We Can Dance
Esther Rodríguez-Barbero
Del 22 al 24 de abril en Teatro Pradillo
We Can Dance es un acto de celebración, es un solo acompañado o, más bien, una invitación al baile o tal vez, perhaps, también una discoteca. Esta pieza hace un recorrido entre lo posible y lo prohibido a través de leyes que regulan o prohíben el acto de bailar en diferentes lugares, cuestionando dónde están los límites propios y ajenos. Parte de ese primer paso que se da antes de vernos bailando. Una vez que empieza, es difícil pararlo, te metes en el meneo, en ese tic discotequero. ¿En qué momento un movimiento se convierte en baile? ¿Qué pasa cuando se da en lugares donde está prohibido? Un juego escénico construido mediante un engranaje entre tres cuerpos en escena: el cuerpo que pincha, el cuerpo que ilumina y el cuerpo que baila.
En 2016 empecé esta pieza, me preguntaba si podía construir con mi cuerpo un disco space a la vez que investigaba sobre leyes un poco absurdas. De repente un día desaparecieron todos los espacios para el baile y la pieza cobró otro sentido y se resignificó. Últimamente pienso que igual sólo hago esta pieza en mi vida, la pieza de bailar, y que lo que pasa es que se va transformando, que cada vez que la hago es diferente porque todo ha cambiado, mi cuerpo, la música, el espacio, la disposición, quienes me acompañan, el exterior. Que a pesar de todos esos cambios hay algo que permanece, una especie de esencia que la mantiene con vida porque nunca sé qué es lo que va a suceder. Que siempre es una aventura hacia lo desconocido, en la que voy poco a poco e insistentemente abriendo un agujero hacia el desborde. Que mi misión es mantenerla viva, aunque todo lo de alrededor se desmorone. Y que al final es una representación de la vida. Que si la puedo seguir haciendo es porque sigo viva. Y porque soy de coño alto y hago grand battements versión cabaret discotequero. Que no es un solo porque en ella invoco a todas esas personas con las que alguna vez hemos bailado, a todas esas personas con las que compartimos ese momento de intimidad que es el baile, para bailar de nuevo, juntas. Los presentes con los ausentes. Y convocar ese momento en que por unos segundos fuimos profundamente libres.
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