“Estilo internacional” de Sergi Faüstino
Lugar: Festival lp, CCCB, 4/3/2011
imagen: Efthymia Zymvra/Ana Costales
Y sigo masticando el primer día del LP. Llevo así seis días, con las neuronas perdidas en un puré de patatas que ahora parece aclarar un poco y ya me puedo permitir esto de la escritura. Mosquea mucho cuando algo que has visto, en este caso “Estilo internacional –investigación alrededor de un cuerpo cansado-“, tarda tanto en hacerse comprensible. Pareciera que al final es la razón lógica la que encuentra una excusa /explicación. En un momento dado, te viene como cierta “revelación” que te excita porque “ya entiendes” y cesa ese malestar de estar como ante un portón que no se te franquea. A mí me ha pasado esta mañana, a las ocho y siete minutos, en la Calle Fuencarral de Madrid, yendo a coger un autobús. Y uno, después del subidón, se mosquea y duda de qué quiere decir comprender sino tranquilizar el pensamiento. Así, que lo primero es agradecer a Faüstino estos seis días de zozobra. Y lo segundo, seguir escribiendo, ahora que es posible, que he pillado un punto de apoyo que me permite un acercamiento a las muchas cosas que se me agolpan con este trabajo.
Sergi Faüstino mostró en esta edición del lp la cuarta propuesta escénica de un proceso que comenzó tras terminar su última producción en el Teatre Lliure, “C60”, una obra /concierto, con texto de Kiko Amat y con un grupo de rock en escena. De este espectáculo, que indagaba en la fuerzas centrípetas, en el espíritu, de la música y de cómo ésta pasa por nuestras vidas, es de donde surgió, o desde donde comenzó, esta investigación que tiene dos lados más o menos definidos: uno que se centra en el cuerpo y otro en la palabra.
En las dos primeras ocasiones (en el Sweet Benefic organizado por La Porta y en el Festival SISMO de Madrid) cuerpo y palabra convivían en escena. En enero, en la Sala Nasa (bastión gallego de Santiago de Compostela), Faüstino presentó la tercera propuesta en tres días diferentes. Una propuesta, esta última, centrada en el texto que escribió para la revista del Radicals del Lliure –DDT- (supermal traducida, seguro que no traducen así a Josep Maria Benet y Jornet), y en el que en primera persona iba relatando la relación que a lo largo de su vida ha tenido con la música. Temas como la ética, la coherencia y la contradicción o el paso del tiempo iban siendo hilados por músicas de blues, yodel, blackmetal, Hidrogenesse o Dyango.
Estas tres propuestas fueron presentadas bajo el nombre “C60, grandes éxitos”. En las dos primeras, Faüstino unía por hilos quebradizos, frágiles, su investigación corporal sobre un cuerpo cansado, con el universo de la música a través del texto dicho en escena. En un chat abierto que se dio en SISMO, él mismo apunta algunos de estos hilos…
imagen de “C60, grandes éxitos” (Tabacalera, Madrid): David Rodriguez
Es interesante ver como Faüstino está intentando abordar desde otro lado los conceptos de “obra acabada” y de “proceso”. Cuatro presentaciones hasta el momento, capacidad real para virar. Queda lejos el propósito de llegar a escena con una obra acabada, sino que se llega con una propuesta en curso (Tras el lp de Barcelona este trabajo posiblemente continuará en el festival internacional de Montemor, en Portugal. Bueno, eso es en agosto, quizá entre medias allá otras paradas). Algo, esto del proceso, que las escénicas lleva toda la vida abordando y que en los últimos diez años está en boga.
Aquí hay un debate. Obra acabada, autor… Palabras que en muchas ocasiones han cosificado el trabajo artístico, por el mercado, por las maneras deformadas de trabajo a las que ha llevado… De esta situación surge como reacción la apuesta por el proceso. Perdón por la simplicidad expositiva. Pero bueno, esa reacción muchas veces ha llegado y está llegando a negar el trabajo de profundidad, lleno de responsabilidad, del autor /creador; y, por otro lado, está posibilitando trabajos que siempre quedan en proceso, pequeñas apuestas, suspiros, guiños que quieren erigirse en su levedad superficial. Mi opinión sobre todo este asunto no es clara, es demasiado vasto el asunto. Cualquier afirmación es refutable, luego está el mercado que exige, las características de producción y subvención de este país… Es ciertamente un galimatías para tener discursos claros. Pero lo traía a coalición porque en el trabajo de Faüstino uno intuye una utilización de este camino pero dirigida hacia el fondo, donde a cada paso que va dando las preguntas se amplían, se retoman unas por distintos flancos, se profundizan otras, mientras otras se dejan en barbecho.
CUERPO CANSADO
Para la propuesta en el lp Faüstino decidió trabajar sin la palabra, centrarse en la investigación sobre el cuerpo cansado. Para ello, corrió, para así llegar a escena y trabajar desde el agotamiento. Agotamiento que permita sinceridad no compuesta en el cuerpo, que se pregunta por lo que hay después del cansancio, de la técnica, del control corporal y mental, del razonamiento… Porque lo que hay más allá tendrá que ver con el inicio de las cosas, con la esencia y la causa del movimiento, de las decisiones, de la percepción. De ahí creo que viene toda la primera parte de “Estilo internacional…”. Tiempos de exposición lentos, calmados, separados unos de otros por algo más que tiempo y espacio. Estatismo lleno de temblor cansado, de relieve. Movimientos parados que muestran de donde vienen y que intuyen el siguiente movimiento. Movimientos que son preguntas al igual que respuestas, que son final e inicio, estampas suspendidas donde respirar, de libre pero cargada significación. Pura danza minimal que recordaba a propuestas de los 90, a Jerome Bell, Xavier le Roy y la nueva danza francesa, pero consiguiendo salir del revestimiento conceptual y de la revisitación de la historia de la danza que tanto gustó a los teóricos gracias, quizá, al perfil performático-accionista del trabajo de Faüstino, una vocación que hace que Faüstino no erija la pieza en obra-objeto.
imagen: Efthymia Zymvra/Ana Costales
Esta parte de la obra de la que hablo duró exactamente 11 minutos. La segunda parte diferenciada cromáticamente, ya que Faüstino se pinta todo el cuerpo de rojo, 30 minutos.
En el minuto 11 me acuerdo de estar pensando, somos así de idiotas, “la tienes, Sergi, la tienes, esto se ve en Lucerna y flipan, tiene todo el acabado y además mucho más volumen que las piezas de danza consagradas del centro de Europa”. Me acordaba del video donde este creador, con cierta ironía pero mucha más sinceridad, se declaraba mediocre y una de las razones era no haber conseguido “internacionalizar” su trabajo.
Pero si algo ha sido constante en el trabajo de Faüstino es la de forzar la mirada del espectador y la suya propia, hacia sitios vislumbrados, llenos de intuición, de inseguridad. La primera reacción del que conocía el trabajo de este creador ante la segunda parte de “Estilo internacional” era la de compararlo con un trabajo anterior: “El cremaster de los cojones”, una recreación que tenía bastante de parodia y chufla sobre el trabajo de Mathew Barney pero también mucho de fascinación que pudo verse en el Mercat dels Flors en el 2005. Faüstino se permitió de todo, escalar un castell en vez del Gugenheim, poner música del programa Un dos tres, personificara a diosas-muerte de los posmoderno con la estética más camp y vulgar… Fascinación ante el gran sugerente de la pieza, ante el despliegue industrial, tecnológico y humano de la pieza, a la sobrevaloración de lo icónico y estético basado en el cruce de referentes cultistas, ante su complejidad hermética que lo convertía en terreno de libre interpretación… La voluntad de Faüstino era intervenir el culmen del arte posmoderno. La reacción catalana no fue muy grata, la obra no se hizo más.
El Cremaster de Barney es un compendio de libre asociación por sobre acumulación de iconos y símbolos. Faüstino acababa de hacer en los primeros diez minutos de obra, una pieza de danza esencial, de mínimo hacer y recubierta de inmensa densidad.
Después de embadurnar su cuerpo fatigado de un rojo sangre de libro de anatomía de escuela, convertido en glóbulo rojo, en la unidad mínima de ese oxígeno que falta en el cansancio, Faüstino abrió las cortinas del CCCB, y se abrió el espacio. Si bien los movimientos-posiciones de antes estaban suspendidas en tiempo y espacio (realizadas muy cerca del espectador), ahora, de alguna manera, llegaba su contrario: el del movimiento que se desplaza y se enmarca.
Aunque las referencias al Cremaster eran claras, las maneras de hacer de Faüstino en esta parte de “Estilo internacional…” eran más bien contrarias. No hay una estética por acumulación de símbolos, sino una poderosa estética de acumulación de significado de un símbolo, de ese cuerpo rojo solo en un espacio de piedra. El anverso. Esta vez Faüstino en vez de llevar el pañuelo sangre metido en la boca o lleva metido en el ano. “El ano es el final de la boca”, decía Beckett, “la boca es el principio de la cloaca universal”, decía Liddell.
Faüstino recorre el espacio, tan sólo se permite un pequeño baile country para subrayar el desplazamiento del cuerpo en el espacio, lo demás: un andar tranquilo superpuesto con otras posiciones estáticas donde se patentiza el cuerpo cansado. Creación in situ para el pandemónium moderno.
Faústino se sube a unos tacones de plataforma, ahí la pieza vira otra vez y entra en un campo final donde entra la acción. Faüstino escala por una barra fija, Faüstino patea unos corazones de animal después de intentar alcanzarlos atado a unas cuerdas elásticas; y Faüstino clama con una vuvuzela. Aquí con la acción llega la expansión metafórica, de ese glóbulo rojo intentando alcanzar lo que le bombea, lo que lo oxigena, lo que le da vida, ese figura también esta vez inversa pero en el tamaño: un cuerpo que se ha transformado en su unidad más pequeña, el glóbulo, intenta alcanzar el corazón, que es veinte veces menor en tamaño. Pero todo se mantiene en rojo, en un mismo registro simbólico en el que quizá lo más importante es su apertura por su voluntad de indeterminación. Aquello, ya no es un glóbulo, aquello es algo que no podemos nombrar, de una gran fuerza estética. Imagen poderosa, violenta incluso, que no sabemos de dónde viene ni a donde va.
La sensación para el que escribe tras la obra, era extraña, como si me doliera el cuello, por forzado. Imágenes grabadas en la corteza subcortical, como esa postura en rodillas y de boca abierta donde sólo pasa viento, o el caminar en rojo sobre piedra hacia ningún lado, entre rampas llevaderas y un cuerpo que tiembla, muy poco, o la imagen de esa cosa roja acercándose, como si fuera a exigirme algo, como si fuera el representante de algo no nombrado, de parte de un misterio, o lo minimal de su danza frente a la acción de simbología directa de los corazones, brutal y que por contraste queda extrañada… Pieza, esta de Faüstino, para bucear con calma y sin palabras.