No somos grandes empresas. No somos un colectivo o una asociación con representatividad en los órganos de decisión y por eso nuestra voz no está legitimada por la institución. No tenemos un mercado ni un circuito estable de distribución porque no hacemos productos comerciales. No pedimos préstamos a los bancos. No tenemos un convenio que regule nuestros derechos laborales porque no somos jefes ni empleados. No pensamos en productos sino en procesos. No tenemos ideas preconcebidas de lo que es el teatro o las artes escénicas, sino que las practicamos. No queremos promocionarnos, sino que estamos participando. No somos jóvenes dando el primer paso y tampoco hemos celebrado el 25 aniversario de nuestras compañías…
Pero tenemos ideas, proyectos, inteligencia, creatividad, metodología, conexiones formación, capacidad, habilidades, somos espectadores, somos ciudadanía, somos fuerza, somos realidad cultural, somos diversidad y no queremos seguir soportando el marco ideológico que nos imponen para poder desarrollar nuestro trabajo.
Nos hemos hecho autónomos, hemos buscado gestores, hemos invertido en la oficina un tiempo precioso que antes dedicábamos a la creación. Somos especialistas en diseño gráfico, en redactar proyectos, alegaciones, en descifrar el lenguaje administrativo, en hacer clipping de prensa, en actualizar bases de datos de circuitos y programadores, en pedir favores a amigos y familiares para sacar adelante nuestros proyectos. Hemos ido adaptándonos a lo que la institución nos pedía para seguir siendo visibles, para seguir existiendo y para tener derechos. Hemos esperado, hemos confiado, lo hemos intentado, pero no ha funcionado. Hoy la orden de ayudas al fomento de las artes escénicas del Institut Valencià de Cultura (Generalitat Valenciana) y la comisión de valoración que las concede se definen dentro del mismo marco ideológico. Un marco que nos está asfixiando porque limita lo que se puede hacer en escena y dicta cómo debe hacerse.
No podemos más. Las instituciones culturales descargan las obligaciones que le son propias, como administradoras de recursos públicos, sobre nosotros, los artistas: el fomento de públicos, la política lingüística, el acceso a los mercados, los planes de explotación de los espectáculos… Estos espacios deben construirse desde mucho antes, desde la educación, desde las políticas activas, con acción de gobierno, desde la responsabilidad de los que pueden crear ese contexto. Y no sobre las espaldas de los que recibimos ayudas públicas, como si el trabajo de los artistas fuese una herramienta más al servicio de estas políticas y no al contrario.
Ahora nos preguntamos: ¿Por qué son estas instituciones y sus convocatorias las que deciden qué piezas debemos hacer los artistas? ¿No restringe esto el acceso del público a trabajos y artistas que están siendo invisibilizados sistemáticamente? ¿Por qué esa falta de apoyo a quien no se adhiere a los criterios marcados? Nosotros somos diversidad, somos materia sin forma concreta, sin jerarquías, somos escena de género inclasificable, nos estamos redefiniendo constantemente y ese es nuestro hábitat y nuestro lenguaje.
Frente al trabajo del director como único valor puntuable, nosotros trabajamos las autorías diversas. Frente al idioma local como único puntuable, nosotros trabajamos los lenguajes escénicos diversos. Frente a la visión crítica de la realidad, nosotros trabajamos el sentido crítico individual. Frente a las formas únicas y los significados cerrados, nosotros trabajamos el cuestionamiento de todo y la apertura de posibilidades.
Al final todo apela a un problema de pérdida de diversidad y estamos en peligro de extinción. Si la idea de lo que es el teatro y la escena sólo se muestra desde un lugar, la idea que la gente se hará de las artes escénicas será sólo una: sesgada, parcial y reducida.
La brecha cada vez es mayor y se ve en todas partes: en la poca financiación cuando estamos empezando y en la ausencia absoluta cuando no nos ajustamos a la norma. La precarización de nuestros proyectos no nos deja respirar, destruye la posibilidad de trabajar dignamente, de proyectarnos dentro y fuera de nuestra comunidad, de legitimarnos en el estatus profesional que nos corresponde y que a pesar de todo y de todos estamos ocupando. Lo que nos preocupa no es que no nos hayan dado dinero ahora, lo que nos preocupa es que el modelo actual jamás va a reconocer que existimos. Lo que nos estamos jugando no es si vamos a hacer o no el próximo espectáculo, sino si vamos a poder desarrollar una carrera artística en Valencia como creadores contemporáneos independientes.
Colectivo Secreto
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Escuchen, por favor.
Siempre que falta para algo
Es para la cultura
Que triste
Extendemos esto a Madrid??? Y al resto del país?
Adelante. Por nosotres no te cortes.
Queja justa, pero queja….hazlo tu mismo…lo punkie anarco cooperativo enseña…esta es una lucha politica….si no asumes lo politico de la queja…esta cae en tu popio vacío…a unirse…a desperdigarse….nadie nos ata de manos…a trabajar!!