Un artículo en TimeOut recoge las siguientes palabras de Júlia Barbany: “¿Podemos ser amigas en serio? ¿O el sistema solo nos deja que probemos un pedacito de la amistad? ¿Debemos acabar con la compañía para ser amigas de verdad?”. Esa sugestión de necesitar terminar con la compañía para dejar hueco a la amistad me lleva a un texto muy antiguo, a Los trabajos y los días de Hesíodo, un poema didáctico de unos 828 versos que escribió allá por el 700 a.C. En uno de los versos se indica: “el alfarero envida al alfarero, el obrero envidia al obrero, el mendigo envidia al mendigo y el aeda envidia al aeda.” Se trata, en definitiva, de una puesta en duda de la posibilidad de amistad o, incluso, acercamiento entre semejantes. De vuelta al presente, De la amistad, la pieza de teatro que Las Huecas han presentado en la Sala Beckett hasta el pasado 18 de febrero es también una puesta en duda de la posibilidad de amistad (plena —amigas en serio—) entre semejantes, actrices de una misma compañía en este caso.
Las Huecas (Júlia Barbany, Esmeralda Colette, Núria Coromines y Andrea Pellejero) traen un nuevo proyecto a escena tras su Aquellas que no deben morir (2022), una pieza sobre el negocio de la muerte y los abusos por parte de la industria funeraria que suponía una aproximación entre lo documental y coreográfico, y que las ubicó, como compañía, en el centro de interés del panorama teatral. La cocción a fuego lento —quizás la única manera de producir teatro— de De la amistad nos deja intuir que la amistad, por lo menos, se debe de mantener fuerte entre las integrantes, para poder haber mantenido el pulso vivo hasta hoy.
El periplo empezó en diciembre de 2022, dentro de la tercera sesión del ciclo Laboratorio escénico del CCCB. Allí, Las Huecas presentaron, junto a la comisaria e investigadora Marta Echaves, una suerte de prototipo de lo que vendría a ser De la amistad en la que la mercantilización de los vínculos sociales y de los afectos en la era del capitalismo emocional se situaba en el centro. En esa ocasión, el pensamiento de la filósofa Simone Weil, quien decía que no existe amistad allí donde impera la necesidad, y que la amistad es un vínculo que escapa a la lógica interesada de dar para recibir un bien, funcionaba como uno de los puntos de partida. Volviendo a los clásicos de antaño, no tan alejado —o sí— de las clasificaciones de la amistad que hacía Aristóteles: “amistad por utilidad”, “amistad por placer” o “amistad virtuosa”.
Casi un año más tarde, en septiembre de 2023 y también junto a Marta Echaves, presentaban en el festival TNT de Terrassa Algo de amor, una conferencia que fluía en paralelo a una escena teatral en la que ya se preguntaban qué lugar ocupaba la amistad en medio de todos los esfuerzos y gestión que implica mantener a flote la compañía. Algo de amor era, entonces, un primer capítulo en forma de conferencia del proyecto De la amistad, que se completa con la pieza teatral de La Beckett y un documental realizado por Sofía Esteve, Isa Luengo y Mar Zapata que resigue el proceso del proyecto. El papel de Marta Echaves en el TNT era muy pronunciado, una voz constante, una clase magistral alrededor de la amistad como último hueco político que habitar y salvaguardar de un capitalismo cada vez más centrado en extraer todo el jugo de lo emocional y lo relacional.
Cada uno de los pasos que lleva a Las Huecas a poder estrenar en La Beckett, da cuenta de la dificultad de echar adelante un proyecto teatral sin la necesidad de pasar por toda una serie de circuitos y subcircuitos —benditos sean todos ellos— que te lleven hasta una programación estable en una sala de teatro. Todo un recorrido también repleto de burocracias y encajes materiales, económicos y emocionales que no pueden sino desgastar la energía y el afecto necesarios para que el colectivo haga lo que debería: teatro.
De la amistad, la pieza teatral, se construye a través de tres partes diferenciadas, una primera parte de teatro de texto, en el que se produce un juego de espejos y desdoblamientos de los personajes —que son las propias integrantes de la compañía— viéndose a sí mismas ensayando una escena de teatro que ellas mismas dirigen (sí, aunque en otros proyectos de Las Huecas habían intervenido terceras personas, en De la amistad se da, por primera vez, un trabajo de meta-dirección de otras actrices en escena). Esta es una primera parte excelente que incluso podría haberse alargado más por el gusto de maravillarse y recrearse ante unas interpretaciones que consiguen calcar los movimientos, expresiones y diálogos de sus referencias originales para mostrar en crudo la fragilidad y tensar al máximo las costuras entres las propias integrantes de Las Huecas. Tras extasiar la escena hasta la muerte, una segunda parte nos baja hasta los infiernos, en una suerte de coreografía psicodélica que culmina en un último acto, un concierto en el que se recita, desde la excitación social, ansiosa y de fama épica, un precioso texto escrito por Las Huecas que nos traslada a un imaginario de leyenda o de tragedia griega que no deja de ubicar a De la amistad, en un terreno entre el teatro experimental y el teatro clásico —qué gusto—. Más allá de la presencia de las propias actrices —todas ellas, las de verdad y las copias— que funciona perfectamente con apenas otros elementos en escena, cabe destacar toda la textura dramática que ofrece el sonido de la pieza, a cargo de Adrià Girona, un trabajo sofisticado y enormemente preciso que enriquece los detalles del conjunto. Espero que De la amistad constate, en sus más que posibles futuros frutos, que Hesíodo estaba equivocado y que la amistad entre semejantes (“la actriz no envidia a la actriz”) es perfectamente posible.
Marta Sesé Fuentes
*Imágenes de Ona Bros