Del 30 de enero al 16 de febrero en Barcelona
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Ese lugar
En ocasiones, cuando todo parece muy liado, cuando la realidad se pone intensa, ayuda tomar un poco de distancia. Separarnos del ojo del huracán, no tanto para eludir responsabilidades como para tener una percepción más amplia de las cosas. De lejos, el entorno inmediato adquiere una escala razonable y se hace más fácil entender las relaciones, los compromisos, los flujos, los movimientos, los deseos, etc. que componen la escena. En definitiva, con distancia, se puede tener una visión más certera del paisaje en el que estamos. En ese momento, quizás la observación se aproxime a la contemplación y, como consecuencia, se abra la posibilidad de entender no solo lo que se alcanza a ver sino desde dónde estamos mirando.
Sabemos que basta un mínimo movimiento para que para que la perspectiva cambie. Pero si finalmente todo depende del punto de vista, siempre cabe preguntarse dónde decidimos plantar nuestros pies y dónde colocamos nuestros cuerpos para entender lo que somos y el lugar que ocupamos.
Es cierto que en un momento tan especial como el que vivimos, nos vemos obligadas a relacionarnos cotidianamente con un tipo de fuerzas que se empeñan en colocarnos en lugares que no son los que hemos elegido y en hacernos ver paisajes que no son precisamente los que más nos emocionan e interesan. Por suerte, por mucho que quieran, nunca todas veremos las cosas de igual manera. Eso no quiere decir que el acuerdo se algo utópico y que estamos condenadas a no entendernos: todo lo contrario, el equilibrio es posible precisamente porque el paisaje tiene relieve y diversidad, y las cimas compensan las simas.
Por eso quizás, ahora más que nunca, es necesario fijarnos bien en el lugar en el que ponemos nuestros pies y ser conscientes de la posición que adoptamos para relacionarnos con el mundo y con las demás. Todo tiene una consecuencia y ciertamente, un cuerpo consciente de su presencia y del espacio que ocupa, un cuerpo que ejerce su autonomía e independencia, produce una realidad en la que caben tanto la hermosura como la esperanza.