No he podido dejar de pensar en el brillante debut escénico de la actriz y poeta catalana Juana Dolores Romero Casanova que presencié hace unos días en el Antic Teatre de Barcelona. # JUANA DOLORES # * massa diva per a un moviment assembleari * es un combate a muerte con la identidad -lingüística, cultural, maternal, de género, de clase-, un combate en el que gana el individuo consciente de su fragilidad – como un ciervo herido-, orgulloso de su origen y conocedor de la necesidad y el deseo universal de amor.
Juana Dolores es un patchwork de referentes contemporáneos cargados de significado, escogidos con criterio e inteligencia. La actriz y dramaturga primeriza no sólo realiza composiciones soberbias -por momentos parece que haya detrás de la obra una dirección de arte experimentada-, sino que ejecuta un texto sublime en que deseo y política se fusionan y se desbordan sobre un público atónito, a ratos incómodo -por la carga conceptual e ideológica de la pieza- y fascinado a la vez. Mientras domina el espacio e interactúa con los objetos en escena realiza una confesión en loop a un Dios ausente. Enjoyada y con la señera catalana por rodilleras muestra sus atributos » de raza charnega » al tiempo que experimenta con sonido, vídeo, lenguaje y performatividad. En cuanto a la presencia escénica, a veces muestra la vulnerabilidad de un cachorro perdido en el bosque y otras el desafío y la sed de venganza de un animal enjaulado. Las referencias y los referentes de la obra son abundantes: Pasolini, Marx, Lenin, Stalin, Courbet, Hannah Arendt, Orlan, o Beyoncé.
# JUANA DOLORES # * massa diva per a un moviment assembleari * tiene la belleza de la vestimenta de los guillotinados -la imagen de Jacques Pelletier llevando una camisa roja y poniendo suavemente la cabeza para ser ejecutado se me reveló en varios momentos de la pieza-; la soberbia de una mujer proletaria que ha trabajado duro y que, generosamente, ofrece una creación de este calibre a su público; la humanidad de la persona que se emociona al cantar » Bajo a la mina cantando porque sé que en el altar / Mi madre queda rezando por el hijo que se va » y el espíritu desafiante de la artista que tensiona el dolor, la belleza y el coeficiente intelectual de Marilyn Monroe y la ideología de Marisol.
Para quienes conocen la faceta poética de la autora podrán percibir que el texto de la obra -con la misma actitud irreverente que en su poemario- se revela lleno de sufrimiento y rabia de una manera aún más visceral que en Bijutería. Con ritmo abrupto y un efecto constante de extrañamiento, clama, grita, recita, calla y ordena a los técnicos de luz y sonido. Los playbacks sorprenden por su repetición, que trastorna y cambia el tempo de la pieza. La obra genera en el público observación y crítica, ya que la acción dramática y la contundencia del texto rechazan la pasividad del espectador pequeñoburgués.
Aquellos que han calificado de provocadora y impúdica la desnudez de la actriz parecen no haber entendido su significado; lo que es impúdico y provocador es como la cultura aplasta y esteriliza a los individuos y como la reivindicación de la subjetividad se hace irremediablemente necesaria. La obra reconcilia la cultura catalana y la española, y es una propuesta de reformulación tanto para los que se identifican con una como con la otra. Hace amar el patrimonio lingüístico y cultural de unos y otros, pero con un rumor de fondo que problematiza la idea de estado-nación. Asimismo, apela al falso bienestar que produce el sistema capitalista » todo es más soportable con unos zapatos nuevos » y rápidamente reflexiona, se desdice y proclama -como hija de una generación que replantea las estructuras de este supuesto estado del bienestar- ‘ ‘¡Y una mierda! / No hay escaparates para el desarraigo ».
Juana Dolores hace que Juanito Valderrama y Antonio Molina sean sexys. Juana Dolores es una revelación punk, patrimonio y privilegio sufridor de las que los domingos, escuchando a Rocío Jurado, hacíamos la colada de ropa blanca con nuestra madre. Una oda a las migrantes que -con los guantes de limpieza puestos- llenaban sus casas de claveles rojos y esperanzas para sus hijos.
Nerea Campo