El ardor
Alberto Cortés
27 y 28 de febrero en el Teatro Central
Solo o en compañía de otros, Alberto Cortés no cesa de buscar y buscarse, y lo hace a través de propuestas escénicas que nunca dejan de evolucionar. Es el maestro de los espectáculos “en permanente proceso”. De tal manera que es casi imposible saber cuál de las versiones de cada una de sus propuestas es la definitiva. Pero, ¿acaso hay una versión cerrada y permanente en un arte —el escénico— que se significa por su permanente singularidad?. Quizá, solo quizá, este sea, junto a su anclaje irónico en aquello que sucede dentro y fuera de la sala de representación, el valor y el reto que nos proponen las propuestas cambiantes de este creador malagueño.
De El Ardor nos dice: es mi primera vez solo, un discurso que juega con la posibilidad de acabar con la sociedad del bienestar y el sistema afectivo-capitalista a través de la idea de ardor entendido como deseo (físico y también etéreo). Deseo puesto en crisis, planteado como estado de destrucción masiva, no limitado a la pornografía del consumo de los cuerpos (que también) sino a la posibilidad de engendrar un estado de deseo casi inmortal, casi santo, de entusiasmo eterno. Este objetivo utópico sueña hacerse realidad a través de un ejército de adolescentes y viejas, principales portadoras de la fuerza del ardor.
…creo que El Ardor es un speech sobre la decisión definitiva de abandonar la casa y elegir lo salvaje; y para ello el cuerpo no puede estar solo, necesita rodearse de sus pares, de una banda de desheredados y malditos con los que huir.
Dos ideas románticas sostienen este delirio salvaje: el deseo como forma de vida (condena y salvación) y la inmortalidad como utopía política.
Me cuestiono de dónde viene esta necesidad abrasiva de señalarme como contrario, El Otro siempre.