Conozco a Mónica Planes desde el verano de 2021 en el que, a través de un amigo, le alquilé mi cuarto. Ella estaba de residencia en Nave Oporto, haciendo esculturas de hormigón en Madrid; yo me iba de residencia a Dantzagunea, a bailar o retorcerme en Rentería. En ese momento, nuestro amigo nos insistía: “tenéis que juntaros a hablar de vuestras prácticas”. Pero no lo hicimos. Resulta que lo hemos hecho ahora.
Aquel septiembre vi las esculturas de la serie Bocas y encontré en ellas una exploración del movimiento mucho más honesta que la que a veces vemos en escena. En ese momento sentí similitudes entre su modo de trabajar el material y entender la escultura, y mi modo de insistir y poner el cuerpo. Seguíamos sin hablar, pero durante todo este tiempo su trabajo ha sido de lo más sincero y directo que he encontrado. Siento que es un hacer puesto a la escucha de los materiales, de lo que hay, de sus necesidades y posibilidades; de modificar las condiciones y volver a escuchar.
Si me pregunto dónde veo el movimiento, es ahí; no es en el teatro, no es en talleres de danza, sino en las esculturas de Mónica. En ellas veo el cuerpo, veo el rastro, veo la resistencia del material y la organicidad del gesto. El vínculo bidireccional entre el cuerpo hacedor y la materia, emana de las piezas. Digo bidireccional porque Mónica no piensa esculturas con las manos, sino que prescindiendo de un molde o una forma determinada a la que llegar, empuja con el cuerpo el hormigón y es empujada por él. En Bocas explora el movimiento, elasticidad y límites de este material desde dentro, cambiando las proporciones de los elementos que lo componen (cemento, agua, arena, grava), y metiéndose después en él para, con las piernas, cadera y brazos, moverlo hacia afuera. En este proceso de trabajo la forma viene de dentro, del diálogo directo entre ella y el hormigón, entre las cualidades de una y del otro. En nuestra charla me cuenta que su práctica le exigía mover kilos y kilos, toneladas, de arena, para lo que su cuerpo no estaba preparado. Y por ello, se puso a nadar. Ella estiraba e intentaba despertar el hormigón, cuando este material se solidifica suele decirse que duerme, y el hormigón le obligaba a estar en forma, a nadar, haciendo que podamos preguntarnos quién retaba a quién.
A cor fantasma ©Pol Masip
Seguimos charlando y ella dice algo que yo nunca había pensado y me maravilla: nadar es una actividad en la que todo el entorno te aprieta igual. Me da qué pensar. Todavía no sé qué es, pero hay algo en relación a esto sobrevolando mi cabeza, por ahora iré con la horizontal. En mi trabajo, la horizontal es una constante. Es ese lugar en el que me entrego y dejo de luchar contra la vertical, lo rápido y lo productivo y, por ello, es también el lugar desde el que resisto siendo blanda pero fuerte. La horizontal nos permite escuchar otra organización, y esto es justo lo que ella dice: nadando el cuerpo se organiza y se siente distinto. Las piezas de Bocas están creadas desde la sensualidad de la horizontal. Las de Hacía con el brazo (muro), expuestas en La Casa Encendida dentro del marco de Generación 2023, parten, sin embargo, de un deseo de verticalidad por parte de la artista. Estas son dos grandes piezas de paja y acero en las que Mónica, al final, ha trabajado dando estructura a la caída de la paja. Son dos cuerpos que han quedado sometidos, por su propio peso y movimiento, a la horizontal de la que parecen estar intentando salir. Para este proyecto ella ha elegido un material totalmente opuesto al hormigón: la paja. Un material, en sus palabras, “sin principio ni final y difícil de estructurar”. Y ha optado por él, precisamente, porque le interesaba ponerse a sí misma en otra situación, en otro tipo de vínculo con el material. Contener, mantener o dar soporte, en vez de estirar, flexibilizar, despertar. Para ello, y después de aceptar que la verticalidad que buscaba no era una opción, puesto que cada pieza que levantaba se desmoronaba, empezó a darle a la paja las cualidades del hormigón y a trabajar con lo que ya le estaba pasando: la caída. Primero densificaba la paja mojándola y comprimiéndola; luego la atravesaba con unas varas de acero para darle cierta estructura interna; después las levantaba y dejaba que los bloques de paja cedieran a su propio peso generando el movimiento; por último, a medida que todo caía y giraba, ella intentaba “agarrar” esta caída soldando los extremos de las varas.
En cierta medida (me) veo en estas esculturas el trabajo (Escarlet) que me ocupa desde hace un tiempo. Escarlet es un proyecto de investigación y creación, que vive entre lo performático y lo expositivo, a modo de lo que se deja ver y observar como imagen, volumen y movimiento. Se pregunta por la relación bidireccional entre cuerpo y voz, garganta y pelvis, y parte de la idea fundamental de que nunca nada está quieto ni en silencio absoluto. Es una práctica de movimiento y voz que comenzó o surgió en un momento en el que el material, yo, no podía hacer nada más que caer y permanecer en el suelo a la escucha de lo mínimo, a la espera de la razón para el movimiento y sus repercusiones. En Escarlet procedo, por tanto, a partir de una escucha profunda del cuerpo, de sus necesidades, dolores y placeres; de las múltiples posibilidades de movimiento y sonido, atendiendo a aquellas que en una temporalidad cotidiana pasan desapercibidas. Es un trabajo que comprendo, no tanto como un acontecimiento cerrado, sino como un material que se moldea y amasa, que aprende por acumulación y que, siendo muy parecido, es siempre distinto.
Un cuerpo que cae, pesa, ocupa el centro y propone un paisaje en movimiento; podría ser yo o cualquiera de los cuerpos de Hacía con el brazo (muro).
Hacía con el brazo (muro) © Galerna / Escarlet © Alessia Bombaci
Mónica habla de peso y yo pienso en los músculos relajándose y hundiéndose en el suelo; habla de respetar el movimiento del material y de no poner la forma desde fuera, y yo pienso en torsiones que cuando no vienen desde dentro, desde los límites de la materia y el placer, duelen y lesionan. Hablamos de lo sexual como presencia; de la cadera y las posibilidades asimétricas de su movimiento; de si el estado en el que una se encuentra repercute en la forma que finalmente se genera. Me gusta que hablamos de lo mismo con distintas palabras, y me gusta que hablamos de seguir hablando.