El lugar de los pasos perdidos

‘El lugar de los pasos perdidos’ de Mónica Valenciano. Foto: Lucas Damiani.

Te podría decir que este texto se empezó (lo empecé) a escribir hace mucho tiempo, y me tendrías que creer. Te diría que la lectura no empieza en el momento en el que tú lees, y ahí también habría una cuestión de fe. El otro día cuando entramos a ver a Mónica Valenciano ella ya estaba en movimiento. Cuando la vimos bailar, no tuve que hacer ningún esfuerzo para sentir que sus movimientos llevan sucediendo desde hace largo, largo tiempo y que son una corriente continua. Siento vértigo en este dejarse llevar por el tiempo de las cosas: no ver principio o fin, no conocer el origen de un movimiento o de los lenguajes. En lo que sí puedo confiar es en que lo que veo y escucho tiene su tiempo que, dentro o fuera del lenguaje y de la danza, es el presente. 

Habrás leído por ahí muchas referencias a Simone Weil y en particular a su idea de la atención: un estado de espera que acepta la realidad en su presente, tal como es, sin miedo a no comprender ni temor a equivocarse. Describe un estar del cuerpo disponible, vacío, abierto al objeto, que se aleja de ejercicios musculares o gestos intencionados. También dice Weil que, en el estado de espera de la atención, el órgano de contacto con la existencia es la aceptación, el amor. Y por eso digo, con Weil, que belleza y realidad son idénticas. Que el gozo y la sensación de realidad son lo mismo.

Atención, amor y aceptación son de esas palabras que probablemente necesitemos la vida entera para integrarlas y aprender a navegar en ellas. Por si fuera poco, cada una tenemos, o al menos deberíamos de tener, nuestra forma personal de atender a las cosas al igual que nuestra propia forma de amar. La atención en la danza, por ejemplo, es un campo sensible que se cultiva bailando, acompañando al tiempo y con el oficio artesano de ir al estudio día tras día sin miedo al error. La atención, o el amor, es un lugar inmenso, infinito, inabarcable y a la vez lleno de riesgos, de valentía, de rotos y descosidos, de insistencia. Seguramente sabes que una hora en el estudio pueden ser muchas cosas, igual que una hora moviéndote o una hora tirada en el suelo mirando al techo. La cantidad de horas que pasamos en el estudio es casi imposible de documentar en algo físico, tangible, en cuadernos o en vídeos. Quizá sólo podamos confiar en que ese tiempo quede recogido en nuestra forma de bailar, de atender a las cosas.

El lugar de los pasos perdidos de Mónica Valenciano es un campo donde hay un cuerpo, el de Mónica, pero hay millones de cuerpos como momentos presentes en los que se transforma un cuerpo. Quiero decir: yo no pude ver solo un cuerpo, pude ver el cuerpo sin límites de Mónica transformándose en infinitos cuerpos. Un cuerpo a disposición de una fregona, de una linterna, de la propia saliva, de un paquete de pañuelos, de un vaso de leche, del público, de la calle. Un cuerpo a disposición de un presente continuo, de un presente constante, en que cada movimiento invoca al siguiente. Un cuerpo baila con lo que tiene, propone Mónica. Un baile único y abundante gracias a su insistencia durante tantos años en crear su propio mundo, su propia belleza. Bailó con una linterna y era la linterna la que bailaba a Mónica a la vez que ella se convertía en las sombras y en la luz de la linterna. Bailó con una barra de pan y era la misma barra de pan la que multiplicaba los cuerpos de Mónica. Ardió la barra de pan y era la llama lo único que iluminaba el escenario pero lo que veíamos en la oscuridad era el gozo de Mónica. Media barra de pan tan pequeña y grande como real y bella bastaba para llenar de realidad y presencia el teatro. Si estás ahí, créeme, la atención, el amor y la belleza te bailan.

¿Qué lugar ocupa El lugar de los pasos perdidos en nuestra memoria desde que la vimos? Y qué lugar ocupará, no sé, en veinte años. ¿Cuáles serán los gestos o movimientos que recordaremos de la obra? ¿Cómo vemos ese paisaje cuando el paisaje ya no está allí?, dice Weil. Hay movimientos y lenguajes que son como esa estrella, ya apagada, que aquí no deja de iluminarnos. Recuerdo que en plena obra ya sonreía al ver el goce de Mónica en ese estado disponible, en ese compartir con el público su propio disfrute, jugando y transitando de un cuerpo a otro. Lo que nos queda y mueve es esta agitación alegre de las cosas. 

Podría decirte que este texto no acaba aquí y que Mónica lleva años bailandome, y ojalá me creas una vez más.

Kike García

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20 años de Teatro Ensalle

El 20 aniversario de Teatro Ensalle fue un parque de atracciones. Y no sólo porque hubiese mucha gente, mucho alboroto, muchos artefactos, algunos de ellos luminosos, música, comida rica y abundante. No sólo por eso, sino también porque Ensalle consigue configurar un sistema de atracción(es) (“fuerza o capacidad para atraer”) capaz de seducir y cohesionar una colectividad en torno suyo. Un campo magnético. Una pista de juego. Un salón de baile. 

Nos invitaron a estar presentes y mezclarnos con muchxs otrxs amigxs de la sala durante unos días para celebrar estos 20 años, personas que hemos mantenido y conservamos un estrecho vínculo con el equipo y con el proyecto. La invitación traía consigo una pregunta: ¿Qué significa realmente celebrar 20 años de Ensalle? ¿Hay algo que celebrar?

Además de lo emotivo del acontecimiento, la invitación era muy seductora puesto que muchxs de nosotrxs no nos conocíamos personalmente; a veces habíamos visto algo de nuestros trabajamos, en ocasiones no, aunque de alguna manera nos rondábamos hace tiempo. Ensalle nos enlazaba a través de pistas, rumores y posiblemente alguna que otra mentira piadosa. Una conspiración tierna movía los hilos y nos dejamos arremolinar.

Algunos encuentros virtuales previos generaron listas con ideas, textos y propuestas más o menos concretas. Algunas de estas propuestas incluían a todxs lxs que quisiéramos participar; otras eran ofrendas amorosas que algunx de lxs invitadxs quería compartir con el resto. 

Llegado el día, ciertamente en el aire se respiraban aires de celebración. Ponernos cara y voz como el primer día de colegio. Empezar a mezclarse en torno al café y a los cigarros de la mañana, que nunca eran uno ni dos. Ni tres. Curiosxs y disponibles.  Dos días para dar cuerpo juntxs a algo que se compartiría con el público y amigxs el sábado 19 y el domingo 20 de agosto. 

“Parece el Cluedo” dijo Eva, porque allí estábamos todxs lxs invitadxs pero ni rastro de lxs anfitrionxs, que se encontraban atendiendo una de las varias entrevistas que les hicieron aquellos días. Y sí que lo parecía; al fin y al cabo atravesar la puerta de Ensalle es atravesar un portal. Es como un scape room: sabes cuándo entras pero el momento de salir depende de lo que pase allí dentro, de cuánto te entretengas por el camino y de cuánto te metas en el juego.

Y pasó lo que tenía que pasar: grupitos aquí y allá entretenidos en conversaciones, alguien descolgado atendiendo otros asuntos, gente entrando y saliendo… Todo se volvió elástico e informe, una masa rica que trae consigo tanto riesgo como gusto. Surfear este espacio compartido junto con un par de reuniones para organizarnos y tomar decisiones hicieron aparecer un cuerpo que poco a poco se fue revelando. No siendo el resultado escénico de este encuentro algo que preocupara en exceso (o eso creo, quizá me equivoque, puesto que se trataba de una celebración, del tipo que fuese, y no de un espectáculo), sí que había un compromiso con abrir las puertas al público a un acontecimiento que hiciera justicia a la naturaleza del encuentro.

Quienes tuvimos el privilegio de estar allí nos montamos en todas esas atracciones de feria y nos pegamos un viaje. Alrededor de cuatro horas de pasearse por esas pequeñas piezas, acciones, diálogos, gestos, lecturas. Eva, Diego, Jaume, Cristina, Xacobo, Gabi, María, Begoña, Gonzalo, Coti, Sergi, Borja, Julio, Antonio, Antón, Pedro, Julio, Sandra, Raquel, Laura, Juan, Fran, Macarena, Gonzalo, Lina, Montse, Javier, Artús, Jorge, Antonio, Carlos, David, José Luis, Elena, Javier… Todxs estuvimos allí y derramamos algo de nosotrxs. Había mucha más gente, de cuerpo presente pero también espectral, como ese sonido del que habló Diego, que se cuela en los espectáculos desde que tengo memoria, que siempre estuvo, y está, que se filtra y se revela sin que, durante muchos años, muchxs de nosotrxs supiésemos de dónde provenía. No desvelaré el misterio para preservar el enigma. Lo fantasmal también hizo aparición en la memoria de todos los cuerpos que pasaron por la sala durante todos esos años. Todo lo vivido y también lo secreto. 

No puedo describir todo lo que allí pasó, no sabría cómo hacerlo y de cualquier manera tampoco me apetece diseccionar ese cadáver. Pasó. Pasó y reconforta, una vez más, celebrar el  encuentro en unos términos y bajo unas leyes que son otras. Pequeñas piezas-regalo desparramadas por todos los espacios de la sala, en un formato ensanchado donde cupieron muchos universos distintos. Abriré una grieta para contaros algo que no olvidaré: el estar agazapado, pegado a los cuerpos de Raquel y Artús, contra una columna de la Lera, una de las salas del teatro, estremecido al ver los cuerpos conmovidos de Macarena, David y Elena. No sé si hay algo más bello que el cuerpo de unx músicx mientras toca. 

Sospecho y sé que todo lo que allí pasó fue una manera de agradecer a Raquel, Pedro, Artús, Jorge y María la compañía, el cariño y el apoyo de todos estos años. Para quien no conozca Vigo le avanzo que no es el lugar más chisporroteante si quieres dedicarte a las artes vivas (lo mismo como espectadorx). Para quienes nos criamos y crecimos en Vigo es justo decir que Ensalle no fueron lxs únicxs pero sí fundamentales para aquellxs que quisimos seguir ese camino. Muchxs de nosotrxs bailamos porque ellxs nos invitaron a pasar. Y nos siguen sosteniendo. 

Para acabar la velada, una verbena: una playlist final que Sergi elaboró con músicas aportadas por todxs. No podía acabar esto de otra forma sino bailando. Si no se trataba de una celebración, se le parecía mucho, todo y por entero. Volviendo a la pregunta que se nos lanzó en la propia invitación a participar, no sé si lo que celebramos fueron los 20 años de Ensalle; quizá fue algo más secreto, más escurridizo, pero desde luego muy real.

Todo este contagio, todos estos cuerpos, dejaron como rastro y testigo las paredes mojadas. Empapadas. Las camisetas, empapadas también. Como follar en un coche y empañar los cristales. Como el espejo del baño después de la ducha. Como todo lo que envuelve cuerpo y placer. Calor y cuerpos. Yo me fui para casa y allí lxs dejé, bailando. Allí siguen. Empapadxs.

Fran Martínez

Imágenes de Laura Iturralde

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Comunicado por cancelación de «Auge y caída de una ciudad» en Baelo Claudia

Algeciras, 15 de septiembre de 2023

Auge y caída de una ciudad es un encargo del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia a creadores del Campo de Gibraltar.

Auge y caída de una ciudad es el fruto de dos semanas de trabajo de un equipo de ocho personas venidas de distintos puntos de Andalucía.

Auge y caída de una ciudad es una intervención escénica en las ruinas de Baelo Claudia.

Auge y caída de una ciudad es una pieza que, a modo de paseo, activa una serie de reflexiones sobre la ciudad en su sentido ampliado. Es una reflexión sobre la esencia del Estado y su relación con la violencia.

Auge y caída de una ciudad es una imprecación a la Naturaleza.

Auge y caída de una ciudad es un manifiesto a favor y en contra de la polis.

Auge y caída de una ciudad es un homenaje a todos los Nahel Merzouk, los Mame Mbaye, los Muhsin Fikri y los Mark Duggan de todas las ciudades de la Historia.

Ayer 14 de septiembre de 2023 desde la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Cádiz se nos comunica al equipo de Auge y caída de una ciudad que se cancela la última función programada para este sábado 16 de septiembre de 2023. Las razones aducidas son disconformidad con la temática de la pieza y la existencia de pasajes polémicos de la puesta en escena, y en especial, la presencia de desnudos y de escenas de violencia.

Sin embargo queremos mencionar otras razones que estamos seguros también han ayudado en la decisión: el contenido político del trabajo y las menciones a las revueltas en Francia de este verano.

También debemos señalar que antes de comunicarnos la cancelación han sugerido que cambiáramos el contenido de la misma. Es por eso que, entendemos que se nos cancela como método de censura.

Por todo esto, exigimos a la Junta de Andalucía cumplir con su contrato en respeto a nuestro trabajo y a los espectadores que tenían programada su asistencia; y hacemos un llamado a los compañeros y compañeras del mundo de la creación en general y de las artes escénicas en especial para que nos apoyen en nuestra reivindicación.

Este silencio es horrible. Es inevitable sentir miedo y sin embargo pienso, ¿miedo a qué? Es verdad que no es la primera vez que Ellos vienen, o eso dicen. Ya han venido otras veces y sin embargo todo sigue igual. En cualquier caso, es la primera vez que los voy a ver… Y es cierto que tengo un cierto temor a lo que pueda pasar, pero hay algo en mí, un deseo demasiado fuerte de que ocurra algo ya, de que sea lo que tenga que ser.

En esta huida absurda hemos venido a refugiarnos al Teatro. Pero qué sitio tan extraño para resguardarse. Además, aquí sentados, mirando a escena… Convierte lo que ha de pasar en un espectáculo macabro. No puedo dejar de darle vueltas a lo que dice Debord: “todo lo que antes era vivido directamente, se distancia ahora como representación”.

Estamos aquí sentados, mirando, y ya no está claro si miramos o somos mirados. Si asistimos a un espectáculo o somos el espectáculo en sí. Porque Ellos ya están aquí. Es su momento. Es nuestro momento.

Auge y caída de una ciudad. Fragmento.

El equipo artístico y de producción: Ben Attia, Nerea Galán, Alberto Núñez, Miguel Soto, Concha Mariscal, Carlos Soto, Mar Gallego.

ACTUALIZACIÓN: SEGUNDO COMUNICADO POR CANCELACIÓN DE AUGE Y CAIDA DE UNA CIUDAD

Algeciras a 16 de septiembre de 2023

Desde el equipo de “Auge y caída de una ciudad” queremos actualizar la información respecto de la cancelación de la última función prevista para hoy 16 de septiembre de 2023 en el Conjunto arqueológico de Baelo Claudia.

A lo largo del día de ayer fueron numerosas las muestras de apoyo por parte de los compañeros y compañeras de las artes escénicas y del mundo de la creación en general, así como el interés mostrado por medios de comunicación de todo signo y por personalidades políticas de distintos partidos de la provincia de Cádiz y de Andalucía.

Entendemos que esta respuesta tan contundente por el conjunto de la sociedad frente a un acto claro de censura viene motivado por el desprecio hacia una práctica que se consideraba ya erradicada. Sabemos que así debe ser, y persistiremos en su defensa cuantas veces sea necesario.

Ha sido gracias a esta contestación masiva que se ha puesto en contacto con nosotros, cerca de las 17:00 de ayer, D. Jorge Vázquez, Delegado territorial de turismo, cultura y deporte de la Junta de Andalucía para ofrecer su versión de los hechos y para ofrecernos reprogramar la última función de las tres contratadas.

Consideramos, pues, que la rectificación llega a tiempo a pesar de ciertas excusas viciadas vertidas a los medios. Reconocemos el gesto y queda por tanto restituida la relación contractual, a falta de fijar una nueva fecha para la última función y que, por cuestiones de agenda del equipo artístico, no podrá ser inmediata.

Pero con el acto de censura cometido se ha infligido un daño que afecta a dos esferas: por un lado a la privada, ya resuelto; y por otro a la pública, con un gravísimo atentado a un derecho fundamental, patrimonio de la ciudadanía en su conjunto y de los creadores y las creadoras en particular. Queda por tanto enmendar el segundo. Y para ello, como portavoces advenidos de la comunidad de creadores, exigimos a D. Arturo Bernal Bergua, como titular de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, un comunicado público de rechazo a lo ocurrido y que incluya el compromiso expreso de no volver a incurrir su consejería en prácticas censoras con creadores de nuestra comunidad.

Aprovechamos para hacer un llamamiento a la comunidad de creadores y creadoras andaluces para, como en esta ocasión, mantenerse siempre en la unidad y defendernos así juntos de las coerciones, presiones y arbitrariedades de administraciones e instituciones de todo signo y toda índole. Solo la unión hace la fuerza.

nulla aesthetica sine ethica

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‘Coreografías para miradas distraídas – Conversación con Laura Lima’ por João Lima

La artista visual Laura Lima conversó con el coreógrafo João Lima sobre Balé Literal, exposición que presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). De una creatividad abundante, la muestra celebra el encantamiento de la materia basado en el trabajo colectivo y puede ser vista hasta el 25 de septiembre.

João Lima: Laura, para empezar me gustaría saber cómo llegaste a esta experiencia duracional del Balé Literal, ¿cómo concebiste esta coreografía que desfila frente a nosotros durante horas?  

Laura Lima: Me preguntas sobre esto del tiempo, y viene como consecuencia de las experiencias de ejercicios y exposiciones que he ido creando a lo largo de estos, más o menos, 30 años. Cuando comencé a pensar específicamente en estas cuestiones del tiempo, involucraban la presencia de seres vivos: humanos, animales, plantas. Imagínense en los años 90 en las artes visuales, cuando empezamos a trabajar con personas vivas en exposiciones, lo primero que le llamaron fue performance. Y la producción decía que podríamos hacerlo de 7 a 21 horas. Y me preguntaba: ¿por qué tantas definiciones, tantas limitaciones? En primer lugar, no sé si mi trabajo es performance. Estoy pensando en la materia, para mí lo que se construye es materia, quizás tenga un sesgo más escultórico. Y no solo quiero estar ahí de 7 a 21 horas, si soy parte de esta exposición entonces quiero que mi trabajo esté aquí todos los días. Luego decían: “hazlo tú y reemplázalo por un vídeo.” Pero no me interesaba y les respondía: “No puedo poner este trabajo así, porque estoy hablando de materialidad, no es un vídeo”. Y era muy difícil de hacer. Poco a poco, pude trabajar lo vivo, y los vivos traen algo frágil, ¿no? Fue una lucha y estoy feliz de haberlo logrado. Entonces esa cuestión del tiempo viene de ahí. Por eso hoy, 30 años después, Balé Literal es un Balé continuo, non stop, y las estructuras internas son la supervivencia de este Balé en sí.

JL: Podrías hablar un poco más sobre ese interés en distinguir tu trabajo del campo de la performance? Y, por otro lado, ¿la noción de espectacularidad forma parte de tus intenciones o también es algo de lo que buscas alejarte? 

LL: Quería evitar la cosa de la performance para tensionar aún más la cuestión matérica. Así que era provocativo decir que no era performance. No es que estuviera bromeando, no era un capricho. Creo que incluso me tomaba demasiado en serio. Quizás me tomaba más en serio que hoy. (Risas) Espectacular puede ser algo absolutamente simple, sin que haya necesariamente esa cosa disfrazada. Pero lo espectacular aparece quizás en un sentido más dramático en el Balé Literal del MACBA. Cuando el personal de conservación del museo se dio cuenta de cómo tenían que manipular esta pieza durante cinco meses… El hecho de que el movimiento sea mecánico hace que los tejidos se aflojen, la pieza se arrugue o se estire, y todo eso para mí es el Balé. Sobre esta materia se opera una situación poética, basada en el movimiento mecánico. Y aquí me refiero a los parámetros del museo y a cómo allí se presentan las cosas como espectáculo. ¿Qué clase de mise en scène es ésta? Estamos usando la ironía, sacando a relucir toda la puesta en escena del museo. El museo es en sí mismo un lugar donde hay una mise en scène estructural, donde se valoran las obras. Ahí no puedes tocarlas, pero en todo el Balé, coges las piezas, las tiras, entonces todo el tiempo esto se pone en evidencia. Hay un escenario de construcción de valor ahí. 

JL: Otra cosa interesante es la tensión entre presencia y ausencia que se da ahí. Sabemos que, fuera de ese espacio que estamos viendo, hay personas que están manipulando los objetos y activando todo, aun así, están esos objetos suspendidos frente a nosotros. Y adquieren una dimensión espectral, a través de las memorias de los objetos, a veces cargadas de simbolismo.

LL: El Balé, de hecho, ocurre mucho antes que el propio Balé, mucho antes de que te preguntes: “los objetos están ausentes, estas cosas que parecen inanimadas son las que bailan y las personas trabajan. Pero a fin de cuentas, ¿quién baila?” El Balé incluye toda la puesta en escena de un museo. Entonces empieza mucho antes que la idea. Y ¿por qué hay tantas piezas? Porque ninguna se completa por sí sola, siempre hay composiciones diferentes cada día, esa es la idea. Incluso con la música doy la instrucción de que entre cruzada, no para completar la pieza. Parecen errores, pero estos errores son a propósito, ¿sabes? 

JL: Tal como en el teatro, en este formato que creaste, lo que se ve está constantemente permeado por lo que está fuera de escena, por lo que excede nuestro campo de visión.

LL: Es como si pudieras ver el fondo del lienzo en la pintura. Sin embargo, mientras miras el fondo, no ves lo que hay allí porque se está moviendo. Entonces, la forma en que cruzas el espacio es un nivel de edición de lo que ves en el Balé. Allí tenemos cuatro lugares principales, uno de los cuales está dividido en dos, que están por detrás del escenario. Porque es el circuito de bicicletas el que hace la pieza. Viste a la gente pedaleando, ¿verdad?

JL: ¡Sí, ese sistema es fantástico!

LL: Pues bien, hay la sala central donde se colocan las luces de una manera más espectacular, además de la música. Y aunque allí no esté pasando casi nada, detrás de las bambalinas siempre pasa algo. Estás como dividido entre un espacio que, según el momento, puede ser bastante intenso o muy meditativo. Mientras que del otro lado vemos a algunas personas haciendo cosas. También está el tercer lugar, que llamamos Acervo, donde las piezas son depositadas, no exactamente colocadas en una exposición de arte comme il faut. Y hay un cuarto espacio que es una mesa con sillas. Ese lugar se llama Sindicato y allí es donde los trabajadores guionizan el Balé o se sientan al final del día a discutir las cosas que hay que resolver. Porque son cinco meses de presentación, con más de un centenar de obras y muchas no aparecen todos los días. Allí ellas componen un Balé para el espectador a partir de esa vivencia, yo no podía controlarlo todo. Lo maravilloso sobre lo vivo es que la cuestión del control no es rígida. O sea, las combinaciones son increíbles. Una pieza puede salir hermosamente de mi punto de vista y, aun así, las posibilidades de trabajar los lenguajes siguen siendo muchas. Y si vas de un lado a otro, o si hay partes de que no sabes que están pasando, no importa: ¡todo es el Balé! Porque todas son formas de entrelazar una disposición de montaje, a partir de la circulación del espectador. 

JL: En ciertos momentos del Balé noté una evocación de estímulos relacionados con la naturaleza: pájaros que cantan, materiales orgánicos y pinturas de paisajes transformados, etc. ¿De alguna manera la noción de naturaleza muerta – ese concepto tan caro y a la vez tan desgastado en la historia de la imagen occidental – pasó por tus inquietudes a lo largo de tu carrera hasta llegar a lo que vimos aquí en el MACBA?

LL: Creo que sí. ¿Sabes lo que pasa? Estamos razonablemente adiestrados. Nuestra visión está adiestrada por la historia del arte. Adiestrada para pensar en el punto de fuga en relación con la pintura, principalmente europea. El tema de la colonización es algo muy fuerte, que subyuga a muchos otros lenguajes y formas de percibir. No digo que no sea hermoso, que no sea maravilloso, estoy diciendo que a lo largo del tiempo somos conducidos a mirar siempre así. Incluso en el teatro hay esa cosa de la tercera o cuarta pared, ¡qué sé yo cuántas paredes tiene el teatro! (Risas) Entonces trabajé así: miré las pinturas de naturalezas muertas y vi la discusión de la belleza allí. Tomando el clásico bodegón, siempre aparecía un pájaro muy bonito, normalmente un faisán. Entonces fui a estudiar aspectos de los que normalmente no se hablaba, y vi que había algo cosmético ahí, de comer esa belleza. Se comían los hermosos pájaros, porque esa era una manera de meterlos adentro. La belleza es una cosa cosmética. Otros trabajos míos más antiguos involucraban animales, como una vaca viva que traje de la granja de una tía y la coloqué en la arena de la playa de Ipanema. La gente pasaba por la playa y veía la vaca. Esa situación de distancia, de mirar esa cosa plácida que es el mar, y ver una vaca, que hoy en día es un elemento extraño en esa playa urbana, plantea también un interrogante sobre la idea misma de la naturaleza muerta como distancia, como apreciación, como punto de fuga. Es una construcción de imagen, pero en realidad están vivas. Y también están “Los Nómadas”, que son estos cuadros con pequeñas intervenciones vegetales.

JL: Los vi, hay algo fantasmal ahí.

LL: Son pinturas, pero son copias de verdad realizadas por una copista con la que trabajo desde hace muchos años. De hecho, “Los Nómadas” son máscaras. Elimino la mayoría de los ojos, sin dejar casi ninguna información humana en ellos. Abro los ojos para que la gente pase por detrás del paisaje. O por el frente. De hecho, la idea de paisaje es algo que se nombra: una playa continuaría en una roca, esa roca, si no fuera isla, sería mar, ese mar llegaría a otro lugar y no terminaría allí. Después de todo, ¿cuál es el paisaje que nombraste? ¿Estamos alrededor de un paisaje o por detrás mirándolo?

JL: Otra cuestión que me hizo pensar en relación a ese espacio y a los objetos que observamos es que allí hay elementos muy concretos, que evocan ciertos recuerdos. Y, desde ahí, se impulsa la imaginación. Es decir, ese lugar está lleno de referentes terrenales, concretos, materiales, pero al mismo tiempo nos incita a activar capas de memoria e ilusión. Esa forma en que uniste esas dos dimensiones (no es que sean contradictorias, de ninguna manera), pero cómo lo lograste es realmente sorprendente. Los artefactos que construyes parecen pertenecer a una producción ficcional muy elaborada, por eso te pregunto: ¿en qué medida trabajas la noción de ficción en relación a esa memoria material de los elementos?

LL: A saber, de las cosas que hay en este Balé, algunas fueron elegidas para pertenecer sólo a este Balé, mientras otras provienen de otros períodos de mi vida y trabajo. Sin embargo, no voy a conducir esto de forma lineal. Ahora bien, nada es en vano, ya hay una selección de cosas. Y la gente en el Sindicato hará las combinaciones posibles basándose en los primeros glimpses e ideas que tuve. Ellas harán las combinaciones de estas posibilidades de construcción de ficción o de referencias poéticas. De la misma manera que el paisaje que nombramos no tiene fin, los espacios del Balé (la sala central, las bambalinas, el Acervo y el Sindicato) tampoco tienen estos límites continuos. Nombramos temporalmente, pero es la persona quien circula y lo construirá así. Entonces, en el Balé Literal, la ficción se forma a partir de las experiencias de distracción que tienes allí. No una distracción como mero entretenimiento, no es eso. Sino que mirar algo distraído implica un compromiso que no se deja conducir específicamente. Te resistes a algo. Así que pasas por las cosas a tu manera, mirando, siendo tocado pero, al mismo tiempo, de una forma en la que puedes llegar y encontrarlas tal como eres. Entonces, esta percepción es también una coreografía. Yo bailé cuando era adolescente y monté espectáculos de danza.

JL: ¡Ah, tienes ese recuerdo ahí!

LL: Sí, es algo que nunca comenté mucho, hoy en día lo digo más. Yo no cruzaba tanto con las cosas que creé a lo largo del tiempo, pero sabía que tenía un pie en esa experiencia. Nunca había oído hablar de arte contemporáneo hasta los 20 años, soy del interior de Minas Gerais, de una ciudad que se llama Governador Valadares, mi madre no nos llevaba a museos, nada de eso. Más tarde comencé a comprender que el arte podía servir para otras cosas además de lo que se enseñaba en la escuela. Pero el lugar del arte para mí en el pasado, en mi infancia y adolescencia, es la danza. Fue sin querer, porque una profesora tenía un problema de salud y me eligió para ocupar su lugar e impartir las clases. Mis clases de ballet ya las daba con Jimi Hendrix, Bob Dylan… me gustaba salirme de Tchaikovsky. Luego me preguntaron si quería hacer un espectáculo de danza a finales de año e hice de todo: diseñé la ropa, hice la coreografía, etc. y presentamos en el teatrito de un pueblito del interior. Es una experiencia de mi infancia que seguramente aparece en el Balé. Estas memorias biográficas existen, por lo que la forma ficcional que voy a crear no puede tener una conducción exacta. Necesita ser precisamente inexacta y distraer para que puedas aplicar tu propia proyección, tu estar en el mundo, tu forma de existir. Te lanzas a ello, luego aportas las cosas que tienes.

JL: El papel del cuerpo también es curioso. Me refiero tanto al cuerpo humano como a los cuerpos de los objetos, esos cuerpos aparentemente inanimados. Quería hablar de estas combinaciones que creas con los elementos. Moldeas todos estos cuerpos, sea agregando algunos objetos o texturas que inicialmente no eran familiares a ese material o cambiando la orientación de ese objeto en relación con el espacio y el punto de vista del espectador. ¿Podrías hablar un poco sobre este gesto coreográfico?

LL: Cuando comencé a armar el Balé con la gente que trabaja en el museo dije: “ahora que ya tenemos la estructura, empecemos a ensayar.” Y entonces la gente del museo se preocupó mucho. Porque estábamos a pocos días de la rueda de prensa y en lo que estábamos trabajando era en hacerles entender cómo recoger, anclar y suspender las piezas. Aun así, el ajuste de todas esas cosas ha cambiado mucho, porque ellos se dan cuenta de que quizás sea mejor hacerlo de otra manera. Entienden la materialidad. Y las combinaciones vienen dadas por el contenido, lo que el contenido da al movimiento de la mirada y a la percepción. En otras palabras, el Balé tiene algo que no está del todo definido y podemos decir que el Balé Literal no tiene nada de literal. No es literal debido a las combinaciones que se hacen. Y, aunque parezca literal, en realidad no lo será, porque lo que llegará o lo que acaba de irse puede no tener nada que ver con lo que hay ahora. Veo esto como un dispositivo político, porque el Balé Literal viene de un Balé anterior a este que está en el museo, que se hizo cuando estábamos en esa situación aterradora que vivimos durante los últimos cuatro años aquí en Brasil. Una situación irrespetuosa, incluso hacia los artistas. Así que hicimos que las situaciones se fueran por la ventana, con las piezas atravesando una encrucijada. Estábamos más preocupados por protestar y despistar. Por eso, todo el sistema del Balé era para recoger todo y huir si llegaba la policía. Es decir, son instrucciones para hacer el Balé en cualquier lugar, ni siquiera necesitas electricidad, incluso podemos hacerlo con la luz de la luna. Originalmente el Balé puede realizarse incluso en un lugar donde la tierra está devastada. Podemos construir un Balé con bicicletas, artefactos y cosas sobrantes, pedaleando.

JL: Ya que has hablado un poco sobre este reciente y aterrador período brasileño… Laura, eres una artista que vive y trabaja en Brasil y circula por todo el mundo, ¿cómo ves tu papel como artista brasileña en relación al panorama mundial? ¿Cómo percibes ese tránsito entre producir en Brasil y que el trabajo tenga irradiación en el mundo?

LL: Por supuesto, me hace feliz de que mi trabajo pueda circular en otros lugares donde puedo conocer a otras personas y otras formas de mirar. Cuando salgo, realmente siento que se me infla el pecho para mostrar algo desde mi punto de vista, con la cara que tengo, con la piel que tengo, con los parámetros que tengo. Y, siendo brasileña, poder mostrar algo afuera. Pero percibo las limitaciones que hay, dadas por el océano, dadas por una cuestión histórica. Noto este acortamiento y creo que es una pena para los europeos que se hayan quedados tan acortados por su soberanía. A veces necesito hacer que la gente se dé cuenta de que se están acortando y que a veces, en cierto modo, me están haciendo retro bullying, porque, al fin y al cabo, vengo de muy lejos, soy extraña, brasileña. Sí, esas cosas todavía existen. Al mismo tiempo, hay otro lado, que es la alegría de mostrar eso que llegará a la gente. Por eso cuando salgo estoy imbuida de mi brasilidad. Pero no hay una fascinación fácil. Necesitamos prestar atención a lo que hemos estado haciendo en el Sur, aunque haya gente cuestionando la forma de llamar a esta parte del planeta. Y sí, es un desplazamiento político importante y atento. En este momento la distracción es para pocos, ¿entiendes?

João Lima

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En clave de alcohol

A través del ojo de una cerradura aparece una cuenta atrás de 08:00 hasta 00:00. Estoy sentada junto a otros espectadores, en una de las sillas de las dos filas que hay encima del escenario del teatro de L’Estruch. Es 30 de junio y estoy en el espectáculo de presentación del final de residencia del artista Jaume Clotet. Sigo mirando hacia la pantalla donde está la cerradura con los dígitos en movimiento, y una posible mirada desde el otro lado de la cerradura me apela como parte integrante del conjunto llamado público, estoy con una sonrisa curiosa esperando a que empiece el espectáculo. 

El contador llega a 0. En mi cabeza esto se representa, ahora, como darle al ‘play’ (icono blanco sobre fondo negro y la barra de progreso que se va rellenando de color rojo), y se marca así el inicio de lo que será una performance coreografiada, que toma la forma física, visual y auditiva de una secuencia fragmentada. Empiezan la sugerencias: un coche aparcado frente a una ciudad cualquiera, para representar el mundo de los personajes nocturnos. Un Jaume atrezzista, colocando estratégicamente un puñado de bolsas verdes de plástico, que insinúan el rojo de los six packs que se consumen en la calle, y que repletas de flores, nos dan la bienvenida. Mientras va silbando, las va colocando en el espacio que queda entre él y nuestra primera fila de público. Suena música máquina de fondo y ese silbidito casual y visual (es un chupa-chup con forma de nota musical), parece estarnos avisando de la que se viene. Esta figura del Jaume attrezista, se me revela ahora, como un guiño a su costumbre de mostrarnos las propias entrañas y entresijos de su obra (o la semiótica de su arte). El mago y sus trucos. Veo en este gesto inocente, una referencia a la construcción del relato, que me lleva a preguntarme: en la autoficción de Jaume, donde empieza y donde se marca el límite con el pacto narrativo? En su obra todo oscila entre la ficción (y con ello el pacto ficcional) que se establece a partir de la broma, la exageración, el gag y el humor; y la vida (su vida, con todas sus vivencias, hechos y referencias). 

La música máquina se va haciendo imperceptible y el silbidito animado y torpe da paso a una luz tenue. Una gran llave de contacto en forma de luna gira arrancando con un sonido de motor que nos pone en marcha. Una música repetitiva e angustiante invade el espacio y en la pantalla se proyectan las líneas de pintura, que nos remiten a aquella carretera perdida. Como protagonista, la parte trasera de un coche (preciosa escenografía hecha por CNC Carpintería Moderna) avanza, sintonizando varias emisoras, cuando de repente, una trompeta de juguete roja, se precipita con un sonido estridente/cómico, por el cuerpo trasero del coche, y si, si lo sospechábamos, esto nos confirma que estamos de lleno en el universo de Jaume. Este gag visual nos permite escapar de la sintonía agobiante, para sumergirnos de cabeza en el torbellino de los sonidos alucinantes. ‘Alusinasons’, el tema que da nombre al espectáculo, suena de forma épica para dar paso a este universo de diversión, fantasía y frustración en el que se refugia el artista, y que a la vez nutre sus dos facetas creativas personales: la de cantar vivencias cómicas encima de canciones mainstream (bajo el alias de @jaujeje) y la de productor amateur de música electrónica.

El Jaume de ‘Alusinasons’ se personifica visualmente en el muñeco de la ‘llufa’, una especie de antihéroe que caricaturiza la realidad estableciendo un tono de auto-burla a lo largo de toda la representación. Poco a poco vamos siendo conducidos a una alegoría que toma la forma de una noche de botellón, construida a partir de elementos como el coche, el video de fondo editado por Albert Sánchez o el vestuario diseñado por Alicia Garrido (formado por un chaleco reflectante, hecho a partir de un chalequito de traje, un chándal aterciopelado con las franjas de adidas que se expanden más allà de las mangas y unas deportivas enormes blancas que hacen un guiño al mundo del clown). Jaume aparece rodando por el suelo para despertar de este trance sonoro, se despereza y se prepara para la fiesta, levantando el capó del coche y encendiendo las luces traseras como acto inaugural. 

Entra en escena por primera vez el alcohol. Aparece la cerveza, tic-tac, tic-tac, oscila al ritmo del sonido de un reloj, levita, y Jaume la mira atentamente. Quizás se pregunta: ¿es hora ya de beberla? 

En el siguiente tema, empiezan las rumiaciones, que son compartidas en la pantalla a modo de teleprompter de karaoke (uno de los exponentes de la cultura popular del desfase). Este espacio, normalmente rígido, puede ser editado en directo y se convierte brillantemente en el contenedor de un cerebro que teclea sus pensamientos en bucle. Veo en este gesto desesperado, otro acercamiento al público ya que, lo que le da sentido a un karaoke es utilizar la letra de la canción como soporte para identificar y unir a los que la cantan. 

De ahí, entramos en un estado de suspensión y apatía. Quiere recurrir a la broma para salir de ahí y busca la trompeta. La intenta revivir con un gesto de boca a boca, pero la trompeta no responde. Frustración, fracaso, ante la broma averiada. Pone unos mini-conos señalando el accidente, se pone el chaleco y le da un trago a la cerveza. A partir de aquí, múltiples guiños a las noches de borrachera se van sucediendo a través de la secuencia que acoge a un personaje atrapado en sus reflexiones, que bebe para hacer frente a sus frustraciones. En el siguiente tema, el tipo de música (rollo trap adolescente) contrasta con la letra y el tono patético de la voz. Quizás, porque es algo que cuesta reconocer o aceptar, se esconde detrás de unas flores para cantar el hit de ‘M’estic fent gran’, mientras se coge al micro como si fuese un bastón. Al final del tema, deja las flores en el micro, como quien las deja en un punto de una carretera, para recordar y celebrar la vida de alguien que ha fallecido en ese punto, en este caso, una parte de esas ganas de hacer diez mil planes, de donde nace un especie de nostalgia desde el presente por la fiesta de la que participa pero de la que igual ya no quiere formar parte.

Seguimos con nuestro paseo por este parkineo particular, íntimo y delirante creado por Jaume. Navegamos por varios sentimientos y etapas (no sería la historia de un antihéroe si no pasase por toda esta amalgama de sentimientos). Damos paso ahora a la tristeza y a la melancolía, llueve sobre la llufa y un solo de violín se aferra a las paredes de nuestra alma. Bajona máxima, autotune y un baladón dedicado al sentimiento de impotencia de no poder abrir una botella de vino cuando te la quieres beber. 

‘Saoko, corchos Saoko’, alguien en el público consigue abrir la botella, y la broma introduce un nuevo giro abrupto y una nueva emoción. Ahora hay que pasárselo bien, imperativo en hard-tek: ‘és divendres nit / passa-t’ho bé!’. para poder seguir dándolo todo hasta que entramos en otra fase de la borrachera, la de la resaca. Se nos permite fisgonear el momento íntimo de la bajona, por el mismo ojo donde estaba la cerradura al inicio del show. El ojo del público mira, pero el propio ojo de Jaume también está mirando, como si revisase su feed de instagram, tirado en la cama con el cuerpo tomado por la resaca con un ojo cerrado y el otro mirando las publciaciones pasar. El ojo es el gran protagonista en la obra de Jaume, por eso me parece curioso apuntar que la primera vez que le conocí fue en casa de un amigo en común, donde en un momento concreto de la noche, surgió una breve representación de la escena del ojo de ‘Un Chien Andalou’, gesto desgarrador y violento, que me conecta de forma premonitoria con algunas de las reflexiones que han ido surgiendo en este texto.

Todo el espectáculo ya tiene un formato que nos remite a una pieza de YouTube, pero esta escena en concreto nos reconecta directamente con el Jaume de instagram, con la crueldad de mirar hacia uno mismo, mostrándose a la vez y sin filtros en un momento de malestar. También hay algo de supervivencia y de sanador y mucho de internet. Del ‘felt cute, might delete later’ o de una especie de placeholder del ‘I have nothing to say / and I’m saying it / as I need / and that is poetry’ de John Cage. Como un truco para movilizar algo dentro de nosotros o de nuestro alrededor, para evidenciar ese silencio que nos rodea, o para generar una pequeña pausa, entre reacción y reacción. 

Pasada esta fase solitaria, entramos de nuevo en el baile y la fiesta con el ‘Perreig de les butxaques escurades’ donde el personaje súplica ‘invita’m’ moviendo las caderas y haciendo twerk al público mientras se agarra a sus bolsillos vacíos. A su vez, va repartiendo latas de cerveza y la escena culmina en otro momento de comunión con el público: la coreografía (y el sonido que lo acompaña) de abrir las latas todas a la vez al unísono. La fiesta sigue el recorrido de varios temas en una playlist, espejo de las peleas nocturnas por poner el siguiente tema. Va sacando del coche objetos que hacen referencia a las cervezas que nos bebemos, los pitis que nos fumamos (el depósito se abre a modo de cenicero) y los juegos a los que jugamos (saca del parachoques unos vaso rojos y unas pelotas de ping pong ), mientras de fondo, la noche va pasando. De hecho, Jaume tiene un videoclip que hizo con Ander Perez, que me encanta que dura, lo que tarda un piti en consumirse. En el caso de ‘Alusinasons’ como ya vamos intuyendo, lo que define la largada de la pieza es el tiempo que dura un botellón.

En cuanto al espacio, estamos de parkineo en un nuevo lugar de creación propia, habilitado para los pranks. Un terreno de exaltación a la broma tonta, para reclamar estos espacios de diversión, de ocio, de recreo, en contraposición con el aburrimiento propio y la falta de estímulo que empalabra en la versión del mítico remix del ‘Day’n night’ que suena de fondo. La noche va escalando y llega ahora la hora de los cocktails (a todo esto, Jaume va bebiendo en directo, aquí sí que no hay truco). Sirve el cocktail por el filtro de la trompeta, lo que anticipa el siguiente conjunto de temas, que són una parodia de momentos típicos de borrachera. El primero, es un tema que representa esos momentos cuando la noche ya se pone torpe y pesada y uno ya se siente muy borracho (pajitazo en el ojo incluido). En el siguiente aparece el leitmotiv de cualquier borrachera: el hacerse pis todo el rato y tener que ir continuamente al baño. Por último, no puede faltar una buena coreografía y, convirtiéndose en el director invita a la gente a rebotar la anilla de la lata con el dedo para crear un ritmo participativo. La fiesta ya va llegando a su fin, y una nana nos invita a dormir,  pero todavía le queda un pequeño empuje a esta cogorza. En pleno intento de dormir, se da cuenta que se ha olvidado de lavarse los dientes, y le dedica un tema a la procrastinación de este momento. A continuación irrumpe, versionando la canción de ‘Tequila’ con un saxo hecho de botellas de agua de plástico, aliado infalible de cualquier resaca. Una última ronda de cervezas, para homenajear el típico momento, donde nos ponemos sentimentales con los amigos después de haber tomado unas copas de más. Ahora sí, recoge todos los restos del desfase y da paso al último tema del espectáculo, que dice, ‘ha sortit el sol’ y suena con un aire de melancolía sobre la misma sintonía de ‘Alusinasons’ que abría el espectáculo. Sale el sol y esto nos indica que la noche se acaba.

Hemos llegado al final de la secuencia, y en este caso no tenemos la opción de volver a reproducirla. Con este espectáculo, Jaume consigue trascender el recuadro delimitador del reproductor de Youtube o de Instagram con una obra que aglutina de forma magistral un compendio de algunas de sus ‘dèrias’ que se sienten sinceras y maduradas. Esta obra también puede pensarse como la conjunción entre espectáculo y espectador: ya que incluye la puesta en escena no sólo de la obra, sino también de quien la experimenta. Su ojo nos mira como espectadores, pero también mira a la pantalla que acumula sus creaciones que reproducen de forma cruel sus vivencias. Me parece sugerente, adiente y revelador poder situar a Jaume en el género de la autoficción, un formato basado en la ambigüedad, del mismo modo que su expresión artística, que oscila entre el teatro, la comedia, el arte, el humor y la producción musical. Me parece que Jaume se ha ido instalando en esta indefinición, adquiriendo cierta seguridad, al ir desarrollando un lenguaje propio. Lo demuestra en esta secuencia fragmentada, que evita privilegiar un punto de vista sobre los demás, que explora el tema del consumo del alcohol sin ser concluyente ni sermonizante y que a su vez está repleta de estas píldoras de humor, pequeñas metáforas visuales y ocurrencias, tan propias de su lenguaje. Otra cosa que no querría pasar por alto es el hecho de que se ponga al servicio de su propia obra y su propio personaje, experimentando en primera persona una borrachera en directo, ya que contrapone la ilusión de uniformidad que transmite la naturaleza de la pieza (una secuencia cerrada y ensayada) con la posibilidad de no saber cuál será el efecto del alcohol sobre el personaje en cada obra. Y aunque en ella y desde ella se quiera plantear y cuestionar el consumo de alcohol tanto a nivel individual, como colectivo y aunque pueda parecer que esta travesía desde una carretera perdida hasta un aparcamiento, es solo el principio de una noche de borrachera como otra cualquiera, la obra es en realidad la representación de una fiesta inolvidable.

Laura Frade Pesquera

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En los abismos de la tierra

“En los abismos de la tierra,
los vientos se declaran la guerra,
Las rocas encendidas se levantan por los aires
Y llevan hasta el cielo las llamas del infierno.
Bajo las olas, moriremos abrasados por el fuego del trueno.”
Louis Fuzelier, 1735.

Pero,
y cuando los vientos bélicos cesen de bramar salvajes,
cuando la última roca sea expulsada desde el último volcán activo,
cuando los abismos de la tierra descansen otra vez 
adormecidos por el tremor de sus venas, 
cuando una vez abrasados por las llamas del infierno 
nuestro cuerpo deje de ser nuestro, 
deje de ser cuerpo
¿qué quedara de nosotras? 
Solo cenizas. 
Tan solo polvo. 
Polvo de un gris casi negro.
De polvo negro.

Pero no de un negro total como el Vantablack, el pigmento a base de carbono, desarrollado  por los laboratorios Surrey NanoSystems y del que el escultor británico Anish Kapoor adquirió todos los derechos de explotación. No ese negro que de tan negro absorbe todos los reflejos de la luz, transformando cualquier objeto cubierto por él en una imagen bidimensional. En una imagen plana. En un objeto sin volúmenes, arrugas ni reflejos. En una superficie sin errores.  En un cuerpo vacío e inerte.

No, el negro de nuestras cenizas tendrá muchos más matices que el de Kapoor. 

Tantos matices, arrugas e imperfecciones como el negro que nos proponen Los Sonia Fontan (Sònia Gómez, Los Sara Fontan y Joan Morey) en Fem una pena abans de morir, la propuesta que l’Auditori de Barcelona presentó en el marco del Festival Grec. 

Una pieza por encargo que, como es normal en los comisariados que buscan mezclar los universos de artistas de diversas disciplinas alrededor de un tema, acaba siendo una experiencia muy potente, al mismo tiempo que muy frágil. La potencia y la fragilidad en escena de un grupo de artistas, referentes en cada una de sus disciplinas y que llevan años levantando sus arriesgadas propuestas. ¿Se puede pedir más? La respuesta fácil es sí. La respuesta radical es ¿para qué?

Porque Fem una pena abans de morir incluía todos los universos a los que sus creadores nos tienen acostumbrados. La potente interpretación musical de Sara Fontán y Edi Pou, esta vez al servicio de las composiciones de otros y dirigidos escénicamente y con maestría por Sonia Gómez. La propia Gómez, absolutamente reconocible en cada uno de sus movimientos, aunque fuesen mínimos y luciese un sentai que nos impedía reconocer su rostro. La composición visual de Joan Morey, que no estaba en el encargo original, pero que fue evidente que tenía que estar cuando la estética de la pieza se centró en torno al color negro.  Y es que pocos artistas trabajan el negro en el ámbito de la performance con tanta belleza como lo hace Morey. Esta vez en compañía de Ivan Cascón, que firmaba una de los diseños de luces más precisos que he visto en años.

Un diseño de iluminación que nos permitía reconocer sobre la escena, casi en penumbras, un espacio totalmente negro pero compuesto de centenares de otros negros. Un espacio lleno de matices, lleno de volúmenes, lleno de fuerza. Un espacio lleno de vida que paradójicamente, nos situaba a las puertas de los abismos de la tierra, invitándonos a cruzarlas para hablar de uno de los aspectos más oscuros de la sociedad occidental. De uno de sus máximos tabúes. Para hablar de la muerte. Para hablar de muerte y escena. 

Una obra que nace de la mezcla de siete extractos de piezas musicales, que devienen en un intenso y estético canto, conformando un pequeño catálogo de muertes que, como sus creadoras explican, van desde los decesos más grandiosos y épicos de los grandes ballets, como el de Anna Pàvlova en La Mort del Cigne, hasta los finales operísticos más absurdos. Finales que de tan patéticos se vuelven cómicos. Un compendio que iguala sobre el escenario las grandes muertes universales con nuestras pequeñas pérdidas íntimas.  Y es que, si hay algo que nos iguala a todos desde que nacimos, aunque no lo queramos asumir, es que la muerte es nuestra única certeza. La única compañera que no nos abandona, hagamos lo que hagamos. Aunque vivamos obviándola. Aunque nos neguemos a verla. 

Es curioso, pero antes de sentarme a escribir esta reseña pensaba que desde que había visto la pieza, hace un par de semanas, no había pensado lo suficiente en ella. Pero ahora, mientras lo hago, me doy cuenta que llevo varios días hablando de ella sin querer. 

Pienso, por ejemplo, en esa extraña muerte en vida que vi en la pieza que Rahbi Mroue presentó hace un par de días en el Teatre Lliure. Pienso en como después camino al bar, mis amigas y yo, hablábamos tranquilamente de la muerte de su abuelo, del disparo que mató la mitad del cerebro de su hermano o de la historia de aquel joven revolucionario de la Primavera Árabe que grababa con su móvil el preciso instante de su propio asesinato a manos de un francotirador. Esta última, una de las historias centrales de The Pixelated revolution, una pieza anterior del propio Mroué. 

Y pienso, también en ese amigo coreógrafo, alto, fuerte, siempre rudo en escena, al que le temblaba la voz con toda la fragilidad del planeta al contarme como habían sido los últimos días de su padre, que le había dejado hace un par de meses, en un fría e higiénica habitación de un  hospital de Barcelona.

Y pienso en mi, que casi no le podía mirar mientras, a manera de respuesta, le contaba como había visto morir a mi madre en el sistema de salud privado de mi país, transformada en una cliente. Transformada en un puñado de dólares. Transformada en parte de un engranaje comercial que lucraba a manos llenas con su enfermedad terminal. Hace año y medio.

O pienso en aquella mujer, que hace unos días me contaba la muerte de su abuela de 96 años, que se fue apagando poco a poco, frente a su familia, despidiéndose de todos, mientras se dejaba las pocas fuerzas que tenía en quedarse, en no marchar, en aferrarse a la vida. Mientras se negaba a irse. A irse definitivamente.

Y pienso en esa amiga que lloraba desconsolada, ayer, en la terraza de un bar, luego de asistir a la muerte y resurrección de Carolina Bianchi en la sala grande del Teatre Lliure, rodeada de las miles de asesinadas de Ciudad Juárez. Una amiga a la que no supe consolar.

Y ahora pienso. 

Llegado el momento, yo ¿que haré? ¿Me aferraré a la vida con todas mis fuerzas o me dejaré ir?, ¿daré la batalla contra un destino trágico o desearé marchar de una vez? 

Y mi muerte, ¿será grandiosa y épica como la del cisne? ¿o será más bien una muerte patética como la de los bateristas de This is Spinaltap? ¿Una muerte más del montón, una muerte estándar?

 Y yo, que llevó años recorriendo cementerios por medio mundo en plan turista gótico, ¿cómo será mi tumba?, ¿qué dirá mi epitafio?, ¿tendré uno?, ¿me dejarán cigarrillos como a Gainsbourg, flores de papel como en las tumbas del desierto o sólo habrá musgo sobre musgo, como en la tumba de Tristan Tzara? 

¿Seré cenizas? ¿seré alimento? ¿seré polvo?

Y por último pienso ¿conseguiré despedirme de ti a tiempo o todo esto me pillará de golpe sin poder abrazarte por última vez?

“No temáis a la muerte, buena gente,
ella vendrá, ¡pero no por ahora!
Y cuando llegue, dejadla pasar…
Que hasta entonces reine la alegría, ¡adiós!”
Le Grand Macabre, ópera de György Ligeti, 1978.

Txalo Toloza-Fernández

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Sade, la libertad o el mal

Charles Amédée Philippe van Loo. Retrato del Marqués de Sade, 1760-1762. Tiza negra sobre papel, 29 cm de diámetro. Fonds de dotation Jean-Jacques Lebel, Musée d’arts de Nantes.

El verano ha traído a Barcelona un calor en el que nos cocemos a fuego lento. Este calor sólo invita a ir a la playa, huir de la ciudad o buscar un refugio climático. Los museos o los centros de arte suelen ofrecer ese refugio. Las exposiciones ofrecen esa temperatura refrigerada ideal para no sucumbir a estos calores apocalípticos. En la entrada a la exposición Sade, la libertad o el mal, que se puede visitar hasta el 15 de octubre en el CCCB, se advierte al visitante de que la temperatura es incluso un poco más baja de lo que la ley permite, acogiéndose a la excepción prevista en el caso de objetos de arte que requieran una baja temperatura para su conservación.

Pero si lo que andamos buscando es una exposición de objetos de arte quizá no es esta nuestra exposición. Sade es más bien una exposición filosófica. No es que no podamos encontrar una larga lista de objetos artísticos en forma de pinturas, fotografías, cómics, libros, instalaciones, películas, vídeos o registros de piezas escénicas o performances firmados por artistas tan heterogéneos como Salvador Dalí, Man Ray, Buñuel, Joan Fontcuberta, Pier Paolo Pasolini, Teresa Margolles, Robert Mappelthorpe, Carles Santos, Joan Morey o Angélica Liddell. Pero sobre todo predominan la reflexión y los diálogos filosóficos, como los que sostienen las filósofas Ester Jordana, Laura Llevadot, Marina Garcés y Marta Segarra con Michel Foucault, Maurice Blanchot, Gilles Deleuze y Simone de Beauvoir.

Guido Crepax. L’échiquier, 1975. Tinta y acuarela sobre papel, 30 x 61 cm. Collection Mony Vibescu, París. Fotografía: © Gilles Berquet.

A pesar del aire acondicionado una visita rápida quizá nos acalore un poco. El contenido de alto voltaje erótico y las escenas alrededor de lo que desde el siglo pasado se conoce como sádico pueden tener ese efecto. Por eso es la primera exposición para mayores de dieciocho años en la historia del CCCB. Pero si el tema y sus múltiples ramificaciones nos atrapan lo suficiente puede que las horas se nos pasen volando (la entrada vale para todo el día y para volver otro día también si te apetece) y que el ambiente nos invite incluso a hacer uso de una recomendable chaquetilla.

Pero ¿por qué Sade? ¿Y por qué esa dicotomía entre la libertad y el mal?

Gilles Ehrmann. Fotografía 8 de la performance de Jean Benoît Exécution du Testament du Marquis de Sade, 1959. Fotografía, tiraje de época, 28,3 x 18,1 cm. Collection Mony Vibescu, París. Fotografía: © Gilles Berquet.

Lo primero que llama la atención en la exposición es que conocemos sólo una parte muy pequeña de la obra de Sade. Lo que Sade quería hacer en su vida era escribir, novela, ensayo o teatro. Pero muchos de sus escritos se han perdido. De los que han llegado a nuestros días se conoce sobre todo su obra más pornográfica, llamémosla así, la que escribió con seudónimo porque cada vez que publicaba algo de este tipo se la jugaba.

Sade pasó veintisiete años en la cárcel. Pero el tópico de un Sade sádico lo desmonta muy bien Stéphanie Genand, investigadora y profesora de literatura francesa del siglo XVIII en la Universidad Paris-Est Créteil. En un vídeo de siete minutos cuenta cómo el mito del libertino que habría protagonizado todo lo que sus libros más bestias detallan con detalle es eso: un mito. Ya lo decía Buñuel, que le maravillaba que un tipo que había sido capaz de imaginar toda esa depravación jamás la hubiese llevado a la práctica. A Sade no se le puede acusar de haber cometido hechos criminales en la vida real. Eso es lo que viene a decir Stéphanie Genand, aportando datos, según se deduce de investigar todos esos procesos judiciales que Sade sufrió. En realidad nunca encontraron nada de lo que acusarle, al menos nada que en una sociedad como la nuestra actual siga siendo considerado reprobable.

Andrés Serrano. Heaven and Hell (Early Works), 1984. Impresión cibachrome, metacrilato, madera, 101,6 x 152,4 cm. Cortesía del artista y Galerie Nathalie Obadia, París / Bruselas.

¿Pero por qué se puso entonces a escribir tan minuciosamente sobre todo eso que aún hoy escandaliza a muchos? La pregunta no va por lo pornográfico, por lo sexual, que ahora mismo está lo suficientemente normalizado como para que sólo escandalice a los hipócritas, como se recuerda en esta exposición. Aunque también va por ahí, lo que pasa es que esa parece la parte fácil de la pregunta. Sade buscaba la libertad, de expresión y de costumbres. Pero la libertad de prácticas sexuales, mientras haya consentimiento, es algo ya suficientemente aceptado, aunque parece que haya que seguir defendiéndola de los ataques de esa parte de la sociedad hipócrita, una y otra vez. Podemos entender que durante buena parte del siglo XX invocar a Sade fuese buscar herramientas para avanzar en esa libertad sexual. Podemos entender también la reivindicación que en ocasiones el feminismo del siglo XX y las teóricas queer han hecho de Sade (“Sade puso la pornografía al servicio de las mujeres”, escribió la escritora Angela Carter). Pero la parte que más cuesta es la del mal.

Susan Meiselas. Mistresses Solitaire and Delilah II, The Dressing Room. De la serie Pandora’s Box, Nueva York 1995. Fotografía, 42 x 62 cm. Cortesía de Susan Meiselas / Magnum Photos, París.

¿Lo que pretende Sade es enfrentarnos al mal como quien se mira al espejo, como se sugiere en esta exposición? “Me dirijo solo a personas capaces de entenderme, y esas me leerán sin peligro”, dejó escrito Sade. ¿Puede ser un libro realmente peligroso en ese sentido? Un libro, una película, una pieza escénica, una fotografía, cualquier medio de expresión artística vale para la misma pregunta. Es una vieja polémica que tiene que ver con la libertad de expresión pero también con el sentido del arte. En cuanto a libertad de expresión se relaciona con la censura. La censura, a simple vista, es algo del pasado, de un pasado ultraconservador. Pero la censura sigue existiendo hoy en día en los ambientes más insospechados. Incluso en los presuntamente más progresistas. Cada vez más, precisamente en esos ambientes. Hablamos de lo políticamente correcto y de su versión moderna: la cultura de la cancelación.

Joan Fontcuberta. Googlegrama: Abu Ghraib, 2004. Impresión cromogénica, 180 x 215. Cortesía del artista, Barcelona.

En cuanto al sentido del arte o de la responsabilidad del artista, la cosa se pone más complicada aún. ¿Podemos controlar las imágenes que creamos? ¿Tiene sentido poner en el escenario las crueldades de la vida? ¿Las estamos invocando al utilizar ese tipo de imágenes? ¿Somos responsables de ellas cuando alguien las utiliza o se inspira en ellas para materializarlas literalmente?

Pero la siguiente pregunta que también plantea esta exposición es aún más inquietante. ¿Por qué, como público, nos sentimos atraídos tan fuertemente por todo lo que huela a morbo? ¿Qué andamos buscando cuando buceamos en asesinatos, violaciones, torturas, secuestros y toda clase de tomate truculento? ¿Qué nos pasa? ¿O es que es algo necesario e inevitable para poder enfrentarnos al mal como individuos o como sociedad? ¿O será que simplemente forma parte de la vida y no podemos ignorarlo? Pero, insisto, ¿por qué demonios nos atrae tanto?

Teresa Margolles. PM 2010, 2012. Instalación, 313 imágenes de portadas del periódico PM, Ciudad Juarez, México, 2010. 300 x 1300 cm. Cortesía de la artista y Galería Peter Kilchmann, Zúrich / París. Fotografía: © Marta Gornicka.

Pero aún hay una última cuestión sumamente inquietante en esta expo. “El mundo que vivimos es obra del marqués de Sade”, según el escritor Yukio Mishima. La última película de Pier Paolo Pasolini, Salò o los 120 días de Sodoma, está inspirada en una de las novelas de Sade. En la exposición, junto a un extracto de la película, podemos ver un vídeo en el que Pasolini habla de lo que pretendía con esta película, aun a riesgo de que a ningún espectador (ni a ningún crítico, dice Pasolini) le llegase el mensaje encriptado. Pero este mensaje de Pasolini es uno de los pilares sobre el que explícitamente los comisarios de esta exposición, Alice Mahon y Antonio Monegal, dicen haberse apoyado.

“El sadomasoquismo es una categoría eterna del hombre. (…) Pero esto no es lo que me interesa. Bueno, también. Pero el sentido real que tiene el sexo en mi película es que es una metáfora de la relación entre poderoso y sometido. Todo el sexo de Sade, el masoquismo de Sade, tiene una función muy específica y clara, la de representar lo que el poder hace del cuerpo humano. La reducción del cuerpo humano, la mercantilización del cuerpo. Prácticamente, la anulación de la personalidad del otro. Trata, no sólo sobre el poder, sino de lo que llamo la anarquía del poder. Nada es más anárquico que el poder. Éste hace lo que quiere, lo cual es completamente arbitrario o dictado por su necesidad de carácter económico que escapa a toda lógica común. (…) Evidentemente, el empujón ha venido dado por el hecho de que yo detesto, sobre todo, el poder de hoy. Es un poder que manipula los cuerpos de un modo terrible y que no tiene nada que envidiar a la manipulación de Himmler o Hitler. Los manipula transformándolos a conciencia, o sea, en el modo peor. Restituyendo nuevos valores, que son alienantes y falsos. Los valores del consumo que cumplen lo que Marx llama un genocidio de las culturas vivientes, reales, precedentes. Ha destruido Roma, por ejemplo, los romanos ya no existen. Un joven romano ya no existe, es un cadáver. El cadáver de sí mismo que sigue viviendo biológicamente y está en un estado de desequilibrio entre los antiguos valores de su cultura popular romana y los nuevos valores impuestos de pequeña burguesía consumista”.

Esto dijo Pier Paolo Pasolini unos días antes de ser asesinado sádicamente junto a la playa de Ostia. Da que pensar.

Rubén Ramos Nogueira

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Jornada 2 de Si no vols pols no vinguis a l’era 2023

Entre el 9 y el 10 de junio de 2023, se celebra en el espai nyamnyam la segunda jornada del festival ‘Si no vols pols no vinguis a l’era, con Quim Packard, Ana Cortés, Las Huecas,  Noela Covelo y Raúl Alaejos como invitadas. Como siempre, Iñaki Álvarez y Ariadna Rodríguez ponen la casa y la comida. La jornada se hace en colaboración con El Bòlit – Centro de arte contemporáneo de Girona. 

Quim Packard expuso los dibujos de su proyecto de diseño, Transition Graphics, y junto a Mariona Alcaraz-Corbella, hicieron una presentación en familia sobre su investigación en culturas energéticas en medio del colapso planetario.
Las cosas no son sostenibles, los actos sí, decía uno de los dibujos. Quim y Marion me introducen en una forma de pensar, ultrasensata, ideada para escapar del greenwashing que conforman nuestros hábitos de consumo y que yo traduzco así: Comprar un coche eléctrico no es sostenible, el uso responsable del coche es sostenible y no tener coche es la bomba.

Las Hilanderas Autosuficientes es el nombre del taller que impartió Ana Cortés
Llama la atención que Ana no presentó su trabajo sino que su taller estuvo abierto desde que llegó a Mieres. Primero, recogió dos vellones del rebaño de ovejas del pueblo, esquiladas esta primavera, y los lavó en el río Ser junto a quienes quisimos ayudarla. Cuando la lana se había secado al sol, en la tarde del 9 de junio, enseñó al grupo de asistentes a peinarla, a moldearla con agua caliente y jabón, a hacer fieltro y muchas otras cosas. Los asistentes se debieron enganchar al taller porque al día siguiente seguían allí, hilando. Ana no dio ninguna charla pero si te acercabas a las hilanderas, en cualquier momento del día, podías sumarte a la faena.

Los shows fueron antes y después de la comida y de una lluvia que decía, «¿para qué actuáis si ya estoy aquí?»

Las Huecas triunfaron con su gran broma. Se quedan con nosotros porque lo que, al principio, uf, parece el clásico juego de teatro que requiere de la participación del público, al final, resulta un pretexto para que ellas se la jueguen. Fue muy bonito ver cómo armaban la broma y cómo la escena ocurría, en realidad, fuera de foco. Para quien estuvo, ¡qué potente el momento en el que dobles y Huecas se encontraron por primera vez frente a su público! Lo que pasó en Mieres fue una pequeña muestra de la obra que estas cuatro amigas preparan para otoño y que espero ir a ver.

Noela Covelo Velasco es una artista gallega que vive desde hace años en Barcelona y su statement dice así.
QSIPT I son las iniciales de “quiero ser importante para ti” y el nombre del trabajo que presentó en el festival. Su primer solo está a medias entre el concierto y la performance, entre la sonrisa al público y la actitud punk, a medias entre el micro y el grito sin amplificar. QSIPT I tiene la forma de un EP de cinco canciones de tres minutos cada una. Este concierto de formato comercial nos embelesa porque está roto, las canciones no cuajan sino entre sílabas y ruidos guturales, con una voz que fuga hacia las muñeiras y la tomadura de pelo.

Raúl Alaejos cerró el festival con la proyección de unos fragmentos de su película en proceso, Objeto de estudio, filmada en Qaanaaq, al norte del Polo Norte.
Raúl había viajado a Groenlandia junto a Alejandro Sanz, Elena Anaya y Ludovico Einaudi, en diversas campañas para denunciar el deshielo, y no terminaba de convencerle la imagen que proyectaban de allí los “de debajo del Polo Norte”. Preguntándose qué es eso de filmar a una población local, viaja de nuevo a Groenlandia a por nuevas imágenes. En una película con muchísimo humor, busca a los descendientes de dos familias originales de Qaanaaq para preguntarles qué tal es ser un Peary o una Henson. Robert Peary fue un explorador estadounidense que, a principios del siglo pasado, pensó que la única manera de conquistar el Polo Norte era fundar una ‘superraza’, fruto de la fuerza esquimal y la inteligencia occidental. Para realizar su extravagante teoría él y su asistente afroamericano, Matthew Henson, tuvieron hijos con mujeres inuit.

Por cierto, Ana Cortés, Raúl Alaejos y un tercero de nombre Paadín componen la compañía de teatro Serrucho y estrenaron su última pieza, Interior Noche, en el festival Citemor en 2022. Para más detalles te recomiendo mirar este vídeo: https://player.vimeo.com/video/605443009
Pues, ¡larga vida a los Serrucho! ¡Y larga vida a los nyamnyam!

Fotografías de Sebastià Masramon
Carmen Aldama

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(G)recomendaciones: Audio a unx colega que no sabe qué ver en el Grec 2023

Love to Death, de Lemi Ponifasio, o imagen de una espectadora abrumada por la frondosa programación del Grec

Me has preguntado qué ver en el Grec de este año, y la verdad es que está tan lleno de cosas que a ver por dónde ataco. Aquí van mis “(g)recomendaciones”. Perdona por el chiste malo.

Está lo colectivo, que en realidad es un ingrediente ineludible de lo escénico, y en el programa pone que es el hilo del festival. Colectivo y multitudinario es el festival, que tiene 88 espectáculos. Como el de esa multitud de australianos que hacen circo integrando al público (Gravity and Other Myths se llama el “colectivo”), y al Orfeó Català; que ya solamente por asistir a esa masa de cuerpos que saltan y cuerpos que cantan suspendiendo voces y pesos en el aire, sostenidos por una red de hilos entrecruzados, pues molaría verlo. La trama, en estado puro. Y el pulso, que es como se llama esto, The Pulse. Esto es un poco el buque insignia, con lo que abren el festi.

Vessel, lo de Damien Jalet y Kohei Nawa, un coreógrafo belga-francés y un escultor japonés haciendo formas en un espacio desdoblado, figuras que se abrazan y se reflejan en el agua, que se mueven con la música de Marihiko Hara y de Ryūichi Sakamoto. Vessel, supongo que aquí se traduciría como recipiente, porque va de la relación entre cuerpo y alma, ese par colegas que tienen que vivir juntos y a menudo no se hablan pero de pronto viene una noche loca y acaban mezclaos, y esta promete ser una de esas.

Por supuesto, están los cabezas de cartel, para no perdérselos porque antes han hecho cosas flipantes, y si no los has visto los tienes que ver, y si los has visto por qué no volver por si se repite la magia: Sasha Waltz, Robert Wilson, Ivo van Hove, Dimitris Papaioannou, Declan Donnellan y el músico Rufus Wainwright. Y el artista libanés “multitodo” Rabih Mroué, de quien se proyecta un ciclo de sus piezas de vídeo en La Filmoteca de Catalunya, se presentan las conferencias performativas Make me Stop Smoking y Sand In the Eyes y la pieza teatral Riding on a Cloud. Mroué hace texto, fotografía, vídeo, escultura, instalación y otras artes y lenguajes.

Perdona, estoy pasando por un sitio con mucho ruido- Algunos nombres nacionales que también son históricos y siguen ofreciendo materiales contundentes: Sol Picó (aliada en este caso con otras dos coreógrafas, Charlotta Öfverholm y Anna Ventura, alias Natsuki), Mal Pelo, junto a compañías más jóvenes pero imperdibles también, como la Veronal, que llevan ya ocho años ofreciendo piezas epatantes, de estética e imaginación valientes, y que ahora presentan Firmamento, sobre y para adolescentes. Y Agrupación Señor Serrano, Celso Giménez (de la Tristura), y Alberto Cortés. Y Silvia Pérez Cruz da un concierto con Liliana Herrero y Maria Gadú, y son tres voces que escucho muy a gusto y que también vienen con trayectoria acreditada.

Todo lo que te he dicho hasta ahora son los aciertos seguros, el fondo de armario del Grec. Si vas a ver esas cosas, estarán bien seguro.

Imagen del espectáculo de Carolina Bianchi Cadela força o de una espectadora agotada después de elegir qué ver en el Grec

Me está quedando largo el audio, perdona, voy al hueso. Cosas que yo iría a ver sí o sí, aunque puede que me equivoque porque el bosque de mi ignorancia es todavía más frondoso que la programación del Grec.

Ve a ver a Rocío Molina bailando Carnación con el cante del Niño de Elche, porque son dos animales que cambian el aire de los sitios por los que pasan. Love to Death, de Lemi Ponifasio, porque tiene una pinta buenísima, y además, ¿cuántas creaciones de performers samoanos vamos a ver en nuestra vida?

Me da que lo de escarlata va a estar muy bien, La grUtesca, creo que es un combinado de escena inmersiva y circo, que va sobre la risa (siempre bienvenida). Yo también vería lo de La Conquesta del Pol Sud (Guardianes del corazón de la tierra) y lo de Mos Maiorum (Solar), porque son compañías que manejan el lenguaje documental de un modo crítico, inteligente y que le habla al espectador de tú a tú. ¿De qué? De dos invasiones humanas a la naturaleza: la explotación de la Amazonia y el negocio de la energía solar en zonas rurales deprimidas.

Voy cerrando: Juana Dolores (* HIT ME IF I’M PRETTY * o la princesa moderna) a quien se ha comparado con Angélica Liddell (yo, entre otros) pero creo que es un error; la Dolores tiene un discurso ideológico mucho más elaborado, y una poética con entidad propia.

Albert Boronat comparte Una casa en la montaña con el público, y lo hace desde su discurso poético fluido y cercano; Sònia Gómez y los Sara Fontán prometen liarla parda con Fem una bona pena abans de morir, una exploración de muertes escénicas a través de la música, la danza y la performance.

Se presentan tres piezas del dúo sonoro-escénico-instalativo cabosanroque, de las que pude ver dos que me fliparon. Desplazan el lugar del espectador a dispositivos instalativos y sonoros, tan brillantes como paranormales.

Lo de Cara de Cavalo, compañía de Carolina Bianchi (La novia y el buenas noches Cenicienta, primera parte de la trilogía Caderla força), trabaja sobre el tema del género y la violencia sexual, y me parece que valdrá la pena. Viene del Festival de Aviñón y pinta que la plástica y la poética son muy solventes.

Y The Confessions, de Alexander Zeldin, un dramaturgo británico con conciencia de clase que cuenta los cambios sociales en el Londres que transita del Siglo XX al XXI, a través de los ojos de un personaje basado en su propia madre, una migrante procedente de Australia.

Hay mucho, así que si ves otra cosa que te interese, me cuentas. Un abrazo.

Alberto Cortés en One Night at the Golden Bar o un espectador seducido y abrumado a partes iguales por el oceánico programa del Grec

Miguel Valentín

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Esta cosa y esta otra, con esta otra cosa

Cuando desde Teatron me dicen de hacer un texto sobre Crura, pieza escénica de la investigadora Malén Iturri, no sé muy bien como posicionarme. Porque por un lado estoy trabajando con ella desde el acompañamiento, somaturgia, o incluso luces. Y por otro lado somos amigues con una afinidad e intensidad por cosas relacionadas al cuerpo y a sus materias. Hay personas que tienen investigaciones enteras dedicadas a lo que es acompañar, a la somática o al diseño de iluminación. Yo creo que voy a hablar desde la amistad.

Cuando nos saludamos con Malén siento el abrazo como una mantita. Su abrazo no es a brazo, sino que es con todo. En Chile diríamos como una lapita. A partir de ahí puedo decir que empieza la relación que establecemos para currar juntes y las variantes de esto.

Para mí hablar de Crura es hablar de una forma de hacer específico, y no concreto. De acercarse a las cosas orgánicas y no orgánicas con ojos de niñe de noventa años. Cuando escribo esto pienso también en qué significa diferenciar y pensar en las definiciones de la materia orgánica y no orgánica, de la materia discursiva y su relación con lo corporal, temas que están de manera transversal en las conversaciones viscosas que tenemos entre ella y yo.

Malén me invita a su movida, a su friqueada. Hace un tiempo fui a ver su trabajo en proceso a La Poderosa, y verla llevar su cuerp+ a los lugares que exploraba fue volver a hablar con ella como cuando vivíamos en un piso de Sant Antoni. Somos dos personas que comparten una forma de observar y sentir la materia, y a la hora de trabajarla entendemos que el campo relacional de las cosas es donde sucede la chicha (curiosamente en Sudamérica la Chicha es un fermentado de la uva muy dulce que te pone muy dulce). Ella había tenido un proceso práctico del trabajo y yo me metí en Crura cuando ya había una cantidad de materiales, movimientos, aparatos y uvas. Así que empezamos a mirar más de cerca esas cosas que ya estaban para pensar cómo se podían hacer más de ellas mismas, y así que se extendieran en su propia naturaleza. Entendimos que cada parte tenía su propia fórmula y empezamos a fermentarlas, a hacerlas chicha, a jugarlas, pero de hacer jugo como se dice por allá.

Había cuatro estructuras que se esparcían en sus múltiples:

  • Reptar
  • Las uvas
  • Perreo Amniótico que se hace Perreo Tentacular que se hace Perreo Dusamelengua Confuriacuir
  • Lamento

Una vez tuve un profesor de danza clásica que me dijo – solo unas cuantas cositas, con estas cositas lo tienes todo. – Pues ahí había algo don profe.

En etapas previas estas estructuras tenían otros nombres u otras maneras de enunciarlas, y lo más seguro es que si hubiera más tiempo para seguir elaborando Crura aparecerían otras formas con otros nombres que se manifestarían de forma natural, porque cuando Malén dice que esta pieza es una invitación a ablandar, el mensaje es para las personas que vienen a observar, pero también para nosotres al trabajar. Al final ese es el núcleo de toda esta materia chichosa, la cosa va de mantenerla blanda y que podamos amasarla con unas fuerzas tiernas. Tacto y fuerza. Que el tacto permita una sensibilidad precisa y que la fuerza mantenga la pulsión que hace cuerp+ en movimiento.

Yo diría cuerpo, pero es Malén y su cuerp+. Así que cuerp+. O cuirp+.

Cuando empiezas a currar en piezas para transformarlas y notas que te transforman, es un gustito. De alguna manera es como si entrando al ensayo me crecieran extremidades de diferentes partes del cuerpo que se van uniendo a sus extremidades, y todo esto desde nuestras cabezas, pero también desde nuestra piel. Hay un campo sensorial que nos permite hablar de lo raro y conectar con otras formas de conversación, de los detalles que son densos y pequeños, ahí nos podemos permitir hablar horas de algo que sucede en diez centímetros cuadrados y que se inicia en un pulso eléctrico desde el sistema nervioso.

Cuando llegamos al Antic Teatre para trabajar las muestras, intentamos hacer del teatro lo menos teatro posible, y llevarlo a que sea una especie de habitáculo, un lugar para entrar a otros tiempos. Me imagino que Malén está leyendo un libro en su cama y lo deja para ponerse a producir lo que acaba de entender sobre estados embrionarios en el suelo de su habitación. Así que acondicionamos el espacio para que las personas que se sentaran cerquita estuvieran en esa habitación, porque la idea era que pudieran ver lo que Malén hacia con esos diez centímetros cuadrados, pero también para que se imaginaran lo que ha sido esa pulsión eléctrica, que luego se convertiría en tentáculos de diez kilómetros de largo y llenaría el espacio.

Estuvimos cuatro días mostrando y Malén fue oscilando a través de la pieza en diferentes duraciones, que es algo que demarca también el lugar desde donde ella siente y hace. Permitirse hacer porque lo siente. Ahora, ahora, ahora. Y en definitiva daba lo mismo si es que eran treinta y ocho o cuarenta y cinco minutos, lo que sucedía era un viaje hacia su interior y ella abrazaba todo a su alrededor para digerirlo y devolverlo en un canto que se posaba y resonaba en nuestro interior.

Lautaro Reyes

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