No-one is an island
Juan Navarro
Humain Trop Humain (CDN Montpellier) | 12 de octubre a las 21h
Sabemos hoy que para destruir la experiencia no hay necesidad de una catástrofe.
Pier Paolo Pasolini, Supervivencia de las luciérnagas.
En el interior del paisaje que ofrece No-one is an island se esconde un relato futurista, algo confuso por precaución a no sucumbir al encantamiento de una premonición. Una fábula entre lo arcaico y lo moderno protagonizada por un niño. Y por dos personajes vegetales, no son humanos aunque imiten sus apariencias: gestos, voces… Ellos son los guías de este rito de paso, de esta observación extasiada de la propia conciencia del niño.
Un camino sin principio ni fin. Despojado de contornos entre lo real y lo virtual. Y deteniéndonos un instante sobre lo virtual, podríamos pensar en un cartel luminoso que dijera: “Bienvenidos al futuro”, pero sería irrelevante y engañoso. La mirada del niño tan sólo nos desvela imágenes suspendidas, reconocibles y extrañas a la vez, un cúmulo de informaciones fosilizadas en el subconsciente colectivo. Ese luminoso tampoco tendría sentido porque ustedes no forman parte de este relato, ya están muertos: esto nunca pasó ante sus ojos.
La naturaleza persiste, su vegetación lo cubre todo imparable y sádica con la caducidad de la condición humana. Hay resplandores que son casi como objetos fósiles, una arqueología del futuro que las plantas camuflan entre sus raíces a la vez que celebran algo, un funeral o, tal vez mejor, un renacimiento de la experiencia. Una insinuación de que en el futuro la soledad ya no será un peligro.