Sin saber muy bien qué celebramos en esta ocasión —porque algo celebramos aquí para que nos reunamos cada cinco años—; sin saber muy bien qué me dice del mundo del arte el de ahora y el más cercano (el contemporáneo y el moderno) la rotunda denuncia del director de documenta 14, Adam Szymczyk, sobre los procesos coloniales en los que todavía vivimos, las relaciones desfavorables y juegos de poder entre norte y sur; sin saber muy bien cómo encajar ese gesto de reunión del norte y el sur de Europa —que confieso necesario en su presentación en octubre de 2014, cuando la imagen de la Europa burocrática no respondía a gestos de apego entre los dispares, cuando la construcción de una Europa común estaba totalmente dañada—; sin saber cómo se exponen estos problemas políticos, económicos y sociales (siempre unidos por otra parte, qué manía de distinguirlos) a través de la producción del arte y sus variadas estructuras, me atrevo a decir, aún con mi corta experiencia como visitante de estos mega eventos artísticos, que esta documenta 14 no pasará a los anales de la historia. No me mal interpreten, la denuncia es importante y muchas obras se han distinguido por su trabajo comprometido y su calidad artística. Convencer desde los extremos no es tarea fácil.
El tempo que se imprime a una pequeña exposición es aún más importante al trasladarse a una exposición con más de 40 lugares de exposición y más de 150 artistas y obras, y aquí es donde se nota un vacío, un intento a medias, del equipo de documenta 14 para transmitir todos los esfuerzos por hacer de esta documenta una celebración del compromiso por restituir: desde las historias que necesitan ser contadas, vistas y oídas hasta las acciones, tan importantes como convertir a Atenas en doble capital de documenta. Pero no acaba por distinguirse. Sin embargo, hay algo que en mi visita —exclusivamente a Kassel, la sede tradicional de la documenta— me ha llamado poderosamente la atención, un único elemento casi residual al que quiero prestar atención por tener, creo yo, algo de estrategia curatorial y de conexión entre varios puntos que se despliegan en esta que es una única exposición. Y donde resuenan halos de este tempo perdido.
Adam Szymczyk, su director artístico, contaba hace tiempo, que esta documenta 14 era una única exposición en dos sedes solapadas*. ¿Qué significa esto?, ¿Se extiende la exposición (mejor dicho, las exposiciones) de norte a sur de Europa?, ¿lo hace con qué interés? Parece algo limitado anunciar documenta como una única exposición (recordemos el famoso cerebro de Carolyn Christov-Bakargieve que tantas posibilidades abrió en la anterior edición) ¿Y si se trata más bien, de una exposición recurrente? Es decir, una exposición de pequeñas variaciones. A veces se da al unísono, tanto que cuesta distinguir unas obras de otras, el porqué de su interés; otras resulta, y ésta es la mejor parte, que nos encontramos con un viejo amigo, con un eco de lo ya visto, de lo ya atendido. Nos resultan familiares los elementos aunque la instalación es otra. Se trata de una nueva presentación de un mismo trabajo dentro de una misma exposición, aquí es donde voy. Es es el recurso que creo yo más reseñable de mi recorrido.
Tuve la suerte, por pura casualidad reconzcámoslo, de empezar mi itinerario en Kassel por el nuevo espacio Glass-Pavillons (Pabellones de Cristal). Una hilera de locales comerciales vacíos, ahora ocupados por 6 artistas (un proyecto para cada local) en un anillo de circulación que separa el centro y zona comercial del norte de la ciudad, hogar de turcos, etíopes, búlgaros, entre otras nacionalidades. La relevancia del lugar no solo está en lo idóneo del espacio: locales totalmente acristalados que permiten ver los cuatro lados de una instalación, sino por su significación social dentro de la ciudad demarcando el dentro y el fuera, al local y al migrante. Tres proyectos me llamaron poderosamente la atención. Tres proyectos que sin yo anticiparlo volverían a reaparecer en mi recorrido. Como las pastillas de jabón negro que a modo de pequeño muro delimitan el espacio de Otobong Nkanga y su Carved to Flow 2017 junto a vestigios de lo que fue y será un espacio performativo también, o las montañas de lingotes de hierro de Dan Peterman en Kassel Ingot Project (Iron) 2017, así como las insinuantes pinturas abstractas sobre grandes lienzos de Vivian Suter, Nisyros (Vivian’s bed) 2016-2017, que cuelgan del techo, uno junto al otro, ocupando todo el espacio.
La investigación de Nkanga sobre minerales y las transformaciones y significados de los lugares geográficos de donde se extraen ha sido central en sus anteriores trabajos en formato de performances, dibujos, instalaciones o vídeos. Para documenta 14, la producción, almacenaje y distribución de un producto tan común como una pastilla de jabón, se convierte en el elemento donde convergen los procesos de distribución y flujo de materiales: 7 tipos de aceites que conectan el mediterráneo, lleva cada pastilla que aglutinan con agua, carbón y sosa cáustica. Si en Atenas se lleva a cabo la producción, no sin sorna, en Kassel se guardan y distribuyen estas esenciales pastillas de jabón. Almacenadas en diferentes formas (como un torreón, como una muralla) o de la mano de una «vendedora» que porta y explica en que consisten estas pastillas de jabón se exhibe el proyecto de Nkanga, Carved to Flow. Abandonando la performatividad del compartir haciendo, de involucrase con gestores y productores locales, del producir en «vivo» y del presentar en directo, Peterman se siente más cómodo en las formas que recuerdan al minimalismo americano de los 60 y 70. Kassel Ingot Project (Iron) reaparece en sus cuatro localizaciones a través de un estudio definido de las formas y volúmenes del hierro para denunciar las estructuras económicas que se esconden en estas sencillas formas de este material primario tanto para Grecia, desde la antigüedad a la actualidad, como para la región de Kassel, así como también en las relaciones contemporáneas que han vinculado a los dos países en torno a este material. En una relación genuina, la naturaleza de una antigua plantación de café en Panajachel, Guatemala, copada por mangos, bananos, limas, aguacates, eucaliptos y muchos más, dan cobijo a la hacienda y estudio de Vivian Suter. Durante más de 30 años, Suter ha integrado esta exuberante naturaleza en sus pinturas sobre amplios lienzos sin estirar sobre bastidores haciéndose eco de formas fugaces y fuertes colores. En definitiva, revivir la memoria de los lugares atendiendo a sus materiales autóctonos, une a los artistas a unas geografías concretas, a sus espacios naturales y también a sus modelos de producción, y en gran medida, de explotación entre colonos y colonizados. Estos tres trabajos ofrecen una particular manera de acercarse a la materia prima y a la naturaleza que nos rodea, además de asumir el papel central de ser «los recurrentes» de la muestra.
No es casualidad que en mi circuito por la ciudad de Kassel me volviese a encontrar con Kassel Ingot Project (Iron) y Carved to Flow, casi una junto a la otra, en la también nueva sede de exposiciones Neue Neue Galerie o de nuevo pero por separado Carved to Flow a la entrada de la estupenda exposición en la Neue Galerie y Kassel Ingot Project (Iron) en la vecina Palais Bellevue y en la Former Underground Train Station (KulturBahnhof). Ambos proyectos centrados en los sistemas de producción, distribución y consumo de materias primas —del circuito económico e industrial de transito de mercancías del sur al norte, del lugar de la extracción al lugar de consumo y uso— expresaban en este volver a presentarse en un otro espacio expositivo, la visibilización del sistema de circuitos que denuncian en sus trabajos. Una conexión más sutil desde el marco íntimo de las relaciones caseras que se establecen entre patronos y trabajadores, reaparece a través del vídeo expuesto en Naturkundemuseum im Ottoneum de Rosalind Nashashibi, Vivian’s Garden. Un retrato de las artistas, hija y madre, Vivían Suter y Elisabeth Wild en su casa en Panajachel que nos devuelve, por un lado, a las pinturas de Suter, Nisyros (Vivian’s bed) expuestas en el Glass-Pavillons, y por el otro, a los pequeños collages de Wild, Fantasías 2016-17 que forman parte de la exposición de la Neue Galerie.
Este ir y volver de una misma obra entre los espacios expositivos, que me consta se extiende a las sedes de Atenas, supone un interesante articulación entre las galerías a falta de unos sub-temas o genealogías evidentes. Es sin duda, una articulación de los ritmos que tiene más que ver con los elementos de la performatividad, y el volver a hacer, el famoso reenactment. Este elemento, el volver a presentar una misma obra, ha sido recurrente aunque con disimulo, y de forma llamativa en los tres trabajos mencionados. Muy probablemente estas obras dibujen los elementos centrales de la documenta: restitución, sistemas económicos y políticos de poder, volver a hacer, visibilidad y aprender haciendo, «Learning from Athens». De ahí el volver a hacer, el repetirse pero cambiando.
Podría y debería haber empezado o concentrado mi reseña en hablar de los artistas y de sus obras, de muchos más artistas y sus muchas obras. Pero en estos megaeventos la temporalidad, el ritmo, la estructura, los espacios son más importantes que nunca. Tantas obras, tantas sedes, la masificación que sufrimos todos los «turistas», hace que esta estructura se presente esencial. Y desde una perspectiva curatorial de análisis es significativo entender las metodologías y estrategias puestas en marcha. De hecho Szymczyk en 2015 en el editorial de South —la revista temporal de documenta 14—, anunciaba su deseo de sobrevenir la concepción expositiva tradicional «…to think beyond that narrow definition, toward other models and modes of production of meaning that would entail producing situation not just artefacts to be looked at.» Así pues es central esta revisión, creo yo.
Me gustaría terminar intentando responder a mi pregunta inicial: ¿qué nos dice pues del arte actual esta documenta? Pues que el cine, el fabuloso artists cinema, lidera. Las mejores propuestas, las más inteligentes, incisivas, poéticas, directas e irreverentes han llegado de la mano del cine, digital, 8 mm, 16 mm. Ya sé que se comenta que ésta es la documenta de la performance. Quizá, lo quiso ser pero no lo ha sido. No en su temporalidad que podía a ver sido más radical, no en su estructura espacial, no en la selección de espacios. Sólo en Kassel hay hasta 3 cines que se han transformado en galerías de la exposición. Lo dicho, atención al cine de artistas. Y mientras y en la distancia no se pierdan el canal de cine de la web de documenta, activo desde el desarrollo de la muestra. ¡Qué lo disfruten!
*1In line with its concept as originally proposed in 2013, documenta 14 is being conceived as one exhibition comprising 163 days in a trajectory of two distinctive, partially overlapping timelines, from April to September 2017 (Szymczyk, Adam and Latimer, Quinn: “Editor’s Letter”, South, documenta 14 #2, Spring-Summer 2016, Athens, p.5)
*2 Szymczyk, Adam and Latimer, Quinn: “Editor’s Letter”, South, documenta 14 #1, Fall-Winter 2015, Athens, p.5