La semana pasada, ARTAS (Artistas Asociadas a La Poderosa) presentaron la tercera edición de su No estamos ARTAS en el Antic Teatre, con las intervenciones de Cris Celada, Anabella Pareja Robinson, Bea Fernández con Marina Colomina, Rosa Muñoz y Mònica Muntaner y Mariona Naudín.
El sábado pude ver algunas de estas propuestas, las de Anabella Pareja Robinson, Rosa Muñoz y Mònica Muntaner y Cris Celada. Comenzó la sesión con una breve presentación de Marina Colomina y Mariona Naudín. Nos contaron que lo que íbamos a ver eran materiales de los procesos de creación de estas artistas asociadas a La Poderosa, el emblemático espacio barcelonés dedicado a la danza y sus contaminantes, que comenzó en el número dieciocho del carrer Riereta, el edificio conocido como Can Seixanta, y que desde hace unos años se ha trasladado al número cinco del carrer Sant Germà, cerca de plaza Espanya, donde antes estuvo La Porta. También nos dijeron que, al final, nos invitarían a una crema de calabaza y boniato acompañada de una copa de vino.
Comenzó la sesión Anabella Pareja Robinson, coreógrafa mexicana que desde hace poco menos de un año vive en Barcelona, a quien hemos ido siguiendo con gusto cada vez que ha ido viniendo por aquí para presentar sus trabajos en solitario o con el Colectivo AM. Anabella está trabajando ahora en un solo de danza al que ha llamado La forma. El sábado presentó treinta minutos de lo que, por el momento, es una investigación dancística que apoyó con textos proyectados en los que compartió con el público sus notas, apuntes, dudas, reflexiones e incluso las trampas que ella misma se descubre poniéndose a sí misma. Durante esos treinta minutos, Anabella, vestida con pantalón, camiseta y zapatillas deportivas, no dejó de bailar, la mayoría del tiempo en silencio y solo hacia al final con un breve acompañamiento de música electrónica. El texto proyectado hablaba del origen y la trayectoria del trabajo, los lugares por los que ha pasado, las numerosas veces que su trabajo ha sido rechazado, los ejercicios que utiliza en su práctica diaria, la temática que aborda, la forma, los caminos desechados y algunos de sus referentes: el Comité invisible o el Manifiesto hacker, por ejemplo. El despliegue físico fue considerable. Como ella misma señalaba en esos textos, últimamente parece mucho más fácil encontrarse con propuestas colectivas, en un momento en que lo comunitario y lo colectivo es lo que se impone, que con una persona creando en solitario un solo de danza. Tiendo a pensar que tiene razón, que esa es la realidad. Quizá por eso agradecí tanto que su propuesta se sostuviese en bailar sola, sin tregua, durante media hora, sin más añadidos que esos textos, que en el contexto en el que se presentaban tenían todo el sentido pero que no eran imprescindibles para degustar lo que sucedía en escena. “Volver a lo primario”, dice Anabella. Bendito sea lo primario, volver a la esencia para darse cuenta de que la danza, despojada de cualquier añadido, es capaz de conectarse perfectamente con nuestro presente, siempre y cuando esté en manos de alguien capaz de proponérselo. Cuando muchos han abandonado ese tipo de prácticas es un placer descubrir a alguien que insiste en ello sin que sepa a viejo sino todo lo contrario. El entusiasmo que Anabella siente por la práctica de la danza es contagioso. Si algo te da placer e insistes en practicarlo con una cierta continuidad, con una cierta dirección y una cierta consciencia de lo que haces, al final de ahí puede salir una especie de zumo concentrado, un néctar que otros serán capaces de paladear con fruición, conscientes también del valioso extracto que desprendes después de horas y horas de práctica con la ayuda de las más básicas y valiosas de nuestras herramientas: cuerpo y mente. ¿Una propuesta dura? Lo que es duro es ver a un grupo de bailarines mercenarios sudando para levantar propuestas en las que no creen porque ni quien las ha creado siente ya nada por ellas, solo sigue en esto porque es lo que le da de comer, en el mejor de los casos, o por el reconocimiento, el éxito, la moda, pero ya no por amor, si es que alguna vez llegó a sentir algo parecido. Yo prefiero pasarme horas enteras viendo bailar a Anabella Pareja Robinson, en completo silencio.
Después de la intervención de Anabella, que recogió los aplausos aplaudiendo ella también al público, Anabella se sentó entre el público para dar paso a Rosa Muñoz y Mònica Muntaner, sentadas también entre el público, que salieron al escenario y nos pidieron que nos acercásemos nosotros también para sentarnos en unos cojines dispuestos en escena. Rosa y Mònica están trabajando en una pieza escénica que se estrenará en su formato definitivo en primavera, en el Antic Teatre. Compañeras de generación, estas veteranas creadoras hace tiempo que no se prodigan en escena. Aún y así, Mònica Muntaner ha ido manteniendo una cierta actividad en estos últimos años pero Rosa Muñoz hacía siete años que no solo no subía a un escenario sino que había abandonado cualquier tipo de actividad artística, al menos de cara al público. Este rencuentro con la escena añadía una capa más de expectación al encuentro entre ellas dos. Se presentaron vestidas al estilo de La Ribot y Mathilde Monnier en Gustavia, de negro, con las piernas al aire. Comenzaron con una microescena en la que entrelazaban sus piernas en el suelo mientras se iban desplazando hasta el fondo de la sala, a veces rodando la una por encima de la otra. Siguieron otras breves escenas en las que se apropiaban de registros de algunos de los referentes a los que homenajean, como cuando recitaron a dúo al estilo de Accidents Polipoètics, con atriles incluidos. A la mitad de su actuación desplegaron un mural en la pared en el que habían dibujado un croquis del momento en el que se encuentra su trabajo. Y nos contaron qué es lo que se traen entre manos. Nos hablaron de su fascinación por el músico Jeff Buckley, que murió joven, ahogado mientras nadaba en un río. Nos dijeron que lo que pretenden es crear una pieza escénica que sea como un disco, con una colección de temas breves que podrían ser vistos como pequeñas piezas independientes. Nos contaron cómo Mònica siempre ha querido cantar, aunque fuese en casa de unos amigos después de cenar, pero nunca ha conseguido aprenderse bien una canción, más allá del estribillo. Por eso, en una de esas piezas, cantan una canción hecha a base de estribillos de otras canciones. No quieren ocultar sus referentes sino que los hacen evidentes. Algunos de ellos son otros dúos como el que forman Jonathan Burrows y Matteo Fargion (que justamente actúan estos días en Bilbao, Donostia y Vitoria), Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol o Los Torreznos. En las letras de sus canciones aparecían, con mucho humor (y amor) más referentes, desde Florinda Chico a la tan reivindicada ahora Gloria Fuertes, a quien Rosa Muñoz lleva reivindicando desde hace muchos años, cuando reivindicar a Gloria Fuertes parecía una broma, algo excéntrico. Aún habrá otra oportunidad de verlas antes del estreno definitivo, en el festival Sâlmon<, en febrero.
Cris Celada cerró la sesión con materiales provenientes del trabajo de El Pollo Campero, su propia compañía. Como ella misma nos contó, La Poderosa fue el primer espacio que apoyó el trabajo de El Pollo Campero cuando muy poca gente las conocía aún. Cris Celada venía de actuar el día anterior en el Cabaret del MACBA, estrenó hace poco más de un mes su último trabajo con El Pollo Campero en el festival TNT, se la ha podido ver también en Escena Poblenou, próximamente en Matadero Madrid, por no hablar de sus colaboraciones con El Conde de Torrefiel o Cris Blanco… ¿Por qué digo esto? Porque ahora que Cris Celada frecuenta los escenarios del circuito de artes vivas con total normalidad es importante recordar que si no existiesen espacios como La Poderosa, atentos y abiertos a las nuevas propuestas, dispuestos a proporcionarte un espacio y lo que haga falta, quizá nunca llegaríamos a conocerlas. Sigo a Cris Celada desde más o menos la época en la que conectó con La Poderosa. Lo que nos enseñó el sábado fue una especie de remix: todo me sonaba pero no puedo jurar que lo que hizo en escena fuese exactamente lo que ya había visto en su trabajo con El Pollo Campero, entre otras cosas porque Cris siempre ha trabajado acompañada y en esta ocasión estaba sola. Cris Celada es una gran actriz. Y el punto está en haber conseguido mezclar un estilo que proviene de los monólogos del cabaret, o el café teatro, y llevárselo al encuentro de lo que se ha dado en llamar las artes vivas.
La sesión acabó con el público, las artistas y el técnico (Conrado Parodi, que siempre estuvo manipulando la técnica a la vista del público), sentados juntos en unas mesas situadas en el escenario. Las artistas fueron pasando de mesa en mesa, nos tomamos la crema y nos bebimos unos vinos mientras charlamos de lo que acabábamos de vivir y, al cabo de un rato ya, de la vida. Luego, muchos de los que estábamos allí seguimos la charla en el bar, hasta que a las tantas de la noche, nos tuvieron que echar.