Este artículo de Anabella Pareja Robinson se escribió para el primer número de la nueva etapa de la revista Ajoblanco. Finalmente, por problemas de espacio, no pudo incluirse en la revista por lo que hemos decidido publicarlo aquí. Más información sobre la colaboración de Teatron y Ajoblanco aquí.
Hace unos días escuché una frase que describe muy bien mi sensación sobre lo que está pasando aquí: “En México, hace muchos años que la verdad está secuestrada”, y no dejo de pensar cómo, en esta situación, no se van a ver afectadas las artes escénicas, ni tampoco cómo se podrían obviar preguntas como: ¿De qué hablar? ¿En qué espacios? ¿Con qué recursos?
Si bien no nos hemos caracterizado por contar con muchos festivales de artes vivas, de esos pocos algunos están en pausa, como Transversales, que nos acercaba al trabajo de artistas internacionales y grandes referentes. Afortunadamente desde el año pasado en la Ciudad de México apareció un ciclo de coreografía, Otras Corporalidades, que da lugar a artistas nacionales a presentar sus piezas, abriendo un espacio de reflexión sobre nuestro quehacer. Mientras que hay otros que se siguen consolidando año con año como el Festival Cuatro X Cuatro, que hasta el 2015 era producido por Nadia Vera, víctima del multihomicidio de la colonia Narvarte.
A pesar de todo hay muchos colectivos e individuos que han logrado convertir las preguntas en movimiento y por eso suenan Las lagartijas tiradas al sol, Rubén Ortiz, Stéphanie Janaina, Olígor y Microscopía, Tania Solomonoff, La Mecedora, Úumbal, Colectivo Macramé, Teatro Ojo, los AM; dando lugar a piezas que denuncian, que retratan nuestra democracia, que hacen hincapié en la idea de comunidad; que insisten en nuestra memoria, que investigan nuevas formas de enunciación del cuerpo y aquellos que se preguntan cómo hacer política sin tener que hablar de política; pues hay que tener mucho cuidado de no ser literal y no hay que olvidarse de que el arte es político cuando se compromete consigo mismo.
México es un territorio lleno de espacios escénicos pero carecemos de público y esa es responsabilidad nuestra. Hay poca difusión y casi ningún medio dedica sus páginas a reflexionar sobre nuestra escena, y mientras digo esto, hojeo una de las pocas revistas que sí lo hacen, La Tempestad, y me encuentro en una de sus páginas con una cita: “Si no fuera por la guerra, parecería que este país está en paz.” Definitivamente hace falta seguir investigando cómo se pueden entrenar cuerpos sensibles.