Tálamo, de Juan Domínguez en Conde Duque
Del 1 al 3 de octubre, 20:00
Entrada general: 15.00 euros
Se define a sí mismo como payaso conceptual y modelo, probablemente como parte de un juego clasificatorio irónico. Lo que es seguro es que es un artista con un lenguaje escénico muy personal que sigue evolucionando desde que comenzó su carrera a finales de los años 80 del siglo pasado, sin terminar de ajustarse a las categorías de bailarín, coreógrafo, actor o performer, pero sin dejar de integrarse en todas ellas. En los últimos tiempos, su práctica artística defiende radicalmente la imaginación, «no como fantasía —dice—, sino como producción de realidad y capacidad de pensamiento. Es en el teatro como espacio de libertad, de riesgo y provocación, como espacio generativo de diálogo, donde la imaginación puede desplegar todo su potencial transformador».
En esta temporada nos trae a Condeduque Tálamo, la segunda parte de su trilogía titulada No hay presente, mejor mirar atrás, un trabajo donde, precisamente, la imaginación del espectador cobra un gran protagonismo. Tálamo se desgaja de la primera pieza de la trilogía, My only memory, una coreografía-partitura, textual verbal, que el espectador escuchaba en la oscuridad del teatro. Casi, porque en los últimos 7 minutos de la pieza, después de estar dedicado exclusivamente a la escucha, el espectador comienza a intuir visualmente algo muy sutil en la escena, una imagen apenas imperceptible. «En estos últimos 7 minutos, la voz se silenciaba para dar paso a la imagen propuesta como una mezcla singular: parte visión, parte proyección, parte imaginación», explica Juan.
El final de aquella obra es el principio de esta otra. Tálamo lleva hasta sus últimas consecuencias esos últimos 7 minutos de My only memory. Se trata de buscar una vez más un estado físico activo del que mira, trabajando con y desde la oscuridad, con y desde la pérdida de referencias, en los límites no definidos entre lo legible y lo ilegible. Provocar esta necesidad de orientación, de comprensión, de reconocimiento y de resignificación de lo que se intuye sin llegar a saber exactamente lo que se ve, no puede ir más acorde con este tiempo de inflexión que vivimos tras el azote pandémico. «En ese estado el cerebro se activa de una manera inusual y la producción de significado y sentimiento se proyecta y crece exponencialmente. Después, la luz y la imaginación hacen aparecer la imagen».
Más información: https://www.condeduquemadrid.es/actividades/talamo