Camino hacia a la estantería, me agacho de cuclillas y cojo el libro que está más a la izquierda en el último estante, el que tiene justo el borde roto. El que es de color rojo pero que sólo se sabe que es rojo porque la hoja que recubre el libro está rajada. En el lomo del libro pone: En forma con Jane Fonda. Tiro del libro, pero me caigo hacia atrás, aún soy demasiado torpe. Me incorporo y camino hacia la mesa. Apoyo el libro en la mesa y lo abro entre mis páginas favoritas, en las que aparecen los retratos de Janice Darling y Lisa Lyon. Me acuerdo de mis maillots de lycra de colores, y de mi madre. El libro era suyo, y yo solía jugar a repetir una y otra vez las secuencias de ejercicios que hay en él. El libro está lleno de frases de movimiento ilustrados por cuerpos de mujeres no lo suficientemente musculadas como para retar la mirada. También hay textos sobre cómo ser feliz a través de una forma de vida saludable. En particular siempre leía uno que trataba sobre el deporte como una tecnología de empoderamiento. Éste último describe el cuerpo como una máquina llena de centenares de engranajes que mantener. Me llamaba mucho la atención el tratamiento heroico de las fotografías de las atletas que ilustran el texto, fueron mi referente secreto. Recuerdo el parche en el ojo de Janice y su maillot de cuerpo entero, siempre quise uno igual. Me recuerdo haciendo los ejercicios que presenta en el libro junto con la playlist que propone para hacerlos. Vuelvo a leer el objetivo que da: Reducir los depósitos grasos de la cintura; tonificar, moldear y fortalecer los músculos de la cintura y la espalda. La secuencia dura exactamente 7 minutos. Lo mismo que dura este texto.
Hace una hora hablé con mi madre y me dijo que hoy también había hecho gimnasia doméstica, pero la de La 2 de TVE, no la de internet. Me contó que desde el principio del confinamiento ponen clases de gimnasia todos los días a las 9 am y que procura hacerlos.
Pienso de nuevo en Eva Nasarre, y en el video de su primer programa de Puesta a punto en La 2 de TVE a las dos de la tarde el 3 de octubre de 1983. Busco el vídeo y lo pongo de nuevo por millonésima vez. Veo de nuevo la cara de Nasarre sonriendo. Se presenta mientras la cámara le enfoca en primer plano, lleva un body azul eléctrico y calentadores blancos, dice que el programa está dirigido a un cuerpo máquina que mantener, dirigido a mujeres, embarazadas y ancianos. Segundos después aparece el cuerpo de bailarines ordenados en décalage a modo de clase de danza, son un dispositivo disciplinar que funciona al unísono. Su vestuario se repite, aunque los colores cambian individualizándolos. Juntos comienzan a calentar frente a la cámara en un espacio que simula ser un cubo de color vainilla. Los ejercicios se ejecutan mientras la presentadora cuenta en voz alta la secuencia de repeticiones, ayuda al telespectador a moverse al tempo, a la vez que traslada el lenguaje del gimnasio al espacio mediático. Nasarre pide poner música a la coreografía para añadir el toque del ritmo, los movimientos se hacen más rápidos y ella deja de contar las repeticiones, bailan a ritmo de música electrónica. La intensidad desciende en los ejercicios de suelo. En un determinado momento se dan la vuelta a la vez, se colocan boca arriba, y comienzan a respirar en grupo. Contabilizan sus respiraciones. Recuperan el ritmo, bajan las pulsaciones. El programa acaba con Nasarre proponiendo un plan: volver cada día a la misma hora y ejecutar el entrenamiento diario. Los televidentes, ya exhaustos, metabolizan los movimientos.
Cada mediodía Eva Nasarre activaba sus movimientos durante 15 minutos para mantenerse en forma a través del aeróbic domestico. El éxito del programa provocó que en 1985 pasase a la cadena principal de TVE dentro del espacio de Buenos días. El programa cambia de nombre a En marcha, y ese mismo año desaparece del espacio mediático junto con su presentadora. Después de tres años es probable que no quedara nadie que no estuviese en forma, puede que el programa ya no tuviese sentido. Los cuerpos de sus televidentes ya eran lo suficiente flexibles, adaptativos y capaces de ejecutar órdenes. El ensayo se había acabado. Ahora pienso en medio mundo haciendo gimnasia en sus hogares y en mi vecino haciendo jumping jacks cada día en su balcón para no perder el tono muscular.
El primer reclamo de los ejercicios coreográficos de Nasarre parece basarse en que existe una continuidad al transferir los movimientos gimnásticos que presenta a los cuerpos que miran cada día a la presentadora. Estos movimientos producen una subjetividad específica, y se materializan en los gestos, posturas y relaciones diarias de los consumidores del programa.
Vuelvo a uno de mis cuadernos y releo que el programa de Nasarre permitía nuevas formas de sociabilización entre las mujeres durante la transición española. Generaba la posibilidad de establecer distintas formas de relación y conocimiento sobre sus cuerpos. Un par de décadas antes, Sección Femenina de Falange publicó un manual de Gimnasia Casera que proponía mantener la esbeltez del cuerpo femenino con la simple realización de las tareas domésticas. Existía una intención de la dictadura franquista de promover el ballet o deportes como la gimnasia rítmica —asociada poco después al aeróbic— porque realzaba la femineidad de quien lo ejecutase. Tras el establecimiento de la democracia, se podría afirmar que, la gimnasia domestica se transformó, en gran media, con el fenómeno televisivo de Eva Nasarre. No es de extrañar que el programa de Nasarre se convirtiese en líder de la televisión en su franja horaria, y que se comenzara a comercializar en formato VHS y libro para repetir una y otra vez a cualquier hora. Son las dos y cuarto del medio día y veo como en el telediario hablan otra vez de la importancia de hacer deporte en casa para que cuerpo y mente no se atrofien.
Recibo un mail con una tabla de ejercicios para el confinamiento de Patry Jordan. También hay un link con una performance de Yu Cheng-Ta, adj. Dance (2010), que parte de la acumulación de adjetivos que se repiten en los productos de fitness y que generan un glosario propio.
Abro Facebook y me llega una noticia sobre cómo Britney Spears lo hizo otra vez. Leo que hace dos días incendió accidentalmente su gimnasio personal y casi todo el material, pero en su IG propone un workout sin equipamiento. No hay excusas: Look hot in bikini? You better work bitch. El confinamiento no da tregua. Mientras Britney cuenta cada uno de sus movimientos con las dos únicas pesas de 2kg que le quedan, me acuerdo del fragmento de un documental donde aparece Kathy Acker en el gimnasio. La recuerdo a ella hablando sobre sus músculos hinchados, preparados para la sesión de fotos con Robert Mapplethorpe. Vuelvo a sus palabras en una entrevista que le hizo Laurence A. Rickels para Artforum en febrero 1994, donde afirma que, el bodybuilding es un lenguaje que no permite ser verbalizado, sólo permite su metabolización. En su entrenamiento diario, Acker, cuenta series de ejercicios, piensa en la rotura de la fibra muscular y vuelve a no poder expresar el entrenamiento fuera del gimnasio. Continuamente se detiene en la mejora del rendimiento a través de llevar el músculo al fallo.
Vuelvo de nuevo al retrato de Lisa Lyon en el las páginas del libro de Fonda y me acuerdo de nuevo de otra imagen suya haciendo squats mientras sostiene el cuerpo hipertrófico de Arnold Schwarzenegger. Lyon fue la ganadora del primer IFBB Women’s World Bodybuilding Championship el 16 de junio de 1979, después su cuerpo llenó los medios y las revistas de Playboy. Años después de su podio, Robert Mapplethorpe le hizo una serie de fotografías que reunió en la publicación Lady: Lisa Lyon (1983). Las fotografías de Mapplethorpe presentan un cuerpo escultórico, contenido y modelado sin errores en la refracción ocular. Unas décadas más tarde, el desarrollo muscular alcanzado por las participantes del IFBB Women’s World Bodybuilding Championship en la categoría femenina provocó que el concurso fuese cancelado excusándose en su baja audiencia. Los cuerpos de las participantes rebosaban sobre los límites visuales de los organizadores del concurso.
Abro el cajón de mi mesilla y veo el tarro de Tiger balm blanco. Me detengo en el exceso de ejercicio doméstico de las últimas semanas e imagino a miles de personas con sobrecarga muscular respirando a un ritmo acelerado. Aplico un poco de bálsamo a la altura de mi esternón, y comienzo a respirar mejor. Es tiempo de recuperarse.
Paula Noya de Blas