Tres acciones y un camino
“Lesiones incompatibles con la vida”, “Broken Blossoms” y “Yo no soy bonita”, de Angélica Liddell
Publicado en el blog del Festival CITEMOR, 9-8-07
Archivo Virtual Artes Escénicas de la Universidad de Cuenca. En uno de los pocos archivos existentes en España de la útlima vida teatral en español – muy util, su dirección es www.artesescenicas.uclm.es, cuando uno busca Angélica Lidell podrá encontrar toda su producción teatral, pero nunca los tres trabajos que se han podido ver esta semana en Citemor. Lo que hemos visto no existe, no es teatro. “Lesiones”, del 2003, “Broken Blossoms”, del 2005 y “Yo no soy bonita”, del 2006. Qué difícil que es poder ver tres trabajos diferentes de un mismo artista en un mismo espacio-tiempo, y que esclarecedor, para quien lo crea y para quien lo ve. Empiezo ahora a cronicar, a reflexionar sobre ellos. Continuaremos en días sucesivos. Bien, ante nosotros 4 o cinco años de trabajo de una artista en el campo de la acción. Se dice de la acción que tiene que ver con la interacción, el riesgo y demás indeterminaciones que al final dejan a uno un tanto confuso. Son estos trabajos de Angélica, los tres, acciones y al mismo tiempo profundamente teatrales aunque predomine el video, profundamente teatrales aunque sean acciones. Prueba de ello es que mantienen el conflicto creador de todas sus obras –la lucha entre el texto, la escena y el cuerpo-. Es una pena que no se haya podido confrontar estas piezas en el Festival con “Boxeo para células y planetas”, hibrido entre la acción, la conferencia, la instalación y la obra teatral que es en cierta manera, sino síntesis, muy esclarecedora. Pero vayamos por partes. En “Lesiones…”, aunque se mantenga por si sola autónoma y autárquica, no hay que olvidar que proviene, que es epílogo, de tres obras anteriores: ‘El matrimonio Palavrakis” del 2001, “Once Upon a Time in West Asphixia” del 2002 y “Hysterica Passio” del 2003. Tres obras que su compañia, Atra Bilis, denominó “Tríptico de la Aflicción”. Tres obras enfermas que beben de la ficción más literaria y cinéfila, incluso de novela gótica del XIX o la roadmovie pshycokiller. La ficción en estas obras se origina en géneros no teatrales que impregnan texto e imaginario escénico y que se intentan domar a través del cuerpo, de la interpretación artaudiana y de la concepción y el tratamiento espacial. Parece como si en estas obras Lidell estuviera buscando una voz escénica que se erigiese desde un otro lado para poder hacer teatro. El tríptico ponía de relieve, a través de la familia como institución y de la procreación como maldición, las alcantarillas más malolientes de nuestra sociedad y nuestra mente. Cómo denunciar, cómo escenificar la pesadillla de un horror vivido con normalidad hipócrita y ciega. Cómo hacer que lo refleje el texto sin ser “teatral”, sin ser un camino usado y mudo, y que además ese texto se corporize en el actor. Es así “Lesiones…” un epílogo donde creo (a lo mejor me equívoco) aparece por primera vez, declaradamente, la artista en el texto, sin personaje, sin ficción, sin distancia. Un epílogo que explica al público, que contextualiza y aclara de donde surge la motivación, el malestar generador de las obras anteriores; y, por otro lado, libera a la creadora, la deja hablar y situarse directamente. Es esta acción frontispicio en el trabajo de Lidell. Después de ella llegarían obras más políticas, donde la posición de la artista, politica y existencialmente, queda manifiesta. Se abre un camino. El peso del texto en “Lesiones…” adquiere una gravedad distinta, una gravedad que será esencial para los próximos trabajos. Es esta acción posiblemente uno de sus trabajos más relevantes, con más pesos, uno de esos trabajos donde se vislumbran los caminos, las decisiones, donde se ven los entresijos de la evolución de un artista, de su lucha consigo misma, con la cultura, con lo que se quiere de ella, con lo que se le obliga a ser. Esa declaración de guerra, que si ya era abierta se vuelve explicitamente personal, dota al texto de una poética distinta hasta entonces que, posteriormente, en obras como “El año de Ricardo” llegan a una síntesis sorprendente. Una obra inspirada en la de Shakespeare donde se trabaja desde el personaje. Quiero decir, no se entienda que es el teatro sin personajes y sin narración mejor que el que los tiene, o más libre o solución de nada, no se trata de abanderar ni ser proclive a un mecanismo como otro cualquiera, sino constatar el camino que abre a una creadora la posibilidad de madurar, de evolucionar.
Fue precioso, por otro lado, ver la evolución que esta pieza ha tomado con respecto a su estreno en el 2003 en el Festival Escena Contemporánea de Madrid. El trabajo corporal en Madrid era mucho más estático, más cercano de la acción proveniente de las plásticas; sin embargo, en Citemor, Lidell expuso un trabajo corporal – enyesada, atada a una manta igual que en Madrid – claramente más teatral. A través del lenguaje de la acción – aquí no se representa, se hace (la acción tiene como voluntad recoger el sentido primigenio de la escena)-, Lidell daba cuerpo a lo que en video y texto pasaba, la palabra y la imagen van materializándose en el cuerpo maltrecho de la artista en escena. Lo importante de esto es que comenzaba a esclarecerse cuál es el camino que unen estas tres acciones y su relación con sus otros trabajos. Al igual que Lidell intentaba traer lo no teatral a escena como método de búsqueda en el Tríptico –géneros literarios o cinematográficos en ese caso-, en “Lesiones” intenta poner en diálogo el cuerpo con el trabajo en vídeo (un trabajo cinematográfico reconocible en las tres acciones por su estilo y que para entendernos, esto de las referencias es inevitable, bebe del cine poético y libre de Tarkovsky). Pero no inserta el lenguaje cinematográfico o el texto literario y de ficción a una dramaturgia, sino deja convivir de manera independiente el video, el cuerpo y el texto. Es ese diálogo desde la autonomía de cada lenguaje quizá lo más representativo de estas acciones. Insistir en el texto sin fisuras de esta pieza, un texto que no podría haber nacido más que en este espacio creado para él, en este espacio sin amarras, de libertad que posibilita “Lesiones…”. Un texto que quizá lo más importante es que sin ser solución exportable muestra una posición ética y profunda ante un mundo enfermo y actual pero sin olvidar quien uno es, sus limitaciones y sus culpabilidades. Es una declaración, una proclama, un manifiesto pornograficamente íntimo, que llega con la fuerza de alguien que lo defiende con todo; un manifiesto que llega sustentado en un aparato esccénico engrasado, eficaz, que lo potencia, lo dramatiza, lo hace tragedia escenificada.