinar, decir que el espacio escénico creado por Rodrigo García estaba mal utilizado para con el registro ascético vibrante y despojado que tenía la obra. Un registro que no necesitaba de un tratamiento ritual tan deudor del tema que se estaba tratando.