Trémula
Imagen de Jorge Anguita Mirón
Javi Cruz
Del 19 de enero al 25 de abril en el CA2M
Trémula es una exposición del artista Javi Cruz (Madrid, 1985). También es el relato de un chopo temblón –científicamente llamado Populus tremula– que plantaron en el año 80 junto al edificio donde creció y vive actualmente, en el barrio de San Blas, y que fue talado el pasado año debido a una enfermedad. La noche de la tala, Javier subió a su casa unos 500 kg. A los pocos días, con sus amigos Jacobo y Lorenzo, volvió para cargar lo que cabía en el furgón más largo que puede conducir.
Las vidas del árbol y las que emergen de sus restos se entremezclan con muchas historias individuales y colectivas: el grafiti como arqueología, el fin de un bar, el alfabeto que surge de unas formas vegetales, la resiliencia de una planta doméstica, una ventana transmutada en maceta, la presión que un garbanzo puede ejercer sobre una pared, la cristalización de un botellón o incluso la recuperación de una pieza suya para este mismo espacio del CA2M, Temple, realizada en 2018 para la exposición Querer parecer noche y que consistía en hacer efervescer una pared.
Para Timothy Morton las plantas conllevan una subjuntividad: anhelo, deseo, incertidumbre, posibilidad. Es el modo verbal del movimiento emocional, a la cadena narrativa apasionada. La exposición en subjuntivo es un lugar de obligada coexistencia. Entre lo natural y su condición de objeto, el lenguaje y su condición material, las referencias y las relacionalidades, las asociaciones y las proyecciones… la exposición es un mundo de espectros. Producida íntegramente para esta ocasión, después de varios meses de trabajo en los espacios del museo y tiempo antes en el taller, Trémula se constituye como un manual de uso para una segunda vida de las cosas, un contexto propicio a la emergencia tanto de existencias como de relatos, donde las cosas se vuelvan disidentes con lo real y la ficción se pueda convertir en ley.
La relevancia del trabajo de Javi Cruz pasa por cadenas de implicación, de apropiación o de colaboración, todas formas de hacer que el trabajo nunca sea el de un artista solo, sino que recoja el pulso de una generación. En este caso, cuenta con el diseño de luces de Cristina L. Bolívar, la asesoría en química de Alejandro Gómez Pérez, en micología de Juan Luis H. Cardós, con las piezas invitadas de Esther Gatón y Paco Graco, carbón de Fernando Gandasegui, compost biochar de Iñaki Álvarez producido en Nyamnyam, trabajo en cristal de la Real Fábrica De Cristales De La Granja y diseño de publicación de Andrea González.
En este sentido, Javi Cruz tiene mucho que ver con algunas de las formas de producción que ocurren en Madrid a día de hoy y que caracterizan a su escena cultural contemporánea: una cierta agilidad al recoger acontecimientos políticos y sociales y dotarlos de potencia simbólica, además del cuidado en la preservación de su complejidad; una orgánica y desacomplejada fluidez entre disciplinas, donde poner el cuerpo y la voz, pero también la escritura; una capacidad extraordinaria para calmar las ansiedades narrativas que sufrimos colectivamente en la posmodernidad, siempre desde una subjetividad arrolladora pero que, al mismo tiempo, es capaz de saltar a lo que suma, a un lugar de memoria colectiva.
Javi Cruz estudia arte mientras abandona el baloncesto y el grafiti. Ahora trabaja en proyectos relacionados con el dibujo, el hecho escénico, la albañilería y las potencias performativas que encuentra en la oralidad y otras textualidades. A menudo desemboca en el diseño de situaciones.
Individualmente o desde los colectivos Elgatoconmoscas y PLAYdramaturgia ha trabajado en diversos contextos locales e internacionales, más o menos institucionales, como artista. Colabora en procesos escénicos con Cris Blanco (Bad Translation), Claudia Faci (Los trabajos del amor), María Jerez (Yabba, The Stain), Aitana Cordero (Los besos), Nyamnyam (Comida, 8.000 años después) y Cuqui Jerez (Las Ultracosas, Mágica y elástica) con residencias y muestras en el circuito escénico internacional.
Junto a Fernando Gandasegui regenta el Bar Yola, una serie de cruces entre la creación escénica y las pedagogías, acogido en contextos como el Festival Sâlmon de Barcelona, y que toma su nombre de un bar cercano al Teatro Pradillo, nodo en el que se formaron como público y como programadores. En 2019 inicia, junto a Jacobo Cayetano (Zuloark), Bosque real, una plataforma para revisar desde la contemporaneidad la dimensión natural de nuestras ciudades, salvaguardar patrimonios olvidados y volver a relatarlos desde múltiples perspectivas de rescate. En estrategias similares a las que han dado lugar a Trémula, su primera declinación tuvo la forma de festival, para abordar el territorio y la biografía de la Casa de Campo de Madrid.