Hace ya casi un mes que fui a ver ‘Los arándanos’, de Les Myrtilles (Carmen Aldama, Fran Martínez Vélez y Laura Liz Gil Echenique). Pasan los días y sigo buscando el rato para escribir sobre ella, mientras los recuerdos de la pieza asoman de vez en cuando, a la manera en que lo hacen las putas en medio de una visita ornitológica en la Casa de Campo.
Intento escribir sobre ella desde mi recuerdo de ahora, y una y otra vez se escurre y sale volando como un pájaro escapando de la mirada de los espectadores. Encuentro unas notas garabateadas en un cuaderno a toda prisa. Nos juntamos en la plaza delante del metro Lago, y allí estaban, entre otros, Nilo Gallego y Ángel Málaga. Al verles me pregunto sobre lo concéntrico de las escénicas innovadoras.
Ángel me dice que piensa que la línea de ‘Actividades Transversas‘, marco de la pieza, es lo más interesante del Surge Madrid. Yo le digo que tiene razón. En realidad no sé si tiene razón; estoy bastante bombardeado y la verdad es que no me he leído bien bien la programación del Surge. En cualquier caso, lo que he visto a vuelapluma en esta sección me ha parecido atractivo. Me dice que piensa que este tipo de propuestas que se salen de «lo convencional» son las más interesantes. De nuevo le doy la razón, y de nuevo me pregunto si la tiene: últimamente he visto cosas que muchos llamarían convencionales y me han interesado más que otras que nadie llamaría así.
En un momento dado, y antes de llevarnos al lugar de inicio de la pieza, Carmen nos da la bienvenida y nos cita una frase de no sé qué escritor(¿a?) célebre: «Seguid buscando cosas donde no hay nada» (¿0 es «seguid buscando cosas donde no las hay»?).
En un lugar un poco más adentrado en el campo ya nos encontramos con quien va a ser nuestro cicerone: Fran, vestido como una suerte de guardabosques enchalecado. O sea, que un guía nos lleva a otro guía: revelación premonitoria de todo el sentido de la visita. El nuevo guía se anuncia como un ornitólogo que va a acompañarnos a lo largo de un recorrido donde veremos las diferentes especies de aves que pueblan la Casa de Campo. La primera guía se mezcla con los espectadores, como un recordatorio constante de esa persecución de lo invisible.
Nos reparten unos prismáticos, muy pequeñitos. Parecen de juguete, y todos trasteamos alegremente con ellos. El Experto nos indica los gestos que debemos seguir para disfrutar la visita: una mano abierta suya indicará que hay que detenerse y un índice extendido señalará la dirección en que escuchar el canto de los pájaros. Más tarde nos indicará como usarlos. Paternalista pero amable, macho y facha (como diría la Nati de ‘Lectura fácil’, de Cristina Morales), condescendiente reflejo jerarquizante de nuestras sociedades políticamente correctas.
Mientras avanzamos, miro de reojo y con envidia a Nilo Gallego, pensando que este es ni más ni menos que uno de los artífices de ‘Ningún lugar’, que es una de las piezas más interesantes y conmovedoras que he visto en un teatro. También él sabe mucho de lo invisible, de escuchar entre caminos y de las posibilidades de las derivas inesperadas.
El guía nos dirá cómo cantan las aves, qué aspecto tienen. Sus indicaciones son siempre amables y su presencia, carismática. Macho alfa de nuestra pequeña bandada (apenas veinte espectadores, si no menos), ignora deliberadamente a las prostitutas que aparecen en los márgenes de la visita, lavándose con garrafas de agua, bailando para seducir a extraños músicos con cornetas desproporcionadas, o recitando un enigmático poema entre la multitud, para luego repartir, espectador por espectador, arándanos fríos en una bolsa de plástico.
El poético final de la visita nos hace caminar por una carretera estrecha e interminable, en cuya orilla, una mujer asombrillada descansa descalza bajo la mirada atenta por un conductor desde su utilitario noventero, que mira a través de la ventanilla baja, avanzando el vehículo a la velocidad mínima. Llegamos al final del camino y el guía nos despide como si nada hubiera pasado.
«Sigue buscando cosas donde no las hay». Primero, la frase puede interpretarse como una directriz para la «ex-cursión» ornitológica interrumpida de vez en vez por los «ex-cursos» de quienes abandonan los márgenes para tomar el paisaje. Las invisibilizadas, las marginales, las extranjeras, las políticamente incorrectas. Prostitutas y clientes, dibujados en la periferia visual, saboteando un agradable paseo por el campo, resignifican el sentido estas palabras que también podrían revelar la maravilla de la naturaleza y de sus criaturas más huidizas.
Aparecen escenas, que se asoman por los costados. Escenas eliminadas del relato oficial. Escenas de poesía sorprendente, que a veces sin embargo se hacen cortas y no aprovechan las posibilidades de un paisaje salvaje y hermoso. Pero la idea es tan magnífica que la pieza se defiende con fiereza: hacer una obra que sea tan sólo una visita guiada, un encuentro cotidiano con la naturaleza, interrumpido por la verdadera pieza, como una dramaturgia que emerge del inconsciente colectivo.
Me acuerdo de la frase de ‘El Principito’, eso de que «lo esencial es invisible a los ojos». Lo que en la pieza es perceptible a simple vista, aparece aquí como trabajo escénico meritorio. Un dispositivo brillantemente articulado, que privilegia la visión periférica frente lo hipervisibilizado, lo biempensante, aquello que nos es literalmente señalado (por un hombre blanco) y amplificado por prismáticos, que son ellos mismos una herramienta para ser voyeur o conspirador.
Voyeur o conspirador, me gusta eso, sólo cabe elegir una de esas dos posiciones.
Antes de acudir, había leído en la página del Surge que la cosa va de una tal Grisélidis Real, de quien no tengo noticia, pero que desde luego ostenta un nombre pajaresco. Al buscarla en Google, al día siguiente de la experiencia, la pieza confirma su significado aparente: parece ser que fue una activista por los derechos de las trabajadoras sexuales.
Ficha artística de la pieza:
‘Los arándanos’, de Les Myrtilles.
Creación: Carmen Aldama y Fran Martínez Vélez
Intérpretes: Carmen Aldama, Ksenia Guinea, Fran Martínez Vélez y Sofía Perdomo Sanz.
Diseño de cartel: Ángela Fernández Montoya @angelamontoya.art
Asesor de texto: José Antonio García Simón
Dramaturgia: Laura Liz Gil Echenique
Producción: Colectivo La Veleidad @laboratoriodelmohin