Corrimiento al rojo

El 13 de septiembre a las 19:00 horas, con la luz del sol todavía fuerte, en el Torreón 2 de la Casa Encendida y dentro del marco del festival Ídem 2024, Paula Miralles y Vicente Arlandis, también conocidos como Taller Placer, estrenaron su última pieza, Corrimiento al rojo.

El Torreón 2 tiene veintidós ventanas y una puerta de vidrio. El interior es un cuadrado diáfano, está en la azotea, recibe mucho sol. Taller Placer lleva al menos un par de años estudiando lo que sucede en la oscuridad, acercándose con curiosidad a las actividades que, sin ser secretas, ocurren un poco a escondidas, simplemente porque ocurren durante la noche.

Quizá como consecuencia lógica de este interés por lo que sucede en la Tierra cuando el sol se oculta es que pasaron a interesarse por lo que constituye a la noche misma: la oscuridad y el movimiento de los objetos estelares.

El trabajo de Taller Placer suele ser una invitación a habitar de formas nuevas los lugares que articulan nuestra vida pública, a subvertir las lógicas de mecanismos que no cuestionamos, bien por costumbre o porque hay legislaciones que impiden el cuestionamiento. Con su hacer este colectivo convierte el hecho performativo en acción que abre pequeñas grietas en la normativa de las instituciones, en los hábitos cotidianos y en los protocolos de la ciencia, y nos invita a rediseñar la forma en que nos vinculamos con ellos.

Al entrar en la sala encontramos a Paula Miralles, Vicente Arlandis e Inés Muñoz cubriendo las ventanas con cartulina negra. Las sillas en las que ha de sentarse el público están repartidas en grupos orientados en distintas direcciones. Se escuchan algunas conversaciones entre espectadores, los pasos de las intérpretes que se mueven sin prisa, pero con precisión y el ruido agudo y parecido a un desgarro o a un grito que hace la cinta adhesiva cuando se desprende del rollo un trozo grande.

Durante la próxima hora ocurrirá, dentro del torreón y concentrado en un período de tiempo reducido, lo mismo que más lentamente está sucediendo afuera: anochecerá. Todas las fuentes de luz que hay en la sala, no solo las ventanas, sino también las luces de emergencia y los puntitos de colores de led que informan sobre el funcionamiento de aparatos, serán bloqueados por trozos de cinta y papel con los que el quipo irá obsesiva, pero tranquilamente cubriendo cada grieta. Esta noche artificial será también pasajera, como esas que irrumpen en algunos días, cuando la Luna se sitúa entre la Tierra y el Sol bloqueando su luz.

A medida que esto suceda recibiremos información sobre la relación de los teatros públicos con la oscuridad, sobre cómo la vista también es algo que se aprende, porque para ver no alcanza con que estén iluminados los objetos que vemos, también necesitamos de una luz interior, y sobre la relación entre el tamaño de la Luna y el Sol y la distancia a la que estos dos cuerpos celestes están de la Tierra, distancia que hace posibles, por ahora, los eclipses solares totales.

El corrimiento al rojo es un efecto que opera sobre la luz cuando la fuente que la emite se desplaza alejándose del observador. Cuanto más rápido se aleja el objeto más hacia el color rojo tiende la luz que emite. Esto significa que cuanto más roja se percibe la luz que irradia una estrella, más rápido está esa estrella alejándose de nosotros. Los astros no se alejan porque estén en movimiento, sino porque el universo que los contiene se expande. Lo que importa de todo esto es que un día el espacio se habrá expandido tanto que todas las estrellas (a excepción de la nuestra) estarán tan lejos que no alcanzaremos a percibirlas. Algún día el cielo nocturno será completamente negro. Para una civilización que surgiera en esa oscuridad sería mucho más difícil de lo que fue (es) para la nuestra llegar a entender qué posición ocupa en el universo.

Corrimiento al rojo es un viaje hacia el negro absoluto. De camino pasaremos por el interior de un teatro y por el de nuestros propios cuerpos, para luego despegar hacia el espacio y hacia el futuro. A la vuelta, durante algunos minutos, podremos contemplar el aquí y ahora en la Tierra de forma diferente, dislocada y distanciada, como si estuviéramos aterrizando en este punto del universo después de haber pasado mucho tiempo lejos.

Llamándonos a pensar en que también son pasajeros los eventos que tardan millones de años en suceder, este trabajo de Taller Placer nos recuerda que nuestros cuerpos viven atravesados por los infinitos millones de años y de kilómetros que nos contienen de una forma que no entendemos del todo.

Probablemente la humanidad se extinga mucho antes de que las estrellas desaparezcan en el vacío. Seguramente para entonces el tiempo haya pulverizado todas las señales de que alguna vez anduvimos por aquí. Si apareciera, entonces, una nueva forma de vida que volviera a poblar este planeta sin tener ningún recuerdo de lo que alguna vez hubo en el cielo, en algún momento esa civilización llegaría a entender el universo lo suficiente como para poder imaginar lo que fueron los eclipses solares totales e intentaría reproducirlos, para averiguar qué se siente al presenciarlos. Me imagino que esa reproducción se parecerá mucho a lo que vimos el viernes pasado en el Torreón 2 de la Casa Encendida.

Cecilia Guelfi

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