Este texto debería ser ordenado. Como en una película se espera que un texto tenga un principio, medio y fin. Pero yo no lo percibo así. Para mí se trata más bien de: momento, momento, momento.
Oír su respiración agitada. Sus pasos frotando el suelo. Las vibraciones del movimiento en el aire. Intento recordar dónde sucedía, de qué hablaba. Cómo era estar ahí, en ese momento.
Recordar las sensaciones o reconstruir un recuerdo tienen algo de edición: qué permanece o se destaca, qué se descarta o directamente, desaparece. El ahora de hace un rato, el ahora de hace cinco años. Como recuperarlos.
Muchas veces he tenido la sensación de no estar del todo presente en cada momento. Hace años, en el instituto, tenia unos amigos que me decían «vuelves a estar en salvapantallas» porque a veces me quedaba en silencio y distraída, ausente. Y eso es algo que hago a menudo: no estar aquí ni ahora.
Por esa época, encontré en un libro un fragmento de Fuego Central, de Mariangela Gualtieri, que decía así:
Estoy desgarrada, soy en pretérito perfecto
soy siempre cinco minutos atrás
mi decir está en quiebra
no soy nunca toda, nunca toda, pertenezco
al ser y no lo sé decir, no lo sé decir
yo pertenezco y no lo sé decir, no lo sé decir
pertenezco al ser, al ser y no lo sé decir.
Este fragmento de poema me ha acompañado durante muchos años de manera intermitente, siendo olvidado y rescatado con el paso del tiempo. Lo fui copiando en diferentes libretas y agendas -así es como lo he podido citar de nuevo esta vez- hasta olvidar en qué libro lo había visto originariamente. Solo recuerdo vagamente que era dentro de la colección Reservoir Books, de Mondadori. Colección y editorial que me fascinaron durante la adolescencia hasta que supe que pertenecían a Berlusconi y entonces perdieron bastante gracia.
Pero la cosa ha seguido siendo así, como Mariangela Gualtieri, no lo sé decir. Y si lo hago, es con ausencias, a partir de fragmentos, tanto en la memoria como en el momento en que sucede. Imposible abarcar todo, ser imparcial u objetiva. Lo sigo experimentando, sobre todo al escribir. Cómo Ahora.
Karl Ove Knausgård es un autor contemporáneo, de estos que me caen mal pero me gusta como escribe. Me acerqué a su saga autobiográfica Mi lucha con un montón de prejuicios: qué me va a interesar a mi la lucha cotidiana de un señor escandinavo. Su escritura tan sumamente detallada -puede tener 20 paginas describiendo un momento mundano- y en consecuencia, las ediciones de sus libros gruesas, llenando un buen trozo en la estantería y pesando al ser sostenido o transportado, eran asuntos que me parecían casi manspreading literario, un tío ocupando mucho espacio.
Pero su forma de narrar, desmenuzando cada momento, estando tan presente aunque fuera a través del recuerdo, a pesar de que seguramente fuera inventada gran parte, me resultaba fascinante.
Sobre todo me interesaba esa forma de pulverizar el contenido de una historia en sumas y sucesiones de momentos. Hablando de su forma de escribir, el propio autor comenta en una entrevista: «No ha habido diferencia en recordar algo y crear algo. Cuando escribí mis novelas de ficción siempre tuvieron como punto de partida algo real. Esas imágenes que no son reales son exactamente la misma fuerza y poder que las reales y la línea entre ellas es completamente borrosa. Cuando escribo algo, no puedo recordar al final si esto es un recuerdo o si no lo es, estoy hablando de ficción. Así que para mí es lo mismo. Era como si estuviera escribiendo una novela directamente cuando estaba escribiendo esto, pero la regla era que tenía que ser verdad. No verdad en un sentido objetivo, si no la forma en que lo recuerdo. Hay una gran cantidad de memoria falsa en el libro, pero está allí porque es la forma en que es, es real «.
En Estrany de la Mota se puede ver estos días: Esta puerta, esta ventana, de Alex Reynolds.
Hablo de literatura para referirme a la obra de Alex porque siempre encuentro algo de lenguaje, gesto, de interpretación de los hechos y memoria en sus obras.
Con Reynolds trabajé hace un par de años, en una exposición que comisarié; Deshaciendo texto. Ahí pretendía hablar de las posibilidades performaticas del texto. El vídeo Juana, de Reynolds, estaba incluido en el proyecto, porque en él, hay varias capas de lenguaje; texto, gesto y la interpretación de ambos. Similar a los juegos de comunicar y adivinar cosas con mímica, en el vídeo una chica interpreta los gestos y señas de otra. El gesto como lenguaje, interpretarlos.
En el vídeo de Estrany de la Mota, una chica recuerda su casa familiar. Un chico habla de si te quedarías al lado de alguien, durante un bloque de tiempo, como podría ser durante por ejemplo, una enfermedad.
Los dos personajes hablan, tocan, recuerdan, pero no se cruzan ni parecen coincidir en el mismo lapso de tiempo, aunque estén en el mismo lugar.
Hay un ejercicio de memoria, pero no deja de ser una actividad desde el presente: ahora recuerdo.
Esta puerta, esta ventana, te piden estar aquí y ahora. Escuchar la respiración, la fricción de los pasos, las pulsaciones, cómo se frotan manos cuerpos y cosas contra otros cuerpos y cosas.
Te pide estar aunque no te des cuenta. Repetir, recordar, salir con la misma sensación que entras: subir las escaleras hacia el exterior igual que las bajaste al entrar a la galería, aunque sean direcciones y momentos distintos: piedra-piedra-moqueta, piedra-piedra-moqueta. Tap-tap-fru, tap-tap-fru.
Debería haber ordenado este texto, para que tuviera un orden; un principio, medio y fin.
Pero yo no lo percibo así. Para mí se trata más bien de: momento, momento, momento. Tiempo presente y recuerdo son agujeros en los que la salida y la entrada se confunden, la superficie de entrada y salida siempre es aquí y ahora. Aunque sea incompleta y tengamos sólo fragmentos, aunque no podamos estar siempre o seamos incapaces de contarlo todo.
Irina Mutt