El fin de semana pasado Los Bárbaros presentaron Lo que queda en el Antic Teatre. Probablemente fue la primera actuación en Barcelona de este colectivo afincado en Madrid, que en esta ocasión viajaba con dos de sus componentes: Miguel Rojo y Javier Hernando. Lo que queda comenzó con el público entrando directamente por la puerta que da al escenario, donde nos acomodamos en el suelo, sentados o tumbados sobre colchonetas y cojines. A continuación se apagaron todas las luces y nos quedamos en total oscuridad y silencio. Podíamos oír la respiración del público. Unos instantes después alguien que se encuentra entre nosotros comienza a hablar y ya no dejará de hacerlo hasta el final. Nos habla de sus recuerdos: “me acuerdo de mi primer día de colegio”, “me acuerdo de mi primer beso”. Algunos de esos recuerdos sintetizados en una frase le dan pie a profundizar en las historias que hay detrás de ellos. En algunos recuerdos se recrea. Otros simplemente son evocados en su mínima expresión. Durante quizá tres cuartos de hora, alguien sentado junto a nosotros va desgranando recuerdos propios y ajenos y lo escuchamos como si estuviésemos reunidos alrededor del fuego en una noche oscura. Siempre habla en primera persona pero, a medida que va avanzando en ese relato fragmentado, sospechamos que algunos recuerdos no son suyos, por la diversidad de géneros que utiliza pero también porque algunos recuerdos se remontan a la época de la Revolución francesa, por ejemplo. Es como si estuviésemos escuchando a alguien que es muchos otros a la vez, alguien cercano, que está con nosotros aquí y ahora pero que también podría ser un vampiro inmortal, o más bien el Orlando de Virginia Woolf, que vivió durante siglos adoptando diferentes géneros, alguien que fue hombre o mujer dependiendo de la época. De vez en cuando ese alguien nos lanza preguntas en segunda persona: “¿te acuerdas de tu primer beso?”. Y nos deja un espacio para adentrarnos en nuestros propios recuerdos y transportarnos a nuestra infancia, a nuestra adolescencia, a nuestros primeros enamoramientos, en general, a las primeras veces, aunque no siempre, también recuerda aquellos hechos singulares, como un golpe de estado o una muerte. Lo que queda es una pieza en torno a la memoria, y la comunidad (como señalan sus propios autores). Los Bárbaros, para crear Lo que queda, invitaron a su vez a otras gentes a que les enviasen sus propios recuerdos a través de una web. La pieza se inspira en el juego que el escritor francés Georges Perec tomó de la primera obra del escritor estadounidense Joe Brainard (I remember) y que trasladó a su propio libro Je me souviens. En ese libro Perec dejó unas hojas en blanco como una invitación a que el lector continuase el juego con sus propios recuerdos. Eso es lo que han hecho Los Bárbaros, trasladando ese juego a escena con una economía de recursos conectada coherentemente con el espíritu original. Si cuando leemos el libro solo disponemos de la palabra escrita para evocar los recuerdos, en escena solo escuchamos una voz, a oscuras. Solo podemos agarrarnos a la palabra hablada. El resto lo pone nuestra imaginación, como cuando leemos un libro. Al acabar se hizo la luz y quien presumiblemente nos hablaba salió de la sala sin que nadie aplaudiese. No procedía. Una gran parte del público continuó ocupando el escenario un ratito más hasta que, poco a poco, abandonó el mundo de los recuerdos para enfrentarse al mundo exterior, donde presumiblemente comenzaron a generarse nuevos recuerdos que seguirán alimentado nuestra memoria.
-
Otros artículos
- Los trabajos del amor
- AZzabalik, un intenso encuentro entorno a la creación artística en la Alhóndiga de Bilbao
- Corrimiento al rojo
- Viva Varda
- Festival Domingo (segunda y última parte)
- Festival Domingo (primera parte)
- Curiosidades del Grec
- Cuerpos Celestes de AzkonaToloza y Out of the blue, de Silke Huysmans y Hannes Dereere
- Sobre Realmente ahora no ya no
- Ser unos bárbaros es estar persiguiendo algo escurridizo
- Lo vulgar
- Entrevista a Nazario Díaz
- Ese relato-no-relato-algo-lineal-pero-tampoco
- Las invocaciones de Xcèntric
- Tramposas todas
- Solala. Un tríptico de Amalia Fernández
- Dificultad del viento
- Zones of resplendence de Carolina Mendonça
- Paisaje tres de Kike García y Jesús Bravo
- Hablar consigo misma
- Teatro sobre teatro sobre teatro
- Apuntes sobre DIEstinguished de La Ribot
- Sobre y entre Inkyubeta Tales de Alicia Arévalo
- Los fantasmas y la buena vida
- Recordar e imaginar como formas de estar en el presente
- Entrevista a Rosa Muñoz y Mónica Muntaner
- Materiales de derribo (o construir sobre las ruinas)
- Cosa. Intervenir un cuerpo
- Entrevista a Oscar Dasí
- Entrevista a Sandra Gómez – Resonancias del acontecer
- vulnerasti cor meum
- Fosc
- Pequeño cúmulo de abismos
- El infierno viene de arriba. Reseña de Opus I, de Ben Attia
- Aquí hay posibilidades. Una conversación con Cris Blanco
- Buena literatura, mala literatura
- Imaginar recuerdos
- Sobre The Garden of Delights de Philippe Quesne
- El lugar de los pasos perdidos
- 20 años de Teatro Ensalle
- Comunicado por cancelación de «Auge y caída de una ciudad» en Baelo Claudia
- ‘Coreografías para miradas distraídas – Conversación con Laura Lima’ por João Lima
- En clave de alcohol
- En los abismos de la tierra
- Sade, la libertad o el mal
- Jornada 2 de Si no vols pols no vinguis a l’era 2023
- (G)recomendaciones: Audio a unx colega que no sabe qué ver en el Grec 2023
- Esta cosa y esta otra, con esta otra cosa
- Sara Manubens: «Si te pudieras multiplicar por mil esa sería tu figura drag»
- Cristo está en Tinder
Comentarios recientes
- Marc en AZzabalik, un intenso encuentro entorno a la creación artística en la Alhóndiga de Bilbao
- Diana Cespedes en Festival Domingo (primera parte)
- Paz en Lo vulgar
- Ana en Entrevista a Nazario Díaz
- Rosa María en Hablar consigo misma