Danzas románticas se presenta en el Mercat de les Flors del 29 de noviembre al 1 de diciembre, creada por Guillem Mont de Palol en diálogo con el trabajo que viene desarrollando junto a Jorge Dutor desde hace quince años. Entradas agotadas para el estreno de este «ballet disidente» en Barcelona. Hablamos con MontdeDutor.
¿En qué momento profesional y personal creáis Danzas románticas?
Guillem Mont de Palol: Yo nunca había estado solo en escena hasta Danzas románticas, lo cual viene de una necesidad de encontrar cada uno su camino en lo profesional y en lo vital. Jorge ha estado más en el vestuario en los últimos años, y yo colaborando con otras artistas y en el mundo de las terapias o de los masajes. Yo también necesitaba reencontrarme con mi cuerpo en escena y en la vida. Lo escénico o la creación ya no es prioritario en mi vida, aunque todo lo que voy haciendo me va nutriendo creativamente. Me encuentro en un momento de madurez y tranquilidad donde mi deseo está puesto en lo que realmente me apetece hacer.
Jorge Dutor: Yo estoy muy contenta, me estoy viendo madurar y estoy encantada de hacerme mayor. Tengo una nueva conciencia de estar viva y de lo que significa hacer y que te pasen cosas, descubriendo o prestando atención a cuestiones que antes no había hecho. Entre otras, a mí misma. En lo profesional me lo estoy pasando muy bien con el vestuario. Es una manera muy bonita de acompañar procesos de otras artistas, y de estar en escena pero de otra manera, no con mi cuerpo sino con las cosas que hago.
Después de todo lo hecho, mayormente desde los lenguajes escénicos experimentales, ¿por qué y cómo trabajar sobre un género como el ballet?
Guillem Mont de Palol: Lo que me fascina del ballet y en lo que me he centrado en este trabajo no es tanto en sus lenguajes de danza, sino en cómo cuenta historias, y en las músicas descriptivas que utilizaban los ballets románticos. Estas músicas te cuentan historias, llevan a imaginarte escenas de amor, lucha, terror o muerte. Así que he tomado los cuentos y la música de los ballets para contar otro tipo de historias. Este fue el inicio del trabajo. Luego hemos seguido trabajando con las convenciones, algo que ya veníamos haciendo siempre en los trabajos anteriores. Si en Grand Applause estábamos en la convención de la ópera, en esta obra nos acercamos a la convención del ballet. ¿Cómo lo hemos hecho? De una manera muy literal y representativa. Jugamos a “hacer el ballet”. Por ejemplo hay un momento en el que hacemos una escena de lucha con público y eso es representación pura. Aunque la representación suene antigua, forma parte del género y de la convención.
Jorge Dutor: El ballet es lo que cada persona piense que es el ballet. Eso hace que la literalidad no sea tan objetiva. Por ejemplo una escena de lucha que para alguien puede ser súper ballet, para otra no. Me interesa también lo que tiene de médium esta obra, que genera invocaciones desde la propia convención. Es algo que creo ocurre en todos nuestros trabajos, que nos ponemos muy a disposición del material para que otras cosas se materialicen a través de nuestros cuerpos. Y esto pasa también en Danzas románticas. Guillem trabaja desde un lugar de médium para que su cuerpo pueda ser habitado por los espíritus de esos personajes. Creo que no es tanto el cómo si no el qué en esta obra. Danzas románticas es un ballet porque está diseñado desde las convenciones del ballet, pero no es un ballet convencional por supuesto.
Guillem Mont de Palol: También estamos intentando romper todas las convenciones del ballet. Es un espacio horizontal, no hay cuarta pared, no hay grada… Y el público opera como el cuerpo del ballet, forma parte del paisaje. Las espectadoras son extras sin las que la obra no tiene sentido. Danzas románticas es un ballet disidente, un ballet que no quiere ser ballet.
Jorge Dutor: Esta obra no la miras desde la butaca, aquí entras en el ballet.
Guillem Mont de Palol: Danzas románticas es un ritual, una constelación familiar y un escape room.
Sobre la obra habéis dicho también que es «una ceremonia de desactivación de poderes románticos, un acto psicomágico que busca la sanación de todo este sufrimiento romántico o un ritual de desempoderamiento». El ballet encierra muchos tipos de violencia, sobre todo ejercido en los cuerpos de quienes lo practican, pero también en las historias que trata…
Guillem Mont de Palol: Partimos de la premisa de que yo no soy un cuerpo entrenado en ballet, no soy mujer… Quiero decir que me coloco en un lugar desde el que tratar de invocar todo eso e intentar sanarlo, y lo hacemos en parte creo a través del humor. También entendemos el ballet como un lugar de encuentro, y no como un desencuentro social en el que los que tenían dinero pagaban por ver un espectáculo. Queremos democratizar el escenario, la arena del ballet y proponer otro tipo de cuerpo que también podría ser el del ballet.
Jorge Dutor: A mí me gusta mucho la idea de aproximación al ballet, pero también la de apropiación del ballet. La aproximación teórica o académica podría estar más o menos legitimada en función del entrenamiento o nivel sociocultural entre muchas otras cosas, pero una apropiación es otra cuestión, no hay condiciones. Es un asalto, y eso es divertido. En la performance pasa mucho, las personas están dentro del ballet y hacen una especie de alunizaje. Le hemos pegado una patada al telón y entra la gente haciendo Giselle entre todas. En el taller Danzas románticas Lab que hacemos va precisamente de eso. En media hora ya estamos todo el mundo haciendo un ballet exactamente igual que las grandes estrellas del Royal Ballet.
En Danzas románticas confluyen muchas líneas de trabajos anteriores: el juego con las convenciones de Grand Applause, la plástica de Lo mínimo, el sentido del humor de Y por qué John Cage?, pero también y de forma muy concreta todo el trabajo comunitario de El movimiento o Decorum. ¿A qué se debe y cómo se articula esta preocupación social o vinculante en vuestro trabajo últimamante?
Guillem Mont de Palol: En mi caso, creo que se debe a la pérdida de esperanza en el teatro, junto al deseo de estar con la agente. Sobre todo a partir de la pandemia me interesa proponer espacios de encuentro donde la gente interactúe en lo teatral, que haya un intercambio y que pasen cosas. También como artistas estamos en un momento energéticamente muy potente y muy diferente. Eso también se nota en la pieza y en la elección del género del ballet. Sus músicas son increíbles, te elevan. A un nivel más sensible nos interesa este intercambio energético entre el publico y el performer. Es un espacio mágico, como el ballet donde el paisaje o los seres que lo habitaban eran fantásticos, ya fuera de forma representativa o concreta. Lo que hacemos es abrir este campo de juego para que todo suceda.
Jorge Dutor: Un poco todos nuestros trabajos tienen esa tendencia de lo popular. Está basada en el juego. Aunque estés en una butaca estás dentro y jugando con nosotros. Estás siempre siendo tenido en cuenta y no de manera pasiva. Hubo muchos años que estábamos cómodos con aquella denominación de «coreografía expandida». Y otra cosa de la que nos hemos dado cuenta haciendo estos trabajos comunitarios o con grupos es de las convivencia de capas. Hay un nivel más superficial, visible o directo de percepción, y luego hay otros que operan a niveles más sutiles o profundos. Y eso hemos querido que estuviera en Danzas románticas. Por eso la gente está en escena y tiene un papel todo el rato. Apelamos a la subjetividad de las espectadoras, entre las que pueden pasar también cosas, y otras alrededor que no están bajo nuestro control, ya que el foco no está sólo en Guillem. Lo que hacemos en definitiva es crear unas condiciones para que ocurran ciertas cosas durante la obra.
En Danzas románticas convertís al público en una suerte de cuerpo de baile, figura supuestamente secundaria y políticamente problemática en el ballet, en cambio aquí con agencia y capacidad de disfrute propia.
Jorge Dutor: Es complejo considerar que el cuerpo de baile es segunda fila o menospreciarlo.
Guillem Mont de Palol: Pero es que la academia lo ha menospreciado siempre.
Jorge Dutor: Pero también han sido bailarinas y bailarines súper entrenados para sostener todo lo demás que ocurre.
Guillem Mont de Palol: Creo que tiene que ser muy frustrante haber entrenado 20 años de tu vida y a veces no poder ni moverte. Para una bailarina quizás sea hasta un poco humillante.
Jorge Dutor: No sabemos lo que piensa una bailarina. Y si es frustrante o humillante en relación a qué ideología lo es. Me pregunto qué prisma político nos hace ver esa realidad de una sola manera. Que si no estás en primera fila es una mierda y no ha merecido la pena el esfuerzo. El romanticismo es muy complejo, hay unas ideologías flotando que miradas desde otro prisma cambian totalmente. En mi experiencia como performer, disfruto como solista, pero también haciendo cosas en grupo, o en las que ni siquiera se me ve y otras en las que ni aparezco. ¿Nos han educado en ser la primera de la fila? Sí. ¿Somo herederos de ese sistema? También. Pero nos estamos replanteando todo. En Danzas románicas somos el cuerpo de baile todas juntas. Es algo comunitario.
Guillem Mont de Palol: En esta obra el público pone su cuerpo, no solo su mirada desde fuera. A mí me gusta mucho haber hecho una obra en la que si no hay público no hay obra.
El espacio y los elementos escenográficos son parte fundamental en Danzas románticas, ¿cómo es tu propuesta espacial, Jorge?
Jorge Dutor: Teníamos claro trabajar con la performatividad del espacio. Que invitara al tránsito y a la movilidad constantemente, aunque si quieres puedes parar y acomodarte, y también un espacio que generara desorientación. Entras en un lugar con otros códigos que tienes que descifrar. Hay que seguir el camino o perder la orientación. Está diseñado para que no haya ningún centro nunca. Plásticamente nos interesaba que se pudiera transformar. Trabajamos con la idea de bosque o la de crear una atmósfera húmeda, blanda, pegajosa, algo como el musgo. Al mismo tiempo es fácilmente almacenable y transportable. El espacio también tiene su propia orografía, y está pensado desde el sonido. El espacio participa del sonido, el sonido en las luces, las luces en la performance… Todo esta entretejido.
Guillem Mont de Palol: Carlos Parra está en sonido y ha hecho un trabajo increíble. Hace foley en directo y puedes ver cómo el sonido está producido. Debajo de las tarimas hay micrófonos que amplían el sonido que el público puede hacer sonar. La música se desplaza por el espacio… Hay muchos juegos sonoros.
Guillem, ¿cómo ha sido tu trabajo corporal o dancístico durante el proceso de Danzas románticas?
Guillem Mont de Palol: Yo no soy un cuerpo entrenado para el ballet. Sí que he hecho ballet pero vengo de la danza contemporánea. Durante el proceso he aprendido diferentes escenas míticas del ballet como la locura de Giselle, el final del primer acto que es cuando se vuelve loca por desamor y decide suicidarse. Por ejemplo esta escena la hago, pero son fragmentos que no están tanto en la técnica, sino más en la pantomima del ballet, que sería algo así como hablar con la gestualidad, con gestos que cada uno significa algo, como en lenguaje sordomudo. Luego he traducido alguno de los principios del ballet como la idea de equilibro o desequilibrio, el giro, el salto… Todo esto está, pero en un cuerpo menos entrenado. Y creo que así aparece la invocación. Al intentar incorporar todos estos cuerpos femeninos de cierta cosmogonía. Y así se me han quedado gestos o cuerpos de La Silphide, Giselle, Coppelia, Raimunda… El ritual y la invocación pasa por la incorporación de estos espíritus en mi cuerpo. Igual no soy yo el que está bailando.
Fernando Gandasegui
Fotos de Mila Ercoli