¡ Y si sí qué!

Me siento y abro pages. Archivo nuevo en blanco, sin título. Espero. El cursor parpadea. Papel en blanco como linóleo blanco. Papel en blanco como linóleo blanco.
Escribo. Borro. Corto y pego. Borro. Abro un documento donde archivo restos de frases, palabras. Leo, completo, borro, rescato una frase, cambio la puntuación.
Siento que es difícil escribir sobre lo que he visto.
Siento que la escritura de lo que pasó se fue haciendo en la propia pieza, con el movimiento de los cuerpos y los objetos.
Siento que la escritura es la pieza, quiero decir: que es una pieza que es un relato. Que es una casa que es un relato, que son muchas casas, que son, que relatan.
Escucho que La Casa es una pieza existencial. ¿Qué significa eso? ¿Que habla de la existencia humana y procura desentrañar sus misterios? ¿Que expone o se interesa por el relato de las subjetividades?
Y joder cómo cuesta poner palabras a una pieza en la que hablan los cuerpos, porque entonces parece que la traducción de la experiencia en lenguaje escrito toma posición alta, o impone una verdad, o concreta algo que es más abstracto y ahí es donde radica su belleza y su misterio; como en la vida.

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Hablaré entonces desde mi subjetividad, sabiendo la multiplicidad de cabezas y cuerpos que han entrado este fin de semana en La (misma pero otra) Casa.

Cuando me invitan a contemplar un paisaje siempre creo que me están regalando espacio y tiempo. Y un espacio y un tiempo dilatados, o mejor, diluidos. Un espacio donde tridimensionar mis pensamientos, donde proyectarlos y mirarlos de forma poliédrica. Hay una cierta calma que me sobreviene cuando me permito estar en este estado, que a posteriori produce unas consecuencias que más tienen que ver con el caos como potencia creadora. Pero desde la destrucción, que es también transformación.

Recuerdo una frase de otra pieza:
En la obscuridad más profunda no hay ni entonces ni después, hay solo ahora y todo el tiempo.

La Casa, de Aitana Cordero en el Valle-Inclán del CDN en El lugar sin límites. Foto: Javier Marquerie

La Casa, de Aitana Cordero en el Valle-Inclán del CDN en El lugar sin límites. Foto: Javier Marquerie

Maqueta, jenga, juego de geometrías y sombras, ritmo constante, contemplación, calma. Calma y observa, vuelve a mirar. Abúrrete, permítete aburrirte, el aburrimiento es una puerta.
Saber lo que va a pasar no quita emoción, nos libera de algo, nos da la información para poner el foco en otro lugar.

Me pregunto qué significa casa, qué es casa para mi, quién.
Y de qué casas he huido, me he marchado, abandonado, en cuáles me he quedado, cuidado, fertilizado, a cuáles me han invitado, cuántas veces, o en cuáles de ellas volveré a entrar.

Qué importante es atender a la estructura, quiero decir, a lo que sustenta todo lo demás, y que te hable, que te hablen las cosas que están calladas, que se muestre lo que no nos paramos a observar. Porque tal vez esa sea la experiencia más reveladora, que no la más cómoda o la más placentera.

Rojo. Una mujer de rojo fue la primera en marcharse de la sala. No todos queremos ver, pero si se hubiera visto a sí misma salir, tan bella, justo cuando la luz roja invadía la escena, tal vez se hubiera desmayado de verse como un elemento más que construye significados.
Pero esto es juego de equilibrios y como en el jenga hay piezas que tienen que salir. Y ayuda.

Los chicos son obreros, edifican, pero también parece que los objetos lo son, me pasa que ya no sé quién es quién, o qué es qué. Confundo objetos y personas, me parecen la misma cosa.

Pensar en el equilibrio (otra vez) y en la fragilidad. Si una cosa cae, todo cae. Efecto dominó.
La luz de público se enciende, pero ellos siguen y podrían seguir hasta el final de los tiempos, porque esa casa es la que les reúne, y seguir atendiéndola, haciéndola visible, significa también cuidarse entre ellos: familia elegida, amigos, desconocidos, amantes, acompañantes, facilitadores, obreros.

Me vuelve una imagen.
Hacerse una paja, autodarseplacer y pegar con los fluidos un resto de madera en la única pared que permanece y está atornillada.
Necesidad de permanencia, de pertenencia.

Veracruz, nos estamos deforestando o cómo extrañar Xalapa. Luisa Pardo, Lagartijas tiradas al sol, en Pradillo en El lugar sin límites. Foto: Javier Marqueri

Veracruz, nos estamos deforestando o cómo extrañar Xalapa. Luisa Pardo (Lagartijas tiradas al sol) en Teatro Pradillo en El lugar sin límites. Foto: Javier Marquerie

Yo tengo resaca.

También por Veracruz.
Veracruz, paraíso en la tierra, si no fuera por los hijos de puta que han decidido no morirse.
Veracruz puerta de la casa México.

La vi en febrero por primera vez. y ahora me entero que fue un encargo.
Luisa tuvo miedo, y no me extraña porque decir verdades sobre México es lo que tiene, pero se necesitan y GRACIAS.

Las Lagartijas están cansadas, más Luisa que Gabino, intuyo. Pero ambos se preguntan cómo seguir, cómo mantenerse, cómo producir desde otros parámetros porque puta el mundo está en llamas y no queremos esto, no queremos lo otro y eso acabará generando una afirmación que les devuelva lo que ahora necesiten. Eso es lo que deseo.

Y se preguntan: ¿A quién se dirige lo que cuento? ¿Con quién converso?

Entiendo que soy una interlocutora europea con sus problemas europeos, y que la información llega de manera unidireccional y no puedo opinar sobre algo que no me toca. Pero me confronta y me afecta.
Me con-mueves  y siento el dolor que sientes Luisa, cuando tu voz o tus ojos se quiebran.
Oír verdades sobre México, y sobre el asesinato de Nadia Vera, Rubén Espinosa y de Alejandra Negrete, Yesenia Quiroz y Mile Virginia Martín es necesario.
Porque las historias son La Historia.

Cuando nos arrebatan lo que más amamos, no existe ya la posibilidad de justicia. Cuando la palabra justicia pierde significado, sólo nos queda la defensa de la memoria, la defensa propia.

Lo decimos hoy y lo diremos siempre. No olvidamos. No perdonamos. Fue el Estado. Javier Duarte: fuiste tú.
Y qué importante que se diga con la voz bien firme.
Y que sigan cayendo los muros.

http://www.eluniversal.com.mx/articulo/nacion/politica/2016/10/1/por-evasion-pgr-va-por-implicados-en-veracruz

En el vermú, Gabino de Las Lagartijas habló de Rabih Mroue y yo recordé este texto, que para mí conversa con Aitana, con Gabino, con Luisa y con sus casas:

No lo estoy contando para recordarlo. Al contrario, lo estoy haciendo así para estar seguro de que he olvidado. O, por lo menos, para estar seguro de que he olvidado algunas cosas, de que se han borrado de mi mente. Cuando estoy seguro de que he olvidado, intento recordar qué es lo que he olvidado. Y al intentar recordar, comienzo a adivinar y a decir: quizás, tal vez, es posible, puede ser, probablemente, parece, da la impresión, no estoy seguro pero, etc. De este modo, reinvento lo que había olvidado sobre la base de que realmente lo he recordado. Después de un tiempo indefinido, lo vuelvo a contar. No para recordarlo, no, sino para estar seguro de que lo he olvidado, o por lo menos algunas partes, y así continuamente. Esta operación puede parecer repetitiva, pero es todo lo contrario, porque es una negativa a regresar a los comienzos y ¿qué sabes tú de los comienzos? De este modo, sigo oscilando entre recordar y olvidar, recordar y olvidar, recordar y olvidar, hasta que llega la muerte. Recurro a la muerte para hacerme redescubrir todo de nuevo. Y aunque alguna vez no hubiera nada nuevo, eso sería en sí mismo un descubrimiento. 

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Semolina Tomic: «Vivimos en un campo de concentración»

Semolinika Tomic

Semolina Tomic en Anarchy. Foto: Twitter de Apuntador Núvol.

Entrevistamos a Semolina Tomic (Antigua Yugoslavia, 1966), un día después de estrenar Anarchy, de Societat Doctor Alonso, en el TNT, minutos después de conocer la noticia de la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE. Anarchy es una performance dirigida y coreografiada por Sofía Asencio, con dramaturgia de Tomàs Aragay, luces de cube.bz y espacio sonoro de Marc Navarro, en la que Semolina Tomic, más conocida actualmente por dirigir el Antic Teatre de Barcelona, vuelve a poner los pies en un escenario después de más de diez años. Teníamos mucha curiosidad por presenciar ese sorprendente retorno de la mano de los hiperactivos e infatigables Societat Doctor Alonso, pero Anarchy ha superado nuestras expectativas y se ha convertido para muchos en toda una revelación. En Anarchy, Semolina Tomic dispara todas sus balas apuntando con una precisión certera y desacostumbrada en un despliegue que, desde una inicial contención (un tercio de la pieza se la pasa en la posición que podéis ver en la fotografía que encabeza este artículo) y sin ninguna escenografía (más allá de la guitarra eléctrica y amplificador que cada persona encuentra en su asiento), acaba compartiendo con el público una apabullante energía blanca y limpia, sin rastros de residuos radiactivos. Anarchy va de anarquía y es un emocionante homenaje a la silenciada revolución anarquista del 36 en Catalunya, que tan bien contó George Orwell en su libro Homenaje a Catalunya, y a la escena punk a la que perteneció Semolina Tomic, batería de las Poppins.

¿De dónde sale la idea de colaborar con Societat Doctor Alonso para crear Anarchy? ¿Son ellos quienes vienen a buscarte?

Sí. En primavera me llama Sofía, que andaba por el bosque, allí en Pontós, en su tierra, y me dice que van a hacer una producción para el TNT, este año, que se llama Anarchy, y que han pensado quién de toda la gente que conocen está preparado para hacer Anarchy, quién tiene que ver mucho con la anarquía, de la gente que ellos conocen, quién es esta anarchist, y era yo. Y dijo que si quería hacer con ellos este espectáculo, que yo sería la única bailarina en el escenario. Y yo le dije, en aquel momento: Sofía, yo hace diez años que no estoy en eso. Ya ves, con toda la lucha por el teatro, reformas, licencias, con todo lo que me ha pasado, soy una gorda comparado con lo que era antes, no estoy en forma… Hostia, un poco flipante, ¿no? Y ella me dijo que le daba igual. Entonces a mí me vino a la cabeza la imagen de Hostiando a M, el espectáculo de Agnés Mateus. ¿Te acuerdas de aquella escena cuando la Mateus dice que yo le propuse hacer un espectáculo y que ella lo primero que pensó fue en decir que no? ¡Pues hay que decir que sí! Y, entonces, en ese momento, yo digo: ¡sí, vamos a hacerlo! Y empiezo a preocuparme mucho por mi forma física, porque la idea, en principio, era que yo bailase una hora, con esas guitarras, y a ver lo que pasa. Empecé a entrenarme un poco, tampoco demasiado pero sí, rollo plancha de abdominales, fondo físico…

Pero eso ¿antes de empezar a crear la pieza?

Sí, antes de empezar a crear porque no te pones a bailar y a crear un espectáculo de un día para otro, tú solo enmedio del escenario. Era el primer lunes del último fin de semana de agosto. Voy a Pontós y decido estar ahí un mes, vivir con ellos, compartir vida con ellos, trabajar con ellos. Ellos tienen un hijo, ahí hay toda una comunidad que es brutal.

Y los materiales para comenzar a trabajar, ¿parten de ellos, parten de ti..?

Al principio empezamos a trabajar con unas coreografías, movimientos, pero luego no nos gustaban mucho. Ellos tenían unas ideas y yo me ponía a improvisar. El material, al final, sí que salía de mí: los textos, los movimientos… Si me decían que hablase sobre la anarquía yo me ponía en un movimiento y ahí sacaba, pa-pa-pá.

¿Es verdad que, en Croacia, cuando eras estudiante en la antigua Yugoslavia, os hablaban de la revolución anarquista del 36 en Catalunya?

Sí, en Historia nos hablaban de eso. También hablo en Anarchy de las Brigadas Internacionales. Tito, el presidente de Yugoslavia, estaba dentro del comité responsable de llevar gente del Este a España. Incluso hubo un barco que se hundió con 600 personas y le acusaron a él porque él decidía quién se iba a España. Porque todo esto estaba supercontrolado. La Primera Internacional, los comunistas, todo estaba superorganizado. Ya sabéis las aniquilaciones, persecuciones, despariciones, matanzas…

¿Pero qué versión contaban? Porque en el espectáculo hablas desde el punto de vista de George Orwell cuando llega a Barcelona. Orwell no quiso participar en las Brigadas Internacionales por su vinculación con Stalin y se afilió al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), con los trotskistas.

A nosotros nos hablaban de que en Catalunya hubo una revolución anarquista en la Guerra Civil Española, con la colectivización, y (yo lo digo en el espectáculo y lo pienso realmente) que fue la mayor de toda la historia de nuestro planeta. (Se ríe)

Semolina Tomic en Anarchy

Foto: Festival TNT

Y luego nos hablas del punk.

Porque a mí Sofía, en un momento, me propone que hable de alguien, de amigos, gentes, cosas que me vengan a la cabeza. Y, claro, como vengo del movimiento punk y lo que más tiene que ver con la anarquía, en la actualidad, digamos en los últimos años, es el punk… En el punk, cada tres canciones sale la palabra anarquía. No hay otro movimiento que piense tan así, tan antifascista.

Porque tú tuviste un grupo.

Sí, yo vengo del movimiento punk de Barcelona y tuve un grupo punk-hardcore. El Boliche, el mejor batería de hardcore de España, era mi marido, durante 7 u 8 años.

¿Fue él quien te enseñó a tocar la batería?

Sí, yo aprendí a tocar la batería con la batería del Boliche.

Y en Anarchy hablas precisamente de muchos compañeros muertos de esa época.

Claro, es que para mí… Esto que ahora hemos hecho no sé de dónde  ha salido. Había como una constelación, nosotros tres, solos, ahí trabajando, horas y horas, en una sala de un ayuntamiento, de un pueblo… Después yo flipaba y pensaba: Catalunya  está llena de pueblos con salas en las que no pasa nada. No hay un dinero para programar en estas salas. ¿Pasa algo en esos pueblos, culturalmente? Pues no. Nosotros estábamos ensayando en Bàscara, que actualmente tiene un alcalde de la CUP y les dejó este espacio para ensayar. Hicimos una presentación en Bàscara a la que vinieron un montón de niños, ¿sabes? Era como una cosa para el pueblo, las primeras veces que hicimos Anarchy.  Todo el trabajo, todo lo que ha pasado, yo pienso que para ellos, como para mí, ha sido una sorpresa: el material que ha salido, lo potente que es… Y, para mí, trabajr con ellos es como un regalo porque ellos son brutales, como personas, como directores… ¡Y cómo sacamos material los tres juntos! ¿Sabes aquello que uno dice y el otro sigue…? Ha sido muy guay.

Hay un contraste muy fuerte entre el tema, la anarquía, y una coreografía perfectamente pautada. Tú dices un texto larguísimo que está dicho al milímetro. Y lo sabemos porque hemos visto un pase con subtítulos en inglés y encajaba perfectamente. Hay una improvisación pautada, me imagino, pero está todo perfectamente coreografiado.

Sí, esta todo pensado. Yo iba sacando material, textos, y después íbamos encajando el movimiento con este texto. Claro que después yo tengo la libertad porque esto es pura energía. Tienes que entrar en un estado y yo utilizo los primeros movimentos, cuando comienzo, como un calentamiento para entrar ahí, porque eso tiene que ser real. Si no es verdadero no te sale decir un texto así. Tienes que estar a tope.

Y luego están las guitarras que tiene el público. Cada uno tiene una guitarra y había como 40, ¿no?

Sí, 40 guitarras.

E intervienen cuando les da la gana porque no reciben ninguna indicación. En los pases que habéis hecho, ¿cuáles son las reacciones del público ante eso?

Cada pase es totalmente diferente. Por ejemplo, en el último pase, por la tarde, Sofía y Tomàs fliparon. A veces hay una sintonía entre mis movimientos y esa gente que está tocando la guitarra ahí en el público y consigues silencio cuando hay que conseguirlo, hay caña cuando tiene que haberla… Ese pase funcióno superbién. Dicen ellos que fue mucho mejor que el primer pase, que era a las 12:30. Que, para mí, el primero fue estupendo pero hay esta cosa con el público. El público es superimportante: lo que toca, lo que interpreta… Por ejemplo, me acuerdo del primer pase que hicimos en Girona, en la Mercè, en una residencia. Vinieron dos tíos que no pararon de hacer ese rollo glong-glong-glong-glong. Y era agobiante pero eso es lo que hay.

Las guitarras del público en Anarchy de Societat Doctor Alonso

Foto: Festival TNT

Eso es la anarquía.

Eso es lo que hay. No puedes decirle a ese tío: cállate.

Ellos tienen la responsabilidad.

Claro. (Se ríe) Claro.

¿Vamos a ver Anarchy en algún sitio más, próximamente?

En el Festival Salmon, en el Mercat de les Flors, y después estaremos tres semanas en Antic Teatre, porque como es para pocas personas… Y lo que te quería decir: este espectáculo está dedicado a todos los amigos, muertos y vivos, realmente anarquistas y punks, de hace cien años y de hoy en día. Estoy muy contenta porque nadie pensaba que nos iba a salir esto así. Yo vuelvo después de diez años de no pisar un escenario y se ha creado una expectativa: hostia, vuelve la Semo. Y yo le decía a Sofía: ¿qué piensan que voy a hacer, que voy a volar?  ¡Oh, que vengo! ¿Qué voy a hacer, sabes? Y que nos haya salido así, que nosotros estemos tan contentos es un puntazo.

¿Qué papel crees que juega la anarquía en este momento que estamos viviendo, en el que, como dices, en Anarchy, nos han borrado la memoria que conecta con aquel pasado de hace 80 años en Barcelona, que fue tan importante y tan avanzado a su tiempo?

Sí, pero eso no solo pasó en España. Por ejemplo, si miras el anarquismo del siglo XIX en Estados Unidos, no era algo prohibido, ¿sabes? Antes no había internet pero hacían conferencias, fanzines, libros, presentaciones, strike, la huelga… Donde hay el fuego de una huelga, ahí vamos a trabajar. La acción directa era ir a matar al empresario. Esto pasaba en el siglo XIX en Estados Unidos. Claro que había una represión policial pero el anarquismo estaba permitido. A Emma Goldman, y a mucha gente, después de la Primera Guerra mundial, les deportan, son enemigos número uno. Es cuando el comunismo empieza a ser… Si tienes pelo largo, eres comunista, acabas en la cárcel en Estados Unidos y te matan. Y eso hoy en día, igual. Esa libertad que había en el siglo XIX, después de la Primera Guerra Mundial, cuando pasa la revolución en Rusia y empiezan a tener un miedo brutal al comunismo, y a todo esto, radicalmente lo prohiben. Represión y muerte. No solo en España sino en Estados Unidos y casi en el mundo entero. Y por esto, ahora, nosotros no vamos a un bar anarquista. ¿Sabes lo que te quiero decir? Ni leemos textos anarquistas ni tenemos esas discusiones filosóficas que para ellos eran el pan de cada día. ¿Qué significado tiene todo esto? Hoy en día, pienso que nosotros, la gente, muchos artistas, aunque no lo piensen así, a su manera, son anarquistas, por cómo hablamos de la libertad, de todo lo que nos rodea. Existe pero de una manera más inconsciente. Y realmente no sé cómo se va a desarrollar esto porque, en la actualidad, con el avance del fascismo, ya ves cómo estamos en Europa con el tema de la emigración… Nosotros vivimos en un campo de concentración. Tenemos vallas alrededor nuestro pensando que aquí dentro somos libres. ¿Cómo se va a desarrollar esto? Cada vez va peor. Cómo está subiendo la derecha en Alemania, en Austria hay de nuevo elecciones, en Hungría… En Croacia, en mi país, están los nazis en el poder. Los mismos a los que Tito hizo la guerra y aniquiló, pues están ahí de nuevo, como setas. Quieren juntar, imagínate, la facultad de Filosofía con la de Teología. En este momento hay una lucha en la universidad de Zagreb. Estamos en estos niveles. Pues claro que la anarquía tiene que salir por algún lado. Aquí, en España, ¿cuántos meses llevamos sin gobierno?

¿Un año?

¡Y estamos bien sin gobierno!

Acaba de dimitir Pedro Sánchez.

¡Hostia, flipante! Yo espero que el PSOE no se levante nunca más. Si la gente no lo tenía claro, ahora sí tendremos cuatro años más del PP. Pues, ¡a la mierda! ¡Preferimos estar sin gobierno! Nos ha ido bien, ¿no?, no tener leyes. Vamos a ver cómo va. (Y se ríe)

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Thank you for fucking me

IVO DIMCHEV
El lugar sin límites
21/09 • CDN – Sala Valle-Inclán
Songs from my Shows
23/09 a 25/09 • CDN – Sala Francisco Nieva
Som Faves

https://open.spotify.com/track/7ijs9JLywni3QABg0P6Ck0

Monstruo: voz de sentido religioso, prodigio, suceso sobrenatural, monstrare – de-monstrare.

Songs From My Shows.
Diva.
Sangre, mucha blood all day long.
In the middle of this waterfall
washed and cleaned by its amazing energy.

Y que en la escena experimental también podemos ser bálsamo, escucho.
15 canciones.
15 momentos de belleza burguesa, con peluca falsa.
Con Ivo Dimchev, con Ivo, con una popstar, con Elvis Presley con Anthony, con la ópera, con el aparato teatral, con el cuestionamiento sobre la identidad, con el género, con el puto sistema del arte siendo cuestionado y mantenido todo el rato, todo el rato. Y en ese ejercicio paradójico, ahí, justo ahí aparece el ser humano mismo: vulnerabilidad, contradicción, seguridad, oscuridad, suavidad; todo encarnado en un cuerpo y una voz que son la misma cosa.
El miércoles fue terciopelo rojo de cortina de teatro precioso.
This is not a contemporary performance.
Es un ejercicio de juntar canciones de sus piezas, de ponerlas juntas y observar. A ver qué pasa cuando las cosas se descontextualizan.
Y pasa que todas queremos sus canciones en Spotify.
Ivo, Bulgarian Radikal Artist.
Is too much smoke here?

Que cuando canta viaja a otro lugar.
Que con este show, lo llaman todo el rato de grandes instituciones.
Es precioso de delicado, de íntimo escucharle. Su manera de pronunciar deleita, seduce… y nos metemos un chute en vena.

To make this performance happen my body will loose energy. You already lost money. The theater will lose electricity and we are all going to lose time.
Someone will even lose his own blood.
The waste of all these important human resources automatically makes the performance tonight a non-ecological activity for which we all have equal responsibility. If this information does not makes us feel good, it can make us feel less lonely. Thank you for coming and enjoy the waste.

Som faves
Some favourites
Algunos favoritos.
Parece que la pieza es una selección de algunos de sus elementos favoritos de una lista de 100 topics. Es una colección y un collage, porque es abrupto y cortante. Sorpresivo. Te ríes mucho y valoras el humor en una pieza tan compleja que se fagocita a sí misma.
Pared blanca, gato blanco. Mesa negra, teclado, cuadro, mujer de espaldas. Amarillo y azul. Silla, peluca.
Cuarto de juegos y monstruos donde se cuestionan cosas importantes, serias.
Está lidiando con la forma y con el contenido, con la estética y con el condumio y cuestionando la necesidad o no de equilibrio, y tengo la sensación de que refiere al Arte y la vida, a la Vida. Está jugando a cambiar las piezas de orden o de forma.
Repite la canción Blood. La canta, la mete en una conversación o la exorciza. De-construye y entonces lo que hay dentro de ese cuarto es un enigma, de los que te pasas la vida para resolver.
También parece tener cierta distancia con la pieza. Es del 2009 y según cuenta en el vermú del domingo ya no se encuentra conceptual ni formalmente ahí.
Yo creo que sí estoy cerca de su 2009, en mi 2016. Resuena físicamente lo que me cuenta.
Es fuerte que después de más de 14 años de curro sea la primera vez que lo vemos en Madrid.
Durante una hora me palpitó el pecho. Me rendí de amor hacia el Ivo de hace 7 años.
Y hacia su libertad.

somfaves_web

Me apetece hablar de Teatro, otra vez.
Reconozco el origen, reconozco el espacio sagrado. Me reconozco pensando en el teatro y me había olvidado de hacerlo.
Maneja códigos, texturas, ritmos, maneras de hacer que recuerdo de mi formación como actriz. Y me pasa que a veces me da vergüenza decir que soy actriz, o que estudié teatro, y qué absurdo, ¿no? Pero la representación pasó de moda, y los personajes.
Parece que hoy toda la escena experimental se ha desplazado a la coreografía, y si eres coreógrafo estás en la ola. Y es maravilla, pero se nos olvidan cosas que vienen de otros lados, o al menos a mí se me olvidan.
Resulta que Ivo es un Artista de teatro físico y eso me hace pensar.
Me reconcilia.

También pienso en el sistema perverso de producción del Arte Contemporáneo.
Y en la coherencia que tiene que se auto-edite, o pague al público que participa en sus piezas, o que abra un espacio en cada ciudad en la que vive (Volksroom, Mozei).
Abrir espacios, abrir espacios, abrir espacios.
Generar las condiciones para que las cosas sucedan. Para transformarnos, y seguir desplegando nuestras identidades posibles, para compartir, para pensar juntos y ser atravesados por las cosas, para no volvernos inmunes.
Hagamos que las cosas pasen.

-Are you sure that you are doing right?
-Fuck you
-Thank you for fucking me, cos I feel so lonely tonight.

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It’s a Rainy Day

Érase una vez un convento aislado del mundanal ruido que se dedicaba a acoger a gente de todos los lugares y bagajes para que encontrasen un lugar de trabajo y recogimiento, en base a un espíritu de organización comunitaria y al menor coste posible. Esto es PAF (Performing Arts Forum). Sí, un convento comprado ya hace tiempo por el coreógrafo Jan Ritsema en el momento de su retirada para convertirlo en lugar de peregrinaje artístico. Y sí, es un poco odisea llegar hasta allí. St. Erme, donde se encuentra PAF, es un pueblo que desde París hay un trayecto de más de dos horas con cambios de trenes o buses que, si es la primera vez, puede resultar un poco lioso, sobre todo si no tienes en cuenta los horarios y las combinaciones. Pero el viaje tiene su encanto y augura el comienzo de la aventura.

A parte de que uno puede ir para realizar una residencia por cuenta propia, hay una serie de eventos a lo largo del año organizados por PAF, como son las Spring Meetings o la Summer University. La Summer University consiste en que cada semana del 8 de agosto al 5 de septiembre se dedica a un tema. Este año fue primero la semana dedicada a la filosofía, luego la danza, el cine y la música. Yo fui invitada por el coreógrafo Mårten Spångberg, que junto a Melanie Matthieu, organizaban este año la semana “It’s a Rainy Day”, la semana de cine. Cada día una persona invitada realizaba una programación de películas para ver sin tener que hacer una justificación de sus elecciones y sin tener que hacer post-charlas después de cada proyección. En realidad, las charlas surgían, pero de forma relajada sentados en el jardín, en las comidas o dando un paseo. El espíritu que querían transmitir los iniciadores de la semana es que no había obligación de nada. Solo sabías que cada mañana se cubría un encerado en la entrada con una programación de películas que normalmente consistía en proyecciones a las once de la mañana y tres y seis de la tarde, en las que no había que hacer otra cosa que tirarse en un sofá, en una silla, en un colchón y dejar el peso del cuerpo caer.

En el tumblr del evento se puede consultar toda la programación.

El tiempo durante la semana fue maravilloso, un calor fuera de lo común, pero nosotros, como si afuera lloviese a cántaros, nos encerramos en la plenitud de la oscuridad de la imagen proyectada. A la oscuridad le dimos forma: nos levantamos con los murciélagos a las cinco de la mañana; vimos desde pelis clásicas a lo más experimental, pelis muy largas y muy cortas, series de televisión como “Embrujadas”, y encendimos velas negras e incienso conjurando otro espacio de existencia, muy meta, muy de ciencia ficción: el mundo de la imagen en movimiento, el cine.

El hombre es el único ser que se interesa por las imágenes en sí mismas. Los animales se interesan, pero sólo cuando éstas los engañan; cuando el animal se da cuenta de que se trata de una imagen se desinteresa por completo. Por el contrario, el hombre es el animal que se siente atraído por las imágenes una vez que sabe que lo son. Por eso se interesa por la pintura y va al cine. Una definición del hombre desde nuestro punto de vista específico podría ser que el hombre es el animal que va al cine.

                                                                                            Giorgio Agamben

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Vivimos en un mundo de pantallas y de imágenes. A mi sobrino, que apenas tiene dos años, le obsesiona el móvil y el ordenador. No hay mayor placer para él que poder ver vídeos una y otra vez desde una pantalla. Ese pequeño cuerpo se queda hipnotizado. Creo que esto no es solo cosa de mi sobrino sino una hipnotización general que se enraíza cada vez más desde la tierna infancia. Está claro que vivimos en un momento en que la realidad en la pantalla no puede ser omitida, forma parte de nosotros. Desde luego hay películas que solo pretenden ser entretenimiento, una especie de droga a la que te enganches para sacar dinero de tu dejadez mental. Pero de todo eso hay otra cara, la que va más allá de las estrellas de Hollywood, de los argumentos adictivos y de los finales felices después de haberte hecho llorar o morirte de miedo de forma predeterminada. La otra cara es vivirlo como una experiencia compleja que expande, aumenta, alarga nuestra experiencia para entender el mundo de una forma diferente a la que estamos acostumbrados.

Chantal Ackerman dice en una entrevista: “Hoy no hay olores, sabores ni tacto. Solo imágenes y sonidos. Claro, las relaciones se convierten en cinematográficas… Cuando conoces a alguien sientes, bueno puedes sentir muchas cosas [risas]. Si esa primera vez nace de una charla vía Skype, ¿adónde se fueron las sensaciones? Es el triunfo de la imagen, lo que por un lado es algo emocionante pero que por otro provoca cierta pena”. El triunfo de la imagen no puede dejarnos sin tacto, sin olores, sin sabores, algo que no solo recae en la imagen en sí misma sino sobre todo en la atención que ponemos en ellas. Esta semana de cine en PAF se trató de eso, de dar las posibilidades a un modo de atención extra-ordinario y  no porque nos forzáramos a ello. No se trataba de sentir lo que pensábamos que teníamos que sentir, sino que el espíritu de la semana estaba en abandonar las expectativas. No esperar nada-da-da-da-daaa-da… nada que perderrrrrrrrr…  y solo dejarse llevar por lo que se convirtió en el chorus de la semana “tirarse en un sofá, en una silla, en un colchón y no hacer otra cosa más que dejar el peso del cuerpo caer”. Soñar el espacio y paralizar el tiempo no era una meta, era una actitud.

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No puedo acabar esta crónica sin mencionar la comida. Es uno de los grandes lujos de PAF. Un equipo de cocineros, que solo se organiza para estos eventos especiales, está desde la mañana a la noche ingeniándoselas para, con el pequeño presupuesto que tienen, darnos de comer de la forma más exquisita y sofisticada. Hay menú específico para dietas vegetarianas, sin gluten, sin lácteos y toda excentricidad o alergia que quieras imaginar. En verdad, no sé cómo se las apañan, pero es de una satisfacción infinita que cada día presenten un plato que nos sorprenda.

Tampoco me puedo olvidar de los alrededores de PAF, el bosque, sus amaneceres y atardeceres. No hay tiempo que perder. Una semana en PAF parece un mes. Ocurren muchas cosas y no ocurre nada. Y en ese entre puede pasar de todo.

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PAF es uno de estos lugares que con el tiempo el hecho de haber estado allí es haber hecho historia. No creo que haya actualmente muchos lugares como PAF. Hay que ir. Nunca se sabe cuánto tiempo va a poder ser lo que es ahora.

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Puedo prometer y Prometeo

Escribir para MAMBO me hace volver a tener 10 años: tan halagado como nervioso. “Comparte algo sobre tu trabajo o algún tema en especial”. Dilema: afrontar algo nuevo es darme una paliza de yoes cada vez. Dónde estoy, desde dónde, cómo y para qué hago. Así pensé compartir las ambigüedades de una nube de pensamientos relacionados que quisieran conformar un corpus y son una nebulosa difusa de donde creo saldrá un próximo trabajo (tal vez en forma de cosa escénica). Luego vi lo absurdo de referir esas cosas separadas de los momentos que atravesamos. Son lo mismo. Así que apunto ideas sueltas. Las agrupo y relaciono. Algunas piden desarrollo. Antes de empezar miro el caos de esa chuleta. Ya sin tocarla es también un poema. Y saltando de lo que pienso a lo que pasa, de lo literario a la lista, va trenzándose esto que me pide que lo escriba. Transigimos al apoyarnos en la historia para decir y la primera trampa es que cualquier momento sirve como principio. En este caso, iba a empezar esta entrada con este vídeo y luego hablando un poquito de Prometeo:

PROMETEO

prometeo-friso

Se dice que para asumir la invasión de los pueblos indoeuropeos, los antiguos griegos modificaron su religión hasta quedarse tranquilos. Los nuevos dioses pasaron a ser los oficiales, del Olimpo. Los antiguos, titanes confinados al infierno o a castigos terrenales. Prometeo era de los segundos. Todo el mundo sabe que cuando se puso de parte de los humanos frente a Zeus éste se mosqueó y les quitó el fuego. Que Prometeo se atrevió a robárselo y devolverlo a la humanidad. Que el mosqueo entonces fue monumental y Prometeo acabó encadenado por Zeus, condenado a que un águila devorase su hígado cada día, que se regeneraba al ser el titán inmortal. Miles de años así. Horrible. Lo que no se conoce tan bien es por qué Prometeo se la jugó tanto por la gente. Pues bien: muchas representaciones lo muestran moldeando un maniquí de barro. Un tema que se vuelve recurrente con el tiempo y al que se suma Atenea, que le echa un cable colocando una mariposa (símbolo del alma) en su muñeco, que tras aplicarle fuego se mueve por sí mismo, se anima. Sí, el ser humano es su obra. Por eso tanto cariño. La iconografía triunfa y se explota y desarrolla. De ahí al génesis cristiano. Del castigo de Zeus a la crucifixión. De la herida del águila a la lanzada en el costado. Un agujero de gusano a través del que preguntarnos qué carajo hemos querido decir a lo largo del tiempo con la palabra dios (si significa algo aparte de dinero). O quiénes somos cada vez que nos lo preguntamos.

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HACER CUENTAS

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La historia y su trampa. Seguimos necesitando mitos fundadores como disparadores del relato. Los engrandecemos por ejemplo al hablar de la llamada transición española, tanto al idealizarla como al criticarla a destajo. En un país con 1 año sin gobierno oficial, con 3 elecciones, con +1K de muertos en fosas comunes, con X millones en paraísos fiscales. Un país con gobernantes que al mitificar la transición la vulgarizan (gran hito o gran derrota) mientras son incapaces de gestionar el presente para conformar otro ahora. Y es que da escalofríos pensar si esta representación va sobre nosotros, y cada actor juega su rol tal como lo hacemos de modo colectivo. O peor aún, si el hecho de que no se entiendan, que no se escuchen, que no sepan lo que ellos mismos dicen en su pieza sea lo más que nos represente.  Porque sí, en España pudo prometerse y se prometió. Pero nunca llegó el fuego. Y el tiempo hiela. Y así nos ha ido. Hoy comprendemos qué nos falta, qué nos sobra. Necesitamos ese calor, y pocas personas están por hacer una hoguera. Algunas escribimos con rabia y luego sentimos que escribimos solamente. Y nuestra parálisis es un agotar posibilidades, no sea que sí que vaya a haber un mesías político y ético por emerger y nos vayamos a manchar por nada. Más de lo que estamos.

ARDER

El verano acababa. Estaba realmente sumido en todo este lío cuando me proponen escribir aquí. Vi algo claro de repente. Metemos los dedos de nuevo en el cuadro de Caravaggio. Hay una nueva salida al otro lado, en el costado del Cristo Redentor. Allí, favelas y nuevas construcciones que catapultan el valor del suelo. El fuego que tanto necesitamos no está al alcance de nuestras democracias de plástico. Sigue con los poderosos en el Olimpo: en Brasil, esta vez. Los Juegos Olímpicos son un ángel exterminador que purga con su llama la peste de los países donde huele demasiado. Una alfombra para cubrir la mierda. Así pasó en la Alemania nazi. Pero Brasil se distingue de nosotros porque su situación es oficialmente fraudulenta, frente a la normalización de nuestra barbarie. Sin embargo este año no solo se trata de usarlos como simple camuflaje. Los propios Juegos despliegan además un desfile de humillación en su propia fiesta: (la portera gorda, la nadadora con la regla, esa gimnasta que está tan buena, el equipo de voley sin bikini…). Por suerte la reacción es masiva, parecemos más concienciados. Pero, ¿lo estamos? ¿O simplemente percibimos la indignación como general porque se da en nuestros pequeños círculos virtuales, mientras la balsa en la que vamos a la deriva hace aguas por todas partes? Nos hacen defender lo obvio. Y el fuego sigue donde estaba, candente en ese falo/antorcha, empalmado por grandes contratos transnacionales, tótem de este ultracapital. El verano aprieta y las chispas de ese fuego recalifican los bosques de la isla de La Palma, del sur de Portugal, de Andalucía o Valencia. Nos hacen defender lo obvio. Nos queman.

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SUPURAR

Escribir de mi trabajo o un tema interesante ha sacado esto.
No se bien qué es.
Hay mucho en lo que hemos retrocedido tanto.
Y vivimos como cuando la promesa. Pero sin ella
Paradójicamente (o no): atravesamos los 90,
su fantasía de bonanza económica.
Es generalizar decir que lo malo de las vacas gordas
es que son vacas de Troya.
Pero pasa realmente que mucha pasta
diluye algo de sustancia en lo que se hace.
Pasa realmente:
que la realidad está conformada por el dios de cada tiempo
y dios se llama dinero.
Y hay que cuidar que lo que se hace, por pasar a ser real
no participe del misterio.

Mucha pasta puede sofisticar la estética de lo que se hace.
Su relación con la ética fluctúa,
como si dejáramos de comprometernos en cada fino sistema
que hace a la segunda brotar, cimentarse en la primera.
¿Y qué haremos ahora, ya invadidos de troyanos, con esta miseria?
A veces me pregunto cómo las sufragistas consiguieron tanto
si en quince años hemos mostrado esta capacidad de retroceder.
Y qué hacer ahora.
Por qué vimos ciertas cosas como horteras de los 80
y por qué vuelven a estar tan de moda.
También en escena.
Por qué no se grita como debiera.
Tampoco en escena.
Y si nos falta veneno.
O nos falta fiereza.
O espabilar de este sonambulismo
de conejos deslumbrados ante un coche, tan aturdidos
que tal vez estemos eligiendo la imposición de esta libertad duradera
y no comprometernos a saco con el deber de nuestro trabajo.
Deslumbrados por las candilejas de estos sucedáneos de vida
en vez de iluminados por el fuego.
Y si nuestro trabajo ha de ser ese.
Buscar el fuego.
Robarlo.
Devolverlo a donde pertenece.

CICATRIZ DIVINA

Me digo que de las pocas subversiones posibles
no ser yo y hacer desde ahí es lo que más hiere al sistema.
Y perseverar por más gente que no sea y desde ahí haga.
Me digo que nuestra necesidad pesa más que sus modas.
Que “actuar desde lo político suena rancio” es palabra de dios
articulada desde el Olimpo para nuestra parálisis en la modernez.
Que es necesario ser definitivamente herejes
y que sin mitos masculinos fundadores en que delegar
es preciso crear una divinidad femenina en la que creer
o reformular la existente.
De la herida de Prometeo a la de Caravaggio
lo sagrado pervive desconocido, pero habitable,
masculinizado y usado para todo lo contrario.
Demos la vuelta al dogma.
Seamos intolerantes al poder y sus abusos
y que lo obvio no necesite defenderse.
Sustituyamos la herida y su dolor
por un gran coño que nos ampare y su placer.
Un coño desde el que no nos salga transigir a la agresión.
Hagámoslo desde el compromiso con nuestro trabajo.
Y con una mano arrebatemos la dichosa antorcha
y con la otra masturbemos nuestro sexo sagrado
hasta corrernos sobre la violencia con la que nos queman
para apagarla.

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Cada vez me importa menos la creación y más la fabricación.
Lo primero me suena a paja mental y lo segundo a acción.
Y cada vez me siento más fuera de escena.
Hay veces duele como una pérdida.
Otras me conecta aún más a ella.
Entonces no hay duda:
Ese estado con minúsculas es cada momento, ser apenas eso.
Ese estado es pasar mucho tiempo expuesto.
Y me digo que ahí se está por y para algo.
Que ahí se ha de estar para hacer ese trabajo.
Y encontrarnos.
Porque eso es hacer teatro.
Ahí se ha de perseverar para acercar la mano al fuego, aunque joda.
Siempre en escena,
al margen de lo que podamos entender por escenario.

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What if?

8 de Septiembre

Berlín. Finales de Agosto en Kreuzberg. Delante de Mustafa´s Gemusse. Llegamos en plena tormenta, con cierre de aeropuertos incluidos. Bebemos Late Machiatos asquerosos. Comemos Brunch. Cogemos el metro. El mapa. Llegamos a TanzFabrik. Amaia se hace pasar por Amaranta. Yo soy yo. Y entramos en el estudio. Se nos acerca Deborah Hay, una a una, nos pregunta nuestro nombre y nos da la mano. Su pelo. Blanco-gris, recogido cual dueña del Organic (en Barcelona), pero sin flores, ni mariposas. Nos acoge en un círculo, posamos nuestras manos en las manos de los que tenemos al lado. Palma de la mano derecha boca abajo, palma de la mano izquierda boca arriba. “Think what do you need” (yo creo, que pienso: valor). Lentamente, muy lentamente, nos dice: “What if”; “What if I”, What if I (Deborah) presume”, “What if I presume that all the cells of my body”; “all the cells of my body”; “at once”; “What if I presume that all the cells of my body at once”; “are served”; “are served”; “from the environement in which I´m dancing?”; What if I presume that all the cells of my body at once are served from the environement in which I´m dancing?.

Otras consignas de apoyo:

  • “You are a dog being a pig”
  • “Turn your fucking head” (estas dos me parecen fundamentales)

Otras:

  • “Time is in your hands”
  • “my body/my teacher”
  • “Lightin up”: nos cuenta, que cuando vivía en una comuna hippie, hacia los años 70 (“I survived it, I survived living six years in a hippie comunity. Later I survived living in … now I´m surviving living in Texas”) en pleno ciego de Éxtasis, visualizó un gran grupo de personas en círculo dirigidas por un chamán que llevaba un gorro enorme que acababa en punta (cual kukus-klan). Deborah se sintió completamente seducida por esa gente, deseaba estar ahí, sentía magnetismo, “eso era lo que llevaba tanto tiempo buscando”, “I want this”. Entonces, el chamán la mira sonriente, coloca su mano cerca de sus ojos, la abre, destelleando los dedos, y le dice: “lightin up!” (aligera!!).

Y así, mediante permanencias que duraban entre la hora y las dos horas, más otra parte, en la que al curro se le sumaban pequeños mapas coreográficos (dúos). Una emprendía el viaje de responder lo imposible, y se adentraba en el universo de lo paradójico.

Mi texto para MAMBO, empezaba así…

Quería deconstruir la pregunta que nos lanzaba Deborah, palabra a palabra, cual jeroglífico, y explicar las potencialidades psico-somáticas que se abrían o se encarnaban de tal deconstrucción. Quería hablaros, de Son Goku como una de las imágenes que me hacían acceder al paradigma enactivo, por eso de la cola y la capacidad de ser Goi Gerlari. De la importancia de trabajar con preguntas sin respuesta, como algo que te mantiene implicado de cuerpazo entero, sobreviviendo lo indescifrable. La relación exquisita entre lo mortal y lo onírico, morir para soñar…

Pero hoy, es 8 de Septiembre. Hoy la Compañía Jaizkibel, conformada por mujeres y hombres, va a desfilar por las calles de Hondarribía. Y eso, me hace temblar, me conmociona, siento terror. En 1996, vine por primera vez con mi madre a Barcelona. Era Junio, concretamente era 30 de Junio. Estábamos en un hotel y veíamos las noticias en la TV1. Contemplamos cómo un grupo de mujeres, vestidas de soldado y con escopetas, se lanzaban a subir la calle mayor de mi ciudad, Irun. Recuerdo que mi madre me miró, inundada de culpa, y me dijo “Oihana, lo siento muchísimo, pero yo tengo que estar allí con ellas”. Sentí cierto miedo, y cierto desconcierto, no entendía tanta seriedad, no entendía sus disculpas. Pero sí, fueron acertadas; mi adolescencia se fue a tomar por culo; me hice feminista; me convertí en minoría, en apestada junto a otras muchas apestadas a las que se podía golpear, insultar, amenazar, desplazar, odiar. Y sentía miedo. Me daba miedo ir al colegio, me daba miedo pasear sola por Irun, me daba miedo salir de marcha con las amigas… y no sin razón. En el colegio me amenazaban con que me iban a esperar a la salida y bueno lo que sea… con que cogerían una escopeta me la meterían por el culo, con que traerían mil petardos (soy fóbica desde pequeña a los petardos) y me los explotarían en la cara… cuando paseaba por la calle, había “adultos”, padres, madres, abuelos, tíos, tías, bien de desconocidos o bien de amigos que sabían que era hija de Amaia Lorea y de Iñaki Altube, y bueno, había comentarios, miradas, “menudos padres de mierda te han tocado”… o pasear con mi madre y ser amenazadas por el “capitán de la compañía” de Santiago (hombre de unos 65 años), el barrio en el que yo vivía. Salir de marcha, y salir a hostia limpia de la discoteca, con juicio incluido, que conseguimos ganar. Salir de marcha y escoger a dónde ir y a dónde no ir, por miedo a ser agredidas. Estar rodeada de gente que te insulta y te amenaza, entre los cuales se encentra tu vecino o tu profesor de Inglés. Ver a mi padre pegar por primera vez en mi vida, salir a rastras y en volandas por la Ertzantza; que te lancen huevos, kalimotxos, botellas de vidrio, que te golpeen con escopetas, tambores o lo que pillen, saber que a tu colega lo han dejado en coma y está en el hospital, que a otra le han partido la pierna, a otra la han pillado y le han dado una paliza, saber que ya no hay cuadrillas, familias o construcciones relacionales que no hayan sido afectadas, destrozadas.

Y sí, he aquí, la mayor perfomance en la que he participado en vida. La más transgresora, la más sustancial. De esas que atraviesan a morir, de esas de las que no te recuperas, te trastocan, ya no eres la misma, te muestran mundo.

Y la premisa o la pregunta, cual “What if?”, esa con la que uno construye un pequeño dispositivo-mapa que poner en juego-cuerpo (ahora además, que está tan de moda la participación del público) era y sigue siendo (la movida es, que sigue siendo…) tremendamente sencilla: “¿Y si las mujeres tuviesen el deseo de participar de manera igualitaria en las fiestas de su pueblo?”, o “¿Y si las mujeres comenzasen a accionar su derecho a desear con libertad?” …

Pues, el 30 de Junio de 1996 en Irun, “practicar la pregunta” por primera vez, fue algo como así:

El segundo año, en 1997:

Y casi veinte años más tarde, el 8 de Septiembre de 2014 en Hondarribia, practicar la pregunta, era así:

Así, que sí. Hoy es 8 de Septiembre. El teatro se ha hecho calle. De gratis. Hoy si queremos contemplar a pelo y que nuestros cuerpos exploten de implicación, no tenemos mas que ir a Hondarribia. Si queremos que se nos muestre el mundo, si queremos practicar género, política, escena (todo y a la vez) no tenemos más que acercarnos al pueblito costero “más bonito” de Euskal Herria. Pasearnos por sus calles amuralladas, beber Txakoli y comer tortilla de patatas, mientras la calle se hace escena. Y nuestra visión entorno a conceptos como ideología, sentimientos, género, feminismo, tradición, Historia, público/privado, cuerpo/política, participación, casta, izquierda/derecha, y todo eso que sustenta parte de nuestro trabajo con el cuerpo y el arte, se verán subrayados, alterados, violentados, potenciados, interpelados, excluidos y un sinfín de cosas más, que ante todo no nos dejará indiferentes. Seremos inevitablemente cómplices por resonancias-somático-multiformes de una de las mayores performances participativas en la que hayamos estado jamás.

Así, que sí. Hoy es 8 de Septiembre. Y yo, quiero agradecer públicamente que mi madre me destrozase la adolescencia. Quiero agradecer a esas mujeronas y hombres su valentía y su persistencia, me lo agradezco también a mí misma; y seguir revindicando mi profundo convencimiento del derecho que tenemos las mujeres a participar en los Alardes de Irun y de Hondarribia, así como en todo aquello que nos salga de nuestro precioso coño. Y me declaro, en mayúsculas, profundamente FEMINISTA.

Para más información: www.alardepublico.org

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Los In Prescindibles #33 en La Poderosa

Barcelona está jodida. Barcelona llora, porque la violan, la follan por doquier, y a ella eso no le gusta. Barcelona está agotada de uso, de abuso y de sostener una imagen de sí misma que la explota y la mantiene en constante referencia al otro. Barcelona quiere descansar, dar paseos a orillas de su mar, leer su historia sin peligro sentada en la Plaza del Pi y reposar sus calles mientras el sol, la lluvia y la brisa hacen lo que tienen que hacer. Barcelona es bonita, pero se siente horrible. A Barcelona le han roto el corazón. Barcelona cierra los ojos y respira, busca aquellas grietas que le permitan ver luz, formas vitales que la mantengan en pie y la rearmen para la guerra. Este fin de semana, Barcelona se encontró en La Poderosa, y algo se relajó en ella. No todo va tan mal.

El nuevo espacio de La Poderosa

El nuevo espacio de La Poderosa

El domingo fue una noche bonita. La Poderosa está preciosa. La verdad es que volver de vez en cuando a ella me sigue haciendo sentir casa. Son muchos años. Muchas gentes. Para mí ha sido un auténtico espacio transicional. De lo invisible a lo visible. Ahora estoy asumiendo el duelo de la individuación. No es fácil. Hay una canción superbonita de Mikel Laboa en la que le canta a su madre y le explica que, para crecer, tanto él como ella, necesitan cortar el cordón umbilical que los une. Que, para que la relación que mantienen entre ellos pueda transformarse en algo mejor, necesitan cortar el cordón umbilical que los une. A mí me pasa algo así con La Poderosa. El cordón ha sido cortado y, en esas, trato de entender qué vendrá. A veces me asusto. Y el rapprochement es necesario para mí. El rapprochement es esa fase en la que las niñas y niños se lanzan a explorar el mundo mientras las figuras de apego están presentes. Son sus primeras exploraciones del mundo (sus primeras juergas). El domingo en La Pode se presentaban los IN. Es difícil explicar lo que supone un IN. Creo que eso es lo interesante. Desde mi experiencia, los IN sirven para ver la propia realidad, como para contactar con la propia subjetividad, mientras el otro se te ofrece. Es como un marco perfecto para el espejo. Todo resuena, y resuena como en todos sus posibles, y esa es la potencia. Un IN implica estar abierto al espanto, al gozo, a la ira, a la curiosidad, la sorpresa, la tristeza y estas movidas, que en realidad te ofrecen la posibilidad de pensar, de darle al coco un montón, y subrayan, sacan a la luz, las formas vitales propias, y por otro te ofrecen un pequeño mapa, panorama, para ir un poco más allá de una misma, y reflexionar sobre cuestiones más comunes y radicales en torno al cuerpo, la danza, y la escena. O más bien, diría yo, el cuerpo, la danza y la escena se convierten en símbolos, cual excusas, desde los que poder reflexionar en torno a la educación, la política, lo común y estas movidas que nos afectan diariamente a todas, incluso a aquellas que ni el domingo, ni el sábado estuvieron en La Poderosa. Una de las cualidades de los IN es que se presentan trabajos en proceso, primeros gérmenes o experimentos, esbozos. A veces esto se cumple y otras no. Pero esa es la premisa, y es desde ahí desde la que se escogen las propuestas. Nuevamente, aquí, cómo cada uno gestiona o comprende o se relaciona o traduce o transita con lo que “proceso” puede significar se pone en juego y eso también es muy interesante de ver. El domingo se mostraron cuatro propuestas. Y a mí se me aparecieron muchas cosas.

Háblame cuerpo

Lo primero que vi al entrar fue “háblame, cuerpo” en letras enormes y rojas, pintadas sobre una tabla gigante de madera blanca, que estaba en el centro del linóleo, blanco. Para mí, eso ya fue un regalo. En realidad, yo no hubiese necesitado nada más para flipar esa noche. Me hubiese gustado sentarme frente a ese cuadro, en soledad, durante horas, cual altar y empezar a transpirar y transpirar y volverme mundo. Ver eso me devolvió a mí y me relajé y, bueno, sentí belleza y empecé a mirar cual poesía. Y es que hay algo supermágico cuando alguien hace o actúa un deseo muy íntimo propio, de esos deseos que todavía no rozaron el lenguaje. Cuando es el otro quien elabora y acciona o da voz a algo que ni siquiera había llegado a la conciencia propia, pero que desde su accionar, te permite atravesar y dar resolución, o algo así como culminar, con un estado psicofísico concreto y pasar a otro. El otro se convierte así como en el canal, el medio, o mediador, cual chamán, de la propia subjetividad. Esto pasa un montón en la práctica del Movimiento Auténtico, y es fascinante. Es pura corporalidad. El domingo, con la primera propuesta de los IN, me pasó esto en muchos momentos. Y sentí gratitud. Sentí que alguien accionaba desde cualidades que me permitían ser, porque me daban mucho espacio para contemplar y me interpelaban como testigo. Apareció todo un pensamiento en torno al folclore vasco, que llevaba tiempo deseando ver, deseando practicar. Y que alguien me ofreciese el paisaje de aquello con lo que yo había soñado con anterioridad me hizo sentirme acompañada. Viví la sublimación en mis carnes por otras carnes que no son las mías. El inconsciente colectivo se activó y nos unió.

C A R R E T E R Í A, de Jesús Benzal & Ole Kristian Tangen

Luego hubo otra propuesta que me costó un montón. La verdad, es que me sentí superviolentada, y me hizo pensar un montón en cómo se transmite la danza en la enseñanza institucional y no tan institucional, la obsesiva relación de la danza contemporánea con el maltrato, el sufrimiento y la ultraexposición del cuerpo a prácticas corporales violentas y agresivas, como maneras de lo espectacular y de llegar al otro. Y creo que, en realidad, me violenté por resonancia, porque aquello que estaba viendo estaba dando voz a un período de mi vida en el que también tenía esa manera de relacionarme con mi propio cuerpo y con la danza. Y es que, más tarde, charlando con Amaranta, Laura y Ainhoa, y muchas otras personas más con las que he ido hablando sobre esto a lo largo de los años, hemos podido constatar que todas y cada una de nosotras habíamos pasado por ahí. Y, bueno, para mí, así en bruto, me hizo pensar que la educación que se ofrece entorno al cuerpo y la danza es violenta, y se sustenta en ideologías y prácticas que fomentan lo normativo, las relaciones de poder y el disembodiment y dan soporte a los sistemas neoliberales y judeocristianos que arrasan con lo común. (Los chicos que presentaban la pieza eran muy muy jóvenes y estaban acabando la carrera de danza. Igual de jóvenes que cuando yo estaba estudiando mi carrera de danza y repetía compulsivamente movimientos que me generaban dolor y tendinitis varias. De lo que hablo ahora no va dirigido en absoluto a ellos). Lo cual, es un problemón. Y es un problemón porque se pasa mal. No da placer. O sea, genera sufrimiento. O por lo menos a mí me lo generaba un montón. La constante relación de la danza con el sacrificio, el sufrimiento, la comparación, el virtuosismo, la mitomanía y todas estas movidas moralistas y narcisistas me parecen un peligro, porque generan malestar, y perpetúan modelos relacionales jodidos. Y es que, en realidad, para mí el problema el domingo, con esta segunda propuesta, no residía tanto en si esa manera de practicar el cuerpo genera obras interesantes o no, en realidad la lectura coreográfica que puedas sacar de ello me pareció irrelevante, aunque también es un movidón grande a tener en cuenta. Para mí, lo gordo era el tema del trato, o más bien, el tema del maltrato, con una cualidad bastante naif y gratuita, o sea, sin estar relacionada con un proceso de pensamiento contundente. Como simple modelo que se repite y repite y repite en bucle, porque sí, porque es lo que se acepta como icono de lo que la danza y el bailarín o bailarina deben ofrecer. Y ahí seguimos. En realidad, me hace pensar que no hay una diferencia tan abismal entre los modelos educativos del ballet y de la danza contemporánea, por mucho que la danza contemporánea se haya querido convertir en estandarte de lo natural, lo orgánico y estas cosas. En realidad, sigue sin haber un replanteamiento radical de su pedagogía y por lo tanto de su práctica.

CUMSHOT, de Ona Bros

La siguiente propuesta se me apareció como por ráfagas, como si un cañón de luz fuese iluminando diferentes realidades interconectadas entre en sí. A mí se me abrieron cuatro cuestiones en torno a la corporalidad. Por un lado, me fascinó cómo el sonido se hacía imagen en mi mente. Cómo la oralidad y su sonoridad eran capaces de despertar sentidos como la vista y el tacto. Sentir por un momento que uno no necesita abrir sus ojos para ver y ser testigo de lo representacional, me encantó. Y me enganché a recordar esos librazos de neurociencia que tanto me habían fascinado años atrás. Por otro lado, me reafirmó la sensación de que la idealización es especulación (con todo su potencial), y que es la práctica activa del cuerpo lo que genera el conocer. Y me sentí una ilusa por momentos. Se abrían ante mí cuestiones como la pornografía, la sexualización del cuerpo femenino, la prostitución y estas movidas en las que tanto he pensado últimamente, con los mil debates feministas que se van generando día a día a su alrededor, y sentí que, en realidad, era la primera vez que alguien directamente relacionado con su oficio y su práctica diaria me explicaba y me transmitía parte de su realidad. Y me encantó, y me dije que para pensar había que entrar en batalla, o sea, en relación. Y me fascinó la idea del trampantojo. El porno, como uno de los trampantojos mas certeros y sucintos generados jamás (y, bueno, que mientras discutimos que si patriarcado o no patriarcado, y movidas fundamentales, siguen habiendo mujeres proletarias sin derechos laborales). También me llevó a pensar en el tema de lo amateur versus profesional. Y lo mucho que me flipa ver un cuerpo que hace algo por primera vez, el cuerpo no especializado, ese cuerpo lleno de calle, barrio y pueblo que se lanza a lo desconocido y lo surfea como puede, en directo, a pelo, y el gran peligro que tiene la especialización, o la profesionalización, de borrar las huellas de lo común, de lo que nos pertenece a todas, de lo universal. Pensé también un montón en el tema de la apropiación y las prácticas de incorporación como medio de rozar, un poquito, aunque sea un poquito, la posible experiencia del otro. En Danza Movimiento Terapia esta es una práctica constante que usamos como manera de análisis relacional. Enacción a punta pala.

RADIO HIT, de Urša Sekirnik a

Con la última propuesta que se presentó en los IN sentí que la técnica, a veces, es peligrosa porque dificulta la empatía. Como que te distancia del pueblo. Y yo sigo obsesionada con que la danza le pertenece al pueblo, y que, en realidad, los y las bailarinas, y aquellos que nos dedicamos a las posibles vertientes que de ella emanan, no somos más que un reducido grupo obrero, que se ha especializado y ha generado de ello otra manera de ganarse la vida. O sea, que el cuerpo y la danza, en realidad pertenecen a lo mundano, al no capital, a la no producción, al no consumo, le pertenece a la gente de a pie. Nos pertenece a todas desde que fuimos paridas. Y, a veces, encuentro difícil el equilibrio entre mundanidad y especialización. A mí me come mucho la olla este tema. A veces siento que el teatro, la caja escénica, la escritura coreográfica, la representacionalidad y estas cosas no le pertenecen a la danza, y que ha sido colocada ahí como una manera de gobernarla, de contenerla, de que no traspase las fronteras epidérmicas y haga que los de a pie nos pongamos a botar y a sudar, y nos dé por dedicarnos a la revolución, traspasando los sistemas del capital y generando nuevos paradigmas relacionales. No lo sé. Me flipa la especialización que he escogido para ganarme el pan y el alma, pero sigo sintiendo que conlleva sus peligros, y a veces me siento superincómoda, al filo, muy al filo de la perversión.

El domingo en La Poderosa sonó Jo ta Ke, de Su ta Gar (Golpe y Humo, de Fuego y Garra), perfecto final, para un julio sofocante, en muchos de los sentidos. Perfecta sacudida para el porvenir. El domingo sudamos. Mucho. Y eso ya es un montón. No todo va tan mal.

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El Birmingham European Black Mirror Festival

Casi podría ser un episodio de Black Mirror pero se trata de un festival inglés de artes en vivo, el BE FESTIVAL (Birmingham European Festival), que este año se celebró durante los días en que los británicos votaron a favor del Brexit, para escándalo de los organizadores, que se posicionaron fuertemente en diversas ocasiones a favor de la permanencia en la Unión europea.

En este festival los artistas actúan por £100 (precio por espectáculo independientemente del número de miembros involucrados) ante una sala abarrotada por 300 personas que pagan por su entrada £22 (con cena incluida, bebidas aparte) o £14 (sin cena). £1 = 1,19€. Un festival planteado como una competición entre artistas (con un jurado internacional, excepto para el premio del público) donde el ganador conseguirá que le paguen el bolo que ya ha hecho (£1500) y se comprometerá a realizar una residencia de tres semanas y a mostrar el nuevo trabajo en la próxima edición del festival (espero que reciba el dinero que merece por ello, porque en la web no se especifica). Los artistas compiten por otros premios que a veces más parecen castigos, como actuar gratis en otros festivales (es el caso del ACT Festival de Bilbao). También pueden ser seleccionados para una gira (Best of BE) de unas 30 actuaciones previstas (19 en UK y 11 en España, según la información provisional proporcionada por la dirección del festival) durante 7 semanas, a razón de £400 por persona a la semana (cada persona cobrará entonces unos £93 por actuación). A los artistas se les pide que permanezcan en el festival, los cinco días que dura, alojados en casas de voluntarios, con mayor o menor fortuna dependiendo de con quién te toque. Yo no tuve queja (aunque oí de todo), aparte de que, como me tocó a media hora de Birmingham, entre tren y taxis (no había tren más allá de las 23:30), gasté más del dinero del que me entregó la organización para cubrir esos viajes. Los anfitriones locales reciben a cambio una invitación para asistir a uno de los días del festival. No son los únicos voluntarios, hay un numeroso grupo de ellos realizando diversas tareas durante el festival, entre otras, servir bebidas en el bar, por ejemplo. Un festival coproducido por un gran equipamiento de la ciudad, el Birminghan Repertory Theatre, con una magnífica dotación técnica y un estupendo equipo de técnicos (como tuve la ocasión de comprobar personalmente), que espero que sí cobren como se merecen, a diferencia de los artistas, por el intenso curro que realizan.

Un festival apoyado con dinero público por instituciones locales como el Arts Council England, instituciones europeas como Creative Europe, instituciones estatales españolas como Acción Cultural Española o Cooperación Española, instituciones catalanas como el Institut Ramon Llull y de otros puntos de europa como Czech Centre, Goethe Institut, Institut Français e Istituto Italiano de Cultura, entre otros. También sostenido por micromecenas que pueden pagar entre £50 y £250 anuales.

Conversación oída entre un trabajador del Institut Ramon Llull y un artista catalán, durante el festival:

– Hola, soy del Ramon Llull. Nosotros te estamos apoyando para que estés aquí.
– ¿Ah, sí? Pues es la primera noticia que tengo. ¿Y en qué me apoyáis? No cobro por actuar aquí.
– ¿Ah, no? ¿No cobras? Pensaba que sí. Bueno, pero te pagamos el viaje.
– ¿Ah, sí? Pero si lo paga el PICE*.

*El PICE es una ayuda del ministerio español para la movilidad de los artistas españoles que viajan al extranjero. El dinero lo recibe el festival para cubrir los gastos de desplazamiento de los artistas. Los resultados se publican y están accesibles en internet. Cualquiera puede comprobar qué festival recibe la ayuda, por qué artistas y cuál es el importe. Me quedé con las ganas de saber cuánto dinero destina el Ramon Llull a este festival y si existe un seguimiento sobre cuál es el destino final de ese dinero.

europebe

Además de europeísta, el festival es pretendidamente moderno (“BE FESTIVAL turns the notion of conventional theatre upside down”, dice su web). Pero esta es otra decepción. Durante el festival asistimos a numerosos espectáculos de mimo, malabares y danza de lo más convencional, salvo algunas honrosas excepciones (pongamos, siendo generosos, un tercio de la programación, entre la cual destacaría la participación española, tres propuestas, más alguna alemana, italiana, británica y eslovena). Es mi percepción, por supuesto, pero también el punto de vista de una docena de personas del público, según mi propia encuesta personal.

It crosses borders, creative disciplines and blurs the boundary between audience and artist”, dice la web del festival. Esto último parece preocupar mucho a los organizadores del festival: la participación del público. Muchas propuestas eran de esas que en algún momento piden al público que suba al escenario a hacer algo que el artista les pide hacer. Cuanto más ridículas mejor, mayor es el regocijo general. Hubo excepciones, por supuesto, no pretendo generalizar ni demonizar la participación del público. Hay maneras y maneras de tratar ese tema. Otras propuestas se planteaban como una competición (otra más) en la que unos voluntarios seleccionados previamente ejecutan en escena las órdenes que escuchábamos de la voz de un oculto director para que el público, como en un reality show, decidiese con sus aplausos (que se medían con un aplausómetro) a quién eliminaba, hasta que el que quedaba el último en el escenario era proclamado ganador. En otro caso se pidió a alguien que mostrase su Facebook en la pantalla gigante para hacerle perrerías como aceptar todas las solicitudes de amistad acumuladas (menuda putada). En algunos casos se repartieron globitos que había que soplar cuando te dijesen, o te instaban (yo diría, te ordenaban) a que les dieses la mano a tus vecinos de butaca de determinada manera retorcida para hacer alguna acción colectiva a la orden de ar. En una ocasión, completamente harto de tanta orden, me negué a hacer lo que se me pedía y a mi compañera de butaca casi le da algo: me metió una bronca considerable (Come on!, me gritaba). Una participación que recuerda a las animaciones de hotel para guiris o a las despedidas de soltero. El público, en muchos casos, parecía encantado. Entendí algunos comportamientos que estoy harto de ver cada noche en las calles que rodean a las Ramblas de Barcelona. No en vano el avión que me llevó a Birmingham desde Barcelona a las 7 de la mañana estaba repleto de esos ingleses con piel roja color gamba de Palamós fruto de sobredosis de exposición solar, a los que seguramente tuve la desgracia de soportar durante su estancia en mi ciudad. De hecho, el infierno de turistas colapsando las colas del aeropuerto de Barcelona para volver a sus lugares de origen a las 5 de la mañana de un martes no se me olvidará fácilmente.

Pero sigamos. Si los artistas son seleccionados para participar en el festival con una pieza de una duración original que supere los 30 minutos deben adaptar sus piezas para que se ajusten a esa duración, bajo amenaza de quedar descalificados de la competición (norma que, como se pudo comprobar en la entrega de premios, no se cumplió para todo el mundo igual). De esta manera, en una noche, el público puede ver 4 propuestas, en muchos casos propuestas resumidas o recortadas, claro. Una especie de fast food escénico que se me antoja como toda una declaración de intenciones.

befestival

En cambio, el espectáculo que inauguró el festival, apuesta personal de los organizadores, se vio íntegramente. Por lo visto, según la organización, en este caso era necesario (supongo que considerarían que en los otros casos, no tanto). Pero dejadme que os cuente de qué tipo de espectáculo se trataba. En el programa se advertía de que la pieza contenía violencia extrema. Durante la hora que duró la función me pregunté varias veces en qué consistiría esa violencia extrema. ¿Se referiría a la violencia estética a la que se sometía al público con tamaña horterada? No, por supuesto que no, claro. Después de una eternidad en la que unos intérpretes evolucionaban sobre el escenario haciendo una especie de danza contemporánea de lo más convencional y estereotipada, a veces acrobática y con cierta pose rapera impostada, supuestamente alrededor de un concepto, la masculinidad, en la que uno hacía como de líder chulito que sometía al resto de su pandilla, con momentos en los que los intérpretes se dirigían al público y parecía que iba a pasar algo digno de mención, pero no, de pronto el escenario se vacía para proyectar un vídeo en pantalla gigante donde unos tipejos, grabados por las cámaras de seguridad del metro, le pegan una paliza a una persona hasta reventarle la cabeza y abandonarla en el suelo, imaginamos que muerto. Contemplamos un vídeo de 3 minutos de un asesinato real con ensañamiento. Violencia gratuita sangrienta. Y se acaba así, con una chica detrás de mí, con un ataque de ansiedad, llorando a moco tendido. Este era el espectáculo en forma de apuesta personal de los organizadores del festival. A la salida, uno de los organizadores me cuenta que ningún programador británico se atreve a programar este espectáculo a pesar de que es un espectáculo que ha sido premiado en algún otro lugar europeo (me pregunto cómo puede seguir funcionando aún el engaño de la presunta legitimidad que proporciona un premio). Pero ellos sí se atreven, los organizadores del BE FESTIVAL consideran que este es un espectáculo absolutamente necesario y nos demuestran lo rompedores y atrevidos que son programándolo como espectáculo inaugural, respetando escrupulosamente la duración de la pieza (porque en este caso sí lo creen absolutamente necesario, por supuesto). Me quedo sin palabras. No sé si lo he entendido bien o si lo he entendido demasiado bien. ¿En esto consiste lo de que el BE FESTIVAL turns the notion of conventional theatre upside down? Ah, vale.

Tengo que decir que tuve la oportunidad de discutir este punto con un miembro de la dirección del festival. Le dije lo que pensaba, seguramente con la misma violencia con la que recibí su abordaje mientras abandonaba la sala (¿qué te ha parecido?) en el mismo paquete que su justificación sobre la absoluta necesidad de programar esta pieza, de la que parecía enorgullecerse. Ante mi contundente respuesta argumentó que para ellos (la dirección del festival) lo que acababa de ver era una pieza de danza de una gran calidad que se sostenía perfectamente más allá del controvertido vídeo. Y que la mía era una opinión más. En eso último le di la razón. No acostumbro a ir dando mi opinión en caliente a las primeras de cambio. No acostumbro a expresar críticas destructivas a bocajarro. Creo en la libertad creativa y en el respeto a lo que hacen los demás. Me parece que estoy más cerca del todo vale, como alguna vez me recuerdan mis críticos, que de los guardianes de la excelencia. Ahí está es mi frase favorita cuando me hacen preguntas del tipo ¿qué te ha parecido? cuando salgo de ver lo que sea (desde que se lo oí a Isidoro Valcárcel Medina en una situación parecida en el desaparecido Festival Mapa). Es la primera vez en muchos años que no aplaudo a los intérpretes que acaban de realizar un trabajo en un escenario. Hasta en el peor de los casos, aunque deteste el trabajo, suelo aplaudir, como muestra de algo así como respeto por el trabajo realizado, a pesar de lo que piense o deje de pensar sobre el aplauso y su función. Pero esto no me pareció detestable, me pareció perverso. Y aún no me habían contado las razones para programarlo. Cuando me las contaron, no solo me reafirmé en mi opinión, sino que la traslado también al criterio del que hace gala la organización del festival.

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Estábamos en Inglaterra durante los días en los que se votó el Brexit. Os recomiendo la serie Black Mirror, una serie británica de ciencia ficción que plantea un futuro muy próximo donde pasan cosas un poco más bestias de las habituales, a las que ya nos hemos acostumbrado. Ya casi estamos ahí. Tengo una amiga que ha vivido en Londres y que dice que se nota que ellos inventaron el capitalismo. Tengo otra que me advirtió de que iba a encontrarme con el Mal. Desconfío de los tópicos sobre países. Birmingham también es la cuna del heavy metal, aunque no encontré ni rastro de eso y los lugareños me dieron pocas esperanzas de encontrar ningún resto por mucho que buscase. Tampoco me dio tiempo a buscar mucho, ocupado como estaba por alimentar involuntariamente la maquinaria del festival, que incluía charlas con los artistas después de comer (comidas cortesía del festival a las que uno debía asistir si no quería dejarse una pasta en llenar el vacío de su estómago), que casi enlazaban con las funciones, o encuentros con programadores y otros participantes del festival (todo conducido, con sus reglas y sus moderadores, por supuesto). Pero noté cosas raras en este viaje a Birmingham. Noté el control. En la calle y en el seno del festival, lleno de normas, procedimientos y tarjetitas con distintivos de colores, procedimientos la mayoría de veces anti-eficaces (aunque supuestamente pretendan todo lo contrario) que lo único que consiguen es hacerte sentir como parte de la cadena, alguien necesario para que el sistema siga funcionando, diseñado por una mente controladora, desconfiada del ser humano, asustada porque la anarquía se instale si las personas tienen la más mínima oportunidad para ejercer el libre albedrío. Personas que no cobran pero cuyo trabajo es imprescindible para que la maquinaria siga funcionando porque se sostiene sobre su trabajo. Sin el trabajo de los artistas no hay festival posible.

Es posible que esté desvariando. Quizá alguno estéis pensando que otros festivales funcionan así. Si queréis también os diré que no solo algunos festivales funcionan así. Cada vez más todo funciona así. Es el capitalismo del siglo XXI, que cada vez más se parece a las peores pesadillas de George Orwell (inglés, por cierto). También es posible que, en un ambiente donde todo el mundo se ha acostumbrado a cierto orden, ya nadie note nada raro. Me di cuenta cómo poco a poco yo también me iba plegando a todas las normas. La primera vez, cuando me dijeron en qué lado de la valla debía fumar crucé la calle para fumar en la otra acera, fuera de la jurisdicción del miembro del equipo de seguridad que me dio el toque (ataviado con una gorra de Batman), donde nadie podía decirme nada. Al tercer día me di cuenta de que ya fumaba donde fumaba todo el mundo, en el lado correcto de la valla. Me parece una metáfora y ahí la dejo.

karma

Me sentí manipulado en la manera como se nos empujaba a la participación. Una participación dirigida en la que constantemente te están pidiendo que hagas cosas (sin recompensarte por ello) y, en cambio, parece que sólo puedes escoger entre las opciones que te dan. No te salgas del guión, circula por el carril. Pero tus guías somos guays, políticamente correctos. Si vas a gastarte tu dinero en nuestro bar le llamaremos Karma Bar. Para pagar tendrás que cambiar tus libras esterlinas por unos papelitos que ha diseñado un artista y que se llaman karmas. Si pasas de todo y pagas con libras de verdad, te cobraremos más caro. Esos karmas son algo más que dinero, me dijeron. Por detrás te invitamos a que escribas el valor que quieras añadir al vil dinero. Así convertiremos el dinero en… ¡¡¡¿En qué?!!! ¿En dinero camuflado de movida hippy-solidaria-cursi? Falsa poesía.  No vi ni un solo dinero-karma escrito por detrás.

En un momento de debilidad acepté una de las papeletas para votar en el concurso, unas tarjetas que repartían a la entrada y a la salida de los espectáculos, que incluían un cuestionario larguísimo y tedioso. En uno de los campos a rellenar se pedía que indicase mi ethnic background. No, no fui capaz.

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Dibujo o comentario sobre El resistente y delicado hilo musical de Amalia Fernández

Un dibujo de Javi Cruz después de ver El resistente y delicado hilo musical de Amalia Fernández en el Frinje Madrid. Clicando en la imagen se puede descargar en alta resolución.

Dibujo de Javier Cruz

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Todo es muy cutre

Ramón Giró, Hipólito Pantón, Nilo Gallego y Lluc Baños en Y los huesos hablaron de Societat Doctor Alonso.

Ramón Giró, Hipólito Pantón, Nilo Gallego y Lluc Baños en Y los huesos hablaron de Societat Doctor Alonso.

España es el segundo país del mundo con más gente desaparecida enterrada en fosas comunes, sólo superado por Camboya. Eso dice René Pacheco, miembro de la Asociación para la recuperación de la memoria histórica, en Y los huesos hablaron, la pieza escénica que los catalanes Societat Doctor Alonso y los mexicanos Teatro de Babel acaban de estrenar en el Museu d’Arqueologia de Catalunya dentro del Festival Grec de Barcelona, con Nilo Gallego, Hipólito Patón, Ramon Giró, Lluc Baños y Sofía Asencio en escena. Hace tiempo que Societat Doctor Alonso trabaja en un proyecto que pretende desenterrar palabras: El desenterrador. En ese proyecto, Societat Doctor Alonso ha desarrollado un método con el que consiguen sacar a la luz lo que se oculta en el subconsciente del colectivo de personas que voluntariamente participa en unas acciones que han ido realizando en diversas localizaciones en los últimos tiempos, entre ellas México, donde también saben de gente enterrada en fosas comunes. Para saber en qué consiste el método de desenterrar palabras hay que participar en esas acciones, pero sabemos que tiene algo de arqueología, algo de rito catártico y algunos conceptos filosóficos detrás. Al menos eso es lo que recuerdo de la presentación conceptual de ese proyecto, a la que asistí en el Nyamnyam hace más de un año, conducida por Jordi Claramonte, Tomàs Aragay y Sofía Asencio. Aquella vez me perdí las sesiones prácticas, así que no puedo hablar mucho más de esa experiencia: no conozco el método de excavación. Pero en Y los huesos hablaron juraría que asistimos en vivo y en directo a algo parecido a una sesión en la que se aplica ese procedimiento, una vez que el público entra y se sienta ante el escenario, donde nos esperan los cuatro performers masculinos (Sofía Asencio aparecerá bastante después). Uno de los performers suelta una palabra. Otro la recoge para lanzar otra palabra. Las palabras se suceden, algunas frases se encadenan, hay repeticiones, hay transformaciones… Con un tempo lento pero continuo los performers se conectan entre ellos a través de la palabra, mientras miran al público y, poco a poco, llegan a lugares insospechados, a veces hilarantes, a veces muy lúcidos, cargados de un tinte crítico que aparece como por casualidad, con aparente inocencia. Pero antes de entrar en ese escenario, esos mismos performers nos interceptan en el hall del museo y escenifican ante nosotros una especie de teatrito que comienza con una declaración que pone a marco a todo esto: ellos son el Estado. Y digo teatrito porque cada uno de ellos lleva el guión en la mano y no esconden que están leyendo su papel. Todo está escrito en el guión, incluso las risas, ja ja, y ellos las leen, ja ja, y dicen: risas, poniendo en evidencia el teatrito del Estado, antes de proceder a la excavación en sala, en un lugar que evidentemente no se escogió al azar: estamos en un museo de arqueología.

Y los huesos hablaron

Los cuatro performers masculinos son los pilares que sostienen la pieza. Cuatro personalidades muy marcadas,  muy diferentes entre sí, empastadas como un cuarteto de cuerda, con algunos solos en los que afloran por momentos la personalidad de cada uno, y a quienes en algún momento se suma Sofía Asencio para cantar una canción mexicana, cargada de intensidad y emoción, algo a lo que parece que le está cogiendo gusto. Ya lo hacía en Rublév, una panicografía, hace unos meses, en la Sala Hiroshima (los Alonso no paran de trabajar). De quien menos sabemos es de Lluc Baños, a la altura del resto de compañeros a pesar de que, por lo que me pareció entender a Tomàs Aragay, a quien le pregunté por él, no ha tenido ocasión de pisar muchos escenarios: él es escultor. Algunos no es la primera vez que colaboran con Societat Doctor Alonso. Recuerdo a Nilo Gallego en Volumen II junto a Sofía Asencio, hará unos 10 años, tocando la batería, entre otras cosas, mientras Sofía bailaba vendada con vendas que conseguían crear la ilusión de que algunos de sus miembros habían sido amputados. Hace tanto que seguimos a Nilo Gallego con su propio trabajo como músico y performer que parece que verle hacer percusión con los huesos esparcidos en el escenario ya nos parece hasta normal. Me sorprendió esta vez verle trabajar tanto con la palabra junto a los otros intérpretes masculinos, en cuarteto. Aunque creo que hay que aclarar que el sonido es casi tan importante como la palabra (no tanto el trabajo de cuerpo, esta vez), tanto el que genera Nilo en el escenario, a veces con electrónica, como el que produce Ramon Giró con una caracola, por ejemplo. Ramon Giró también colabora con los Alonso desde, por lo menos, Caldo primordial, la desconcertante intervención que hicieron en el segundo LP de la Porta, en el CCCB, en el que aparecía junto a Sofía Asencio y donde nos sorprendió a muchos con un estilo característico, como medio alucinado, que puede ser serio, humorístico y hasta algo místico a la vez. Luego lo hemos visto en Club Fernando Pessoa, un trabajo en el que quizá esté el germen de estas excavaciones y de este Y los huesos hablaron. De Hipólito Patón sabíamos que había trabajado con Vicente Arlandis en la Performance Municipal de Losquequedan. Esta vez quedará para el recuerdo su impresionante interpretación de una canción denuncia de fabricación propia, no menos impresionante, a capella, que habla con insistencia de lo cutre que es todo lo que nos rodea. Una canción que deberían lanzar los Alonso lo antes posible para, si no es posible cambiar las cosas de cuajo, al menos permitirnos reírnos de ellas al mismo tiempo que nos servimos de las palabras como herramientas afiladas para desenterrar tanto y tanto cadáver oculto. Cutre, cutre. Todo es muy cutre.

Y los huesos hablaron

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