Aprovechando el estreno de Aquellas que no deben morir el próximo 1 de octubre en TNT earrasa, Marta Echaves propone algunas preguntas al colectivo Las Huecas en torno a la muerte y la teatralidad, la colectividad y sus modos de hacer.
Hace un tiempo un amigo me hablo de Las Huecas y cuando vi su web flipé de las conexiones que existían entre los proyectos que tanto ellas como yo habíamos ido llevando a cabo. Sin saberlo hace ya un tiempo nos cruzamos en Can Felipa, donde ellas arrancaron Projecte ’92, y yo presenté La contrarrevolución de los caballos, una expo que también se preguntaba por la década de los noventa, sus mentiras y contrarrelatos. Curioso que después de estos proyectos acabáramos preguntandos por la muerte, cada cual desde sus lenguajes y metodologías pero creo que con una preocupación afín, como ellas mismas dicen, “estamos desconectadas de nuestra condición de mortales”. Las altas intensidades de la semana antes del estreno obligó a que este intercambio se diera a través del correo electrónico, pero quizas esto pueda ser el principio de una conversación que se desarrolle en los tiempos que necesitemos para poder hablar de las cosas que nos importan.
Esta es la primera de una serie de conversaciones en torno a la práctica artística y el duelo que se publicarán a lo largo de este otoño en Teatron, con el deseo de establecer conexiones entre diferentes proyectos de la península que se están preguntando acerca de nuestra relación con la muerte, sus políticas y ritualidades.
Marta Echaves: Pude ver una apertura de vuestro proceso de trabajo de Aquellas que no deben morir el verano pasado durante la residencia que tuvisteis en La Infinita, ¿qué ha pasado desde ese momento hasta ahora, vuestra residencia en el TNT? ¿En qué momento emocional os pilla este estreno, como lo andáis manejando?
Las Huecas: Pues creemos que hemos crecido un poco desde entonces, la situación ha sido y sigue siendo dura para todes pero ha sido bonito seguir trabajando con paciencia y esperando el momento de volver a encontrarnos en escena. Son cinco años estando juntas en esto y ya nos conocemos muchísimo, sabemos que nos va bien ir despacio y nos intentamos dar los tiempos y el espacio. Hemos dedicado bastante tiempo a los cuidados antes de esta residencia, a encontrarnos, hablar y procesar nuestras movidas… así que lo estamos manejando como buenamente podemos, y quizás cada vez lo hacemos con más aciertos.
¿Cómo surge este proyecto?, ¿por qué la muerte y el duelo? ¿qué relación tiene para vosotras con lo que veníais haciendo anteriormente? Me parece que podría leerse alguna continuidad o diálogo con Projecte ’92…
Con Projecte ’92 dirigimos la mirada hacia atrás, hacia el tiempo que nos vio nacer, trabajando alrededor del mito de las Olimpiadas de Barcelona y de las retóricas triunfalistas de la época. El tema de la muerte apareció en un momento en el que sentíamos las exigencias de productividad, vitalidad y visibilización constante tan propias de las lógicas del capitalismo posfordista este. Así que la primera respuesta era pensar en morirse como el contrapunto radical a esta exigencia de »ser siempre» (ser siempre inagotable, ser siempre feliz, una misma, guapa, joven, etc). Es una exigencia heredada de esas retóricas triunfalistas, de las que habíamos hablado en Projecte 92. El hilo es el mismo, partimos de un análisis global, ético, político, socioeconómico. Pero entonces concretamos, nos miramos a nosotras mismas y nos preguntamos por nuestra propia muerte. Y nos dimos cuenta de que había un vacío, estábamos desconectadas de nuestra condición de mortales, así de simple.
Así que empezamos a ponernos en la hipótesis de nuestra propia muerte, nos pusimos a imaginar otras maneras de relacionarnos con el morir que no estuvieran dominadas por el miedo, la negación o el asco. Hicimos muchos juegos en la primera residencia, nos construimos memoriales interactivos unas a otras, escenificamos entierros, hicimos muchas visitas a tanatorios, cementerios o grandes centros recreativos, cavamos nuestra propia tumba y fuimos a buscar ataúdes a una fábrica de revestimientos. Hicimos muchos ejercicios en donde »el otro» tenía un gran peso, la mirada del otro, el reflejo del otro, el espacio que ocupa el otro… dimos muchas vueltas. Nos imaginamos como cadáveres y como fantasmas. Y nos escenificamos como tal. Al final ha surgido esta pieza, que es una tentativa, un intento de acercarse a la muerte desde nuestras herramientas, que son las que son, precarias.
El hecho de que seáis un colectivo condiciona bastante vuestra manera de trabajar y por lo tanto también vuestras poéticas, en este caso también tenéis alguna colaboración con otras personas que no forman parte de Las Huecas. ¿Por qué la decisión del colectivo, como habéis ido encontrando vuestro propio código a la hora de trabajar, cómo es luego abrir este proceso vuestro a otras personas e implicarlas? ¿Qué consideráis que os aporta y en que os complica esta decisión?
Sí, para el estreno del TNT contamos con la colaboración de dos compañeras, Júlia, activista alrededor de la soberanía de la muerte y Núria, tanatopractora y trabajadora funeraria durante los últimos cinco años. Las dos son las estrellas de la pieza y unas personas preciosas.
Por otro lado, la decisión de devenir colectivo quizás no se debe tanto a una decisión inicial, más bien se trata de una especie de contingencia que se actualiza cada vez que nos preguntamos qué hacemos/cómo hacemos. Y no sabemos cuánto va a durar, porque las relaciones en este mundo nuestro son constitutivamente frágiles y efímeras, sin embargo quizás existe una cierta convicción de que nuestro encuentro prolongado se debe a un compromiso que atañe a nuestra forma de vivir. Nuestra forma de pensar, nuestra forma de emocionarnos, de divertirnos, de estar juntas, sobre todo nuestra forma de preguntarnos si las cosas pueden ser distintas. Es posible que esta decisión del colectivo, o esa insistencia, tenga que ver con preguntas como por ejemplo, ¿es posible vivir de otra manera, es posible hacer teatro de otra manera?
Trabajar en colectivo conlleva hacer un poco oídos sordos a los tiempos de producción, a las expectativas, a ciertos tipos de visibilización. Nos mola tener una forma de hablar, un imaginario común, diluirnos un poco en este nombre que es ‘’huecas’’ . Después en el trabajo hay mucho cariño y también muchas fricciones, hay muchos cuidados pero también muchos descuidos, intentamos tener en cuenta los sentires y las circunstancias de cada una, pero a veces es difícil no caer en juicios que provienen tanto de dentro como de afuera. El código de trabajo se acaba adquiriendo por un lenguaje compartido y por la revisión y valoración de las residencias y del trabajo. Intentamos ser metódicas en eso, aunque tampoco es fácil.
Finalmente es a través de práctica y de reconocimiento, de observación y de habitar las tensiones, que aprendemos. ¿Cómo se crea/produce a cinco? ¿cuando no a seis o a siete? Pues escuchando, queriéndose, celebrando lo que cada una hace y es potencialmente capaz de hacer, siendo honestas. A veces son muchas voces diciendo cosas distintas y te quieres pegar un tiro, pero no hay ningún concepto preestablecido a la hora de ‘’ponernos’’. Hay muchas intuiciones, hay ideas, claro que sí, y cuando algo nos da mucha risa normalmente se queda, no falla, cuando nos parece muy divertido es que va bien. El humor es muy importante para nosotras, casi primordial, es un fundamento que cuidamos con mucho mimo.
En algún momento os he leído o escuchado defender «el teatro» frente a toda una serie de lenguajes y etiquetas que aparecen con la llegada de lo que algunos autores identifican con lo posdramático… Tambien venís de formaros en una institución un tanto conservadora, o mas bien clásica, en ese sentido, y aunque la cuestioneis de alguna manera, lo que os interesa es hacer es “teatro”. Me podéis contar algo más de esta posición y qué relación tiene con vuestro diagnóstico de la escena contemporánea.
No es que defendamos el »teatro» como forma espectacular de la modernidad desde una perspectiva conservadora, lo que pasa es que somos unas frikis de la teatralidad. Es decir, unas frikis del juego especular de las convenciones teatrales, de los artificios que componen los juegos representacionales que se dan en el teatro. A nosotras no nos interesa lo real más que como una convención, nos parece un poco ilusorio creer que existen acontecimientos puros o encuentros verdaderos dentro de cualquier marco institucional de presentación o representación (teatros, salas de museos, salas de expos, festivales…). P
Por ejemplo, así de broma llamamos a una serie de estéticas que se circunscriben a las estéticas teatrales contemporáneas como »las del linólium blanco’’. Es una broma pero parte de una observación alrededor de ciertas formas estilísticas que se acaban canonizando como cualquier otro estilo formal. No es que rechacemos el linólium blanco, los happening, la performance o en fin, lo que sea, pero nos parece que no hay mucha diferencia entre el white cube en su formato teatral y la vieja caja negra, más allá de un valor distinto, una posición distinta en el circuito de las artes y públicos distintos, pero poco más.
De hecho nos hemos acercado muchas veces a lenguajes que no se conciben bajo la categoría de teatro (entendido ahora teatro como esa manifestación artística de la modernidad). Por ejemplo, en la inauguración de La Infinita del Hospitalet hicimos un recorrido de 4 horas llevando una plausible antorcha olímpica, desde su pebetero oficial hasta el mismo espacio que se inauguraba, transmitiendo todo el acontecimiento por streaming y con la única premisa de que la antorcha no se podía apagar. Quizás ese era un planteamiento más propio de dispositivos situacionistas o algo así, como cuando cavamos nuestra propia tumba en un solar cerca de la autopista en el Prat.
Pero vamos, que a nosotras nos da un poco igual donde se delimite nuestra práctica, por no decir que nos la suda absolutamente. Probablemente la necesidad de delimitar los tipos de teatro, los tipos de ‘’escenas’’, etc… sea más una necesidad de los circuitos de consumo de las artes escénicas que de quienes trabajan en su práctica, creación, producción… como lo quieras llamar. Hasta ahora hemos actuado en garajes, plazas, calles e incluso trasteros, y nos mola esta tónica medieval de actuar en donde sea con lo que nos encontremos, y decimos medieval en el buen sentido, ¡claro!
En realidad solo hemos tocado una sala de teatro, el Antic, y en breves estrenamos en un teatro municipal, siendo la primera vez que tenemos un techo de más de diez metros en el que colgar focos. En todos estos espacios en los que hemos estado han sucedido cosas distintas y todas han sido bellas y enriquecedoras. En todos esos espacios hemos hecho teatro, o como le quieras llamar, que al final el teatro no solo pertenece a los ‘’teatros’’ como espacio arquitectónico y simbólico, si el teatro tuviera que pertenecer a algo a alguien sin duda ni lo uno ni lo otro, el teatro es de nadie y por tanto es de toda la peñi. Y en eso último tenemos razón aunque no sea verdad.
Por otro lado estudiar en el Institut del Teatre ha sido más bien una contingencia como cualquier otra, era lo único que conocíamos y muchas de nosotras lo único que nos podíamos permitir. Si en tu casa no hay capital simbólico, ni tradición teatral, ni pasta, dificilmente te plantearás de buenas a primeras irte a alguna escuela molongui europea. Además, en el Institut hemos vivido experiencias de todo tipo, en todas las instituciones hay márgenes y espacios oscuros en los que ocurren cosas interesantes, aprender a partir de lo que no te gusta o no quieres hacer te da una actitud poco complaciente que también puede ser bonita, siempre y cuando encuentres aliadas, camaradas, compañeras y amiguis que están como tu.
Alrededor de Aquellas que no deben morir aparecen otros procesos, como el taller que daís en colaboración con Soms provisionals, y una conferencia teatralizada sobre los materiales en los que estabais trabajando. De alguna manera todo esto forma parte del proyecto, pero quería saber cómo cada una de estas derivas retroalimenta la pieza o al revés, por qué surge esta necesidad de ir encontrando otros mecanismos de transmisión o puesta en escena de la investigación
Durante los procesos creativos se remueve mucha tierra, buscas el cómo, te encuentras con el lenguaje, la escena, sus capas, te preguntas por los sentidos que aparecen, buscas anclajes… Entonces en un momento determinado, en la residencia en el Konvent del septiembre pasado, surgió la necesidad de preguntarnos cómo estábamos trabajando, y por eso apareció la urgencia de la conferencia performativa como forma de aproximarse a la pieza y a la comprensión de nuestra metodología. Nos dimos cuenta de que estábamos trabajando desde unas poéticas y propuestas inestables, ambivalentes, porque tratar de escenificar la muerte no puede ser un proceso unilateral ni lineal.
Curiosamente, es en los juegos teatrales en donde hemos encontrado esos estados en lo que no se está, sitios en donde no estaremos nunca (como dice la pieza de Monte Isla), cuerpos que no habitamos, futuros que quizás hemos perdido pero que invocamos… y hemos descubierto que la muerte y el teatro tienen mucho en común. Pero nos parece que eso ya lo había dicho alguien, Heiner Müller o Kantor… En el caso de los talleres tiene que ver con nuestra residencia en el festival TNT y con la colaboración de Júlia Sánchez con Som provisionals, una propuesta que parte de la premisa de cuidar la muerte y generar redes para empoderarse en los procesos de duelo
Por cierto, me encanta vuestro título… no sé si es una cita a algún texto o es de vuestra cosecha… Creo recordar que Núria también me comentó que aparecen en la pieza algunos versos tuneados de Emily Dickinson… ¿qué referencias hay en este proyecto?
Pues el título es nuestro o todo lo nuestro que pueda ser, y efectivamente le pusimos música a un poema de Emily Dickinson. Hay algunas referencias a la Ilíada, pero todo el peso textual de la pieza lo llevan las colaboradores, a quienes hemos dado espacio para que digan lo que quieran, y con las que hemos compartido residencia y cotidianidad durante unos cuantos días. No solo el espacio de »trabajo» cuenta. Lo bueno de las residencias es que compartes una vivencia y unos sentires que incluyen la comida, el sueño, en fin, la vida, todo eso está en la escena, de forma más o menos palpable, pero está. A nivel teórico hemos leído ‘’La moda negra’’ de Darian Leader, también a Foucault y sus heterotopías, la comunidad inoperante de Jean-Luc Nancy y, aunque no esté presente en la pieza de forma muy visible, hemos trabajado también alrededor de la idea de necropolítica. A grandes rasgos hemos trabajado con referentes que sitúan la muerte y los procesos de duelo en un ser en común. No obstante, las lecturas teóricas estuvieron en un primer momento de la creación para configurar campos de sentido, después desestimamos el lenguaje teórico para centrarnos en lo que ocurre entre nosotras y en el lenguaje teatral.
Marta Echaves