Sofía Perdomo Sanz ensaya en el Laboratorio Inestable del Mohín
I
CHICA MORENA. «Una mujer gruesa sentada a caballito en una piedra de hormigón, jersey ajustado a rayas, mallas por los tobillos y chanclas. Ella es una. ¿La ves? No la ves porque te tapa el árbol. ¡Mira ahora! Ahí sentada. Y un poco más arriba, otra: pantalones blancos, esa sí lleva tacones. Tienes que estar más atento si quieres verlas. Hay pocas. Antes había un montón. ¿Dónde habrán ido? Porque no han desaparecido. En todo caso se han desplazado. Porque aquí ya no será seguro… o porque la ciudad ha crecido y ahora esto es “centro”. Estarán más a las afueras. Las encuentras cerca de un polígono, en las glorietas o en islotes de cemento, en los arcenes de las carreteras, de pie, paseándose, pam pam pronuncian mientras se acompañan de un bailecito. A veces se llevan una silla de las de bar, las que son de plástico rojo, anchas… las de chiringo. Otras, hasta sillones. Yo una vez vi una con una sombrilla. En medio de la nada. Que, claro, es normal si van a tirarse ahí todo el día. ¡Mira, mira! A la vuelta de la esquina. Esta no es de aquí. Será que en su país llevar medias de lana hasta la ingle es sexy. Aunque tiene mala pinta. Debe de estar medio loca. Me acaban de venir a la cabeza los mendigos de Los Ángeles. Están por todas partes. Incluso existe la moda de pasar una temporada de indigente. La ciudad financiera es de ellos. Hay barrios enteros ocupados por mendigos donde no entran ni los taxistas. Al parecer, otros estados de EEUU les pagan el billete de avión para que se vayan a California porque la mendicidad es legal y hace calor. No se mueren de frío. Imagínate pasar un invierno en Nueva York que por si no lo sabes, nieva. Te congelas. El otro día me contó una amiga que en la India hay una ciudad entera de putas. Rodeada de murallas. Y que no sé cuántas miles de chicas vivían dentro. Que si naces allí, pues estás jodida para los restos. Ella, ¡ella! Mira qué pose. El rincón de las maravillas. Se lo ha currado. Era un tío, ¿no? Una transexual. Ya van una, dos, ¡cinco! ¿Hablamos con alguna?».
CHICO MORENO. « Lo más probable es que nos manden a la mierda, pero vale ».
II
Chica morena y chico moreno se han ido de voyeurs a El Sajel. Son amigos y no se acuestan. Desde hace un tiempo en su grupo de amigos se habla de que viajar es un asco. Que las ciudades están diseñadas para el turismo. Las guías proponen rutas por las que transitan cada día miles de personas que se hacen fotos en los mismos rincones encantadores; desayunan en cafeterías de aluminio, madera raspada y ladrillo visto; se asombran a codazos frente a monumentos que hay que ver una vez en la vida y disfrutan de la recreación plastificada de lo que de exótico, raro y marginal tuvo en su día el lugar. Por eso, chica morena y chico moreno han decidido ir a conocer El Sajel de Madrid. Este parque toma el nombre de la región africana Sahel, que en árabe significa orilla o borde porque es el borde meridional del desierto del Sahara. La poca e inestable presencia del hombre en El Sahel se puede concebir como falta pero también como ausencia de poder, y por lo tanto, como promesa. Si buscas Sahel en Wikipedia resulta que partes del territorio están tomadas por el Boko Haram, un grupo armado islamista adherido al Dáesh, y se dice que es uno de los sitios más pobres y peligrosos del mundo. Algo así como el paraíso del crimen: pocas personas, algunas de ellas armadas, vagando en un radio de miles de kilómetros. Chica m. y chico m., hartos de los viajes pautados pero también de lo anodino de sus salidas habituales, van a pasar la tarde a El Sajel madrileño, deseando que les pase algo.
III
CHICO MORENO. (Susurrando) «El arrullo del carbonero común es metálico y acaba en agudo. Su canto tiene muchas variaciones y es muy potente a pesar de lo pequeño que es: sólo un poco más grande que el gorrión. La tripa es de color amarillo, la espalda verde y desde la cabeza negra una banda también negra le recorre el pecho. Las cotorras argentinas, las que son verdes muy parecidas a lo que llamamos “loros”, tienen un graznido inconfundible. Son una especie no endémica de esta zona, una plaga. El regalo de Navidad que cuando llega el verano no se sabe qué hacer con él. El que es como una risa, ca ca ca, es el reclamo del pito real. Son pájaros carpinteros con el píleo y la nuca roja y el ojo blanco. Una especie de la familia del pico picapinos, el de los dibujos animados, el “Pájaro Loco”. No todos los pájaros carpinteros son capaces de taladrar cualquier madera, la de las encinas que es muy dura por ejemplo; y hay pájaros que viven en oquedades pero que no saben hacer agujeros, viven de prestado. Como la abubilla. Un ave elegante que tiene en la cabeza un penacho de plumas que abre como un abanico. Los herrerillos tienen un cantar de herrero que golpea el metal tchac, tchac. Y los verdecillos, de la familia de los canarios, un gorjeo como de aceite hirviendo. El mirlo, un pájaro negro de pico amarillo anaranjado, que cuando es hembra es de color parduzco, tiene una llamada que hace sólo cuando se están comiendo a sus crías y no puede salvarlas. Las urracas, negras azulonas, se comen los ojos de los córvidos, como es el caso de los mirlos. “Cría cuervos…”. Son depredadoras y muy inteligentes. Su proporción de masa encefálica y masa corporal es muy similar a la de los grandes primates. Hay quien dice que son capaces de reconocerse en un espejo. La lavandera anuncia la llegada del tiempo frío. El gorgorito se compone de dos notas agudas, fuertes y secas tsi- sitt. Pero con el viento que se está levantado no creo que apreciemos los cantos».
CHICA MORENA. «Ayer me desperté con los pájaros, desde que me hablas de ellos los oigo a cada rato».
Carmen Aldama / LES MYRTILLES
Este texto ha sido escrito antes y después del estreno de “Los arándanos” el 8 de mayo de 2019 dentro del Festival Surge Madrid. Los arándanos fue una deriva escénica por la Casa de Campo creada por Carmen Aldama, Fran Martínez Vélez y Laura Liz Gil Echenique. Los tres componen el colectivo teatral LES MYRTILLES, que trabaja alrededor de la figura de Grisélidis Réal. En el paseo participaron también Sofía Perdomo Sanz y Ksenia Guinea como actrices, Ahmed Benattia y Cristian López Victorio en la producción, a través de su Colectivo La Veleidad, Ángela Fernández Montoya en el diseño de la imagen, José Antonio García Simón como asesor de texto y el Laboratorio Inestable del Mohín. Este texto no es la dramaturgia escrita de “Los arándanos” pero contiene retazos de lo que pensaron, hablaron y trataron de escenificar.