Comidas del LP
Organizadas por Sergi Faüstino
Lugar: Espacio de La Porta, 11 de marzo del 2011.
“Cuando se come se convoca la memoria del paladar, lo cual en cierto sentido es el territorio más firme de la gastronomía, donde hemos conservado las pasadas experiencias y el patrimonio de los sabores“.
De Carvalho Gastronómico, de Manuel Vázquez Montalbán.
Es increíble lo sustentado que están los rituales en el sentido común, en el paso natural del tiempo y las cosas. Un ritual no dicho, dentro de las comidas, es la “fuerza convocatoria de la palabra del segundo plato”. Ya sea una comida largamente pospuesta con los padres, una formalmente dispuesta comida de negocios, o esta distendida comida y sabiamente aderezada con entrantes de olivas y butifarra blanca por Faüstino, la palabra llega antes de acabar el segundo plato.
La palabra con la que Sergi Faüstino convocó a estas personas alrededor de una mesa era “cuerpo”. Y lo que prueba la fuerza intercultural del segundo plato es que una vez degustado el frincadó, lleno de micología y freir roto de ternera (fricandó parece venir del “fricasé” francés), fue el norteamericano Toni Orrico quien rompió amarras y preguntó por cierta tendencia que había observado en los trabajos exhibidos en el lp de exposiciones largas, de repeticiones, de un tiempo, que se preguntaba, no sabía desde dónde podía mirar el público.
Era interesante ver como Bea Fernández, Ana Buitagro, Paz Rojo, Orrico y el propio Faüstino, hablaban desde un conocimiento del hacer en escena, se preguntaban dónde estaba el cansancio en la pieza del otro, en qué momentos los cambios de ritmo o la consecución de movimientos tenían una causalidad física… Se preguntaban y, en cierto modo, también se escondían en ellas.
Buitrago, sabia en estas lides, retoma y quiere hablar sobre la resistencia, la repetición, el alargamiento y la exposición de tiempos que abolen la representación, que buscan otra relación con el público, que exigen otras maneras y códigos de trabajo. Del fricandó no queda ya nada.
Ahí entra Paz Rojo y defiende una relación estética y escénica entre el creador y el intérprete con el público que no sea de “consumo”. La charla continúa, distendida, sin que haya voluntad en ninguno de los comensales de exposiciones largas y argumentativas, aunque sí de claridad. Cae en la mesa la palabra proceso, se discute sobre ella, sobre la responsabilidad del creador de poder exhibir sin “discursos” acabados pero sin exceso de banalidad, ¿en qué momento y qué es compartible con el público? Rojo apoya lo positivo que tiene que el público se vaya de la escena con algo no acabado y así le quede en su cabeza, abierto, por hacer.
Orrico, sin que parezca que los peninsulares le sigan mucho, apunta la relación de la mirada del público a este tipo de trabajos con la mirada que se tiene ante las artes plásticas y audiovisuales (galeria, público que se mueve, esculturas en vez de cuerpos). Los demás parecen apoyar más una tesis de que toda esa repetición, tiempos lentos y resistencia del cuerpo tienen que ver más con la “experiencia”.
Orrico le pregunta a Bea Fernández por el contraste en su pieza entre lo tratado y la estética con que se aborda. Restos de mis series indaga en la memoria del cuerpo de una intérprete, de cómo recordar desde el cuerpo el pasado desde el presente, y la factura estética de la pieza al principio es ciertamente”moderna” (plumas rosa, espacio vacío y blanco y micrófono). Bea responde: “Es que soy muy caprichosa”, habla de su plumas, que le gustaba y de cómo empezó a ponérselo en ensayos, de cómo se atrevió con las mallas de danza amarillas que eran con las que empezó a bailar… Orrico pilla, dice: claro, tienen memoria, no es por estilo.
Qué buena estas charlas que hacen que un ex-festival pueda ir al sentido primigenio de lo que un festival debiera ser: encuentro. Cómo evitar que lleguen los artistas, exhiban y se vayan. Esta es una manera. Da pena que sea en “petit comité”, pero también el formato es el que permite. Llega el café, unos fuman cigarrillos en las ventanas, Rojo se va, ya que actúa esta misma tarde, a Buitagro se le van poniendo ojos de ensayo, pero la mesa da para un poco más, para algo bien bonito y que no suele pasar. Coge Orrico otra vez el mando y pregunta a Faüstino por las imágenes de ese cuerpo rojo de su pieza Estilo internacional…. Digo bonito, porque Faüstino no suele explicar, no le gusta mucho hablar sobre sus trabajos, pero lo hace sabiendo que Orrico desconoce y además lo hace en inglés. Cuenta cómo se plantea el trabajo, como él si tiene unas razones para moverse en el espacio y significados concretos en las acciones que hace, pero que son más de consumo interno. El espectador no tiene porqué saberlas, dice. Es cierto que la carga simbólica y significativa en el trabajo de Faüstino no es explícita, las imágenes que propone están en territorio de nadie, pienso.
Se va acabando el café, todo el mundo ya tiene que hacer, la gente se va yendo, quedan restos en la mesa.
pd: corre una corriente interna, de gran fuerza, que está haciendo mover de mano en mano libros de la serie negra de Montalbán, Pepe Carvalho. Su capacidad de enganche unida a la capacidad de mutación en una misma página de la crónica política a la más alta filosofía poética está haciendo mella. Incluso, el personaje vividor y de alguna manera esperanzadoramente descreído de Carvalho está metiéndose en las cabezas de algunos sujetos a modo del Bogart en “Sueños de un seductor”. Yo, incluso, estoy meditando en cambiar mi denominación de origen de gacetillero a huelebraguetas.
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